Con Sandino, Carlos y Daniel; el pueblo, las armas, la unidad

La Primerisima
 

Fueron décadas de lucha. O siglos. Jamás el pueblo había gobernado. Hasta que Sandino encabezó a los empobrecidos del campo, la montaña y la ciudad, los armó de fusiles, valentía y sabiduría, y los guio para abrir las puertas del futuro el 19 de julio de 1979.

Ya son 45 años. Y hoy en día nunca en su historia los nicaragüenses había tenido tantas certezas como hoy: de que son dueños de su destino, arquitectos de su porvenir, forjando progreso familiar, comunitario, nacional. Porque aquí Sandino manda.

Son 45 años sin que haya pasado un solo día sin recordar a los miles y miles de mujeres y hombres de todas las edades que entregaron su vida por la vida de sus semejantes y la vida de la Patria.

Una semana después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista hace 45 años, un nutrido grupo de guerrilleros viajó a La Habana para agradecer al pueblo cubano y a su líder máximo Fidel Castro, la solidaridad incondicional con la lucha del pueblo nicaragüense.

El 26 de julio de 1979, hubo un acto multitudinario en la ciudad de Holguín para conmemorar el Asalto al Cuartel Moncada, la efeméride más importante de la Revolución cubana. Y Fidel dedicó todo su discurso a la Revolución Sandinista, que a continuación publicamos.

20 de julio de 1979. El pueblo celebra su triunfo. Foto de Margarita Montealegre

Las banderas de Fonseca

Heroicos combatientes sandinistas; compañeros de la Dirección del Partido y del Gobierno; Holguineros; Orientales; compatriotas:

Cuando hace menos de 48 horas supimos que nuestro pueblo sería objeto de un honor extraordinario, que un numeroso contingente de combatientes, de jefes abnegados y heroicos, de dirigentes del hermano pueblo de Nicaragua deseaban estar con nosotros en este 26 de Julio, comprendí que este acto de hoy se convertiría inevitablemente en un acto sandinista (aplausos y exclamaciones de: “¡Cuba, Nicaragua, unidas vencerán!”).

¿De qué hablar, de qué otra cosa se podía hablar, qué acontecimiento más extraordinario en estos tiempos, qué hecho de mayor relevancia histórica, de mayor significado y connotación ha ocurrido en estos últimos tiempos que la victoria sandinista en Nicaragua? ¿Qué ha calado más profundamente nuestros sentimientos, qué nos ha interesado más en estas semanas, qué puede habernos emocionado más y alentado más que esta popular y heroica victoria? ¿Y qué honor mayor podíamos recibir nosotros, qué mayor realce a esta fecha revolucionaria nuestra, qué mayor honor para esta ciudad y esta provincia que la visita fraternal, afectuosa y solidaria de esta constelación de heroicos, valerosos, inteligentes y capaces Comandantes y combatientes del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua?

Digo solidaria, porque nosotros también necesitamos solidaridad; digo estimulante, porque también nosotros necesitamos de esos estímulos. Solidaria, estimulante, porque durante tanto tiempo fue casi un crimen visitar a Cuba; durante tanto tiempo el imperialismo trató de cortar los lazos con nuestros pueblos hermanos de América Latina y del Caribe; durante tanto tiempo se nos bloqueó, durante tanto tiempo se prohibió y se impidió el acercamiento y el desarrollo de los lazos naturales, históricos, lógicos entre el pueblo nicaragüense y el pueblo cubano.

Durante tantos años hemos recordado y hemos llorado a aquellos hermanos nuestros que murieron combatiendo en Girón, a raíz de aquella invasión que partió precisamente de territorio nicaragüense, en uno de los más infames servicios prestados por el tirano al imperialismo, puesto que este mismo Somoza –que ya no es ni sombra de lo que fue– era el jefe del Estado Mayor del Ejército de Nicaragua cuando Girón, cuando de allí partían los bombarderos B-26 a bombardear nuestros hogares, a matar familias campesinas, mujeres y niños, a descargar toneladas de bombas sobre nuestros milicianos y soldados.

El Presidente Fidel Castro, es condecorado con la Orden Augusto Cesar Sandino, en su máximo grado, Batalla de San Jacinto, por Daniel Ortega, presidente de la Republica de Nicaragua, en el acto inaugural del central azucarero Victoria de Julio. Managua, Nicaragua. PLFOTO/Jose A. Martinez

Cómo no ver en este gesto de los sandinistas, en este gesto espontáneo… Porque no fue nuestra la iniciativa, ya que nosotros sabemos toda la tarea que tienen ahora, toda la ocupación, toda la necesidad de su presencia en el país, especialmente en estos días iniciales. No habríamos sido capaces de pedirles este honor, este inmenso, infinito honor, que partió enteramente de ellos.

Prueba de valor político del sandinismo, prueba de valor revolucionario, porque conocemos a este mundo y sabemos que no siempre abunda el valor político y el valor revolucionario.

Ellos no tuvieron prejuicios, no tuvieron temores. Ellos no tuvieron que pedir permiso a nadie para venir a Cuba. Ellos no tuvieron que rendir cuentas a nadie, ni preocuparse de lo que pensara nadie.

Prueba de honestidad política, porque no andan con simulaciones, no andan negando que son amigos de Cuba, que sienten respeto por Cuba, que son solidarios con Cuba. Son abiertos, no albergan temores. Y por ello, creo que inspirarán confianza no solo en nuestro pueblo sino en todos los pueblos y en la opinión política mundial. No tienen prejuicios, a pesar de las habladurías, de las intrigas, de que ahora vendrán las campañas, de que ahora vendrán las acusaciones, después que pase la luna de miel de la victoria.

No albergan prejuicios, porque no temen que confundan a la Revolución Nicaragüense y la Cubana, porque ellos están más allá de esos prejuicios. Y no por ello van a indicar, ni mucho menos, que las dos revoluciones son exactamente iguales. Son dos revoluciones profundas, en muchas cosas iguales y en muchas cosas diferentes, como tienen que ser todas las revoluciones verdaderas.

Esto es importante para nuestro pueblo, importante también para la opinión mundial. Cada país tiene su camino, tiene sus problemas, tiene su estilo, tiene sus métodos, tiene sus objetivos. Nosotros los nuestros, ellos los suyos. Nosotros lo hicimos de una manera, nuestra manera; ellos lo harán a su manera. Similitudes: ellos alcanzaron la victoria por un camino similar al que fue nuestro camino; ellos alcanzaron la victoria de la única forma en que, tanto ellos como nosotros, podíamos librarnos de la tiranía y del dominio imperialista: ¡con las armas en la mano!, luchando duramente, heroicamente.

Fidel Castro, estadista cubano, y Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, en el aeropuerto. La Habana (Cuba), en junio de 1988. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Y debemos decir, debemos resaltar, que la Revolución Nicaragüense se destacó por su heroísmo, por su perseverancia, por la tenacidad de sus combatientes, porque no es la victoria de un día: es la victoria de 20 años de lucha, ¡veinte años de lucha! Porque en el mismo año en que triunfó nuestra Revolución, ya había núcleos de combatientes dirigidos por aquel extraordinario y maravilloso combatiente Carlos Fonseca Amador, continuador de Sandino, y fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, guía del pueblo en aquellos días terribles, cuando la victoria estaba tan distante, jefe caído en la lucha, como cayeron tantos en nuestra propia tierra; como cayó Martí, como cayó Maceo, como cayó Agramonte; como cayeron, de nuestra generación, Abel y Frank País, sin lograr ver la victoria, ¡pero seguros de la victoria!

Las banderas de Fonseca fueron enarboladas por jóvenes combatientes. Sí, aquí se habló del promedio de la edad de 20 años, pero los dirigentes, ¿qué promedio de edad tienen? Treinta, treinta y tantos, algunos, los más antiguos, que empezaron a luchar desde que tenían prácticamente 15, 16, 17 años, y se enfrentaron a las dificultades y a los obstáculos durante 20 años. Veinte años para recoger los primeros frutos de la semilla sembrada, cultivada y regada con sangre durante tanto tiempo, para alcanzar la victoria en medio de una verdadera epopeya popular.

¿Quién de nosotros no ha visto en los cines, en la televisión, en los libros, en las revistas, las imágenes de la brutal, increíble represión, la despiadada, genocida, inescrupulosa guerra desatada contra el pueblo de Nicaragua por la tiranía somocista? ¿Quién no ha visto las imágenes de las madres llorando a sus hijos, a sus seres queridos; las imágenes de los hijos llorando a sus padres, de los hogares destruidos, de los montones de cadáveres, de las torturas, de los asesinatos, de los bombardeos de las ciudades? ¿Cuándo se ha visto semejante caso de barbarie?

¿Cuándo se ha visto una fuerza aérea dedicada a descargar toneladas y toneladas de bombas sobre las ciudades del propio país? Sobre Managua, sobre Masaya, sobre León, sobre Estelí, sobre ese conjunto de ciudades mártires. Cuando no se detenían en dar la orden de lanzar bombas de 500 libras sobre barrios poblados e incluso superpoblados, hechos que realmente llenaron de indignación y de asombro al mundo y que, de cierta forma, contribuyeron a crear toda esa gigantesca campaña y ese sólido sentimiento de solidaridad con el pueblo de Nicaragua y los combatientes sandinistas.

Estos eran los frutos de la intervención imperialista en Nicaragua. He ahí los frutos de la intervención, he ahí los frutos amargos de la política imperialista en nuestro hemisferio. Porque ellos fueron los que forjaron, impulsaron y apoyaron esos regímenes sangrientos, represivos, reaccionarios, tiránicos, fascistas, en este hemisferio. Y se dice, se ha dicho –y creo que hasta el mismo Somoza lo dijo– que no ocurrió jamás una sola vez en las Naciones Unidas que el Gobierno de Somoza no hubiese votado junto al Gobierno de Estados Unidos.

La política de Estados Unidos en todo el mundo creó este tipo de regímenes políticos, ¡en todo el mundo! No solo en nuestra América, ¡en todos los continentes sin excepción!

