Xin chào | En la búsqueda de Lenin

En vida, Lenin fue para nosotros un padre, un maestro, un camarada, un consejero. Ahora se convierte en la brillante estrella que alumbra nuestro camino en la revolución socialista.

Hồ Chí Minh

Proveniente de Alemania, Nguyễn Ái Quốc (el Patriota) —uno de los nombres utilizados por Hồ Chí Minh (El que Ilumina) fuera de su país natal— había arribado a Moscú en enero de 1924, con el propósito de conocer y entrevistarse con Vladímir Illích Uliánov (Lenin), pero a su llegada lo sorprendió la trágica noticia: el 21 de enero había fallecido el máximo líder de la Revolución de Octubre.

En la revista de la URSS Tiempos Nuevos, N.° 43, de octubre de 1977, apareció la siguiente publicación:

Un día de enero de 1924 estábamos tomando nuestro desayuno en el hotel, cuando llegó la noticia del fallecimiento de Lenin. Nadie quería creerla, pero al volvernos vimos la bandera a media asta en el techado de la sede del Sóviet de Moscú. Todos nos entristecimos profundamente. «Lenin había muerto» y yo no pude encontrarle en vida. Ello constituiría para toda mi vida un gran pesar…

El 27 de enero de 1924, el periódico Pravda publicó las condolencias de diversos líderes comunistas de todo el mundo, entre los cuales figuró un texto escrito por el Tío Hồ:

Dolorosamente afectados por esta pérdida irreparable, compartimos con todos los pueblos del mundo este duelo que golpea a nuestros hermanos y hermanas soviéticos. Estamos convencidos de que la Internacional Comunista y sus células, entre ellas la de las colonias, sabrán traducir en actos las enseñanzas y lecciones de nuestro gran líder.

Por el sendero del marxismo

Cuando Hồ Chí Minh participó en sus primeras acciones revolucionarias, lo hizo inspirado en los líderes de los primeros alzamientos contra los invasores franceses, pero no compartía los métodos de lucha. Por ello, a la edad de veintiún años, en 1911, partió hacia Europa para nutrirse de las ideas revolucionarias que recorrían el viejo continente y regresar a Vietnam armado de una sólida formación ideológica, que le permitiera conducir acertadamente la batalla contra los colonialistas franceses.

Después de viajar por numerosos países, incluyendo Estados Unidos, se estableció en París, Francia, donde conoció y militó al lado de importantes líderes comunistas. Entre ellos destaca el nieto de Carlos Marx, Jean Longuet, uno de sus primeros tutores en las lides del periodismo, en Le Populaire, para entonces órgano impreso de los socialistas franceses.

Sin limitarse a la actividad puramente teórica, Nguyễn Ái Quốc —su seudónimo en Francia— se involucró en las tareas organizativas por la causa de las colonias francesas de América, África y Asia y se hizo militante, primero del Partido Socialista, y luego participó en la fundación del Partido Comunista.

En esa intensa militancia, de por lo menos unos trece años, se fue desarrollando como un cuadro internacionalista de formación marxista-leninista, además, impactado positivamente por la Revolución de Octubre, en 1917. Por ese camino, el joven líder vietnamita había dado el paso más importante en su proyecto por la liberación de la Indochina colonizada: tomar el marxismo-leninismo como guía de la lucha revolucionaria.

Inmediatamente, a su regreso de Rusia (1925), el líder vietnamita se instaló en Guangzhou (China), donde centró su actividad clandestina en la creación de la Asociación de la Juventud Revolucionaria de Vietnam, que vino a constituirse en los cimientos del Partido Comunista.

Como militante marxista, Hồ Chí Minh estaba convencido de la necesidad de tener una poderosa maquinaria partidista para poder asumir la importante empresa liberadora frente al colonialismo francés.

