¿Pasó algo o no pasó nada?


Profecías autocumplidas de ayer y hoy (+Clodovaldo)
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31 / 08 / 2024

Un agente de la CIA —que ya debería estar jubilado— lanzó su pronóstico el 27 de agosto: si mañana no pasa nada, Maduro habrá ganado la pelea; pero si pasa “algo” (sea lo que sea, apuntó), comenzará su caída.

Se refería a la concentración opositora pautada para “celebrar un mes de la clamorosa victoria” de Edmundo González Urrutia, supuestamente ocurrida el 28 de julio.

Bueno, el 28 de agosto no pasó casi nada, porque la megamarcha convocada por María Corina Machado terminó siendo una micromarcha en la que lo único noticioso fue que la señora oligarca se dio cuenta —como quien tiene una epifanía— de lo bonito que es el Gloria al bravo pueblo. Sin embargo, ese día hubo un ensayo de apagón nacional, que luego cristalizó, pasadas las 4 de la madrugada del viernes 30.

Cuando el país amaneció a oscuras, resonó la profecía del añoso operario del recontraespionaje. Quienes la habíamos leído no pudimos evitar imaginarnos al antediluviano murmurador dando (como buen bufónido) saltitos de alegría y gritando: “¡Pasó algo, pasó algo, se fregó Maduro!”.

Al margen de estas escenas de los prototípicos personajes la picaresca opositora (en este caso, el vejete hablador de gamelote que alimenta el mito de sus fuentes ultrasecretas y de su fino olfato político), vale la pena reflexionar sobre las asechanzas que se ciernen de manera creciente sobre el país, aunque estas sean parte de un libreto ya ajado de tanto leerlo y ensayarlo.

Lo primero que resalta en el vaticinio del senil traficante de chismes es el carácter genérico del suceso que anticipa: “algo”. Se trata de una ambigüedad que él mismo subraya al apuntar que puede ser cualquier cosa.

¿Por qué tanta imprecisión? Tengamos presente que los tahúres siempre usan un lenguaje difuso, anfibológico, ambivalente porque eso deja un amplio margen a la interpretación. Cuando el horóscopo dice que te ocurrirá un “suceso con perro”, puede ser desde que te ataque un pitbull y te mande a terapia intensiva, hasta que pises una plasta en la acera o que te comas un perrocaliente en la calle del hambre. Incluso el legendario Nostradamus recurrió a ese truco de decir muchas cosas sin decir nada concreto. Pero, más allá del asunto estilístico, estos profetas del escualidismo furioso hablan así porque saben que el repertorio del poder imperial para desestabilizar países rebeldes es muy nutrido y nunca se detiene. En su caja de herramientas se puede encontrar de todo.

Los manuales de la CIA y sus derivados para tumbar gobiernos abarcan desde poner francotiradores a disparar contra los propios seguidores de la oposición, hasta montar un concierto humanitario para luego entrar a saco en el país-objetivo, pasando por magnicidios, golpes de Estado clásicos, olas de desórdenes en focos urbanos, asesinatos selectivos, sabotajes varios y ataques de pulso electromagnético. Todos esos “algo” han sido pronosticados por lumbreras como el rancio soplón al que hemos estado mentando.

Algunos de esos elementos saben lo que va a ocurrir, no porque tengan facultades paranormales, sino porque están participando en la movida. Son las típicas profecías autocumplidas, como cuando un padre maltratador le dice al hijo: “Esta noche te vas a acostar aporreado” y, al poco rato, le da una golpiza y dice: “¡Viste, te lo dije!”.

Miénteme una eternidad

Casi todos esos “algo” son tremendamente dañinos para el país y su población, incluyendo acá a los que votaron por la derecha y a los que no votaron. Pero, como los iluminados aseguran que “lo que va a pasar” marcará el principio del fin —¡esta vez sí!—, buena parte de las víctimas aplauden ese “lo que sea”.

El trabajo de estos pronosticadores de desenlaces victoriosos (para el antichavismo patológico) se hace sencillo porque su público quiere —desesperadamente— creer en las etéreas profecías que ellos lanzan. Como en aquel bolero que cantaron con maestría Olga Guillot y Lucho Gatica (referencia sólo para viejitos chochos), la gente se ha dedicado a vivir de sus mentiras; sabe que le mienten “al besar y al decir te quiero”, pero prefieren ese sentimiento falso porque peor es el desconsuelo y la soledad de un liderazgo vacío. “Mas si das a mi vivir la dicha de tu amor fingido / miénteme una eternidad, que me hace tu maldad feliz / Y qué más da, si la vida es una mentira”, expresa la letra rompepecho del mexicano Armando Domínguez Borrás, “el Chamaco”.

Entonces, no importa cuántas veces se hayan pelado antes, los augures opositores siempre tienen público a que los replique… Así cualquiera cultiva fama de tipo bien dateado.

Los ecosistemas en los que se mueven personajes como el decrépito agente (insisto en su edad porque se le menciona como ficha de la inteligencia gringa desde que era un mozalbete, en los años 60) favorecen mucho la propagación de cualquier rumor, por estúpido que parezca. También son caldos de cultivo apropiados para que se develen secretos conspirativos verdaderos.

Sea en los lugares de cotilleo del este de Caracas o en los mentideros de Miami, se mezclan las patrañas de los cuentacuentos de oficio con las infidencias y delaciones de los que sí están metidos en algún complot y, por ser demasiado pantalleros, no pueden mantenerse con el pico cerrado.

En todo caso, los pronosticadores mediáticos y enredáticos no hacen otra cosa que imitar a los líderes partidistas en su actitud bocona y su complejo de superioridad. Cuando María Corina Machado dice que obligarán al gobierno a negociar porque “le vamos a cortar la luz y el agua” (tras lo cual ocurre un gran apagón), no está demostrando dotes de pitonisa, sino exponiendo públicamente parte de los planes que ella y el poder imperial tienen en agenda.

Es lo mismo que prometía aquel señor poseso a las puertas de la embajada de Cuba en abril de 2002 (“Ustedes se van a tener que comer las alfombras…”); es lo mismo que decía Juan Guaidó ante el primer apagón de 2019 (“La luz volverá cuando cese la usurpación”); y es lo mismo que gritaban los desaforados que salieron a linchar chavistas el 29 de julio. Son las profecías autocumplidas de ayer y hoy que —hasta ahora y por fortuna— han sido derrotadas una y otra vez.

(Clodovaldo Hernández / LaIguana.TV)

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