Y bombardeos, los vemos similares: los bombardeos de los racistas sudafricanos contra los campamentos de namibios, los bombardeos de los racistas de Rhodesia contra los campamentos de refugiados del pueblo de Zimbabwe, empleando los aviones más modernos, las armas más mortíferas, bombas sofisticadas que lanzan miles de balines, que muchas veces no son siquiera de acero, sino de goma, de modo que un cirujano no podría descubrirlos con las placas radiográficas. Ejemplos de ese tipo los vemos en los actos genocidas contra el pueblo palestino en el Mediano Oriente, los bombardeos constantes contra los campamentos de los palestinos en el Líbano, contra comunidades libanesas en el Líbano, bombardeadas prácticamente todos los días por la aviación israelí, símbolo del crimen. Pero no eran solo las bombas israelíes cayendo sobre los palestinos, los libaneses, las bombas imperialistas cayendo sobre los namibios o los zimbabweanos; eran también las bombas imperialistas, las bombas israelíes cayendo sobre los nicaragüenses. Cuando el imperialismo quería simular que no estaba suministrando armas, las suministraba a través de sus aliados. ¿Y quién va a creer que el Estado israelí hubiese enviado esas armas, esos Galil, esas bombas, esos aviones a Somoza sin el consentimiento y la aprobación del Gobierno de Estados Unidos? Y con esas bombas y esos fusiles fueron asesinadas decenas de miles de personas en ese país; se dijo 40 mil personas, es decir, dos veces tantas personas como las que están presentes en este acto en la tarde de hoy.

Esos son los frutos de la conspiración que condujo al asesinato cobarde de Sandino, a la implantación de ese régimen bochornoso que estuvo gobernando el país casi 50 años, y eso es lo que ha desaparecido gracias a la lucha heroica del pueblo nicaragüense y de los combatientes sandinistas.

El líder libio Muamar Gadafi (centro) se da la mano con el presidente cubano Fidel Castro (derecha) y el presidente nicaragüense Daniel Ortega (izquierda) durante la cumbre de los países no alineados, el 4 de septiembre de 1986 en Harare, Zimbabwe. Detrás del líder sandinista, su esposa Rosario Murillo (Foto de Alexander Joe y Dominique Faget / AFP via Getty Images)

También allí, en lo adelante, podrá reunirse el pueblo de Nicaragua, como nosotros nos hemos reunido después de nuestra Revolución; también pienso que un día, en plazas como estas, los retratos y las imágenes de los héroes mencionados aquí aparecerán junto al pueblo, ennobleciendo, dignificando el ambiente de los actos revolucionarios, y estarán sin duda las imágenes de Sandino, de Fonseca y de todos los patriotas que durante 150 años –como se dijo aquí– combatieron por la independencia de Nicaragua .

El triunfo sandinista no es solo la victoria frente a 45 años de somocismo; es la victoria frente a 150 años de dominación extranjera en el país, es la victoria alcanzada sobre siglos y siglos de conquista, de explotación y dominio extranjero; porque si algo puede asegurarse es que por primera vez –¡por primera vez!– ha sido totalmente libre e independiente el pueblo de Nicaragua en toda su historia, el 19 de julio cuando las aguerridas columnas de combatientes sandinistas entraron en Managua, puesto que del dominio español pasaron nuestros pueblos, y especialmente América Central, que se convirtió en coto de intervencionistas y hasta de piratas y filibusteros; al dominio yanki. Por tanto, se conmemora no solo el día del triunfo de la Revolución, sino el día del triunfo de la independencia de Nicaragua, dos grandes y trascendentales objetivos históricos en una misma batalla. Eso es para nosotros la importancia y el significado que tiene la culminación victoriosa de la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Pero esta victoria sandinista, esta lucha, significa más que eso todavía. Alrededor de la lucha sandinista se creó una gran solidaridad internacional, una gran unidad de toda la izquierda centroamericana y latinoamericana; alrededor de la lucha sandinista se creó, de manera tácita, lo que pudiéramos llamar un gran frente democrático-independentista-antiintervencionista en América Latina, algo que tiene significado histórico y enorme importancia.

En América Latina y el Caribe, en el ámbito de este hemisferio, el sandinismo estimuló el sentimiento independentista y antiintervencionista de los pueblos latinoamericanos. Esto tuvo su momento más destacado, su momento culminante, en la última reunión de la Organización de Estados Americanos. Mencionémosla por primera vez sin epítetos, porque por primera vez, por primera vez, se produjo una verdadera insubordinación de los Estados latinoamericanos, y esto es muy sintomático, ya que los sectores más reaccionarios y agresivos de Estados Unidos aconsejaron a la actual administración norteamericana seguir un camino intervencionista en Nicaragua, y Estados Unidos propuso en esa reunión la creación de una Fuerza Interamericana de Paz, decían que para llevar la paz a Nicaragua, cuando la paz de Nicaragua, la paz implantada por el imperialismo desde que intervino allí numerosas veces e instauró ese régimen reaccionario, era la paz de los sepulcros, y querían en realidad seguir manteniendo allí ese tipo de paz, para impedir la paz revolucionaria, para impedir la victoria sandinista, para arrebatarle al pueblo el triunfo.

Daniel Ortega, el líder de la Revolución de Grenada, Maurice Bishop, y Fidel Castro en Managua, en el acto del 1 de mayo de 1982 en La Habana, Cuba.

Ya sabemos lo que son esas fuerzas interamericanas de paz, quién las arma, quién las dirige, quién las suministra, quiénes las integran; porque hemos visto más de una vez esas llamadas fuerzas interamericanas de paz.

Y la intención imperialista era verdaderamente tenebrosa: intervenir en Nicaragua. Acostumbrados como estaban los imperialistas a que todos los gobiernos latinoamericanos dijeran ¡sí!, esta vez se encontraron con que un número suficiente de gobiernos latinoamericanos dijo ¡no!

Y los pretextos eran “muy nobles” como siempre: “llevar la paz al sufrido pueblo de Nicaragua”; que no llegara este momento, que no llegara el 19 de julio. Un mes después los sandinistas llevaron la verdadera paz, la paz de un pueblo feliz, victorioso, lleno de sufrimientos, sí; pero lleno también de esperanza y de optimismo en el porvenir.

Nosotros, nuestro pueblo, no puede dejar de apreciar en toda su magnitud la significación de este hecho histórico: la derrota de la maniobra intervencionista de Estados Unidos en el seno de los Estados latinoamericanos. Se produjo una mayoría que se opuso resueltamente a la intervención, y defendió como cosa sagrada el principio de la no intervención, el principio de la soberanía, del respeto absoluto a la soberanía de nuestros pueblos.

Y hay que decir que la proposición de Estados Unidos quedó aislada. Al final adoptaron una posición inteligente. Si votaban a favor de la proposición de Estados Unidos, es decir, a favor de la proposición intervencionista se habrían quedado junto a Paraguay y a Somoza, porque el único que quería la intervención, que votó abiertamente por la intervención era Somoza y creo que Paraguay. Claro, a Somoza le convenía la intervención, a él, por un tiempo, por un tiempo nada más. Preservaban la Guardia Nacional, preservaban sus intereses, junto con los intereses de los monopolios. Si Estados Unidos se abstenían quedaban junto a Chile, Uruguay, El Salvador y Guatemala. No les parecía muy honorable andar con esas compañías. Y entonces votaron también ellos junto a la mayoría. Interesante fenómeno.

Pero hay que decir que a nuestro juicio, la decisión, el resultado de esa reunión constituyó una gran victoria de los pueblos de nuestra América y contribuyó al desarrollo de este espíritu de solidaridad con Nicaragua; y en la posición mantenida en la OEA hay que destacar el papel de Panamá, de Costa Rica, de Venezuela y demás países del Pacto Andino, de México, de Jamaica, de Granada y otros. En la creación de este frente democrático, antiintervencionista que se ha creado, hay que mencionar no solo nombres de países, también de personas: los nombres de Torrijos, de Carazo, de López Portillo, de Manley, de Bishop. Y también es justo recordar el nombre de quien, aún cuando ya no es presidente en su país, ayudó mucho al desarrollo de esta solidaridad con la lucha sandinista: el ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez.

Y –repito– no hubo un solo partido, una sola organización de izquierda de América Latina que no expresara su disposición de luchar, no hubo una sola que dejara de solidarizarse con la lucha del pueblo sandinista.

Mantener este clima, mantener este frente, mantener este espíritu es muy importante para todos los pueblos que aún sufren bajo el fascismo y bajo las más sangrientas tiranías. Ese es un deber –a nuestro juicio– también de los sandinistas, cuál será su contribución, la contribución del pueblo victorioso de Nicaragua al mantenimiento de este espíritu, de este amplio frente.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (izquierda), es recibido por el presidente de Cuba, Fidel Castro, en el aeropuerto internacional José Martí, La Habana, Cuba, 27 de junio de 1988. (Foto de Jason Bleibtreu/Sygma/Sygma vía Getty Images)

Ahora hay muchas interrogantes, y hay mucha gente queriendo establecer similitudes entre lo ocurrido en Cuba y lo ocurrido en Nicaragua. Algunas de estas interrogantes están inspiradas en la mala fe, como digamos, empezar a crear y buscar justificaciones y pretextos para también aplicar medidas agresivas contra el pueblo de Nicaragua, bloqueos contra el pueblo de Nicaragua, agresiones contra el pueblo de Nicaragua; toda esa inmundicia de medidas, todo ese montón de crímenes que cometieron contra nosotros, y hay que tener cuidado con eso.

Por eso a las afirmaciones o a los temores expresados por alguna gente con esas intenciones, de que si Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba, los nicaragüenses le han dado una magnífica respuesta: ¡no, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua!, que es una cosa muy distinta.

No se miran ellos en nosotros como quien se mira en un espejo, más bien somos nosotros los que nos miramos hoy en ellos como en un espejo, porque nada nos recuerda más nuestras propias luchas, nuestros propios sacrificios, nuestra propia imagen de aquellos tiempos primeros de la Revolución.

No hay dos revoluciones iguales. No puede haberlas. Hay muchas similitudes –como decía– en el espíritu, en el heroísmo, en el combate; pero los problemas nuestros no son exactamente los problemas de ellos, las condiciones en que se produce nuestra Revolución no son exactamente las condiciones en las que se produce la revolución de ellos, incluso en nuestro caso no hubo este frente de que hablaba anteriormente, incluso el imperialismo empezó inmediatamente con sus campañas, sus agresiones; el imperialismo sabía menos, porque el imperialismo algo ha aprendido también. No mucho, pero algo sí. Son condiciones diferentes las características en que se gesta esa lucha, la unidad de todo el pueblo que fue condición indispensable del triunfo, la participación de todas las capas sociales, la organización de diferentes movimientos populares que se unieron y que establece ciertos compromisos, que establece ciertas circunstancias diferentes a las nuestras. Es decir, que no van a ser exactamente iguales, ni mucho menos, las cosas de Nicaragua y las de Cuba.

