James Monroe y John Adams inventan la nefasta doctrina.
Una receta política para el hemisferio es uno de los grandes desatinos de la historia. Sobre todo cuando Estados Unidos pierde su lugar de dominio en la política mundial y trata de reacomodar sus fuerzas en el continente. Por eso mantiene la nefasta Doctrina Monroe.
El mencionado adefesio jurídico cuajó en tiempos de las guerras napoleónicas. La Independencia de Estados Unidos en 1776 abrió otro episodio con Jorge Washington de protagonista y se tradujo en otra guerra. Los gringos vencieron a los británicos y lograron tierras nuevas llamadas “tierras públicas”. Simplemente fue una ofensiva contra los indígenas de la zona de los grandes lagos. Así empezó la Casa Blanca a engullir territorio.
El Reino Unido se vengó en el Congreso de Viena y pidió la restauración del viejo orden europeo. Curiosamente exigió una tajada del Surinam holandés y el Esequibo. Venezuela rompe relaciones diplomáticas con los británicos. Recordando que en 1841 Robert Schomburgk trazó una línea arbitraria para despojar a Venezuela de su territorio legítimo, el Gobierno establecido en Caracas cayó en la trampa de la Doctrina Monroe cuando pidió el arbitraje de la Casa Blanca en 1876, que llevó la disputa a 19 años de un tira y encoge.
En 1899, el Reino Unido accedió a un arbitraje, el Laudo de París, arreglado previamente en Washington. El robo de 159 mil 542 kilómetros cuadrados. Para consuelo nuestro se dijo que no perdimos las Bocas del Orinoco.
Desde 1903 existe el Comando Sur. La separación de Panamá de Colombia y con Estados Unidos quedándose con la tajada de la zona del canal interoceánico, dio inicio a una intervención militar que ahora busca la costa norte de Suramérica.
El Gobierno de Guyana, como títere de la ExxonMobil, impulsa el desconocimiento del Acuerdo de Ginebra y con uso de un cuestionado sistema de Naciones Unidas, pretenden dar por válido el Laudo de París en la Corte Internacional de Justicia.
CIUDAD CCS