El trapo sucio de la guerra civil.


¿Qué se entiende por guerra civil?
Automáticamente, sin requerir ningún conocimiento formal, pensamos en sectores o grupos de una población que ha permanecido unida mediante lazos sólidos por décadas, siglos o milenios, que se ven enfrentados militarmente debido a diferencias políticas, religiosas, étnicas, geográficas u otras.
Las contradicciones internas son de tal magnitud que llegan al extremo de perderse los afectos, los respetos, las consideraciones hacia los contendientes que usualmente son familiares, amigos, vecinos, conocidos.

Igualmente suele ocurrir que la confrontación no obedece a diferencias u odios entre miembros de la misma comunidad, sino a la intervención de fuerzas externas que obligan o empujan al combate mediante la recluta o la esclavitud militar como son las autoridades del Estado, mandos del ejército, fuerzas paramilitares o caudillos con tropas adeptas o pagadas.

Otra causa de tales eventos nace de la influencia brutal, enfermiza, irracional de medios de comunicación con determinados intereses, que distorsionan las mentes de la población en una dirección determinada para provocar el conflicto armado y sacar provecho de ello.

Muchas son las guerras que derivadas de los casos señalados se han producido en el mundo como la guerra civil española, la de secesión norteamericana, la masacre de Ruanda, la del Congo, etc.

En Venezuela la primera y más conocida guerra civil fue la guerra de independencia que desde mediados de 1810 hasta fines de 1814 venezolanos realistas y venezolanos patriotas se conformaron en ejércitos para acabar unos con otros defendiendo por un lado la monarquía española o por el otro intentando acabar con ella. No fue sino con la llegada de miles de soldados españoles en enero de 1815 al mando del Brigadier Pablo Morillo, que la guerra venezolana dejó de ser choque entre connacionales para convertirse en conflicto internacional.

Al contrario de lo que pretendía el monarca español Fernando VII con el envío de tales tropas dirigidas por “El Pacificador”, la población criolla comenzó a experimentar un patriotismo inexistente antes.
Como señala Laureano Vallenilla Lanz, comenzaron a brotar patriotas con aquella invasión militar, la más grande hasta ese momento en todo el continente, que hizo sumar soldados a los ejércitos patriotas, esta vez sin necesidad de la recluta. Allí terminó la primera guerra civil venezolana para dar inicio a la guerra entre dos naciones, la venezolana y la española.

Durante el siglo XIX hubo otras tantas sin la magnitud de aquella hasta la guerra Federal entre 1859 y 1863 que, pese a su brutalidad y cantidad de muertos, no se desarrolló en todo el territorio nacional. Así transcurrió ese siglo con posteriores combates menores hasta la llegada de Juan Vicente Gómez al poder que mediante diversos métodos violentos y pacíficos, acabó con las montoneras, el guerrillerismo y la violencia civil organizada.

Desde aquellos tiempos hasta hoy no se ha presentado en Venezuela una guerra civil, ni siquiera la protagonizada por la izquierda en los años 1960 y 1970.

Considero que la principal razón de ello es la cohesión del país venezolano iniciado precisamente por Gómez en 1908 y que se fue consolidando en los años posteriores, gracias a un pilar fundamental que nos caracteriza: el orgullo por nuestra historia independentista y por los héroes de aquella gesta, que los hay por decenas, pero fundamentalmente la inconmensurable figura de Simón Bolívar.

El ejército nuestro ha sido visto como heredero de aquellos tiempos y receptor en sus filas de la gente más diversa; desde los apellidos más encumbrados hasta los más humildes. Además de eso, la población venezolana es mayoritariamente católica, no fanática y respetuosa de otras religiones, por lo que no es un tema generador de conflictos. Tampoco las variedades étnicas de la población, tan cambiantes entre una región cercana a otra, son motivo de odios entre sí, sino más bien de alegría, satisfacción, complementariedad, chanza afectuosa.

Pese a las diferencias de clase evidentes en todo el territorio, en Venezuela no ocurre lo que en México, Perú, Chile o Colombia donde el desprecio de las clases explotadoras es infame hacia los pobres. El talante del venezolano, cada vez más cosmopolita y la mayoría de las veces tolerante, ha generado una armonía social entre los seres humanos, pese a los conflictos sociales, laborales y de clase, infaltables en el sistema capitalista.