Es destacable algunas características que hemos observado en los compañeros revolucionarios nicaragüenses. En primer lugar es destacable el espíritu combativo del pueblo, el heroísmo, la valentía. Se han destacado como grandes combatientes, pero se han destacado también como grandes tácticos y grandes estrategas políticos; han demostrado una gran sabiduría, una gran capacidad de unir, una gran capacidad para actuar en medio de circunstancias difíciles y complejas.

Supieron combatir heroicamente, pero también han sabido ser flexibles, y cuando fue necesario negociar en cierta forma para evitar los riesgos de una intervención no tuvieron temor a negociar. Y tanto en la estrategia militar como en la estrategia política demostraron una gran capacidad, un gran talento; de lo contrario, desde luego, no se explicaría la victoria.

Incluso en esa fase final en que ya agonizaba el régimen somocista, discutieron alguna forma de cómo sería el tránsito final, es decir, cómo sería la despedida del duelo, o digamos, el entierro de Somoza. Y en esas negociaciones participaron distintos países, participó el Gobierno de Reconstrucción Nacional, participó la Dirección sandinista, participaron incluso los Estados Unidos. Y como explicó el periódico “Granma” en síntesis, se suponía que Somoza fenecía a las 4:00 de la mañana, que un tal Urcuyo –a mí me costaba trabajo al principio familiarizarme con el nombre y todavía no estoy muy familiarizado y pienso que dentro de 15 días se me ha olvidado–, un tal Urcuyo asumiría a las 8:00 de la mañana y el tal Urcuyo entregaría a la Junta de Reconstrucción Nacional el gobierno a la 1:00 de la tarde. En el ínterin nombraban creo que a un jefe de la Guardia Nacional, algo por el estilo.

Los sandinistas hicieron algunas concesiones y fue sabio hacerlas, las que consideraron que debían hacer, y supieron mantenerse firme y no hacer las que no debían hacer.

Se suponía que habría un ejército nuevo, eso desde luego. Aquel país no podía seguir en manos de aquellos genocidas. En esencia el nuevo ejército estaría integrado por los combatientes sandinistas y se dice que también algunos miembros de la Guardia Nacional que estuvieran libres de corrupción, represión y crimen. Bueno, en principio se puede aceptar, en teoría, lo difícil es imaginarse que hubiera uno solo libre de corrupción y de represión y de crimen; pero bien, el espíritu sandinista fue amplio. También lo fuimos nosotros en nuestra lucha, también, ¿cuántas veces no hicimos apelaciones al ejército? Al final incluso discutimos con ellos, nos dijeron: tenemos perdida la guerra, ¿cómo finalizamos? Nosotros le dimos una opinión de cómo debía finalizar, le dijimos: levanten la plaza de Santiago; ahora, ni discutan con la embajada americana, ni hagan un golpe de Estado en la capital, ni ayuden a Batista a escapar. Y llegamos a un acuerdo. Estábamos esperando el 31, no atacábamos la guarnición de Santiago esperando el cumplimiento del acuerdo; pero hicieron todo lo contrario, dieron un golpe de Estado en La Habana, se pusieron de acuerdo con la embajada americana y despidieron a Batista en el aeropuerto. Bueno, se acabó el acuerdo, no nos quedó más remedio que desarmar al ejército en 48 horas, ustedes lo saben perfectamente bien, no hay que repetir.

Bueno, algo parecido pasó allí: el tal Urcuyo cuando es designado presidente declara que no, que él está allí hasta 1981 (risas). Entonces los sandinistas dieron la orden de ofensiva y en menos de 72 horas desarmaron la Guardia Nacional, ya no hay Guardia Nacional. El Gobierno de Estados Unidos resulta que no pudo cumplir ni siquiera su parte en los compromisos.

Sin embargo, el Gobierno de Reconstrucción Nacional y la Dirección sandinista –con muy buen criterio a nuestro juicio– se mantienen dentro del espíritu amplio con que participaron en esas conversaciones. ¡Ah!, no le importaba al Gobierno de Estados Unidos las decenas de miles de muertos de los bombardeos, no; pero le preocupaba mucho la vida de los esbirros, de los esbirros, los pobrecitos esbirros. Pero los sandinistas han dado una prueba de una magnanimidad y una generosidad extraordinaria, ejemplar, ¡ejemplar!

Fidel Castro (centro al frente) en un acto conmemorativo del vigésimo aniversario de la victoria cubana en Playa Girón en La Habana, Cuba, el 19 de abril de 1981. A su derecha está el vicepresidente, Raúl Castro, y a su izquierda Daniel Ortega, líder de la junta nicaragüense. (Foto de David Hume Kennerly/Getty Images)

Claro que todo esto no era más que la preparación de condiciones para empezar a hacer una campaña contra el movimiento sandinista, que tiene tanta solidaridad y simpatía en el mundo.

De modo que los sandinistas no solo supieron ser heroicos y eficientes en la guerra, flexibles en la política, ¡han sido extraordinariamente magnánimos en el triunfo! Y estoy seguro de que eso va a suscitar las más amplias simpatías y va a fortalecer el sentimiento de solidaridad en todo el mundo; les va a quitar argumentos, les va a quitar armas a la reacción, les va a quitar leña al fuego de la difamación y de la calumnia.

Esto demuestra, además, el ascendiente enorme de los comandantes sandinistas y del Gobierno de Reconstrucción Nacional sobre las masas, porque las masas no han olvidado ni olvidarán jamás los crímenes, las torturas y los bombardeos. No lo olvidarán. Pero han dado también una gran prueba de confianza en la Dirección al saberse aguantar, cuando era necesario aguantarse.

Esperamos que no se repitan contra Nicaragua las aventuras imperialistas de intervención y de impulso a la contrarrevolución. Claro está, no podemos hacernos ilusiones. No vamos a pensar que la reacción va a dejar en paz a la Revolución nicaragüense, no obstante su magnanimidad, su espíritu amplio, sus propósitos democráticos.

Porque han dicho: si hace falta una elección, no les importa que haya una elección. Cualquier elección que tenga lugar en Nicaragua, por muchos recursos que se le brinde a las bandas reaccionarias, la ganan los sandinistas por amplísima mayoría. Cualquier tipo de elección, bajo cualquier forma constitucional donde el ciudadano pueda votar y vote, ganan los sandinistas.

Es por ello –y esto se lo explico a nuestro pueblo–, que las circunstancias en que se produce la victoria nicaragüense determina que las formas que ellos adopten sean formas diferentes a las nuestras. Además, el hecho de que hoy por hoy el país está en ruinas, el país está totalmente destruido, requiere un programa de reconstrucción nacional con la participación de todos los sectores de la sociedad nicaragüense.

Los sandinistas son revolucionarios, no lo vamos a ocultar nosotros, no lo va a ocultar nadie, no lo van a ocultar ellos; pero no son extremistas, son realistas. Y de la madera de los realistas se hacen las mejores revoluciones, las mejores y las más profundas revoluciones. Y auguro que van a llegar lejos, porque no se apuran, porque no son extremistas, porque van despacio y saben qué objetivo corresponde en cada etapa de un proceso político y revolucionario y las formas que se corresponden con esos objetivos. De eso estoy seguro.

Fueron sabios también los sandinistas, porque supieron unirse; estrechamente en el momento decisivo, sólidamente y la victoria está ahí, como fruto de toda la sabiduría con que han actuado. Y nuestra esperanza más profunda es que esa unidad sea cada vez más sólida y más estrecha, como requisito indispensable del futuro. El pueblo, las armas, la unidad: no hace falta más nada para marchar tan lejos cuanto se quiera, tanto tiempo como se quiera.

El presidente cubano Fidel Castro (d) y el miembro de la Junta nicaragüense Daniel Ortega, durante la llegada de Castro a Managua el 18 de julio. Castro es uno de los invitados oficiales de la Junta de Gobierno de Nicaragua, que mañana celebra el primer aniversario de la caída de Anastasio Somoza y la victoria de los sandinistas.

Ahora la tarea que tienen es tremenda, tremenda, mucho peor que la que teníamos nosotros en el momento del triunfo, porque nuestra forma de guerra fue otra, el desarrollo de las columnas y de los frentes guerrilleros. Ellos combinaron el desarrollo de las columnas y los frentes guerrilleros con la insurrección en las ciudades, y fue remedio infalible del cual no pudo escapar ni Somoza ni la Guardia Nacional. Y el enemigo sin escrúpulos de ninguna índole bombardeó las ciudades insurrectas, con todos los medios de fuego disponibles y sin piedad alguna, destruyendo ciudades enteras, instalaciones de todo tipo y dejando el saldo de una enorme destrucción, las finanzas arruinadas, sin una sola reserva. Me explicaba el ingeniero Alfonso Robelo que había creo que 3 millones allí, con una deuda inmediata de 250 millones, y mil 200 millones más, o en total, en su conjunto, la deuda exterior. No había un centavo. Al extremo de que se vieron en la necesidad como una de las primeras medidas de nacionalizar la banca, entre otras cosas, para proteger a los depositarios de una ruina, porque los bancos estaban en quiebra, y nadie podía responder de los ahorros de los que hubiesen depositado allí dinero.

De modo que esa es una de las primeras medidas que han tenido que tornar.

Hay mucha hambre en el país. Yo pienso que Nicaragua necesita la ayuda de todo el mundo. En las semanas anteriores, gran número de dirigentes de países expresaron su disposición a ayudar a Nicaragua. Nos parece lo más justo.

Gobiernos de todos los matices, de diversas ideologías, de diversos sistemas políticos, han expresado su disposición de darle una gran ayuda al pueblo de Nicaragua. Y Nicaragua lo necesita.

Incluso los Estados Unidos han expresado su disposición de enviar alimentos e instrumentar distintas formas de ayuda. Nos alegramos, nos alegramos. Decían que iban a hacer un puente aéreo y enviar 300 toneladas diarias de alimentos. Nos parece muy bien. Martí dijo en una ocasión que el cielo no ha querido que los tiranos sean más de una vez sabios. Somoza, desde luego, no lo fue ni una sola vez; pero el Gobierno de Estados Unidos, por lo menos, lo ha sido una vez, ya que es mucho mejor en todos los sentidos y más fructífero, y desarrolla mejor las relaciones entre los pueblos y un clima de paz en el mundo, enviar alimentos en vez de enviar bombarderos y marinos, como hicieron en Viet Nam y como han hecho en tantos lugares.

