¿Por qué Nicolás?

Por: Reinaldo Silva 

Ante el llamado a elecciones presidenciales este 28 de julio 2024, nos queda analizar los distintos escenarios.

Desde el PSUV y el Gran Polo Patriótico, ya existe un consenso nacional por la figura del actual presidente Nicolás Maduro, solo queda cumplir con el proceso establecido por el partido de gobierno, para, por la vía del consenso, desde las bases, proclamar a nuestro candidato.

Vamos a realizar un breve recuento de la llegada de Maduro desde 2013. Previo a las elecciones del 2013, una encuesta de la empresa Datin Corp, mostró que Maduro encabeza la intención de voto solo por 8 puntos porcentuales, y no por los 14 que anunciaron varios sondeos de otras empresas que catalogaban de tendencia chavista.

En la elección de octubre 2012, Hugo Chávez logró una ventaja de 10,7 puntos porcentuales sobre Capriles, y logró su tercera reelección.

Tras el deceso de Hugo Chávez, grupos como Amnistía Internacional (AI) resaltaron que “uno de los principales retos de Venezuela sigue siendo reducir los índices de violencia”; siendo uno de los puntos atacados por Capriles; a lo que Maduro, respondió en aquella oportunidad, realizando un llamado para “construir la paz” y cesar los secuestros, la violencia y la criminalidad, al activar un equipo promotor nacional del Movimiento por la Paz y la Vida, que integra a varias agrupaciones sociales.

En tanto, Capriles convocó movilizaciones nocturnas en Caracas y otras ciudades del país, para protestar contra la violencia. Violencia por cierto, que promovían los sectores radicales de derecha para tratar de debilitar el gobierno y las aspiraciones de Nicolás.

Maduro ganó ese 2013 y volvió a ser reelecto en 2019; y la interrogante fue: ¿Por qué Nicolás Maduro sigue en el poder pese al colapso de Venezuela?.

Tras 20 años en el gobierno de Venezuela, el chavismo logró un grado de cohesión interna suficiente para concentrar fuerzas en torno al liderazgo que Hugo Chávez legó a Nicolás Maduro. Asimismo, se ganó la lealtad de las Fuerzas Armadas y perfeccionó los métodos de apoyo y coordinación sociopolítica con la población y la integración cívico/militar/policial en resguardo de nuestra soberanía. Estos factores contribuyeron a que el chavismo iniciara el 2019 con un nuevo mandato, pese a la crisis económica que padecíamos, auspiciada por el Decreto del ex presidente de USA, Obama, donde calificó a Venezuela como “Amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de Estados Unidos de América”: decreto de fecha 8 de marzo de 2015; por cierto extendida, este mes de marzo de 2024, por el Presidente Biden.

En esa campaña  presidencial previa al 2019, decían tanto la oposición como los medios internacionales, que la hiperinflación, establecida por el Fondo Monetario Internacional “prevé de diez millones por ciento al cierre de 2018, hace imposible el mantenimiento del transporte urbano. Como resultado, alrededor del 80% de la flota de transporte urbano, que es mayoritariamente privado, está paralizada. Los ciudadanos esperan horas en las paradas o viajan hacinados en camiones de carga, de pie y sin medidas mínimas de seguridad. También es prohibitiva la compra de insumos y la reparación de maquinaria agropecuaria, por lo que la producción nacional de alimentos se ha reducido al punto de cubrir solo el 25% de la demanda, provocando así una escasez de productos básicos que supera el 70%”. No sé si tales cifras son correctas, pero lo que sí sé, es que, esos años vivimos un infierno, producto del bloqueo; aún así Maduro repitió el 2019, y la gran mayoría de los venezolanos seguimos en nuestro país, confiados en el resurgir económico, como actualmente se ha notado; incluso, un porcentaje mayoritario del empresariado venezolano se ha mantenido firme y confiando en la recuperación económica.