En Venezuela los conflictos sociales no se han resuelto por significativos medios violentos desde hace décadas.
La prueba que siempre pongo de ejemplo para rechazar esa dañina conseja de la guerra civil, fue el golpe de Estado contra Hugo Chávez el 11 de abril de 2002.

Todos recordamos aquella masa enorme de opositores que venía marchando desde Chuao, arengada por los líderes más perversos de la oposición que pretendían llevar de corderos de sacrificio a su propia gente a Miraflores. De tantos miles que iniciaron la caminata, ¿cuántos terminaron llegando a la Av. Baralt? Fueron unos pocos.

Los que estábamos en Puente Llaguno teníamos un palo en la mano y la cara pintada con labial para diferenciarnos de los opositores con quienes nos enfrentaríamos a puño o cuando más, a palo. Ninguno de los dos bandos se imaginó un desenlace fatal de muertos como el de ese día.

Los opositores, con toda su furia y odio contra el gobierno, no estaban dispuestos a realizar un acto de violencia de esa magnitud para tomar el poder. De seguro a muchos no les importaban los muertos, pero preferían verlo todo desde la comodidad de sus casas. No se quedaron a combatir.

El día 12 de abril, ya con el poder en la mano no hubo una sola manifestación opositora de calle respaldando al nuevo gobierno de Pedro Carmona. Yo no vi a nadie salir a las calles de parte de ellos para cobrar venganza contra los chavistas o los revolucionarios. En mi caso que vivo en zona adversaria, nadie me molestó, ni me llamaron para intimidarme, ni dejaron de hablar conmigo como siempre. No conozco del linchamiento o maltrato a las conserjes de las zonas acomodadas, a los empleados de esos lugares y demás gente humilde.

Por parte nuestra, cuando recuperamos el poder, vi a pocos en Miraflores plantear dirigirnos al este para cobrar venganza. Yo sí quería ir pero solo para que vieran que habíamos tomado las calles y el control total. Esa noche me fui a dormir. Ya el trabajo estaba hecho y todos en paz. Al día siguiente Chávez dijo aquella recordada frase “Vuelvan a sus casas”, con la cual estuve siempre en desacuerdo, porque el pueblo en la calle no es sinónimo de violencia.

Quizá fastidio a los que leen este cuento, pero lo que quiero significar es que el pueblo venezolano no va a protagonizar ninguna guerra civil, a menos que los medios de comunicación lleguen al extremo de saturar a la gente de odio, inquina e irracionalidad que los lleve a volverse locos.

El trapo sucio de la guerra civil quien la ha estado utilizando es el enemigo y lo hace fundamentalmente para frenar el empuje de nuestra lucha. Para que nos privemos en la acción represiva legal por miedo a las consecuencias. Quieren hacernos ver que habrá una guerra civil si se apresa a los guarimberos, si se les combate con la fuerza legal del Estado, si se apresa a sus dirigentes; pretenden intimidarnos divulgando que vendrá una guerra civil si se habla claro desde un lenguaje de izquierda, si se profundizan las medidas revolucionarias necesarias para ir destruyendo el capitalismo.

Ese es el objetivo del trapo sucio. El trapo sucio que a cada momento flamea la derecha y que muchos desde la izquierda han caído en la trampa y también lo pregonan.

Discrepo absolutamente con esa posibilidad. Una cosa es un enfrentamiento entre civiles y otra entre el Estado y mercenarios unidos a grupos radicalizados de la derecha. Eso no es una guerra civil. La mayoría del pueblo venezolano rechaza la violencia venga de donde venga y no estaría dispuesta a salir a la calle a matarse unos a otros.
La única parte del pueblo que saldría a entrompar es aquella que quiere profundizar los cambios y no sería para agredir a los opositores sino para aplastar a los mercenarios o a los invasores que se les ocurra enviar.

Digo más con respecto a eso. Millones de los que votaron por MCM repudiarían una guerra o una invasión extranjera en Venezuela. Creer lo contrario es deshonrar a un amplio sector del pueblo que puede estar equivocado políticamente según nuestra óptica, pero que no es traidor.

Muchos de ellos apoyaron los cambios iniciales a principios de siglo. Algo ha ocurrido para que hayan cambiado. La responsabilidad siempre es nuestra, aunque esté de por medio la acción criminal del enemigo histórico que buscará derrotarnos por los más diversos métodos y uno de ellos es que nos equivoquemos en los diagnósticos para que no actuemos. El trapo sucio de la guerra civil entre venezolanos es uno de esos argumentos que debemos rechazar.

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