Claro está –ya que dije Vietnam–, la intervención de Estados Unidos en Nicaragua habría sido un acto realmente suicida para la política de Estados Unidos en este hemisferio, porque no tenemos la menor duda de que los sandinistas habrían seguido luchando, aunque se produjera una intervención yanki. No hay duda. Nos alegramos infinitamente de que no haya ocurrido –quién sabe cuántas vidas han podido salvarse–; pero también estamos seguros de que si se hubiese producido una intervención, habrían encontrado una tremenda resistencia en el pueblo sandinista. Y no sólo eso, sino que un gigantesco Viet Nam habría podido desarrollarse en todo Centroamérica y en el resto de América Latina, un gigantesco Viet Nam.

Habría sido un acto de estupidez infinita, pero muy costoso y muy sangriento para nuestros pueblos.

De modo que no habría sido impune una intervención en Nicaragua, desde luego –hay que estar claros–, pero nos alegramos de que la firme lucha del pueblo nicaragüense, la solidaridad internacional, el apoyo de los pueblos latinoamericanos, el realismo y la flexibilidad de los sandinistas, hayan impedido que se cometiera uno de los más infaustos disparates que podían concebirse, pero sobre los cuales había riesgos reales.

Nos alegramos de que Estados Unidos envíe alimentos. Nos alegramos de que todos los países envíen alimentos y ayuda de todo tipo al pueblo de Nicaragua.

Nosotros no somos ricos, nosotros no podemos competir con Estados Unidos en número de aviones y en toneladas de alimentos. Algo mandaremos, porque de nuestra pobreza somos capaces de sacar algo.

Y una cuestión muy importante: si no tenemos muchos recursos financieros o recursos materiales, tenemos recursos humanos.

El presidente nicaragüense Daniel Ortega (izquierda), es recibido por el presidente cubano Fidel Castro, en el aeropuerto internacional José Martí, La Habana, Cuba, 27 de junio de 1988. FDM-57-6. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Aquí el ingeniero Robelo dijo que necesitaban médicos, que necesitaban hacer campañas de alfabetización. Y nosotros conocemos a nuestros médicos y a nuestros maestros, que van a donde sea necesario: si tienen que ir a una montaña, van a una montaña; al campo, van al campo. En Cuba y en Etiopía, en Vietnam, en Yemen, en Angola, en cualquier parte.

Nicaragua está más cerca, cerquita. Casi hay la misma distancia del Cabo de San Antonio a Managua que la que hay del Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí. Cerquita. Pues bien: creo que interpretamos el sentimiento de nuestro Partido y de nuestro pueblo, si les decimos a nuestros hermanos nicaragüenses que si se proponen hacer un gran programa de salud, de asistencia médica, y no son suficientes los médicos nicaragüenses, estamos dispuestos a enviar todos los médicos que sean necesarios para apoyar ese programa de salud.

Claro está que tenemos más de mil médicos trabajando en el exterior, pero nos quedan médicos. Tenemos compromisos, y podemos cumplirlos.

¿Cómo haríamos esto? Pidiéndole la colaboración a los hospitales, y pidiéndole la colaboración a nuestros médicos. Otras veces se la hemos pedido, por ejemplo en las cosas relativas al descanso después de las guardias. Hemos dicho esperar al futuro. El futuro, que va a ser espléndido, puesto que están ingresando ya alrededor de 4 mil estudiantes por año en las escuelas de medicina, y estamos haciendo escuelas de medicina prácticamente en todas las provincias. Haría falta la colaboración de los hospitales, de los Poderes Populares, del sectorial de salud y especialmente de los médicos para realizar el trabajo de los que deban partir.

Ya se envió una primera brigada, rápido, cuestión de horas, 60 en total, de ellos 40 médicos. Si cuando el terremoto ya lo hicimos, enviamos una brigada médica numerosa, aun cuando estaba Somoza allí, y recordamos como estaba esperando en el aeropuerto, ese mismo, ese coronel de que hablaban hoy que todavía no era coronel, ese hijo de Somoza que dicen que era jefe de la EBI, ese mismo estaba allí esperando los cargamentos para robárselos (RISAS). Y, entonces, las medicinas que mandábamos nosotros se las robaban; a los médicos no pudieron robárselos (risas), y los médicos trabajaron, prestaron muchos servicios al pueblo, y el pueblo se mostró muy afectuoso con ellos. Lo hicimos cuando Somoza, cómo no lo vamos a hacer ahora, cómo no lo vamos a hacer.

Tenemos médicos y vamos a tener más. Pero no vamos a esperar por los que vamos a tener, hay que mandar de los que tenemos.

Si nuestros médicos colaboran –y estoy seguro de que van a colaborar, por supuesto–, si los hospitales, los directores de los hospitales, los sectoriales de salud, si todos colaboramos, podemos buscar los médicos que necesitamos para darles, así con estas palabras, los que necesiten, si no son suficientes los suyos. Quiere decir 100, 100; 200, 200. Pero si hacen falta 500, 500, y no nos asustamos.

Se dijo también aquí que hacía falta hacer una gran campaña de educación. A mí me parece que hay maestros por allá que muestran su entusiasmo. Una gran campaña de educación.

Solo un gobierno revolucionario puede hacer una gran campaña de salud y de educación. Quién sabe las vidas que salven, sobre todo las vidas de niños que salven con campañas contra la poliomielitis, contra el tétano, contra la tuberculosis; a los pocos años van a estar salvando muchas vidas, y mucho antes de los años, a las pocas semanas ya van a estar salvando vidas. Sé lo que aprecia el pueblo la campaña de salud; sé lo que aprecia el pueblo la educación.

Fotografía tomada el 28 de junio de 1988 del presidente cubano Fidel Castro (izq.) y el presidente nicaragüense Daniel Ortega conversando durante una visita a obras sociales en La Habana. AFP Photo/Jose Tamargo)

Aún en medio de la destrucción y de las ruinas, para un gobierno revolucionario es posible hacer una gran campaña en estos campos, y nuestro país tiene una gran experiencia en eso, podemos brindar algún asesoramiento, tanto en la campaña de salud, como en la de educación. Y –repito–, si para realizar esa gran campaña de educación no son suficientes los maestros de Nicaragua, estamos dispuestos a enviarles cuantos maestros necesiten.

No en balde tenemos más de 30 mil estudiantes en nuestras escuelas de maestros primarios, y decenas de miles, creo que 50 mil estudiando la carrera profesoral en los institutos pedagógicos, estamos bien.

Y sabemos igualmente que nuestros maestros van donde los manden, al rincón más apartado, a la montaña más distante, al pueblito más olvidado. No les interesa estar en la capital; conocemos a nuestros médicos y a nuestros maestros, y sabemos de lo que son capaces. Por eso, en estos dos aspectos, nuestro país puede hacer una colaboración de cierto valor.

Está de más nuestra disposición de colaborar también en todo lo demás que esté al alcance de nuestros modestos recursos.

No se trata de que vamos a hacer política allí. Y no faltará alguno que lo diga. Quién va a hacer política, quién va a influir en los sandinistas. Al contrario, nuestros maestros y nuestros médicos van a ser influidos por el espíritu sandinista, y nos sentimos muy satisfechos de eso y muy tranquilos. Van a ser bien influidos por el espíritu revolucionario de los sandinistas. Todo el mundo sabe cómo se consagran nuestros técnicos al trabajo.

Y repito, nos alegramos que Estados Unidos y que todos ayuden. Es más, estamos dispuestos a llevar a cabo una emulación con Estados Unidos, una emulación, quién puede hacer más por Nicaragua. Invitamos a Estados Unidos, invitamos a todos los países de América Latina, invitamos a los países de Europa, a los países del Tercer Mundo, a nuestros hermanos los países socialistas, a todos, a una emulación para ayudar a Nicaragua. Esa es nuestra posición, para realizar allí un esfuerzo verdaderamente humano, verdaderamente constructivo dentro de este espíritu.

Claro que cuando estaba diciendo quién puede hacer más, ustedes se pusieron de pie, ¿qué piensan ustedes, qué piensan ustedes? (exclamaciones de “¡Sí!”) Que podemos hacer algo (exclamaciones de “¡Sí!”) y que estamos dispuestos a hacerla (exclamaciones de “¡Sí!”) Entonces, les pedimos que en nombre de todo nuestro pueblo levanten la mano como expresión de ese sentimiento de solidaridad con los nicaragüenses (levantan las manos en señal de aprobación y aplauden). No puede ser otra nuestra actitud, nuestra respuesta (aplausos y exclamaciones de: “¡Para lo que sea, y como sea, Comandante en Jefe, ordene!”)

Fidel Castro recibiendo a Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. La Habana (Cuba), en junio de 1988. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Los sandinistas han dado una lección más de lo que puede el espíritu revolucionario. Los hombres de carácter débil no alcanzan jamás ninguna meta; los espíritus débiles no llegarán jamás a ninguna parte. El espíritu revolucionario es capaz de alcanzar las más increíbles metas.

Nosotros no solo les damos las gracias a los sandinistas por el gran gesto, el inolvidable gesto, el gran honor que nos han hecho con su presencia en este acto, sus expresiones afectuosas, fraternales. Les damos las gracias también porque nos estimulan en nuestro propio esfuerzo, en nuestra propia lucha, porque nos ayudan a ser mejores, a superarnos más. Nos estimulan en el esfuerzo de superar nuestras deficiencias, de perfeccionar nuestro trabajo, de perfeccionar nuestra Revolución en la lucha intransigente contra las debilidades, contra los errores, contra las cosas mal hechas; lucha que no es una campaña temporal, que no será de un día, ni de una semana, ni de un mes, ni de un año, que será una lucha que tenemos que llevar consecuentemente durante muchos años.

Ellos tienen ahora los problemas de los que comienzan un proceso sobre las ruinas del país, y nosotros tenemos ya 20 años de Revolución, estamos en condiciones distintas, circunstancias distintas.

¡Qué mejor manera de conmemorar este 26 de Julio, de recordar a nuestros mártires, qué mejor manera de honrar a nuestros visitantes que prometernos y comprometernos cada uno de nosotros a esforzarnos más, a luchar más, a trabajar más, a ser mejores!

¡Viva la victoria revolucionaria de Nicaragua!

¡Viva Sandino!

¡Viva el FSLN!

¡Viva el Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua!

¡Vivan la amistad y la solidaridad entre los pueblos de Nicaragua y de Cuba!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(*) Discurso pronunciado en el acto central conmemorativo del 26 Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, efectuado en la Plaza de la Revolución “Mayor General Calixto García Iñiguez” de Holguín, Cuba, el 26 de julio de 1979.

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Fueron décadas de lucha. O siglos. Jamás el pueblo había gobernado. Hasta que Sandino encabezó a los empobrecidos del campo, la montaña y la ciudad, los armó de fusiles, valentía y sabiduría, y los guio para abrir las puertas del futuro el 19 de julio de 1979.

