Relato de un Fraude

Por: Juan Carlos Valdez

Domingo, 04/08/2024

El fraude, como un tipo de delito que se configura a través del engaño para lograr un beneficio personal, requiere un montaje, un escenario con el cual construir una ilusión tan creíble, que supere la capacidad normal de percibir el engaño y así conducir a las víctimas al error.

Desde antes y durante la campaña electoral presidencial de este año 2024, se publicaron muchos supuestos estudios y encuestas que arrojaban márgenes de diferencia abismales entre los dos principales candidatos de la contienda, favoreciendo al candidato de oposición. Tales diferencias en las preferencias electorales ya causaban suspicacia entre quienes nos dedicamos al estudio, investigación y análisis de temas político-sociales; ya comenzaba a olerse el fraude.

De la posible cantidad de votantes y de la distribución de esos votos.

En primer lugar, la diferencia que se planteaba era muy difícil que fuese cierta, y más aún en un clima polarizado, ya que la oposición venezolana perdió muchos potenciales votos a su favor con la diáspora.

Dicho por ellos mismos (voceros de oposición), han emigrado más de 6 millones de venezolanos; de ser cierta esa cifra, más del 90% de esa emigración es opositora. Es natural que así sea, ya que los seguidores de la oposición eran los más permeables a la campaña de que en Venezuela «no había futuro», y había que irse para poder sobrevivir.

Al menos 5 millones de opositores votantes están fuera de Venezuela, y no pudieron votar porque la gran mayoría de ellos están en un estatus de ilegalidad en los países en que se encuentran. Cabe resaltar que la prohibición de que los ilegales que se encuentren en el país anfitrión no puedan votar en nuestras embajadas, no es nada nuevo; siempre ha sido así. Eso tiene su razón de ser en el hecho de que ningún país anfitrión permitiría que, desde las embajadas acreditadas en su territorio, se incentive de alguna manera la inmigración ilegal.

El punto es que, de arrancada, la oposición contaba con alrededor de 5 millones de votos menos a su favor.

En el año 2013, en las elecciones presidenciales en que Capriles Radonsky se enfrentó a Nicolás Maduro, luego del fallecimiento del presidente Chávez, la oposición sacó la mayor votación alcanzada por ellos en los últimos 25 años (hasta el sol de hoy), obteniendo poco más de 7.3 millones de votos; y no se había ido nadie del país para ese momento. Otro dato importante que debemos tomar en cuenta es que el registro electoral en ese momento era de casi 19 millones de electores, y el registro electoral actual es de poco más de 21 millones de electores; vale decir, el aumento en la cantidad de electores inscritos es de poco más de 2 millones de votos, y no se puede afirmar que esos 2 millones de votos sean todos opositores. Ya con esto y la abstención histórica venezolana, los números no favorecían a la oposición. No obstante, la oposición daba por hecho que el descontento y la decepción de una importante parte del chavismo votaría por ellos; ya que en sus encuestas preguntaban: ¿Considera usted que el presidente Maduro debe salir del Gobierno? Y muchos de los chavistas molestos o decepcionados respondían afirmativamente a esa pregunta. Lo que no captaron los encuestadores es que en la mente de esas personas no estaba la posibilidad de que el sustituto del presidente Maduro fuese María Corina Machado o Edmundo González, y ninguno del actual liderazgo opositor.

Luego María Corina dijo que iba a abolir el Socialismo en Venezuela, y los chavistas entendieron -porque no hay otra manera de entenderlo- que, para acabar con el socialismo en Venezuela, tienen que acabar con los socialistas, y una persona que pidió invasión para su país, no le tiembla el pulso en exterminar físicamente a quienes considera sus enemigos. Después ofreció privatizar TODO, con lo cual logró que todos los chavistas cerraran filas. Aunado a ello, se peleó con todo el resto de la oposición.

Verificado que numéricamente sus posibilidades dependían del descontento chavista, pasaron a la siguiente fase, que era más fácil cumplir.

Marketing y sensación

Esta oposición, más favorecida por el voto opositor, es la que maneja mayores recursos económicos y desplegó una enorme ofensiva de «marketing político» sobre sus seguidores para generar una efervescencia en ellos, sobre la base de un triunfalismo que les hicieron creer, que era incuestionable e irrebatible su triunfo electoral.

Esos seguidores, a quienes en varias elecciones pasadas les dijeron que no debían ejercer el voto – el más reciente llamado a no votar fue en las elecciones presidenciales del 2018-sintieron que este sí era el momento de «salir del régimen», y vieron mucha gente opositora en las colas de la mañana del 28 de julio. Era lógico que las vieran, porque antes no salían a votar por orden de quienes ahora los llamaban a votar.

