Apagones cognitivos y de los otros


31 agosto 2024 

José Roberto Duque | Monte y culebra

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De las cosas gratas que recuerdo de la respuesta popular venezolana al apagón o los apagones de marzo de 2019, rescato una que sobrevino cuando se paralizó buena parte del suministro de agua potable. La respuesta o reacción del pueblo pobre consistió en un acto de memoria: cómo se vivía en Caracas antes de que hubiera acueductos modernos. O lo que es lo mismo: empezamos “de pronto” a recordar o a percatarnos de que el agua no nace en las tuberías sino en la naturaleza. Y entonces se produjo el reencuentro de las personas con los manantiales, los ojos de agua, los chorros limpios que habíamos olvidado.

Este sigue siendo el tiempo de volver a los manantiales, y no solo de agua: ¿de dónde sale la fuerza que destruye o construye sociedades sino de nuestros cuerpos, nuestros cerebros y nuestras ganas?

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Hace poco me invitaron a dar mi opinión acerca de “cómo se combate” la guerra cognitiva a la que estamos sometidos acá en Venezuela, vía bombardeo infofrénico y digitalización de todo. Respondí algunas generalidades de las que procedo a retractarme ahora mismo, porque antes de responder debí definir o delimitar ese concepto que ahora todo el mundo o mucha gente llama “guerra cognitiva”. El ejercicio puede ser tan fácil como definir los elementos o vocablos que componen ese súbito concepto. Y por acá comienza el desperfecto: nos hemos concentrado en lo que significa o sugiere la palabra “cognitiva” y hemos olvidado en qué consiste o de qué se trata una guerra.

Nos ocurrió igual cuando nos acostumbramos a entender que estábamos siendo víctimas de una guerra económica: sabíamos que la cosa era contra nuestra economía, pero nuevamente nos dejamos meter de contrabando la palabra o noción “guerra”. Procedamos a corregir entonces esas tuercas sueltas.

En su acepción más pedestre, una guerra es un evento en el que un enemigo echa plomo para acá y nosotros echamos plomo para allá. En este tiempo de genocidio nos hemos ido habituando también a la idea de lo que es una masacre; el pueblo palestino está siendo masacrado por Israel, así la mediática mundial se empeñe en llamar al conflicto “guerra entre Israel y Hamas”. Cuando uno de los bandos no puede responder proporcionalmente a los ataques que recibe ya eso no es una guerra sino una vil masacre. En Gaza está ocurriendo una masacre.

Masacres fueron también el ataque despiadado contra nuestra economía en 2014-2020 (ya que nunca respondimos ni le hicimos daño al atacante en la misma proporción), y ahora mismo el bombardeo por todos los medios digitales: no hay guerra cognitiva porque nosotros estamos llevando leña, nos están volviendo pedazos la psique y el derecho a saber que vivimos en una realidad, y que la realidad no es “eso” que imponen los laboratorios de guerra sucia. Sería guerra si le estuviéramos causando al enemigo un daño proporcional al que nos están haciendo a nosotros, pero no está ocurriendo así.

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Lo que sí queda en pie es la forma en que deberíamos actuar masiva y colectivamente en busca de la realidad perdida, el país perdido, el planeta perdido, la inteligencia perdida: la desconexión o desintoxicación, la des-digitalización de nuestras niñas y niños es una tarea urgente, como urgente también es entender que muchos de nosotros (adultos politizados, deteriorados y golpeados, pero conscientes de nuestro rol en estas batallas) también deberemos hacer ese ejercicio de limpieza, pero al final de la jornada tendremos que volver a este campo de batalla. A ver si la masacre deja de serlo y se convierte en una guerra de verdad: tú me tiras, yo te tiro. Lamentablemente, huir del territorio donde nos masacran no es una opción.

Las terapias están a la vista: hacer que los muchachos se reencuentren con su cuerpo y con el poder de sus manos liberará también de alguna manera su cerebro, como lo propuso Gino González en esclarecedor análisis: ponerlos y ponernos a sembrar, a reforestar, a fabricar objetos útiles, a jugar con el barro de nuestras casas ancestrales; entregarnos a recuperar gastronomías, juegos cara a cara, a fabricar instrumentos musicales y a reencontrarnos con la música.

No parece haber otra opción en tiempo de apagones eléctricos y apagones cognitivos. Los golpes que nos llevaron a redescubrir manantiales pueden servir también para redescubrirnos más allá del ámbito digital.

También dijo Gino cosas formidables, que tienen que ver con lo mismo, en esta canción de demoledora actualidad:

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