La conclusión de la oposición, previa a las  elecciones del 2019 fue: “La recesión económica ha sido el catalizador de la pérdida de apoyo popular del chavismo, agrupado en la coalición Gran Polo Patriótico, de la que el PSUV es partido mayoritario. En las elecciones presidenciales de 2013, precipitadas por la muerte de Chávez, Maduro apenas consiguió ganar por un margen de 1,49% a Henrique Capriles, candidato de la oposición agrupada en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Dos años más tarde, la MUD ganó con un 65,27% de los votos la mayoría en la Asamblea Nacional (AN). “

Bajo esa premisa se manejaron, y Nicolás ganó el 2019, muerto de la risa; si comparamos ese escenario con este del 2024, podemos decir que “vamos en góndola”, paseandito, pero por supuesto, no podemos descuidarnos y debemos emprender esta campaña presidencial 2024, como si estuviéramos con 50 puntos negativos.

Por otro lado podemos decir, que pese a las condiciones adversas, tanto en el plano económico como en el terreno político, la coalición chavista ha podido unificarse en torno al propósito vital de mantener el poder, y Maduro ha mostrado el liderazgo necesario para dicho propósito. Este liderazgo lo ha mantenido pese a la complejidad de la composición de la coalición chavista, integrada por varios partidos políticos y movimientos sociales de diversa índole.

Un punto importante en el fortalecimiento del chavismo, fue la derrota en las elecciones parlamentarias de 2015, donde nuestros dirigentes fueron conscientes de que se había perdido la hegemonía política y eran necesarios cambios en la estrategia para conservar la base de apoyo de nuestros seguidores. Esta nueva estrategia se basó en tomar en cuenta más las bases y atender el clamor de los ciudadanos en general, situación que se está fortaleciendo este año 2024.

Otro punto importante, que analizan mucho quienes ven hacia la Cuarta República, es lo relativo a la tan cacareada corrupción; tenemos que reconocer que nuestra querida Venezuela ha sido víctima de ella; pero, si nos vamos a la Cuarta República, solo tenemos como referencia al chinito que fue preso por el caso RECADI, y el caso del ex Presidente Carlos Andrés Pérez, denunciado y destituido por utilizar 250 millones de bolívares de la denominada partida secreta que manejaba el gobierno nacional, para financiar las elecciones en Nicaragua y apoyar al gobierno de la recién electa presidenta, Violeta Chamorro; allí existía un vacío legal porque esa partida secreta se venía manejando así desde gobiernos anteriores; era una partida que no necesitaba justificar su gasto, sino, se manejaba al libre criterio del Presidente, y tampoco era auditable, por lo que, de acuerdo a la Ley de esa fecha, no debería haber sido destituido Pérez, pero el jefe de los adecos, Luis Alfaro Ucero, se peleó con él y lo sacó del camino.

Caso contrario ha pasado en la Quinta República, donde hemos visto intocables de muy alto calibre caer, y otros que siguen siendo investigados; amén de los cientos de funcionarios públicos y militares que todos los meses son procesados, según cifras que nos da a conocer periódicamente el Fiscal General de la República.

En la Cuarta República desaparecían a la gente y nadie decía nada, y si alguno abría la boca iba preso; actualmente, una persona comete un delito, lo llevan preso, y antes de presentarlo a Tribunales, salen hasta los Organismos Internacionales a decir: “A fulano de tal lo desaparecieron o lo secuestro el gobierno”; y el gobierno tiene que aguantar su palo de agua porque no puede estar saliendo a responder a todo el que hable tontería, pero cuando aparece el Fiscal imputando al Fulano, dicen: “Ese es un santo, no ha hecho nada”; a pesar de que las instituciones competentes presenten las pruebas de los delitos cometidos, la matriz que manejan es que ese Fulano está preso por “razones políticas”.

Luego de este análisis, podemos proponer este eslogan: “Contra el bloqueo, atropello y más, el pueblo dice: Nicolás repetirá”.