Ya son 45 años. Y hoy en día nunca en su historia los nicaragüenses había tenido tantas certezas como hoy: de que son dueños de su destino, arquitectos de su porvenir, forjando progreso familiar, comunitario, nacional. Porque aquí Sandino manda.

Son 45 años sin que haya pasado un solo día sin recordar a los miles y miles de mujeres y hombres de todas las edades que entregaron su vida por la vida de sus semejantes y la vida de la Patria.

Una semana después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista hace 45 años, un nutrido grupo de guerrilleros viajó a La Habana para agradecer al pueblo cubano y a su líder máximo Fidel Castro, la solidaridad incondicional con la lucha del pueblo nicaragüense.

El 26 de julio de 1979, hubo un acto multitudinario en la ciudad de Holguín para conmemorar el Asalto al Cuartel Moncada, la efeméride más importante de la Revolución cubana. Y Fidel dedicó todo su discurso a la Revolución Sandinista, que a continuación publicamos.

20 de julio de 1979. El pueblo celebra su triunfo. Foto de Margarita Montealegre

Las banderas de Fonseca

Heroicos combatientes sandinistas; compañeros de la Dirección del Partido y del Gobierno; Holguineros; Orientales; compatriotas:

Cuando hace menos de 48 horas supimos que nuestro pueblo sería objeto de un honor extraordinario, que un numeroso contingente de combatientes, de jefes abnegados y heroicos, de dirigentes del hermano pueblo de Nicaragua deseaban estar con nosotros en este 26 de Julio, comprendí que este acto de hoy se convertiría inevitablemente en un acto sandinista (aplausos y exclamaciones de: “¡Cuba, Nicaragua, unidas vencerán!”).

¿De qué hablar, de qué otra cosa se podía hablar, qué acontecimiento más extraordinario en estos tiempos, qué hecho de mayor relevancia histórica, de mayor significado y connotación ha ocurrido en estos últimos tiempos que la victoria sandinista en Nicaragua? ¿Qué ha calado más profundamente nuestros sentimientos, qué nos ha interesado más en estas semanas, qué puede habernos emocionado más y alentado más que esta popular y heroica victoria? ¿Y qué honor mayor podíamos recibir nosotros, qué mayor realce a esta fecha revolucionaria nuestra, qué mayor honor para esta ciudad y esta provincia que la visita fraternal, afectuosa y solidaria de esta constelación de heroicos, valerosos, inteligentes y capaces Comandantes y combatientes del Frente Sandinista de Liberación Nacional de Nicaragua?

Digo solidaria, porque nosotros también necesitamos solidaridad; digo estimulante, porque también nosotros necesitamos de esos estímulos. Solidaria, estimulante, porque durante tanto tiempo fue casi un crimen visitar a Cuba; durante tanto tiempo el imperialismo trató de cortar los lazos con nuestros pueblos hermanos de América Latina y del Caribe; durante tanto tiempo se nos bloqueó, durante tanto tiempo se prohibió y se impidió el acercamiento y el desarrollo de los lazos naturales, históricos, lógicos entre el pueblo nicaragüense y el pueblo cubano.

Durante tantos años hemos recordado y hemos llorado a aquellos hermanos nuestros que murieron combatiendo en Girón, a raíz de aquella invasión que partió precisamente de territorio nicaragüense, en uno de los más infames servicios prestados por el tirano al imperialismo, puesto que este mismo Somoza –que ya no es ni sombra de lo que fue– era el jefe del Estado Mayor del Ejército de Nicaragua cuando Girón, cuando de allí partían los bombarderos B-26 a bombardear nuestros hogares, a matar familias campesinas, mujeres y niños, a descargar toneladas de bombas sobre nuestros milicianos y soldados.

El Presidente Fidel Castro, es condecorado con la Orden Augusto Cesar Sandino, en su máximo grado, Batalla de San Jacinto, por Daniel Ortega, presidente de la Republica de Nicaragua, en el acto inaugural del central azucarero Victoria de Julio. Managua, Nicaragua. PLFOTO/Jose A. Martinez

Cómo no ver en este gesto de los sandinistas, en este gesto espontáneo… Porque no fue nuestra la iniciativa, ya que nosotros sabemos toda la tarea que tienen ahora, toda la ocupación, toda la necesidad de su presencia en el país, especialmente en estos días iniciales. No habríamos sido capaces de pedirles este honor, este inmenso, infinito honor, que partió enteramente de ellos.

Prueba de valor político del sandinismo, prueba de valor revolucionario, porque conocemos a este mundo y sabemos que no siempre abunda el valor político y el valor revolucionario.

Ellos no tuvieron prejuicios, no tuvieron temores. Ellos no tuvieron que pedir permiso a nadie para venir a Cuba. Ellos no tuvieron que rendir cuentas a nadie, ni preocuparse de lo que pensara nadie.

Prueba de honestidad política, porque no andan con simulaciones, no andan negando que son amigos de Cuba, que sienten respeto por Cuba, que son solidarios con Cuba. Son abiertos, no albergan temores. Y por ello, creo que inspirarán confianza no solo en nuestro pueblo sino en todos los pueblos y en la opinión política mundial. No tienen prejuicios, a pesar de las habladurías, de las intrigas, de que ahora vendrán las campañas, de que ahora vendrán las acusaciones, después que pase la luna de miel de la victoria.

No albergan prejuicios, porque no temen que confundan a la Revolución Nicaragüense y la Cubana, porque ellos están más allá de esos prejuicios. Y no por ello van a indicar, ni mucho menos, que las dos revoluciones son exactamente iguales. Son dos revoluciones profundas, en muchas cosas iguales y en muchas cosas diferentes, como tienen que ser todas las revoluciones verdaderas.

Esto es importante para nuestro pueblo, importante también para la opinión mundial. Cada país tiene su camino, tiene sus problemas, tiene su estilo, tiene sus métodos, tiene sus objetivos. Nosotros los nuestros, ellos los suyos. Nosotros lo hicimos de una manera, nuestra manera; ellos lo harán a su manera. Similitudes: ellos alcanzaron la victoria por un camino similar al que fue nuestro camino; ellos alcanzaron la victoria de la única forma en que, tanto ellos como nosotros, podíamos librarnos de la tiranía y del dominio imperialista: ¡con las armas en la mano!, luchando duramente, heroicamente.

Fidel Castro, estadista cubano, y Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, en el aeropuerto. La Habana (Cuba), en junio de 1988. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Y debemos decir, debemos resaltar, que la Revolución Nicaragüense se destacó por su heroísmo, por su perseverancia, por la tenacidad de sus combatientes, porque no es la victoria de un día: es la victoria de 20 años de lucha, ¡veinte años de lucha! Porque en el mismo año en que triunfó nuestra Revolución, ya había núcleos de combatientes dirigidos por aquel extraordinario y maravilloso combatiente Carlos Fonseca Amador, continuador de Sandino, y fundador del Frente Sandinista de Liberación Nacional, guía del pueblo en aquellos días terribles, cuando la victoria estaba tan distante, jefe caído en la lucha, como cayeron tantos en nuestra propia tierra; como cayó Martí, como cayó Maceo, como cayó Agramonte; como cayeron, de nuestra generación, Abel y Frank País, sin lograr ver la victoria, ¡pero seguros de la victoria!

Las banderas de Fonseca fueron enarboladas por jóvenes combatientes. Sí, aquí se habló del promedio de la edad de 20 años, pero los dirigentes, ¿qué promedio de edad tienen? Treinta, treinta y tantos, algunos, los más antiguos, que empezaron a luchar desde que tenían prácticamente 15, 16, 17 años, y se enfrentaron a las dificultades y a los obstáculos durante 20 años. Veinte años para recoger los primeros frutos de la semilla sembrada, cultivada y regada con sangre durante tanto tiempo, para alcanzar la victoria en medio de una verdadera epopeya popular.

¿Quién de nosotros no ha visto en los cines, en la televisión, en los libros, en las revistas, las imágenes de la brutal, increíble represión, la despiadada, genocida, inescrupulosa guerra desatada contra el pueblo de Nicaragua por la tiranía somocista? ¿Quién no ha visto las imágenes de las madres llorando a sus hijos, a sus seres queridos; las imágenes de los hijos llorando a sus padres, de los hogares destruidos, de los montones de cadáveres, de las torturas, de los asesinatos, de los bombardeos de las ciudades? ¿Cuándo se ha visto semejante caso de barbarie?

¿Cuándo se ha visto una fuerza aérea dedicada a descargar toneladas y toneladas de bombas sobre las ciudades del propio país? Sobre Managua, sobre Masaya, sobre León, sobre Estelí, sobre ese conjunto de ciudades mártires. Cuando no se detenían en dar la orden de lanzar bombas de 500 libras sobre barrios poblados e incluso superpoblados, hechos que realmente llenaron de indignación y de asombro al mundo y que, de cierta forma, contribuyeron a crear toda esa gigantesca campaña y ese sólido sentimiento de solidaridad con el pueblo de Nicaragua y los combatientes sandinistas.

Estos eran los frutos de la intervención imperialista en Nicaragua. He ahí los frutos de la intervención, he ahí los frutos amargos de la política imperialista en nuestro hemisferio. Porque ellos fueron los que forjaron, impulsaron y apoyaron esos regímenes sangrientos, represivos, reaccionarios, tiránicos, fascistas, en este hemisferio. Y se dice, se ha dicho –y creo que hasta el mismo Somoza lo dijo– que no ocurrió jamás una sola vez en las Naciones Unidas que el Gobierno de Somoza no hubiese votado junto al Gobierno de Estados Unidos.

La política de Estados Unidos en todo el mundo creó este tipo de regímenes políticos, ¡en todo el mundo! No solo en nuestra América, ¡en todos los continentes sin excepción!

