Venezuela. La única verdad es la realidad

Por: Carlos Aznarez

Ahora, en pocas horas más, Venezuela volverá a contemplar la pulseada entre el involucionismo más nefasto y la rebeldía anticapitalista y antiimperialista del bravo pueblo que está dispuesto a volver a reelegir a Maduro. 

No hay caso, la oposición venezolana puede hacer todo el ruido que quiera a nivel del terrorismo mediático pero sabe que no le alcanzará para intentar -otra vez en 35 años- doblegar al chavismo. Se entiende que más allá de contar en todas las oportunidades con un apoyo internacional de las fuerzas coaligadas de la derecha y el imperialismo, el error de cálculo siempre se manifiesta en que les falla el principal factor para asegurarse una batalla electoral exitosa: no cuentan con el apoyo del pueblo. Eso ocurre, porque los hombres y mujeres de Venezuela ya vivieron y sufrieron durante décadas lo que significaron esas innumerables décadas que gobernaron los “delegados” de las cuatro o cinco familias que se consideran dueñas del país, familias que estuvieron detrás de la dictadura de Pérez Jiménez, los que se volvieron a encaramar en el “pacto de Punto Fijo”, los que abortaron a sangre y fuego las distintas experiencias guerrilleras o los levantamientos populares, incluso las de un puñado de militares patriotas que precedieron a los que vinieron luego con Hugo Chávez. Esas cuatro o cinco familias que ayudaron a transformar a un miembro de la Internacional Socialista, como Carlos Andrés Pérez, en el genocida del Caracazo.

Todo ello ocurrió hasta que un teniente coronel amigo del pueblo pegó el grito en febrero del 92, y si bien no pudo revertir la tragedia que vivían los y las más humildes, lanzó la frase que haría historia y abriría las puertas a una larga sucesión de triunfos que vendrían, ya no por las armas sino por la vía electoral, a partir de fines del 98 hasta llegar a este presente.

Es así nomás, las cuatro o cinco familias que estaban acostumbradas a sentirse propietarias de todo, sufrieron en carne propia el azote del huracán popular que llegó primero con Chávez, y cuando el imperio gestó su muerte en muy extrañas circunstancias, que para muchos sigue oliendo a asesinato, la continuidad revolucionaria prosiguió de la mano del heredero del Comandante, Nicolás Maduro. El nombre nunca mejor elegido para seguir construyendo Revolución contra viento y marea.

Así fue que el país construyó durante tres décadas y media un proceso que, como el de Cuba, se ha convertido en referencia de lo que significa sumar realidades y no promesas vacías, esgrimir la justicia social como bandera de inclusión de las mayorías, practicar el socialismo, retirándolo con hechos y no palabras, del estante de las consignas. En fin, gobernar para, por y con el pueblo, mientras en otros países se fueron sucediendo gobiernos progresistas ineficaces e incumplidores, o lo que es peor, experiencias letales de la derecha que con el correr del tiempo se han transformado en una variante extrema de perversidad como es el caso de Perú, Argentina, Paraguay, y la lista sigue.

Ahora, en pocas horas más, Venezuela volverá a contemplar la pulseada entre el involucionismo más nefasto y la rebeldía anticapitalista y antiimperialista del bravo pueblo que está dispuesto a volver a reelegir a Maduro. Mientras fronteras afuera la campaña es feroz para convertir en “dictador” a quien es el conductor de una democracia participativa exitosa, la dichosa verdad es la única realidad y viceversa.

Veamos entonces por qué Nicolás Maduro vencerá este 28 de julio: entre otras cosas porque la Revolución ya lleva construidas 5 millones de viviendas, porque a diferencia de épocas pasadas las y los venezolanos actualmente producen el 97% de los alimentos que consumen, porque en medio de un bloqueo tremendo y más de 900 sanciones gestadas por los últimos gobiernos estadounidenses, la producción ha crecido 5,2%, porque se han recuperado más de 20 mil escuelas, se han matriculado 8 millones de estudiantes y se han incorporado al sistema educacional 200 mil nuevos maestros y maestras. No solo eso, sino que gracias al programa “Yo si puedo”, Venezuela es una nación libre de analfabetismo, se han construido más Universidades y escuelas técnicas, donde se han graduado 4,8 millones de estudiantes. En lo que hace a la Salud, se atienden 100 millones de consultas médicas al año, y con el lanzamiento de la Misión Sonrisa, se han arreglado la dentadura 1,5 millones de personas. Ni qué decir del éxito de una de las grandes apuestas de Chávez que Maduro supo honrar; las Comunas, donde gracias a la combinación de voluntad política y conciencia de clase, se han puesto en marcha 150 mil proyectos de las comunidades, lo que significa que el poder para el pueblo no es una quimera sino un logro bien tangible. Más aún: en medio de la recesión económica más brutal que vive Latinoamérica y el Caribe, la proyección de la tasa de crecimiento del Producto Bruto Interno de este año, le da a Venezuela la delantera con 4,0, mientras el resto no pasa de 3,6, y Argentina luce un menos 3,1.

Como bien dicen los jóvenes chavistas “por cada sanción que nos aplican, les respondemos con una solución”. Así se han podido otorgar 91% más de créditos, ha aumentado la producción agrícola, poco a poco y paso a paso se fue venciendo la hiperinflación, que en los peores momentos del bloqueo, las guarimbas asesinas y el jaqueo imperial con la complicidad de la OEA, llegó a trepar al 150 mil por ciento. Y el país no se derrumbó como lo hubiera hecho cualquier otro, incluso aquellos que se dicen super desarrollados. Ni siquiera pudo la pandemia contra la organización y la disciplina de las masas bolivarianas que con su actitud impregnaron de confianza al resto de la población, y cada cual tuvo su vacuna, sin excepciones de ninguna clase, beneficio que llegó hasta los hijos y nietos de esos cuatro o cinco “apellidos” depredadores, de los que recientemente habló Maduro.

Esas y mil razones más son la verdad que se oculta en el exterior, la verdad que cajonean los medios hegemónicos, desde Infobae y La Nación en la Argentina fascistizada e israelizada por Milei, hasta El País y el ABC españoles, o la CNN y sus satélites tergiversadores de la información. Pero la verdad siempre resurge aunque la quieran hacer desaparecer por decreto, por eso vale recordar que María Corina Machado, descendiente directa de una de las poderosas familias no dudó en pedir a gritos a los jerarcas estadounidenses y hasta el propio Netanyahu, el “carnicero de Gaza”, que intervengan militarmente para “echar al dictador”, o que su títere actual, ese tal González, es el mismo que décadas atrás se sumó en El Salvador a los Escuadrones de la Muerte, donde militaba su amigo el embajador venezolano Leopoldo Castillo, y torturaron y asesinaron a decenas de militantes populares.

Este 28/7 el pueblo venezolano, que sí sabe de verdades y tiene buena memoria, no tendrá dudas, y digan lo que digan los peones del imperio, afuera o adentro del país, votará con alegría y esperanza a Nicolás Maduro Moros, el luchador que tuvo coraje y decisión para asumir el reto que le planteó el Comandante Eterno.