La Habana, 17 mar (Prensa Latina) Cuba recuerda hoy la firma en 1960, por el entonces presidente de Estados Unidos, Dwight D. Eisenhower, de un programa de actividades subversivas para derrocar al gobierno revolucionario de la isla, dirigido por Fidel Castro.
Con el nombre de “Plan de acción encubierta contra el régimen de Castro”, el documento detalla las tareas que con tal propósito se organizarían de manera articulada desde los centros de poder y la comunidad de inteligencia del país norteño.
Revelaciones posteriores darían cuenta de la perversidad de las diligencias del gobierno de Washington que buscaba, a toda costa, sustituir por la fuerza al liderazgo cubano por otro más afín a los intereses de los Estados Unidos.
Ese objetivo debía conseguirse de forma que se evitara cualquier apariencia de intervención norteamericana, por lo que, desde el primer momento, utilizaron a grupos selectos de emigrados residentes en territorio estadounidense.
De acuerdo con uno de los textos desclasificados y publicados en la colección Foreing Relations of the United States, para cumplir ese objetivo debía crearse una oposición cubana “unificada y responsable” que desplegara una ofensiva propagandística.
En tal sentido, el plan concebía la creación de una emisora radial, y una organización encubierta de inteligencia y acción dentro de Cuba (que ya estaba en marcha), además del adiestramiento de una fuerza paramilitar fuera de la isla que proporcionaría apoyo logístico a operaciones militares encubiertas.
Según expertos en el tema, como parte del conciliábulo contra la nación antillana, hubo varias sesiones de trabajo en los principales círculos decisorios del gobierno de Eisenhower, en las que se discutió la manera de actuar para derrocar a la revolución cubana.
De ese contexto, trascienden hasta nuestros días algunos de los argumentos utilizado por el célebre y tenebroso subsecretario del departamento de Estado para asuntos interamericano, Lester Mallory, dirigido al secretario asistente de esa cartera, Roy Rubottom.
En aquella circular, de fecha 6 de abril de 1960, bajo el título: “La declinación y caída de Castro”, Mallory asegurada que la mayoría de los cubanos apoyaban a Fidel Castro y que, además, no existía una oposición política efectiva, “una situación que había que revertir”, apuntaba.
El único previsible medio para alienar el apoyo interno (al gobierno revolucionario) es a través del desencanto y la desafección basados en la insatisfacción económica y la privación, recomendaba el diplomático.
Mallory sumaba a lo anterior, la negación de dinero y suministros a Cuba para provocar decrecimiento monetario y del salario real lo que conduciría “al hambre, la desesperación y el derrocamiento del gobierno”.
Desde que el gobernante de la Casa Blanca sancionó con su firma el plan de acciones encubiertas contra Fidel Castro y su gobierno, las actividades subversivas tomaron, primero, el cariz de actos propagandísticos desestabilizadores por Radio y televisión, y luego escalaron a la confrontación militar directa contra la isla.
En tal sentido, está ampliamente documentado el apoyo financiero y logístico de la potencia norteamericana a mercenarios que invadieron el país antillano por un punto occidental conocido por Playa Girón, o Bahía de Cochino.
Al propio tiempo, las administraciones estadounidenses no han escatimado presiones políticas contra la isla como las que condujeron en 1962 a la expulsión de Cuba como miembro de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Asimismo, en el ámbito económico trasciende hasta nuestros días, con un carácter injerencista y extraterritorial, el criminal bloqueo económico, financiero y comercial impuesto ese propio año por el gobierno de John F. Kennedy, y recrudecido por sucesivas administraciones del país norteño.
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