Y bombardeos, los vemos similares: los bombardeos de los racistas sudafricanos contra los campamentos de namibios, los bombardeos de los racistas de Rhodesia contra los campamentos de refugiados del pueblo de Zimbabwe, empleando los aviones más modernos, las armas más mortíferas, bombas sofisticadas que lanzan miles de balines, que muchas veces no son siquiera de acero, sino de goma, de modo que un cirujano no podría descubrirlos con las placas radiográficas. Ejemplos de ese tipo los vemos en los actos genocidas contra el pueblo palestino en el Mediano Oriente, los bombardeos constantes contra los campamentos de los palestinos en el Líbano, contra comunidades libanesas en el Líbano, bombardeadas prácticamente todos los días por la aviación israelí, símbolo del crimen. Pero no eran solo las bombas israelíes cayendo sobre los palestinos, los libaneses, las bombas imperialistas cayendo sobre los namibios o los zimbabweanos; eran también las bombas imperialistas, las bombas israelíes cayendo sobre los nicaragüenses. Cuando el imperialismo quería simular que no estaba suministrando armas, las suministraba a través de sus aliados. ¿Y quién va a creer que el Estado israelí hubiese enviado esas armas, esos Galil, esas bombas, esos aviones a Somoza sin el consentimiento y la aprobación del Gobierno de Estados Unidos? Y con esas bombas y esos fusiles fueron asesinadas decenas de miles de personas en ese país; se dijo 40 mil personas, es decir, dos veces tantas personas como las que están presentes en este acto en la tarde de hoy.

Esos son los frutos de la conspiración que condujo al asesinato cobarde de Sandino, a la implantación de ese régimen bochornoso que estuvo gobernando el país casi 50 años, y eso es lo que ha desaparecido gracias a la lucha heroica del pueblo nicaragüense y de los combatientes sandinistas.

El líder libio Muamar Gadafi (centro) se da la mano con el presidente cubano Fidel Castro (derecha) y el presidente nicaragüense Daniel Ortega (izquierda) durante la cumbre de los países no alineados, el 4 de septiembre de 1986 en Harare, Zimbabwe. Detrás del líder sandinista, su esposa Rosario Murillo (Foto de Alexander Joe y Dominique Faget / AFP via Getty Images)

También allí, en lo adelante, podrá reunirse el pueblo de Nicaragua, como nosotros nos hemos reunido después de nuestra Revolución; también pienso que un día, en plazas como estas, los retratos y las imágenes de los héroes mencionados aquí aparecerán junto al pueblo, ennobleciendo, dignificando el ambiente de los actos revolucionarios, y estarán sin duda las imágenes de Sandino, de Fonseca y de todos los patriotas que durante 150 años –como se dijo aquí– combatieron por la independencia de Nicaragua .

El triunfo sandinista no es solo la victoria frente a 45 años de somocismo; es la victoria frente a 150 años de dominación extranjera en el país, es la victoria alcanzada sobre siglos y siglos de conquista, de explotación y dominio extranjero; porque si algo puede asegurarse es que por primera vez –¡por primera vez!– ha sido totalmente libre e independiente el pueblo de Nicaragua en toda su historia, el 19 de julio cuando las aguerridas columnas de combatientes sandinistas entraron en Managua, puesto que del dominio español pasaron nuestros pueblos, y especialmente América Central, que se convirtió en coto de intervencionistas y hasta de piratas y filibusteros; al dominio yanki. Por tanto, se conmemora no solo el día del triunfo de la Revolución, sino el día del triunfo de la independencia de Nicaragua, dos grandes y trascendentales objetivos históricos en una misma batalla. Eso es para nosotros la importancia y el significado que tiene la culminación victoriosa de la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Pero esta victoria sandinista, esta lucha, significa más que eso todavía. Alrededor de la lucha sandinista se creó una gran solidaridad internacional, una gran unidad de toda la izquierda centroamericana y latinoamericana; alrededor de la lucha sandinista se creó, de manera tácita, lo que pudiéramos llamar un gran frente democrático-independentista-antiintervencionista en América Latina, algo que tiene significado histórico y enorme importancia.

En América Latina y el Caribe, en el ámbito de este hemisferio, el sandinismo estimuló el sentimiento independentista y antiintervencionista de los pueblos latinoamericanos. Esto tuvo su momento más destacado, su momento culminante, en la última reunión de la Organización de Estados Americanos. Mencionémosla por primera vez sin epítetos, porque por primera vez, por primera vez, se produjo una verdadera insubordinación de los Estados latinoamericanos, y esto es muy sintomático, ya que los sectores más reaccionarios y agresivos de Estados Unidos aconsejaron a la actual administración norteamericana seguir un camino intervencionista en Nicaragua, y Estados Unidos propuso en esa reunión la creación de una Fuerza Interamericana de Paz, decían que para llevar la paz a Nicaragua, cuando la paz de Nicaragua, la paz implantada por el imperialismo desde que intervino allí numerosas veces e instauró ese régimen reaccionario, era la paz de los sepulcros, y querían en realidad seguir manteniendo allí ese tipo de paz, para impedir la paz revolucionaria, para impedir la victoria sandinista, para arrebatarle al pueblo el triunfo.

Daniel Ortega, el líder de la Revolución de Grenada, Maurice Bishop, y Fidel Castro en Managua, en el acto del 1 de mayo de 1982 en La Habana, Cuba.

Ya sabemos lo que son esas fuerzas interamericanas de paz, quién las arma, quién las dirige, quién las suministra, quiénes las integran; porque hemos visto más de una vez esas llamadas fuerzas interamericanas de paz.

Y la intención imperialista era verdaderamente tenebrosa: intervenir en Nicaragua. Acostumbrados como estaban los imperialistas a que todos los gobiernos latinoamericanos dijeran ¡sí!, esta vez se encontraron con que un número suficiente de gobiernos latinoamericanos dijo ¡no!

Y los pretextos eran “muy nobles” como siempre: “llevar la paz al sufrido pueblo de Nicaragua”; que no llegara este momento, que no llegara el 19 de julio. Un mes después los sandinistas llevaron la verdadera paz, la paz de un pueblo feliz, victorioso, lleno de sufrimientos, sí; pero lleno también de esperanza y de optimismo en el porvenir.

Nosotros, nuestro pueblo, no puede dejar de apreciar en toda su magnitud la significación de este hecho histórico: la derrota de la maniobra intervencionista de Estados Unidos en el seno de los Estados latinoamericanos. Se produjo una mayoría que se opuso resueltamente a la intervención, y defendió como cosa sagrada el principio de la no intervención, el principio de la soberanía, del respeto absoluto a la soberanía de nuestros pueblos.

Y hay que decir que la proposición de Estados Unidos quedó aislada. Al final adoptaron una posición inteligente. Si votaban a favor de la proposición de Estados Unidos, es decir, a favor de la proposición intervencionista se habrían quedado junto a Paraguay y a Somoza, porque el único que quería la intervención, que votó abiertamente por la intervención era Somoza y creo que Paraguay. Claro, a Somoza le convenía la intervención, a él, por un tiempo, por un tiempo nada más. Preservaban la Guardia Nacional, preservaban sus intereses, junto con los intereses de los monopolios. Si Estados Unidos se abstenían quedaban junto a Chile, Uruguay, El Salvador y Guatemala. No les parecía muy honorable andar con esas compañías. Y entonces votaron también ellos junto a la mayoría. Interesante fenómeno.

Pero hay que decir que a nuestro juicio, la decisión, el resultado de esa reunión constituyó una gran victoria de los pueblos de nuestra América y contribuyó al desarrollo de este espíritu de solidaridad con Nicaragua; y en la posición mantenida en la OEA hay que destacar el papel de Panamá, de Costa Rica, de Venezuela y demás países del Pacto Andino, de México, de Jamaica, de Granada y otros. En la creación de este frente democrático, antiintervencionista que se ha creado, hay que mencionar no solo nombres de países, también de personas: los nombres de Torrijos, de Carazo, de López Portillo, de Manley, de Bishop. Y también es justo recordar el nombre de quien, aún cuando ya no es presidente en su país, ayudó mucho al desarrollo de esta solidaridad con la lucha sandinista: el ex presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez.

Y –repito– no hubo un solo partido, una sola organización de izquierda de América Latina que no expresara su disposición de luchar, no hubo una sola que dejara de solidarizarse con la lucha del pueblo sandinista.

Mantener este clima, mantener este frente, mantener este espíritu es muy importante para todos los pueblos que aún sufren bajo el fascismo y bajo las más sangrientas tiranías. Ese es un deber –a nuestro juicio– también de los sandinistas, cuál será su contribución, la contribución del pueblo victorioso de Nicaragua al mantenimiento de este espíritu, de este amplio frente.

El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (izquierda), es recibido por el presidente de Cuba, Fidel Castro, en el aeropuerto internacional José Martí, La Habana, Cuba, 27 de junio de 1988. (Foto de Jason Bleibtreu/Sygma/Sygma vía Getty Images)

Ahora hay muchas interrogantes, y hay mucha gente queriendo establecer similitudes entre lo ocurrido en Cuba y lo ocurrido en Nicaragua. Algunas de estas interrogantes están inspiradas en la mala fe, como digamos, empezar a crear y buscar justificaciones y pretextos para también aplicar medidas agresivas contra el pueblo de Nicaragua, bloqueos contra el pueblo de Nicaragua, agresiones contra el pueblo de Nicaragua; toda esa inmundicia de medidas, todo ese montón de crímenes que cometieron contra nosotros, y hay que tener cuidado con eso.

Por eso a las afirmaciones o a los temores expresados por alguna gente con esas intenciones, de que si Nicaragua se iba a convertir en una nueva Cuba, los nicaragüenses le han dado una magnífica respuesta: ¡no, Nicaragua se va a convertir en una nueva Nicaragua!, que es una cosa muy distinta.

No se miran ellos en nosotros como quien se mira en un espejo, más bien somos nosotros los que nos miramos hoy en ellos como en un espejo, porque nada nos recuerda más nuestras propias luchas, nuestros propios sacrificios, nuestra propia imagen de aquellos tiempos primeros de la Revolución.

No hay dos revoluciones iguales. No puede haberlas. Hay muchas similitudes –como decía– en el espíritu, en el heroísmo, en el combate; pero los problemas nuestros no son exactamente los problemas de ellos, las condiciones en que se produce nuestra Revolución no son exactamente las condiciones en las que se produce la revolución de ellos, incluso en nuestro caso no hubo este frente de que hablaba anteriormente, incluso el imperialismo empezó inmediatamente con sus campañas, sus agresiones; el imperialismo sabía menos, porque el imperialismo algo ha aprendido también. No mucho, pero algo sí. Son condiciones diferentes las características en que se gesta esa lucha, la unidad de todo el pueblo que fue condición indispensable del triunfo, la participación de todas las capas sociales, la organización de diferentes movimientos populares que se unieron y que establece ciertos compromisos, que establece ciertas circunstancias diferentes a las nuestras. Es decir, que no van a ser exactamente iguales, ni mucho menos, las cosas de Nicaragua y las de Cuba.

