Los invisibles de la Operación Zamora

Carlos Mejías. Combatiente revolucionario desde los inicios de la lucha armada en Venezuela. Foto Alejandro Angulo
Operación Zamora es el nombre de la insurrección cívico-militar ocurrida el 4 de febrero de 1992, bautizada de esta manera como homenaje a Ezequiel Zamora, el General del Pueblo Soberano y líder de la Guerra Federal. Zamora, junto a Simón Bolívar y Simón Rodríguez, inspiraron la fundación del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200), organización responsable de la ejecución de esta rebelión.

Han transcurrido 30 años desde que apareció en las pantallas de los televisores, un militar con boina roja, desconocido hasta ese momento, diciendo: “Lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital… yo, ante el país y ante ustedes, asumo la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano… vendrán nuevas situaciones y el país tiene que enrumbarse definitivamente hacia un destino mejor”, frases cargadas de esperanza que, junto al rostro mestizo del hombre que las pronunció quedaron tatuadas en la memoria del pueblo, pero en esa memoria faltan muchos datos, algunos relacionados con la Operación Zamora.

Se incorporan los invisibles (civiles)

Mientras se encontraba entre las labores del campo y la reflexión política, Kléber Ramírez, quien había sido dirigente estudiantil de la UCV, miembro de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), organización guerrillera que combatió contra los gobiernos de Rómulo Betancourt, Raúl Leoni y Rafael Caldera, fundador del Partido de la Revolución Venezolana (PRV), intelectual e ideólogo de la izquierda, además de profesor de la Universidad de Los Andes (ULA), un día del año 1990 se encontró con el teniente coronel Arias Cárdenas, quien sería uno de los líderes de la Operación Zamora. Intercambiaron ideas, opiniones y propuestas que generaron una relación política de mucha confianza.

Sobre sus contactos y reuniones con Arias Cárdenas, Ramírez narra en su libro Historia documental del 4 de febrero: “Terminé mi libro Venezuela, la IV República, del cual, aún en borrador, le entregué una copia al comandante Arias Cárdenas para obtener sus observaciones, a la vez que le expliqué mi concepción del Estado venezolano y del proyecto que de allí surgía. A partir de ese momento mis contactos con Arias Cárdenas fueron fluidos. El libro salió de la imprenta en agosto de 1991 y aproveché el hecho de su presentación en diferentes ciudades del país, para establecer contactos e ir preparando la participación civil en la insurrección que se gestaba, precisamente para que el movimiento no se quedara en un simple golpe militar.”

Prosigue Kléber: “No hubo tiempo de consolidar las posiciones civiles, porque si militarmente se estaba trabajando desde hacía ocho años, en el campo civil se trabajó escasos ocho meses. En este sector había mucha reticencia; esto imposibilitó que en ese breve tiempo hubiéramos podido construir estructuras para participar mancomunada y decididamente en la acción”.
Yoel Acosta Chirinos, teniente coronel participante en el movimiento militar, dice acerca de los aportes de los civiles a la rebelión: “Unos pensadores convocados por Arias: Luis Cipriano Rodríguez, Kléber Ramírez, Núñez Tenorio, Pedro Duno, entre otros, dieron forma a la base teórica y al programa de la democracia participativa y protagónica”.

Baltazar Ojeda Negretti. Comandante Elías, legendario guerrillero que participó en la toma de la base aérea Francisco de Miranda (La Carlota) el 4F.
La desconfianza

A pesar de que históricamente ha existido en Venezuela vinculación de miembros de la Fuerza Armada con los movimientos de izquierda, hecho demostrado en los alzamientos como El Carupanazo, El Porteñazo (insurrecciones militares contra el gobierno de Rómulo Betancourt), la participación de Manuel Ponte Rodríguez, en las FALN, las organizaciones de izquierda y los militantes revolucionarios cuando se les planteó, a finales de 1991, incluso la misma tarde del 3 de febrero de 1992, la necesidad de incorporarse a una insurrección armada que preparaban oficiales del Ejército, muchos se negaron, otros se acercaron con dudas pero al final se incorporaron.

Róger Bastardo, militante de la Corriente Histórico Social (CHS), narra que la tarde del 3 de febrero se presentó en la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad Central de Venezuela (UCV) Carlos Lanz, líder de CHS y veterano militante revolucionario; este convocó a una reunión de emergencia en la Escuela de Filosofía a la que asistieron: Luis Villafaña, Edgar Pérez (El Gordo), el mismo Bastardo, entre otros, y luego de una larga discusión por la desconfianza que generaba articular cualquier acción con miembros de las Fuerzas Armadas Nacionales que habían masacrado al pueblo hacía apenas dos años, Lanz logra convencer a los asistentes con el argumento de que Kléber Ramírez era el enlace con los militares.

Las armas no llegaron

La misión de este grupo consistía en controlar la Redoma de La India, en La Vega, y neutralizar un comando de la Disip (policía política de la cuarta república) que quedaba en Montalbán; la operación no pudo ejecutarse porque las armas que debieron recibir no llegaron.

Algo similar ocurrió en el 23 de Enero; los miembros de la Coordinadora Simón Bolívar, Juan Contreras, Freddy Parra y Albert Reverón, tenían conocimiento de la actividad que se desarrollaría en la madrugada del 4 de febrero, la misión de los militantes de la Coordinadora, cosa que ya habían hecho en innumerables ocasiones, era controlar la avenida Sucre, corredor que permitía comunicar al Palacio de Miraflores con los barrios del oeste de Caracas y a su vez impediría la llegada de la Marina, que no participaba de la insurrección.

