Allá en el lugar de los milagros, ahora Lázaro solidarice su parte.


75 años frente a nuestros ojos no han sido suficientes para saber del objetivo final de un mapa desmembrado, cuerpo a cuerpo, niño a niño.

Las bombas ya caen en la cama, pero en esta fracción de tiempo, en la cama de cada quien.

Los últimos de una estirpe irreductible mirando el cielo de duelo ven caer la muerte cara a cara, lo suponíamos.

La tierra tiembla, y se abre en otra parte la culpa, de tanta explosión sorda, sobre la gente abrazada de adiós.

Como las nubes de metal son, relámpagos que vuelan doblando la cicatriz imaginada en la mirada, cuchillos rasgando la lluvia con pólvora y fósforo y clavos que no rebotan en el agua ni en la tristeza tapada con cemento.

En estos campos vejados por la fuerza descomunal de una pandilla miserable de poderosos hay poca salida para la flor, cuando se es huérfano del mundo.

La soledad es está guerra sin ejército, apenas acompañan, algunos amigos personales que mueren ahí mismo en el supuesto campo de batalla, que no es más que un pueblo hecho cementerio.

Ya no puede más el llanto ni la clemencia civil desarmada ni los pueblos desesperados, sumidos en su impotencia.

Que la paz y la tragedia broten un consenso, ojalá fuera la abolición de todos los ejércitos para vernos la cara en la sensibilidad, que no sea este loco espectáculo enfermizo del poder sobre los mejores sentimientos de siempre.

Esta tierra herida, así solitariamente, creo no podrá ser defendida ni liberada. Apenas una fotografía lunar la descripción, en la intuición de su recuerdo

Mientras se dan las condiciones de carne de cañon para otra fe, que antes, dolió su ultraje y no pesa.

Paz a los restos de aquel último voluntario, que dejó todo para irse liviano de equipaje a ser compañero, entre los otros patria o muerte, haciéndose militante de una idea justa.

Que sea lo que tenga que ser, las cartas cayeron en el buzón de la intransigencia global, que esta evidencia atroz del poder no pase por debajo de la mesa, ni por encima de la inocencia civil de la muerte.

Que la cabeza de avestruz, de una humanidad individualizada, licuada en pánico, también sea llevada al tribunal de los pueblos, para ser acusada de genocidio, por cómplice y en sí misma, de lesa humanidad.

Que nadie nos agarre confesados de delación, que la tortura de pueblos enteros no sea la nueva inquisición, que la psicología global del terror no nos vuelva cobardes, y que la muerte de las mejores causas y la lágrima de los últimos seres vivos que nos quedan, no pasen en vano. Y que el Estado Profundo no logre obligarnos a ser esclavos de la decepción y el dinero con base en esta hambre general, anclada en el estómago, el miedo y la ignorancia.

Palestina no estás sola, yo también muero por ti, y muchos de mis pocos amigos, y un abuelo que vende incienso a la entrada del metro con quién hablé un rato, y dos niños que en la concentración gritaban tus consignas y me ofrecieron caramelos, envueltos en tu bandera.

En estos últimos confío primero, ojalá no todo esté perdido para nadie.

Carlos Angulo. Caracas 15 de octubre 2023.

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