Entrevista con Daniel Martínez Cunill, politólogo y asesor parlamentario del PT
Por Oscar Rotundo
Concluyendo el primer semestre del año 2024 se realizarán las elecciones federativas en México, en las cuales se elegirán presidente, senadores, diputados y otros cargos de importancia para la vida política del hermano país y para la región.
La continuidad o no de la actual política gubernamental que lidera Andrés Manuel López Obrador y la profundización de la Cuarta Transformación, su política exterior y su importancia para la unidad latinoamericana, hacen que este proceso electoral deba ser observado minuciosamente por las fuerzas progresistas y de izquierda que enfrentan una embestida peligrosa de gobiernos neoliberales y neofascistas.
Para conocer las circunstancias que rodean este evento electoral y el impacto que podría tener su resultado consultamos al experimentado analista político y asesor parlamentario del Partido del Trabajo de México, PT y coordinador del Grupo de Reflexión de América Latina y el Caribe, GRALyC, Daniel Martínez Cunill*.
Oscar Rotundo. – México es un país de una histórica y profunda relación con los EEUU ¿cómo incide en la política interna de México la disputa entre EE. UU y China por la hegemonía en la región?
Daniel Martínez Cunill. – Las elecciones de México no se pueden ver de manera aislada, es preciso situarlas en un contexto internacional. Aunque el mundo vive su principal contradicción en la disputa por la hegemonía entre Estados Unidos y China, son variados los conflictos que acompañan la situación internacional.
En materia electoral se reiteran los intentos por presentar proyectos de extrema derecha como alternativa renovadora, se agrava la confrontación de guerra en Ucrania y Gaza y los escenarios asiáticos y en el continente africano se encienden focos de alerta. Los poderosos canales de información occidentales no logran ocultar la gravedad de la crisis mundial.
Aunque la isla de Taiwán es hoy el lugar donde se concentra la disputa China/EEUU por la hegemonía, es todo el orden global el que está siendo erosionado por las tensiones geopolíticas y aumenta la tendencia a una reconfiguración mundial.
Un análisis de la reconfiguración en marcha en América Latina remite a los cambios geoeconómicos a nivel global. Se constata la crisis de la globalización y la agitación de los perjudicados por la globalización en repetidos países. Se califica el momento como “Slowbalization”, que podría traducirse como ralentización.
Coincidimos con varios analistas de que el concepto clásico de geopolítica debe acompañarse con el concepto de geoeconomía, que además de la dimensión territorial incluye las dimensiones sociales y económicas,
En el centro de la “Slowbalization”, y del reordenamiento geoeconómico que lo acompaña, está la disputa por la hegemonía entre China y EEUU, luego de que el primero empezara a surgir con fuerza como actor global.
Todo ello ha contribuido notablemente al debilitamiento de un orden mundial que estaba especialmente diseñado por los países del Occidente y para el beneficio de los mismos.
Algunas de las características en Occidente que inciden en la conducta electoral son el agotamiento de la actual fase neoliberal y el retorno al nacionalismo político y económico.
O.R.- ¿Cómo evalúas la presencia geopolítica de China en América Latina?
D.M.C. – China hoy representa el centro de una histórica transformación del sistema contemporáneo. Entre 1978 y 2018 el Producto Interno Bruto (PIB) de China pasó de US$150.000 millones a US$12.240.000 millones (según cifras de la ONU). En el mismo período se convirtió en uno de los principales consumidores de energía eléctrica del planeta y sacó a 740 millones de personas de la pobreza. En paralelo, se sitúa como gran acreedor mundial con la acumulación de U$S3 trillones de reservas internacionales.
La presencia geopolítica de China en América Latina era prácticamente insignificante hasta el inicio de este siglo. Sin embargo, con el ingreso de China a la OMC en 2001 el cambio comenzó a gestarse. Mientras los presidentes latinoamericanos empezaron a visitar con más frecuencia a Beijín.
Actualmente, China es el primer o segundo socio comercial de cada uno de los países latinoamericanos. Se ha convertido en la principal fuente de financiamiento de proyectos de desarrollo regional, superando a organismos tradicionales como el Banco Mundial o el Banco Interamericano de Desarrollo.
Durante el gobierno de Xi Jinping la distancia entre la influencia económica y la influencia geopolítica de China en la región se fue estrechando rápidamente. China acompañó esta aproximación haciendo énfasis en la noción de cooperación Sur-Sur, en contraposición al tradicional esquema vertical de asistencia Norte-Sur.
Xi Jinping continúa la línea estratégica de su política internacional, basada en los Cinco Principios de Coexistencia Pacífica: respeto mutuo a la soberanía e integridad territorial, no agresión mutua, no intervención en los asuntos internos de otros países, igualdad y beneficio mutuo y coexistencia pacífica. Todo lo contrario de los principios que en la práctica rigen la política exterior hacia Latinoamérica por parte de EE.UU.