Según lo acordado con la dirección de la Operación Zamora, los líderes de la Coordinadora Simón Bolívar debían presentarse en el Museo Histórico Militar, hoy Cuartel de la Montaña, donde recibirían las armas. Parra, Contreras y Reverón se presentaron: “Somos los lanceros de Páez”, diciendo el santo y seña que les abriría el paso al comandante de ese lugar, pero los centinelas no les permitieron comunicarse con el teniente coronel que desde el Museo comandaba la operación de la toma de Caracas.

Experiencia guerrillera

Carlos Mejías, veterano combatiente revolucionario, miembro del Frente Guerrillero José Leonardo Chirino, que estuvo combatiendo en las montañas de Lara, Yaracuy y Falcón y en la guerrilla urbana en Caracas y otras ciudades de Venezuela, en ambos frentes bajo las órdenes de Baltazar Ojeda Negretti, relata: “La gente del MEP no tenía experiencia militar, por eso me buscan y me nombran responsable militar de un grupo llamado Simón Bolívar, entonces convoco a Baltazar y él convoca a varios combatientes, entre ellos a un capitán retirado de la aviación de apellido Brito y se involucran en el movimiento”.

Prosigue Mejías: “La última reunión donde estuve con Chávez fue en San Antonio de los Altos, el hombre pide apoyo para poder controlar la ciudad porque no tenían suficiente personal, entonces me voy para el 23 de Enero y busco a Juan Contreras, voy con Kléber Ramírez, conversamos con Juan y él se incorpora, la misión de su gente era controlar la avenida Sucre, así fui haciendo contactos y coordinando la participación de civiles. Las operaciones militares de ese día requerían mucha gente y como La Carlota es muy grande, nosotros nos fuimos para allá, el asalto lo comandó Yoel Acosta Chirinos, que era teniente coronel, comandante del Batallón de Paracaidistas José Leonardo Chirino, de Maracay. Los civiles, entre los que estaba Baltazar, éramos un grupo de 30 personas que nos apostamos en el estacionamiento del CCCT, un poquitico antes de las 12 observamos el inicio de la operación y de inmediato procedimos a tomar la entrada principal de la base aérea; como Baltazar había sido mi comandante en la montaña y en la guerrilla urbana, yo le tenía mucho respeto, él terminó dirigiendo la operación. Logramos tomar la entrada sin hacer un solo disparo, ahí quedamos tres personas, Baltazar se fue con un grupo para la comandancia, fueron llegando oficiales leales al gobierno y nosotros los íbamos poniendo presos, incluso detuvimos al comandante general de la aviación Eutimio Fuguet Borregales, pero de eso nos enteramos después porque no lo conocíamos, los desarmamos y los subimos a un autobús que llenamos de puros oficiales presos. Baltazar detectó a unos oficiales que estaban escondidos en un sótano y decidió sacarlos con gas lacrimógeno, también los rendimos a todos, logramos tener el control de la mayor parte de la base”.

Repliegue de los insurgentes. Momento en el que se aprecia a un grupo de insurgentes al momento de su rendición en la avenida Sucre de Catia. Foto Jesús Castillo.
El repliegue

“Habíamos perdido las comunicaciones con el resto de los participantes en la rebelión. No sabíamos lo que estaba pasando en el resto de la ciudad, la toma del Palacio (Miraflores) había fracasado pero no lo sabíamos, de pronto observamos una columna de tanques que venía por la autopista y le pregunto a Yoel Acosta Chirinos, que era el jefe de nuestra comandancia, si esos tanques eran nuestros; el hombre me dice que no sabe porque no se ha podido comunicar con nadie, eran casi las 6 de la mañana”, cuenta Mejías.

“Nos vamos para la prevención y llega un general en un tanque y un teniente rebelde que está a mi lado me dice que en el movimiento no hay generales, que el grado más alto es teniente coronel, los tanques entran sin resistencia a la pista, más atrás venía una columna de carros de combate pero nadie les dispara, al rato se prendió el tiroteo, hubo plomo de todos los calibres, la Operación Zamora había fracasado”.

“En un momento llamo a Baltazar y le digo que debemos retirarnos y el hombre se molesta y me dice ‘¡¿Estás cagao?, yo me quedo!’. Yo me retiré con un grupo que se había incorporado que venía de El Cementerio, monté a la gente en varios carros y yo me fui de último. Logré retirarme con unas armas que luego se emplearon en el alzamiento del 27 de noviembre”.

También en Carabobo

Estudiantes de la Universidad de Carabobo (UC) y del Tecnológico de La Manguita en Valencia, también participaron en la Operación Zamora, allí cayeron asesinados a manos de la policía de ese estado gobernado por Enrique Salas Römer: Gilberto Peña, estudiante del entonces Tecnológico de La Manguita; Columba Guadalupe Rivas Bracho, Ángel Alberto Ruiz y José Hildemaro Zerpa Miota, estudiantes de la UC.

Con las botas puestas

El 7 de septiembre de 1992, en el aeropuerto La Chinita, en el estado Zulia, cae en combate Baltazar Ojeda Negretti, comandante Elías, mientras trataba de tomar una aeronave para liberar, porque estaba preso en la cárcel de Yare, al líder de la Operación Zamora, al oficial de la boina roja, al mismo que había dicho “Por ahora”, recuperando para el pueblo la esperanza perdida, al que dejó de ser un desconocido para convertirse para siempre en el Comandante Chávez.

Seis años, 10 meses y 2 días después del 4 de febrero de 1992, vinieron nuevas situaciones y el país se enrumbó definitivamente hacia un destino mejor.

Jesús Arteaga