Enseñanzas de la Revolución de Octubre

Durante su formación como cuadro marxista-leninista en Europa, el joven vietnamita extrajo muchas enseñanzas de la Revolución de Octubre. Entre ellas, comprendió que la vía de la revolución estadounidense o la francesa no eran las correctas, porque representaban revoluciones burguesas. Concluyó que lo sucedido en Rusia en 1917 sí había sido un movimiento radical, que llevó al pueblo trabajador la libertad, la igualdad y la felicidad verdaderas, y llamó a las naciones oprimidas a levantarse para poder lograr la liberación nacional:

Nos enseñó que para triunfar, la revolución debía apoyarse en las fuerzas de las masas populares, esencialmente los obreros y los campesinos; había que contar con un partido marxista-leninista sólido y fuerte, unido, animado de espíritu de sacrificio y audacia.1

Durante los cinco años siguientes a la formación de la Asociación de la Juventud Revolucionaria de Vietnam, en Guangzhou, se formaron otras organizaciones revolucionarias, como el Partido Comunista Indochino, el Partido Comunista de Annam, el Partido Revolucionario del Nuevo Vietnam y la Liga Comunista Indochina. Ante esta proliferación de partidos, el Tío Hồ planteó la necesidad de conformar una sola organización, de fuerte estructura. En ese sentido, convocó a una conferencia en Kowloon, al norte de Hong Kong, que sesionó del 3 al 7 de febrero de 1930. Allí surgió el poderoso Partido Comunista de Vietnam, que le dio un reimpulso definitivo a la revolución del país indochino.

Ese proceso de conformación de un poderoso movimiento obrero y campesino en toda Indochina fue el producto del trabajo incansable de Hồ Chí Minh en la propagación del marxismo-leninismo, el cual convirtió al pueblo vietnamita en una fuerza incontenible frente al enemigo invasor.

Hasta el regreso del exterior de Hồ Chí Minh, Vietnam era un país con un vasto y profundo movimiento de luchas campesinas de resistencia heroica frente a los invasores extranjeros. Sin embargo, una vez que el marxismo-leninismo —el arma ideológica más completa de la época— conquistara el corazón y el espíritu de los combatientes revolucionarios, no habría enemigo, por brutal que fuera, capaz de detener a un pueblo que llegó a integrarse en un gigantesco ejército popular, a la postre vencedor frente a las poderosas potencias imperiales.

Esa fue la diferencia con la lucha dispersa, sin «brújula ideológica», y la histórica epopeya libertaria escrita por el marxista-leninista Hồ Chí Minh y su pueblo rebelde.

Proveniente de Alemania, Nguyễn Ái Quốc (el Patriota) —uno de los nombres utilizados por Hồ Chí Minh (El que Ilumina) fuera de su país natal— había arribado a Moscú en enero de 1924, con el propósito de conocer y entrevistarse con Vladímir Illích Uliánov (Lenin), pero a su llegada lo sorprendió la trágica noticia: el 21 de enero había fallecido el máximo líder de la Revolución de Octubre.

En la revista de la URSS Tiempos Nuevos, N.° 43, de octubre de 1977, apareció la siguiente publicación:

Un día de enero de 1924 estábamos tomando nuestro desayuno en el hotel, cuando llegó la noticia del fallecimiento de Lenin. Nadie quería creerla, pero al volvernos vimos la bandera a media asta en el techado de la sede del Sóviet de Moscú. Todos nos entristecimos profundamente. «Lenin había muerto» y yo no pude encontrarle en vida. Ello constituiría para toda mi vida un gran pesar…

El 27 de enero de 1924, el periódico Pravda publicó las condolencias de diversos líderes comunistas de todo el mundo, entre los cuales figuró un texto escrito por el Tío Hồ:

Dolorosamente afectados por esta pérdida irreparable, compartimos con todos los pueblos del mundo este duelo que golpea a nuestros hermanos y hermanas soviéticos. Estamos convencidos de que la Internacional Comunista y sus células, entre ellas la de las colonias, sabrán traducir en actos las enseñanzas y lecciones de nuestro gran líder.

Por el sendero del marxismo

Cuando Hồ Chí Minh participó en sus primeras acciones revolucionarias, lo hizo inspirado en los líderes de los primeros alzamientos contra los invasores franceses, pero no compartía los métodos de lucha. Por ello, a la edad de veintiún años, en 1911, partió hacia Europa para nutrirse de las ideas revolucionarias que recorrían el viejo continente y regresar a Vietnam armado de una sólida formación ideológica, que le permitiera conducir acertadamente la batalla contra los colonialistas franceses.