Es destacable algunas características que hemos observado en los compañeros revolucionarios nicaragüenses. En primer lugar es destacable el espíritu combativo del pueblo, el heroísmo, la valentía. Se han destacado como grandes combatientes, pero se han destacado también como grandes tácticos y grandes estrategas políticos; han demostrado una gran sabiduría, una gran capacidad de unir, una gran capacidad para actuar en medio de circunstancias difíciles y complejas.

Supieron combatir heroicamente, pero también han sabido ser flexibles, y cuando fue necesario negociar en cierta forma para evitar los riesgos de una intervención no tuvieron temor a negociar. Y tanto en la estrategia militar como en la estrategia política demostraron una gran capacidad, un gran talento; de lo contrario, desde luego, no se explicaría la victoria.

Incluso en esa fase final en que ya agonizaba el régimen somocista, discutieron alguna forma de cómo sería el tránsito final, es decir, cómo sería la despedida del duelo, o digamos, el entierro de Somoza. Y en esas negociaciones participaron distintos países, participó el Gobierno de Reconstrucción Nacional, participó la Dirección sandinista, participaron incluso los Estados Unidos. Y como explicó el periódico “Granma” en síntesis, se suponía que Somoza fenecía a las 4:00 de la mañana, que un tal Urcuyo –a mí me costaba trabajo al principio familiarizarme con el nombre y todavía no estoy muy familiarizado y pienso que dentro de 15 días se me ha olvidado–, un tal Urcuyo asumiría a las 8:00 de la mañana y el tal Urcuyo entregaría a la Junta de Reconstrucción Nacional el gobierno a la 1:00 de la tarde. En el ínterin nombraban creo que a un jefe de la Guardia Nacional, algo por el estilo.

Los sandinistas hicieron algunas concesiones y fue sabio hacerlas, las que consideraron que debían hacer, y supieron mantenerse firme y no hacer las que no debían hacer.

Se suponía que habría un ejército nuevo, eso desde luego. Aquel país no podía seguir en manos de aquellos genocidas. En esencia el nuevo ejército estaría integrado por los combatientes sandinistas y se dice que también algunos miembros de la Guardia Nacional que estuvieran libres de corrupción, represión y crimen. Bueno, en principio se puede aceptar, en teoría, lo difícil es imaginarse que hubiera uno solo libre de corrupción y de represión y de crimen; pero bien, el espíritu sandinista fue amplio. También lo fuimos nosotros en nuestra lucha, también, ¿cuántas veces no hicimos apelaciones al ejército? Al final incluso discutimos con ellos, nos dijeron: tenemos perdida la guerra, ¿cómo finalizamos? Nosotros le dimos una opinión de cómo debía finalizar, le dijimos: levanten la plaza de Santiago; ahora, ni discutan con la embajada americana, ni hagan un golpe de Estado en la capital, ni ayuden a Batista a escapar. Y llegamos a un acuerdo. Estábamos esperando el 31, no atacábamos la guarnición de Santiago esperando el cumplimiento del acuerdo; pero hicieron todo lo contrario, dieron un golpe de Estado en La Habana, se pusieron de acuerdo con la embajada americana y despidieron a Batista en el aeropuerto. Bueno, se acabó el acuerdo, no nos quedó más remedio que desarmar al ejército en 48 horas, ustedes lo saben perfectamente bien, no hay que repetir.

Bueno, algo parecido pasó allí: el tal Urcuyo cuando es designado presidente declara que no, que él está allí hasta 1981 (risas). Entonces los sandinistas dieron la orden de ofensiva y en menos de 72 horas desarmaron la Guardia Nacional, ya no hay Guardia Nacional. El Gobierno de Estados Unidos resulta que no pudo cumplir ni siquiera su parte en los compromisos.

Sin embargo, el Gobierno de Reconstrucción Nacional y la Dirección sandinista –con muy buen criterio a nuestro juicio– se mantienen dentro del espíritu amplio con que participaron en esas conversaciones. ¡Ah!, no le importaba al Gobierno de Estados Unidos las decenas de miles de muertos de los bombardeos, no; pero le preocupaba mucho la vida de los esbirros, de los esbirros, los pobrecitos esbirros. Pero los sandinistas han dado una prueba de una magnanimidad y una generosidad extraordinaria, ejemplar, ¡ejemplar!

Fidel Castro (centro al frente) en un acto conmemorativo del vigésimo aniversario de la victoria cubana en Playa Girón en La Habana, Cuba, el 19 de abril de 1981. A su derecha está el vicepresidente, Raúl Castro, y a su izquierda Daniel Ortega, líder de la junta nicaragüense. (Foto de David Hume Kennerly/Getty Images)

Claro que todo esto no era más que la preparación de condiciones para empezar a hacer una campaña contra el movimiento sandinista, que tiene tanta solidaridad y simpatía en el mundo.

De modo que los sandinistas no solo supieron ser heroicos y eficientes en la guerra, flexibles en la política, ¡han sido extraordinariamente magnánimos en el triunfo! Y estoy seguro de que eso va a suscitar las más amplias simpatías y va a fortalecer el sentimiento de solidaridad en todo el mundo; les va a quitar argumentos, les va a quitar armas a la reacción, les va a quitar leña al fuego de la difamación y de la calumnia.

Esto demuestra, además, el ascendiente enorme de los comandantes sandinistas y del Gobierno de Reconstrucción Nacional sobre las masas, porque las masas no han olvidado ni olvidarán jamás los crímenes, las torturas y los bombardeos. No lo olvidarán. Pero han dado también una gran prueba de confianza en la Dirección al saberse aguantar, cuando era necesario aguantarse.

Esperamos que no se repitan contra Nicaragua las aventuras imperialistas de intervención y de impulso a la contrarrevolución. Claro está, no podemos hacernos ilusiones. No vamos a pensar que la reacción va a dejar en paz a la Revolución nicaragüense, no obstante su magnanimidad, su espíritu amplio, sus propósitos democráticos.

Porque han dicho: si hace falta una elección, no les importa que haya una elección. Cualquier elección que tenga lugar en Nicaragua, por muchos recursos que se le brinde a las bandas reaccionarias, la ganan los sandinistas por amplísima mayoría. Cualquier tipo de elección, bajo cualquier forma constitucional donde el ciudadano pueda votar y vote, ganan los sandinistas.

Es por ello –y esto se lo explico a nuestro pueblo–, que las circunstancias en que se produce la victoria nicaragüense determina que las formas que ellos adopten sean formas diferentes a las nuestras. Además, el hecho de que hoy por hoy el país está en ruinas, el país está totalmente destruido, requiere un programa de reconstrucción nacional con la participación de todos los sectores de la sociedad nicaragüense.

Los sandinistas son revolucionarios, no lo vamos a ocultar nosotros, no lo va a ocultar nadie, no lo van a ocultar ellos; pero no son extremistas, son realistas. Y de la madera de los realistas se hacen las mejores revoluciones, las mejores y las más profundas revoluciones. Y auguro que van a llegar lejos, porque no se apuran, porque no son extremistas, porque van despacio y saben qué objetivo corresponde en cada etapa de un proceso político y revolucionario y las formas que se corresponden con esos objetivos. De eso estoy seguro.

Fueron sabios también los sandinistas, porque supieron unirse; estrechamente en el momento decisivo, sólidamente y la victoria está ahí, como fruto de toda la sabiduría con que han actuado. Y nuestra esperanza más profunda es que esa unidad sea cada vez más sólida y más estrecha, como requisito indispensable del futuro. El pueblo, las armas, la unidad: no hace falta más nada para marchar tan lejos cuanto se quiera, tanto tiempo como se quiera.

El presidente cubano Fidel Castro (d) y el miembro de la Junta nicaragüense Daniel Ortega, durante la llegada de Castro a Managua el 18 de julio. Castro es uno de los invitados oficiales de la Junta de Gobierno de Nicaragua, que mañana celebra el primer aniversario de la caída de Anastasio Somoza y la victoria de los sandinistas.

Ahora la tarea que tienen es tremenda, tremenda, mucho peor que la que teníamos nosotros en el momento del triunfo, porque nuestra forma de guerra fue otra, el desarrollo de las columnas y de los frentes guerrilleros. Ellos combinaron el desarrollo de las columnas y los frentes guerrilleros con la insurrección en las ciudades, y fue remedio infalible del cual no pudo escapar ni Somoza ni la Guardia Nacional. Y el enemigo sin escrúpulos de ninguna índole bombardeó las ciudades insurrectas, con todos los medios de fuego disponibles y sin piedad alguna, destruyendo ciudades enteras, instalaciones de todo tipo y dejando el saldo de una enorme destrucción, las finanzas arruinadas, sin una sola reserva. Me explicaba el ingeniero Alfonso Robelo que había creo que 3 millones allí, con una deuda inmediata de 250 millones, y mil 200 millones más, o en total, en su conjunto, la deuda exterior. No había un centavo. Al extremo de que se vieron en la necesidad como una de las primeras medidas de nacionalizar la banca, entre otras cosas, para proteger a los depositarios de una ruina, porque los bancos estaban en quiebra, y nadie podía responder de los ahorros de los que hubiesen depositado allí dinero.

De modo que esa es una de las primeras medidas que han tenido que tornar.

Hay mucha hambre en el país. Yo pienso que Nicaragua necesita la ayuda de todo el mundo. En las semanas anteriores, gran número de dirigentes de países expresaron su disposición a ayudar a Nicaragua. Nos parece lo más justo.

Gobiernos de todos los matices, de diversas ideologías, de diversos sistemas políticos, han expresado su disposición de darle una gran ayuda al pueblo de Nicaragua. Y Nicaragua lo necesita.

Incluso los Estados Unidos han expresado su disposición de enviar alimentos e instrumentar distintas formas de ayuda. Nos alegramos, nos alegramos. Decían que iban a hacer un puente aéreo y enviar 300 toneladas diarias de alimentos. Nos parece muy bien. Martí dijo en una ocasión que el cielo no ha querido que los tiranos sean más de una vez sabios. Somoza, desde luego, no lo fue ni una sola vez; pero el Gobierno de Estados Unidos, por lo menos, lo ha sido una vez, ya que es mucho mejor en todos los sentidos y más fructífero, y desarrolla mejor las relaciones entre los pueblos y un clima de paz en el mundo, enviar alimentos en vez de enviar bombarderos y marinos, como hicieron en Viet Nam y como han hecho en tantos lugares.