O.R.- ¿Cómo ves este desafío electoral que afronta México en el panorama de América Latina?
D.M.C. – La vida política de México está girando únicamente en torno a las elecciones de 2024 y nuestra mirada no va más allá de las candidaturas, las encuestas, la batalla mediática y el comportamiento electoral de nuestros aliados y los opositores.
Por esas razones es bueno recordar que los procesos electorales se interactúan internacionalmente entre sí. La victoria de Milei en Argentina o de Noboa en Ecuador son claros ejemplos de ello. Hay que recordar que este año no solo habrá elecciones presidenciales en México, ya las hubo en El Salvador, y también las habrá en Estados Unidos, Panamá, República Dominicana, Uruguay y Venezuela. Entre otros.
Según la prensa de EEUU este 2024 se perfila como el año de mayor actividad electoral en el mundo donde están previstos más de 80 comicios importantes.
Como las democracias están bajo el asedio de aquellos que prometieron respetarla y a eso se le suma la desinformación, se crea un amplio horizonte de opciones neo fascistas, militarizadas y por lo general sumisas a la política estadounidense que busca afirmar su hegemonía en nuestro continente sin importar las formas sino los resultados.
Cuando la democracia como modelo, no es funcional a las oligarquías se impulsan modelos de Lawfare, narrativas de fraude electoral con el fin de impedir o desacreditar un eventual triunfo de las izquierdas. En México la postura de Claudio X González y parte de la propaganda de la derecha mexicana apuntan en ese sentido: si no pueden derrotar a Claudia Sheinbaum buscarán impugnar y desacreditar su triunfo.
Sin ir muy lejos, en Guatemala, Bernardo Arévalo, que ganó la segunda vuelta de las elecciones con 20 puntos porcentuales de ventaja tuvo que enfrentar una ofensiva oligárquica que hizo todo lo posible, incluyendo amenazas de golpe de Estado, para impedir que tomara posesión del cargo. En la madrugada del lunes, después de un retraso de 12 horas de negociaciones, pudo tomar posesión del cargo.
Los obstáculos que enfrentó Arévalo por parte de sus opositores se generaron mayormente por la vía institucional, poderes Legislativo, Judicial y fácticos incluidos. Comentó Arévalo el año pasado: “En el siglo XX eran golpes de fuerza con tanques, bayonetas, con militares y duraban dos o tres días”, hoy “Los golpes del siglo XXI son dados con diputados, con abogados, en las cortes”.
Paradojalmente somos la izquierda y los progresistas los defensores de la democracia liberal, mientras que las grandes potencias, como Estados Unidos, Italia, Francia, la derecha española e Israel, entre otros, se observa una tendencia a desconocer los límites constitucionales cuando les son desfavorables.
Porque por un lado tenemos la crisis del sistema capitalista que sólo aumenta los problemas de la humanidad, pero, por otro lado, también vivimos una época de crisis para las organizaciones de la clase trabajadora. Una crisis que podríamos llamar crisis del proyecto.
Los desafíos de las fuerzas populares, en una situación difícil y una correlación de fuerzas compleja responden con rebeldía. Sin embargo, esa ira no constituye un movimiento articulado, masivo y permanente de ofensiva de la clase trabajadora y hay que reconocer que no estamos viviendo un período de ascenso del movimiento global de masas a la ofensiva contra el sistema capitalista. Las luchas sociales todavía están en un nivel defensivo.
Parafraseando a Eric Hobsbawm: Hay momentos de ascenso del movimiento de masas, hay momentos de disputa por proyectos con la burguesía y hay momentos de reflujo del movimiento. No basta entonces con criticar los errores del neoliberalismo. Necesitamos tener un debate sobre nuestras dificultades y cómo debemos organizar nuestras luchas.
O.R. – ¿La acción de gobierno ha permitido construir un relato electoral que convenza y acerque a la base social?
D.M.C. – En el caso de México, a pesar de los importantes cambios alcanzados durante el gobierno de López Obrador, la batalla electoral de 2024 se está dando con los parámetros de una democracia obsoleta y mediante procedimientos diseñados por una minoría que se aferra a sus privilegios.
Tenemos que preguntarnos por qué elegimos gobiernos progresistas como una buena opción y luego nos decepcionan al no cubrir nuestras expectativas. Probablemente se deba a la ausencia de una contraparte de partidos de izquierda y organizaciones de masas movilizadas y que al mismo tiempo los presione en las calles, para cambios estructurales.
