Por Ángel Miguel Bastidas G.
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El 7 de mayo de 1954, la primavera le sonrió de nuevo al pueblo vietnamita, en medio de la lluvia y el paisaje multicolor, un panorama que se constituyó en una histórica derrota para el usurpador francés que había mancillado la tierra annamita desde 1858, con su carga colonialista, de violencia y esclavismo.
La primera gran primavera había llegado a la tierra indochina el 19 de mayo de 1890, con el advenimiento de Nguyễn Sinh Sắc, a la postre Hồ Chí Minh, el héroe que logró la independencia definitiva de la indomable Vietnam.
La segunda primavera iluminó un rincón del noroeste de la República Democrática de Vietnam, para rntonces, ubicada entre Laos y la China del dictador Chiang Kai-shek: tras 57 días de batalla, el moderno ejército de Francia, con su casi medio millón de hombres sobre las armas, sufrió su II Walterloo.
Diện Biên Phủ, glorificó a la modesta tropa del Frente Việt Minh, que, con 252 mil combatientes, bajo la conducción del “soldado mayor de Vietnam” Võ Nguyên Giáp, logró vencer a los invasores franceses que se habían presentado al combate con 445 mil efectivos, entre europeos y mercenarios de varios países.
Los aventureros galos se habían posesionado, en noviembre de 1953, de varias colinas de Diện Biên, donde levantaron modernas trincheras con la pretensión de emboscar a los descamisados del Việt Minh, quienes al final lograron aniquilar a 16.200 adversarios, y capturar al mismísimo general Christian de Castries, 16 coroneles y otros mil 749 oficiales,
La victoria de la segunda primavera significó el fin de la ocupación colonialista francesa en toda Indochina, con la firma de los acuerdos de Ginebra, al día siguiente de la tragedia gala, a raíz de la cual Vietnam quedó dividida en el paralelo 17, entre un norte bajo la égida de Hồ Chí Minh y un sur bajo el mando del emperador Bảo Đại.
Los acuerdos estimaban que debían realizarse elecciones para decidir la suerte del país, pero Estados Unidos aceleró la salida de los franceses para propiciar un nuevo frente de guerra en el sur, apoyando a un nuevo gobierno, pro yanqui, en la parte sur de Vietnam.
En esa dirección, la guerra tomó un nuevo giro, bajo el auspicio de Estados Unidos, de tal manera que la agonía del imperialismo se extendió hasta 1975, cuando se produjo la siguiente primavera, la gloriosa primavera de Saigón, que selló el triunfo de la revolución vietnamita y la reunificación nacional.