Después de viajar por numerosos países, incluyendo Estados Unidos, se estableció en París, Francia, donde conoció y militó al lado de importantes líderes comunistas. Entre ellos destaca el nieto de Carlos Marx, Jean Longuet, uno de sus primeros tutores en las lides del periodismo, en Le Populaire, para entonces órgano impreso de los socialistas franceses.

Sin limitarse a la actividad puramente teórica, Nguyễn Ái Quốc —su seudónimo en Francia— se involucró en las tareas organizativas por la causa de las colonias francesas de América, África y Asia y se hizo militante, primero del Partido Socialista, y luego participó en la fundación del Partido Comunista.

En esa intensa militancia, de por lo menos unos trece años, se fue desarrollando como un cuadro internacionalista de formación marxista-leninista, además, impactado positivamente por la Revolución de Octubre, en 1917. Por ese camino, el joven líder vietnamita había dado el paso más importante en su proyecto por la liberación de la Indochina colonizada: tomar el marxismo-leninismo como guía de la lucha revolucionaria.

Inmediatamente, a su regreso de Rusia (1925), el líder vietnamita se instaló en Guangzhou (China), donde centró su actividad clandestina en la creación de la Asociación de la Juventud Revolucionaria de Vietnam, que vino a constituirse en los cimientos del Partido Comunista.

Como militante marxista, Hồ Chí Minh estaba convencido de la necesidad de tener una poderosa maquinaria partidista para poder asumir la importante empresa liberadora frente al colonialismo francés.

Enseñanzas de la Revolución de Octubre

Durante su formación como cuadro marxista-leninista en Europa, el joven vietnamita extrajo muchas enseñanzas de la Revolución de Octubre. Entre ellas, comprendió que la vía de la revolución estadounidense o la francesa no eran las correctas, porque representaban revoluciones burguesas. Concluyó que lo sucedido en Rusia en 1917 sí había sido un movimiento radical, que llevó al pueblo trabajador la libertad, la igualdad y la felicidad verdaderas, y llamó a las naciones oprimidas a levantarse para poder lograr la liberación nacional:

Nos enseñó que para triunfar, la revolución debía apoyarse en las fuerzas de las masas populares, esencialmente los obreros y los campesinos; había que contar con un partido marxista-leninista sólido y fuerte, unido, animado de espíritu de sacrificio y audacia.1

Durante los cinco años siguientes a la formación de la Asociación de la Juventud Revolucionaria de Vietnam, en Guangzhou, se formaron otras organizaciones revolucionarias, como el Partido Comunista Indochino, el Partido Comunista de Annam, el Partido Revolucionario del Nuevo Vietnam y la Liga Comunista Indochina. Ante esta proliferación de partidos, el Tío Hồ planteó la necesidad de conformar una sola organización, de fuerte estructura. En ese sentido, convocó a una conferencia en Kowloon, al norte de Hong Kong, que sesionó del 3 al 7 de febrero de 1930. Allí surgió el poderoso Partido Comunista de Vietnam, que le dio un reimpulso definitivo a la revolución del país indochino.

Ese proceso de conformación de un poderoso movimiento obrero y campesino en toda Indochina fue el producto del trabajo incansable de Hồ Chí Minh en la propagación del marxismo-leninismo, el cual convirtió al pueblo vietnamita en una fuerza incontenible frente al enemigo invasor.

Hasta el regreso del exterior de Hồ Chí Minh, Vietnam era un país con un vasto y profundo movimiento de luchas campesinas de resistencia heroica frente a los invasores extranjeros. Sin embargo, una vez que el marxismo-leninismo —el arma ideológica más completa de la época— conquistara el corazón y el espíritu de los combatientes revolucionarios, no habría enemigo, por brutal que fuera, capaz de detener a un pueblo que llegó a integrarse en un gigantesco ejército popular, a la postre vencedor frente a las poderosas potencias imperiales.

Esa fue la diferencia con la lucha dispersa, sin «brújula ideológica», y la histórica epopeya libertaria escrita por el marxista-leninista Hồ Chí Minh y su pueblo rebelde.

Ángel Miguel Bastidas G.