La lección que arroja es que en la lucha de clases contra el capitalismo sin participación de las masas no hay gobierno progresista que se sostenga. Por esa razón es que en México la cúpula de la 4T busca entre tránsfugas del PRI y del PAN la sumatoria de votos que le garanticen mayoría calificada en el Congreso de la Unión.
El peligro reside en que Morena y sus dirigentes terminen siendo rehenes de una correlación de fuerzas adversas, lo que impedirá más adelante cualquier cambio significativo. Porque la burguesía sigue teniendo poder económico, poder mediático y controlará el poder judicial y el parlamento con una minoría bisagra.
Como izquierda estamos endeudados. No supimos aprovechar un sexenio de transición para hacer crecer la 4T hacia la izquierda, no aplicamos la línea de masas a fondo por contemporizar con el gobierno y los aliados. Parafraseando a un politólogo latinoamericano, nos quedamos en el Departamento de las Declaraciones en lugar de crear el Departamento de la Audacia. Dijimos ser la izquierda de la izquierda, pero nos faltó demostrarlo.
Así entonces, el desafío del Partido del Trabajo, PT, y las izquierdas de la izquierda, es involucrarse en el proceso electoral del 2024 con una propuesta programática alternativa, novedosa y que no se contamine con las deformaciones y los malos usos y costumbres de la izquierda tradicional de la cual nuestros aliados de Morena no han logrado liberarse.
O.R. – El primer debate presidencial de las elecciones 2024 en México se realizará el próximo domingo 7 de abril ¿Qué reflejan las encuestas?
D.M.C. – En materia de encuestas, es difícil establecer un parámetro de confiabilidad, ya sea por el origen de la misma o bien porque hay un amplio margen de variación entre los diversos resultados.
Estas mediciones tomarán mayor relevancia después del primer debate entre las candidatas y el candidato a la Presidencia de la República, las encuestas sobre intención del voto adelantan una perspectiva sobre quién podría ganar las elecciones el 2 de junio.
De acuerdo con el reciente levantamiento realizado por De las Heras, Jorge Álvarez Máynez tendría sólo un 2% de las preferencias electorales, con lo que Movimiento Ciudadano estaría en riesgo de perder su registro como partido político nacional.
Por encima de él se encuentra Xóchitl Gálvez de la coalición “Fuerza y Corazón por México”, conformada por el PAN, PRI y PRD, y quién tendría una preferencia de 15 por ciento.
Claudia Sheinbaum se encuentra casi 50 puntos por encima de Xóchitl Gálvez, de acuerdo con la encuesta de De las Heras.
De tal forma que Claudia Sheinbaum cuenta con una amplia ventaja, la cual es de casi 50 puntos. Y es que mientras Gálvez Ruiz tiene apenas el 15% de la intención del voto, la candidata de Sigamos Haciendo Historia tiene una intención de 63%.
Claudia Sheinbaum también lideró en cuanto a las opiniones positivas por parte de la población, con un 74%; mientras que en el caso de Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez fue de 34 y 31%, respectivamente. En el rubro en el que Xóchitl Gálvez sí gana, es en la opinión negativa, pues acumula un total de 45 por ciento.
La población también fue cuestionada en torno a cuál es el partido político que menos le conviene que gane las elecciones. Al respecto, la población indicó que el partido con el que se considera le irá peor en caso de llegar al gobierno es el PAN.
Acción Nacional tuvo el 28% de las menciones, seguido del PRI con 21% y Movimiento Ciudadano con 18% de las menciones. Mientras que Morena tuvo un 9% de las menciones negativas.
O.R.- Algunos medios especulan con la posibilidad de que pueda ocurrir una anulación del proceso electoral.
D.M.C. – El presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió contra la posible anulación de la elección, a lo que llamó un “golpe de Estado técnico”. Lo paradójico de esta afirmación es que a su vez la candidatura de la oposición acusa casi en los mismos términos al Presidente y también la candidata de la coalición Juntos haremos historia. Mientras AMLO toma precauciones para una eventual anulación del proceso electoral, la oposición adelanta que sería desde el gobierno y la izquierda que se estaría fraguando un fraude.
El miércoles 27 de marzo, López Obrador reiteró su posición negando la existencia de causales para la anulación. Hay muchas maneras de ver este tema: Analizar si existen o no motivos legales para la eventual anulación del proceso, y si, de darse el caso, se trataría de un golpe de Estado técnico. Si de verdad se acumularon causales para la anulación o bien solo es un recurso para desvirtuar el carácter de los resultados y desvirtuar desde el inicio el eventual triunfo de Claudia Sheinbaum, calificándolo de ilegítimo y justificar una conducta opositora de corte radical.
