El que abandona todo por ser útil a su patria, no pierde nada y gana cuanto le consagra.
Simón Bolívar
02/08/2024.- El pasado domingo 28, día del natalicio del comandante Chávez, a pesar de los rumores sabatinos, todo prometía normalidad en la plaza Los Liceos (oficialmente denominada Aristóbulo Istúriz), al norte de la avenida Fuerzas Armadas, parroquia San José. Al fondo del sitio de esparcimiento de los liceístas del Rafael Urdaneta y el Santos Michelena, los comunicadores del Gabinete Cultural de la parroquia ubicamos nuestro centro de operaciones, para reseñar la jornada electoral 2024, con entrevistas a electores y comentarios sobre el desarrollo del evento.
Partiendo de anteriores faenas similares realizadas en esos espacios estudiantiles —donde sufragan entre los dos liceos más de diez mil personas—, nos sorprendió que ya un poco después del mediodía se hubieran esfumado las prolongadas colas que habían congestionado las calles durante la mañana.
Por la vestimenta de numerosos adversarios al «rrrégimen», ataviados con franelas blancas, inferimos que la línea de ellos era votar temprano y dejar a los líderes locales monitoreando el lugar, por lo cual fue activada la «operación remate», anunciada oportunamente por el presidente Nicolás Maduro, y pronto vimos llegar a motorizados con más electores, portando camisas rojas…
En nuestro improvisado «buró», teníamos prevista una agenda que estipulaba la elaboración de varios contenidos para el día siguiente, sobre el desarrollo de la jornada, pero el enrarecimiento del ambiente con la presencia de las franelas blancas nos hizo captar mejor la realidad, por lo cual procedimos a cambiar de pauta. Los nubarrones estaban a la vista. Ipso facto, nos colocamos al frente del teclado para ponernos a tono con la tormenta en ciernes. La nostalgia nos atrapó: oímos el canto zamorano, el Himno de la Federación: «El cielo encapotado anuncia tempestad», pero que también anuncia libertad.
El momento fue propicio para trasladarnos al año 2008, cuando vivimos meses como activistas en el pueblo de Santa Inés, donde abrimos los micrófonos de La Voz de Santa Inés, una emisora comunitaria que formó parte del proyecto Eje de Desarrollo Endógeno Boconoíto-Puerto Nutrias, a cargo de Palmaven, una filial de Pdvsa.
A pocos segundos de aquel gran sueño, nos activaron los primeros cacerolazos. Horas después, supimos que nuestros «burós» en la plaza Los Liceos habían sido arrasados por las turbas encapuchadas, que también derribaron el monumento dedicado al profesor Aristóbulo Istúriz. Lo secuestraron, tal vez para mostrarlo como trofeo de guerra ante sus jefes terroristas. Buenos dólares les pagarían por la figura del Negro de Curiepe, que vivió años en la parroquia San José.
Y dale con la nostalgia: recordamos, también, los cánticos rebeldes que entonábamos en nuestros años de liceístas, encarcelados en los sótanos de la Digepol, la policía política del puntofijismo, que desapareció a miles de compatriotas por solo mostrar rechazo al sistema depredador y proimperialista del puntofijismo.
En los calabozos, entonábamos La Internacional comunista, La joven guardia, La varsoviana, Caracas la Roja y el Himno Nacional, pero siempre se entonó el himno zamorano, porque se trataba de «un canto hecho bajo el espíritu emocionado y efervescente de un pueblo en victoria…», como escribió el profesor Ignacio Barreto.
Apunta Barreto:
Bajo ese trepidante canto, las tropas de Ezequiel Zamora corretearon a los godos, desde la tierra barinés hasta los Andes, el 10 de diciembre de 1859, hace ya 164 años. Se trata de una canción imponente que los soldados liberales cantaban antes de ir al combate y que el efecto (sic) psicológico de esta era abrumador, también para los oponentes, que se aterrorizaban cuando los pobladores de los pueblos por donde ellos pasaban les empezaban a corear: «¡Oligarcas, temblad! ¡Que viva la libertad!».
La promesa de la inhabilitada
El lunes 29, no tardaron en aparecer las escenas que ya el pueblo venezolano está acostumbrado a ver dolorosamente después de cada proceso electoral, durante los 25 años de la Revolución Bolivariana. Muchas imágenes han quedado grabadas en nuestra memoria, sucedidas en este relampagueante comienzo de semana que ha impactado a la población, a propios y a contrarios, impávidos ante la furia de los comanditos de la clase social de los apellidos, como la inhabilitada lo había prometido.
Una dramática imagen de una muchacha gritando a voz batiente, rodeada de encapuchados. Cambió de imagen con la toma de un enjambre de saqueadores vaciando un quiosco de venta a la entrada de un centro comercial de La Guaira. Seguidamente, la chica, que segundos antes gritaba a favor de la derecha, gemía desesperada ante el asalto de su negocito por acción de sus propios compinches, los comanditos que ella aupaba. Sin duda, es un drama que mostraba en segundos lo que parecía a simple vista una contradicción de clase social. No. Se trataba de la incoherencia de jóvenes que no han entendido el proceso que vive el país, porque ella es una emprendedora que se abrió paso con la ayuda del gobierno, igual que los habitantes de los edificios entregados a múltiples comunidades de bajos recursos por el gobierno nacional. En la avenida Libertador, los vimos tocando cacerolas contra el presidente que le había entregado buenos y decentes apartamentos. «Así paga el diablo», dijo alguien que grababa la insólita escena.
Esa película la hemos visto varias veces, como cuando aquel Capriles Radonski (en 2013) mandó a sus seguidores a descargar la rabia contra los CDI y Simoncitos, tras haber perdido las elecciones frente a Nicolás Maduro. Así han seguido otros absurdos pasajes de nuestro proceso bolivariano que convocan a la reflexión, a la necesidad de impulsar y fortalecer la educación en todos los niveles, además de magnificar el Frente Francisco de Miranda, para redoblar la formación de sólidos cuadros políticos.
Es necesario que se entienda de una vez que estamos ante una lucha de clases, cual motor de la historia, como la definiera bien clarito el barbudo Carlos Marx, hace ya más de 176 años.
Maduro, resiste, que el pueblo se levanta, derrotando al terrorismo y a la intolerancia…
El pueblo
Ángel Miguel Bastidas G.
Fuentes de consulta:
Francia, N. (2002). Puente Llaguno: hablan las víctimas. Caracas: Publicaciones Monfort, C. A.