María Violencia

 La sociedad capitalista no tolera a los diferentes. Es la verdad. Está hecha para estructurar el funcionamiento social, basándose en roles: clase alta, clase media, clase baja. Sin embargo, todo se hace con base en la imposición de la clase hegemónica, para que de acuerdo a sus patrones se viva. Si eres diferente, si no te pareces a la clase dominante, pues no eres, no existes o no debes existir. De la diferenciación de clases y el miedo a lo distinto nace el estigma y con ello el racismo.

María Parisca creció entre mascotas con apellidos, pajaritos encopetados y juguetes de los más caros. Ella, niña rica, gordita, hermosa, se acostumbró a que todos sus caprichos fueran sentencias definitivas, se dijera «amén» y se cumplieran. Jamás pensó la niña Machado Zuloaga que, al llegar a adulta, en un pueblo lleno de descendientes de mantuanos y los cimarrones que otrora servían a sus ancestros, los amos del valle, sus órdenes no iban a ser cumplidas. Se creyó su propio cuento, se vistió de oligarca y empezó a imaginar una sociedad inexistente: un reinado en el que todos seríamos sus súbditos, no una república; un sistema de gobierno parlamentario, al mejor estilo de los países visitados en sus vacaciones y no una democracia participativa y protagónica con poderes bien diferenciados. La señora Machado Zuluaga no se dio cuenta —o no quiso darse cuenta— de que ciertamente en la Venezuela revolucionaria ordena el pueblo y sus gobernantes mandan obedeciendo a sus coterráneos. No es un reinado y no es ella quien gobierna, como ya se lo hacía ver la derecha racista que la acompaña.

Del miedo al gobierno del pueblo, liderado por hombres y mujeres diferentes, pasó a la frustración y luego a la ira. Se hizo una mujer peligrosa, llena de complejos y de odio contra sus compatriotas venezolanos y venezolanas, distintos y distintas a ella y sus riquezas, que no le obedecen y simplemente le señalan la senda democrática por la que debió y debe transitar. La niña inocente se convirtió en una adulta frustrada y violenta, por tanto, peligrosa.

Es importante no descuidarla, como buena niña rica y malcriada. Su metalenguaje dirá más que su discurso directo y de seguro no tardará en actuar, materializando lo que oculta su inconsciente, su impulso natural a la violencia por la frustración y el racismo neofascista que la alimenta. Hay que estar alertas porque ella de verdad es María Violencia.

Dr. Luis Lira Ochoa