Claro está –ya que dije Vietnam–, la intervención de Estados Unidos en Nicaragua habría sido un acto realmente suicida para la política de Estados Unidos en este hemisferio, porque no tenemos la menor duda de que los sandinistas habrían seguido luchando, aunque se produjera una intervención yanki. No hay duda. Nos alegramos infinitamente de que no haya ocurrido –quién sabe cuántas vidas han podido salvarse–; pero también estamos seguros de que si se hubiese producido una intervención, habrían encontrado una tremenda resistencia en el pueblo sandinista. Y no sólo eso, sino que un gigantesco Viet Nam habría podido desarrollarse en todo Centroamérica y en el resto de América Latina, un gigantesco Viet Nam.

Habría sido un acto de estupidez infinita, pero muy costoso y muy sangriento para nuestros pueblos.

De modo que no habría sido impune una intervención en Nicaragua, desde luego –hay que estar claros–, pero nos alegramos de que la firme lucha del pueblo nicaragüense, la solidaridad internacional, el apoyo de los pueblos latinoamericanos, el realismo y la flexibilidad de los sandinistas, hayan impedido que se cometiera uno de los más infaustos disparates que podían concebirse, pero sobre los cuales había riesgos reales.

Nos alegramos de que Estados Unidos envíe alimentos. Nos alegramos de que todos los países envíen alimentos y ayuda de todo tipo al pueblo de Nicaragua.

Nosotros no somos ricos, nosotros no podemos competir con Estados Unidos en número de aviones y en toneladas de alimentos. Algo mandaremos, porque de nuestra pobreza somos capaces de sacar algo.

Y una cuestión muy importante: si no tenemos muchos recursos financieros o recursos materiales, tenemos recursos humanos.

El presidente nicaragüense Daniel Ortega (izquierda), es recibido por el presidente cubano Fidel Castro, en el aeropuerto internacional José Martí, La Habana, Cuba, 27 de junio de 1988. FDM-57-6. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Aquí el ingeniero Robelo dijo que necesitaban médicos, que necesitaban hacer campañas de alfabetización. Y nosotros conocemos a nuestros médicos y a nuestros maestros, que van a donde sea necesario: si tienen que ir a una montaña, van a una montaña; al campo, van al campo. En Cuba y en Etiopía, en Vietnam, en Yemen, en Angola, en cualquier parte.

Nicaragua está más cerca, cerquita. Casi hay la misma distancia del Cabo de San Antonio a Managua que la que hay del Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí. Cerquita. Pues bien: creo que interpretamos el sentimiento de nuestro Partido y de nuestro pueblo, si les decimos a nuestros hermanos nicaragüenses que si se proponen hacer un gran programa de salud, de asistencia médica, y no son suficientes los médicos nicaragüenses, estamos dispuestos a enviar todos los médicos que sean necesarios para apoyar ese programa de salud.

Claro está que tenemos más de mil médicos trabajando en el exterior, pero nos quedan médicos. Tenemos compromisos, y podemos cumplirlos.

¿Cómo haríamos esto? Pidiéndole la colaboración a los hospitales, y pidiéndole la colaboración a nuestros médicos. Otras veces se la hemos pedido, por ejemplo en las cosas relativas al descanso después de las guardias. Hemos dicho esperar al futuro. El futuro, que va a ser espléndido, puesto que están ingresando ya alrededor de 4 mil estudiantes por año en las escuelas de medicina, y estamos haciendo escuelas de medicina prácticamente en todas las provincias. Haría falta la colaboración de los hospitales, de los Poderes Populares, del sectorial de salud y especialmente de los médicos para realizar el trabajo de los que deban partir.

Ya se envió una primera brigada, rápido, cuestión de horas, 60 en total, de ellos 40 médicos. Si cuando el terremoto ya lo hicimos, enviamos una brigada médica numerosa, aun cuando estaba Somoza allí, y recordamos como estaba esperando en el aeropuerto, ese mismo, ese coronel de que hablaban hoy que todavía no era coronel, ese hijo de Somoza que dicen que era jefe de la EBI, ese mismo estaba allí esperando los cargamentos para robárselos (RISAS). Y, entonces, las medicinas que mandábamos nosotros se las robaban; a los médicos no pudieron robárselos (risas), y los médicos trabajaron, prestaron muchos servicios al pueblo, y el pueblo se mostró muy afectuoso con ellos. Lo hicimos cuando Somoza, cómo no lo vamos a hacer ahora, cómo no lo vamos a hacer.

Tenemos médicos y vamos a tener más. Pero no vamos a esperar por los que vamos a tener, hay que mandar de los que tenemos.

Si nuestros médicos colaboran –y estoy seguro de que van a colaborar, por supuesto–, si los hospitales, los directores de los hospitales, los sectoriales de salud, si todos colaboramos, podemos buscar los médicos que necesitamos para darles, así con estas palabras, los que necesiten, si no son suficientes los suyos. Quiere decir 100, 100; 200, 200. Pero si hacen falta 500, 500, y no nos asustamos.

Se dijo también aquí que hacía falta hacer una gran campaña de educación. A mí me parece que hay maestros por allá que muestran su entusiasmo. Una gran campaña de educación.

Solo un gobierno revolucionario puede hacer una gran campaña de salud y de educación. Quién sabe las vidas que salven, sobre todo las vidas de niños que salven con campañas contra la poliomielitis, contra el tétano, contra la tuberculosis; a los pocos años van a estar salvando muchas vidas, y mucho antes de los años, a las pocas semanas ya van a estar salvando vidas. Sé lo que aprecia el pueblo la campaña de salud; sé lo que aprecia el pueblo la educación.

Fotografía tomada el 28 de junio de 1988 del presidente cubano Fidel Castro (izq.) y el presidente nicaragüense Daniel Ortega conversando durante una visita a obras sociales en La Habana. AFP Photo/Jose Tamargo)

Aún en medio de la destrucción y de las ruinas, para un gobierno revolucionario es posible hacer una gran campaña en estos campos, y nuestro país tiene una gran experiencia en eso, podemos brindar algún asesoramiento, tanto en la campaña de salud, como en la de educación. Y –repito–, si para realizar esa gran campaña de educación no son suficientes los maestros de Nicaragua, estamos dispuestos a enviarles cuantos maestros necesiten.

No en balde tenemos más de 30 mil estudiantes en nuestras escuelas de maestros primarios, y decenas de miles, creo que 50 mil estudiando la carrera profesoral en los institutos pedagógicos, estamos bien.

Y sabemos igualmente que nuestros maestros van donde los manden, al rincón más apartado, a la montaña más distante, al pueblito más olvidado. No les interesa estar en la capital; conocemos a nuestros médicos y a nuestros maestros, y sabemos de lo que son capaces. Por eso, en estos dos aspectos, nuestro país puede hacer una colaboración de cierto valor.

Está de más nuestra disposición de colaborar también en todo lo demás que esté al alcance de nuestros modestos recursos.

No se trata de que vamos a hacer política allí. Y no faltará alguno que lo diga. Quién va a hacer política, quién va a influir en los sandinistas. Al contrario, nuestros maestros y nuestros médicos van a ser influidos por el espíritu sandinista, y nos sentimos muy satisfechos de eso y muy tranquilos. Van a ser bien influidos por el espíritu revolucionario de los sandinistas. Todo el mundo sabe cómo se consagran nuestros técnicos al trabajo.

Y repito, nos alegramos que Estados Unidos y que todos ayuden. Es más, estamos dispuestos a llevar a cabo una emulación con Estados Unidos, una emulación, quién puede hacer más por Nicaragua. Invitamos a Estados Unidos, invitamos a todos los países de América Latina, invitamos a los países de Europa, a los países del Tercer Mundo, a nuestros hermanos los países socialistas, a todos, a una emulación para ayudar a Nicaragua. Esa es nuestra posición, para realizar allí un esfuerzo verdaderamente humano, verdaderamente constructivo dentro de este espíritu.

Claro que cuando estaba diciendo quién puede hacer más, ustedes se pusieron de pie, ¿qué piensan ustedes, qué piensan ustedes? (exclamaciones de “¡Sí!”) Que podemos hacer algo (exclamaciones de “¡Sí!”) y que estamos dispuestos a hacerla (exclamaciones de “¡Sí!”) Entonces, les pedimos que en nombre de todo nuestro pueblo levanten la mano como expresión de ese sentimiento de solidaridad con los nicaragüenses (levantan las manos en señal de aprobación y aplauden). No puede ser otra nuestra actitud, nuestra respuesta (aplausos y exclamaciones de: “¡Para lo que sea, y como sea, Comandante en Jefe, ordene!”)

Fidel Castro recibiendo a Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. La Habana (Cuba), en junio de 1988. (Foto de Francoise De Mulder/Roger Viollet vía Getty Images)

Los sandinistas han dado una lección más de lo que puede el espíritu revolucionario. Los hombres de carácter débil no alcanzan jamás ninguna meta; los espíritus débiles no llegarán jamás a ninguna parte. El espíritu revolucionario es capaz de alcanzar las más increíbles metas.

Nosotros no solo les damos las gracias a los sandinistas por el gran gesto, el inolvidable gesto, el gran honor que nos han hecho con su presencia en este acto, sus expresiones afectuosas, fraternales. Les damos las gracias también porque nos estimulan en nuestro propio esfuerzo, en nuestra propia lucha, porque nos ayudan a ser mejores, a superarnos más. Nos estimulan en el esfuerzo de superar nuestras deficiencias, de perfeccionar nuestro trabajo, de perfeccionar nuestra Revolución en la lucha intransigente contra las debilidades, contra los errores, contra las cosas mal hechas; lucha que no es una campaña temporal, que no será de un día, ni de una semana, ni de un mes, ni de un año, que será una lucha que tenemos que llevar consecuentemente durante muchos años.

Ellos tienen ahora los problemas de los que comienzan un proceso sobre las ruinas del país, y nosotros tenemos ya 20 años de Revolución, estamos en condiciones distintas, circunstancias distintas.

¡Qué mejor manera de conmemorar este 26 de Julio, de recordar a nuestros mártires, qué mejor manera de honrar a nuestros visitantes que prometernos y comprometernos cada uno de nosotros a esforzarnos más, a luchar más, a trabajar más, a ser mejores!

¡Viva la victoria revolucionaria de Nicaragua!

¡Viva Sandino!

¡Viva el FSLN!

¡Viva el Gobierno de Reconstrucción Nacional de Nicaragua!

¡Vivan la amistad y la solidaridad entre los pueblos de Nicaragua y de Cuba!

¡Patria o Muerte!

¡Venceremos!

(*) Discurso pronunciado en el acto central conmemorativo del 26 Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada, efectuado en la Plaza de la Revolución “Mayor General Calixto García Iñiguez” de Holguín, Cuba, el 26 de julio de 1979.

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