En realidad, si la anulación se diera se trataría de un procedimiento técnico, es decir, apegado a las normas constitucionales y legales, no podría tratarse de un golpe de Estado en el sentido clásico del término y se podría argumentar un “golpe judicial” o de nuevo tipo. Algo similar, no ha ocurrido en México desde hace más de un siglo, entre abril y mayo de 1920, cuando fue derrocado por una parte del ejército, a instancias de los sonorenses, el entonces presidente Venustiano Carranza.
En el caso de México, el artículo 41, fracción VI prevé la anulación de elecciones por exceso de cinco por ciento en los gastos de campaña, la adquisición [por los partidos, candidatos o particulares a favor o en contra de alguno de los actores en el proceso] de cobertura en radio o televisión o por el empleo de recursos de procedencia ilícita o de recursos públicos en las campañas. La anulación procedería si alguno de estos hechos se acredita suficientemente y/o la diferencia en la votación entre el primero y segundo lugar sea menor al cinco por ciento. Corresponde en esa eventualidad aplicarla a la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
No solo es muy prematuro polemizar sobre la nulidad en los procesos electorales en curso. Antes de la calificación de una elección, procede revisar las finanzas de los partidos y candidatos y si sus estrategias de comunicación se apegaron a los tiempos asignados por el INE en los medios electrónicos.
Desde luego, es de esperarse que no se dé la anulación del actual proceso electoral. En todo caso se adelantan peligrosamente las luchas poselectorales. Antes de que se realicen los comicios ya tenemos cuestionamientos sobre los resultados y se amenazan con recursos de impugnación y judicialización de la contienda.
O.R.- Quisiera que me brindaras algunas reflexiones para culminar esta entrevista.
D.M.C. – Una de las primeras cosas a recordar es que la campaña electoral mexicana comienza por empalmarse con la campaña estadounidense, donde Donald Trump y Joe Biden hacen de la política exterior mexicana un tema de política interna, particularmente en materia de migración, lucha contra el tráfico ilícito de drogas y de comercio exterior. (Enfocado a la inversa es claro que la política exterior de EEUU se ha convertido en parte del discurso electoral de las campañas presidenciales mexicanas).
Desde nuestro punto de vista los intereses de EEUU están más cerca de la propuesta de la derecha mexicana, representada por la coalición “Fuerza y corazón por México” y su candidata Xótchitl Gálvez.
Por ello mismo sería ingenuo creer que los principales actores del poder de EEUU permanecerán neutrales en esta contienda. Por el contrario, ya están actuando y conspirando en contra de la coalición “Juntos haremos historia” y su candidata Claudia Sheimbaun por la vía de las noticias falsas y el desprestigio de los resultados de la administración de López Obrador, de quién ella sería su continuidad.
Aunque la victoria de Sheimbaun es más probable, los intereses estadounidenses habrán contribuido a acortar las distancias actuales en las encuestas y, eventualmente, contribuir a las campañas destinadas a cuestionar la validez de los resultados y arrojar dudas sobre la legitimidad del gobierno siguiente.
Las diatribas de Milei en contra de Petro y López Obrador no las vemos como simples exabruptos de parte de un individuo con mucho poder y pocas neuronas. Creemos que corresponden a un patrón destinado a desprestigiar a las posturas progresistas y de izquierda y sembrar factores de división en el continente.
Así como la unidad de los gobiernos progresistas actúa a favor de un proyecto continental, la división a partir de epítetos y otras agresiones verbales alimentan el huevo de la serpiente. De la misma manera, a un modelo de democracia de participación activa y de Derechos Humanos se le presenta como alternativa el mal llamado “modelo Bukele” al cual se le eximen sus violaciones de todo orden a cambio de un sistema de gobierno al cual no se le quiere denominar por su nombre: neofascismo.
Las derrotas electorales del proyecto progresista en América Latina podrían contribuir al fortalecimiento de una nueva versión del “Consenso de Washington” destinado a dar una nueva cara a las medidas neoliberales que ya han demostrado su agotamiento.
Por el contrario, las victorias electorales, como el probable caso de México, actúan a favor de una alternativa que supere las debilidades del progresismo actual y de curso a un nuevo ciclo de luchas populares y gobiernos con un proyecto alternativo de nación.
Así entonces, no solo estamos ante un proceso electoral de un gran país como México, estamos ante una encrucijada donde se definirán equilibrios geopolíticos entre dos opciones claramente enfrentadas y divergentes.
Daniel Martínez Cunill* Catedrático, politólogo, asesor parlamentario del Partido del Trabajo de México, PT, coordinador del Grupo de Reflexión de América Latina y el Caribe, GRALyC.
Oscar Rotundo* Analista político, editor de PIA Global
Fuente:
PIA