Esos opositores alegres y eufóricos, que estaban convencidos de que era «imposible» que perdieran las elecciones, más aún cuando «a Maduro no lo quiere nadie» -gritaban-, serían luego, por la frustración y el odio, la principal arma de un plan muy bien concebido desde mucho antes de las elecciones.

Activación del plan insurreccional

La primera fase del plan, la más fácil, ya estaba concretada: hacerle creer a sus seguidores que era «imposible» perder las elecciones.

La segunda fase, consistió en hacer esfuerzos para frenar la realización normal de los comicios; sabotear las elecciones, hacer más lento el proceso y crear zozobra.

A pesar de los ataques cibernéticos, el presidente del Consejo Nacional Electoral (CNE), la misma noche del 28 de julio, dio los resultados parciales con el 80 % de las actas totalizadas, con tendencia irreversible, dando ganador al candidato Nicolás Maduro Moros.

Como era de esperarse, el sector de oposición que tenía el plan insurreccional montado, cantó «fraude».

Pero como no fue 100% efectivo el ataque cibernético al órgano electoral, el candidato opositor tenía que hacer una declaración pública, con sólo el 30% de las actas que tenían, decir que habían ganado con el 70% de diferencia en toda Venezuela.

Comienza a verse las costuras de las mentiras y la manipulación, cuando Omar Barboza dijo que sólo tenían el 30% de las actas, ´luego María Corina Machado dijo, primero, que tenían el 100% de las actas, para después decir que tenían el 40% y finalmente Edmundo González leyó, como siempre hace, que no tenían la totalidad de las actas. Hasta el periodista de CNN que escuchó las declaraciones de María Corina Machado, se asombró que, con el 40% de las actas, se atreviera a decir que ganaron con el 70% de los votos en todo el país. Estos detalles no los percibe un opositor eufórico y enardecido, cuando antes le han dicho que le robaron las elecciones.

La tercera fase del fraude, ya sabiéndose perdidos, requería de los efectos de la segunda fase, y se logró.

Una trampa en la que cayó parte del chavismo y toda la oposición no insurreccional.

Cuando comenzaron a reclamar que el CNE no publicaba las actas de escrutinio, mentían y manipulaban la verdad.

Lo primero es que el CNE no publica actas, publica resultados y la Ley Orgánica de Procesos Electorales le otorga 30 días para publicar los resultados, luego de la proclamación (art. 155).

Las actas son comprobantes que le quedan a todos los partidos políticos que hayan participado en el proceso y se le entrega a sus testigos.

Cuando el presidente del CNE, quien es el funcionario con la autoridad legal para dar la información, dio los resultados de la totalización del 80% de las actas, con tendencia irreversible, lo que hizo fue PUBLICAR los resultados generales. Entiéndase que PUBLICAR es hacer público una información, independientemente del medio utilizado.

El aspaviento y la sampablera que generó María Corina Machado cuando cantó Bingo sin haber hecho ni cuatro esquinas, agarró por sorpresa a muchos que vieron «lógico y necesario» que el CNE debía «cuanto antes» publicar las actas (ya aquí debió estar clara la manipulación, pero nadie lo notó).

Los que han utilizado el ejemplo del Bingo para decir que el CNE tenía que mostrar «el cartón», parece que no han jugado Bingo, porque el que debe mostrar el cartón es «EL JUGADOR QUE CANTA BINGO», no el casino. El CNE sería el casino, porque no apuesta en el juego, y el CNE ya había mostrado los resultados que favorecían a uno de los jugadores. La otra parte cantó bingo, pero hasta hoy, se ha negado a mostrar el cartón, pero pareciera que algunos le creen más al jugador que canta bingo sin mostrar el cartón que a los resultados oficiales del órgano electoral.

Por otra parte, aquellos que insisten en que la publicación detallada de los resultados despejaría cualquier duda, soslayan algo de debía ser evidente para ellos y para todos los que hemos participado en muchos procesos electorales: más del 95% de los venezolanos, votamos y nos vamos a nuestras respectivas casas a esperar que el CNE PUBLIQUE los resultados generales. Esa enorme mayoría de venezolanos no tienen idea de cómo se distribuyeron los votos en su mesa de votación, no saben quienes eran los testigos de las mesas y menos saben como firman los miembros de las mesas y los testigos; de manera, que lo que publique el CNE, es igual para casi todos los venezolanos, porque no tenemos como decir que no fue así.

Lo de la publicación detallada de los resultados no es otra cosa que un trapo rojo, para mantenernos distraídos culpando al órgano electoral de la violencia; cuando la violencia es una acción de la oposición a quien, increíblemente, no le piden que muestre todas las actas que prueben su triunfo y con ellas ejercer el recurso legal que a bien quieran hacer y todo se resolvería en paz y dentro del marco legal. Pero eso no va a pasar porque la verdad es que han cometido un fraude, nuevamente, en contra de sus seguidores y por eso pretenden seguir «hasta el final».