Jorge Rachid
Quienes pensamos que la política nacional y popular ha abandonado las utopías desde el inicio mismo de la democracia, rebajando las esperanzas del conjunto del pueblo en las fuerzas políticas que habiendo gobernado, no dieron respuestas a esas expectativas populares, con honrosas excepciones, originando saltos al vacío a través del voto o con acciones masivas tipo 2001, determinados a terminar con una realidad pétrea, que no ofrece salida, en especial a las nuevas generaciones que no logran vislumbrar su futuro en ésta realidad.
Las sucesivas discusiones macroeconómicas llenas de interrogantes a veces indescifrables para el común del pueblo, las respuestas a cada decisión gubernamental se hace con aporte de datos múltiples y confusos, los insultos y denigraciones son habituales como ejercicio discursivo, las rupturas en los alineamientos políticos en partidos y agrupaciones, la frivolidad de las promesas, más una realidad del ajuste que golpea diariamente al conjunto del pueblo, desnudando cada etapa una nueva mentira de campaña electoral, que llegada al poder, se destruye como espejo roto constituyendo un nuevo ingrediente de desilusión, que agrega incertidumbre, alejando la política de los compatriotas.
Un nuevo fracaso político desde lo institucional, genera desazón y rechazo, tanto al gobierno elegido y lejano a sus promesas, fortaleciendo todo aquello que se decía se venía a combatir, desde las castas políticas y económicas, corruptas y ajenas a las necesidades del pueblo, generando un nuevo enojo social al provocar dolor en la comunidad, tan intenso como el que lo llevó a la victoria.
La pregunta es si las viejas recetas que no pudieron, no quisieron o no pudieron torcer una estructura de poder colonizador instalado, pueden llevar una luz de esperanza a una comunidad golpeada por sucesivas crisis, que han atravesado generaciones, sin que la política haya identificado al enemigo en lo macro social y económico. Planteando cuales son las fuerzas en juego en la lucha por el poder, tanto internas, de las élites oligárquicas, como del exterior con expansión imperial, en un marco internacional de una Argentina integrada a una globalización, cada vez más compleja y ahora en las vísperas de una guerra mundial, sin que el pueblo argentino esté informada de la misma.
Sin embargo el nuevo gobierno de una derecha extrema, apela al ideologismo permanente de un fascismo militante, para calificar a los que llama enemigos, desconociendo los términos de la democracia que establece adversarios con los cuales se compite en el ámbito nacional, pero se respeta. En éste caso, ese cuadro ideológico no es contestado con la convicción de los objetivos contrapuestos, mostrando parte de la dirigencia una debilidad doctrinaria extrema en los cuadros políticos opositores del Movimiento Nacional, con las excepciones del caso.
Es que la discusión en nuestro país sobre la validez de una democracia condicionada, está postergada, no así en el mundo en plena ebullición, congelada por la complejidad de una trama urdida por el Consenso de Washington en los inicios mismos del proceso que terminó con las dictaduras cívico militares, pero permitiendo una apertura rígida, condicionada y limitada al Mercado como ordenador social. Todo lo contrario a las utopías estratégicas del peronismo y sus aliados, quienes en forma terminante apuestan al Modelo Social Solidario Biocéntrico, que ubican a los seres humanos y la naturaleza, como ejes de construcción de una Argentina con justicia social.
Sin dudas el Mercado en su extractivismo sin final y lucro permanente, desconoce estos factores en el marco de un capitalismo cada vez más financiero y menos productivo, con sus secuelas de desempleo y desindustrialización, con pérdida de soberanía nacional creciente, un valor que ha sido diluido atacando la memoria e identidad nacional, por las fuerzas que apuestan a la colonización definitiva de la Patria.
En cada ocasión en Latinoamérica, cuando dirigentes populares intentaron políticas heterodoxas, marginando al Mercado como vector político, fueron atacados con dureza por el Imperio que intenta controlar los procesos de desarrollo que comprometan a sus intereses estratégicos. Si la política nacional no enfrenta estas situaciones desde una planificación estratégica, dejará que la iniciativa y la agenda la siga manipulando el enemigo, cuyos intereses concentrados tienen claro el camino de su estrategia de control, en lo estructural socio económico y en forma permanente despliegan una acción de dispersión y fragmentación de las fuerzas populares, cuyas consecuencias están a la vista.
Es que cuando se pierde el horizonte estratégico, todo se vuelve una ecuación pequeña, electoral o coyuntural, de acuerdo a conveniencias políticas de sus dirigentes pero alejadas de los sentimientos y expectativas de la comunidad, expectante ante tantas promesas incumplidas, como decepciones acumuladas, después de depositar esperanzas en forma repetida y fracasada.
Persistir en ese rumbo llevará sin dudas a una nueva diáspora social y una colonización política que llevará a que la Argentina que conocemos, quizás deje de existir como tal, dada la imposición del enemigo EEUU que ha logrado penetrar el marco institucional con un presidente entregado a sus decisiones, cerrando las puertas al mundo multipolar del cual formábamos parte importante a través del BRICS y nuestras relaciones estrechas con el nuevo mundo, que ha construido un nuevo mapa internacional, ajeno a nuestros conocimientos, por manipulación, tergiversación, mentiras y ocultamiento de la información.
La filosofía política nacional y popular que ha legado el peronismo, es una forma de construcción de pensamiento, que lejos de visiones eurocéntricas, que en general responden a espacios e historias lejanas, plantea una concepción americana, mestiza, negra, india, criolla e inmigrante desde una mirada situada en nuestra historia, recuperando las luchas épicas que nos hicieron libres como comunidad, con héroes y mártires, guiados por nuestros Padres Fundadores, que sable en mano inscribieron la Patria Matria Grande, como destino de los Pueblos liberados de cualquier dominación extranjera, como plantean nuestras instituciones fundadoras.
En esa dirección luchar por un destino de liberación nacional en el marco democrático, es plantear despojarse del Consenso de Washington como limitante de la acción política, derrotando los instrumentos de sujeción al Mercado, al alineamiento automático con el colonizador, con la estructuración de la Constitución Nacional del 94 que nos fragmenta. Esa decisión debe darse en un plan estratégico de reconstrucción nacional, con participación de todos los sectores nacionales y con identificación plena ante el pueblo, de los protagonistas de un enfrentamiento que sigue siendo Patria o Colonia.
Esa direccionalidad de la lucha política, permitirá a las nuevas generaciones empoderarse en su propio futuro, construyendo sus propias realidades que les permitan afianzar la confianza en ellos mismos, sabiendo que combaten a un sistema que no les da respuestas, los aísla, los maltrata y les coarta el futuro. Luchar por una causa justa siendo protagonista aunque duela, arriesgue, en conjunto como Comunidad Organizada, es mejor que ser testigo de nuevas decepciones.
Jorge Rachid
CABA, 8de agosto de 2024
BIBLIOTECA
Aristóteles: Política Ed. Biblioteca Nueva
Theotonio Do Santo: Teorías del Imperialismo y la Dependencia Ed. Cienflores
Enrique Dussel: La Estrategia de la Descolonización Cultural Ed. Hecatombe