Por Jorge Majfud | 02/10/2024 | América Latina y Caribe, EE.UU.
Fuentes: Rebelión
Once minutos después de despegar, en el avión Douglas DC-8 explotó la primera bomba debajo del asiento de una niña de nueve años.
―We have an explosion aboard… ―informó el capitán―. We have fire on board! We have a total emergency!
Pérez Pérez logró controlar la nave que comenzaba a perder presión. Con un solo motor, logró dirigirla de vuelta al aeropuerto de Barbados, mientras la cabina se llenaba de humo. Los pasajeros, en pánico, no lo supieron, pero el capitán Pérez estuvo a minutos de resolver el problema.
Una segunda bomba, la que había colocado Lozano en uno de los baños, explotó arrancándole la cola al avión. La nave apuntó hacia el cielo y ascendió de forma vertical. La torre de control le gritó al piloto que eso era una mala idea, sin saber que el piloto ya había perdido el control. Algunos pasajeros cayeron al mar. Luego la nave se precipitó como una flecha sobre el mar con el resto de los pasajeros.
En Cuba, el padre de una de las atletas, apenas supo de la noticia se fue a la montaña y allí pasó toda la noche. Otro permaneció en el aeropuerto de La Habana por una semana, convencido de que en cualquiera de los vuelos iba a aparecer su hijo. La prometida de uno de los campeones subió a su cuarto y no volvió a bajar por diez años. Otro campesino rechazó la compensación económica ganada por un abogado a la empresa aseguradora de Canadá. En Guyana, atormentado por la pérdida de su hijo y el sentimiento de culpa, el padre de Raymond se recluyó en su biblioteca y no salió por una semana.
Minutos después de las explosiones, Freddy Lugo llamó a Orlando Bosch para reportar sobe el éxito de la operación:
―Se cayó la buseta por el precipicio con todos los perros adentro ―dijo.
Minutos después tomaron un taxi. Los hombres tenían acento venezolano, recordó el taxista que pudo ver sus rostros en el espejo retrovisor. Hablaban de algo importante y se reían con ganas.[1]
La policía de Trinidad arrestó a Herman Ricardo y Freddy Lugo. Ricardo, empleado de la agencia de seguridad de Posada en Venezuela, admitió que él y Lugo habían colocado las dos bombas en el avión. También reconoció que Luis Posada y Orlando Bosch habían planeado el atentado.
El 15 de octubre, luego de siete días de duelo nacional, un millón de personas llenaron la Plaza de la Revolución. En su discurso, Fidel Castro recordó que desde 1959, 51 vuelos de Cubana habían sido saboteados y secuestrados. Este sería, por décadas, el peor atentado terrorista contra un vuelo en el hemisferio:
―No podemos decir que el dolor se comparte ―dijo―. El dolor se multiplica.
―El terrorista es él ―respondió Posada Carriles, mirando las imágenes que llegaban desde La Habana.
Orlando García, jefe de seguridad del presidente Andrés Pérez, y Ricardo Morales Navarrete (ambos exiliados cubanos), habían asistido al coctel de bienvenida de Bosch a Caracas. Según recogió un documento de la CIA, tanto García como Morles mencionaron que, en la multitudinaria reunión, Orlando Bosch se había atribuido el atentado de Washington contra Letelier, algo de lo cual no se cansaría de negar en público.
―Fue un acto heroico ―declaró Bosch sobre el derribo del avión, ante un tribunal de Caracas.
―Los combatientes cubanos hicieron un acto revolucionario ―declaró Ricardo Lozano frente a las cámaras de televisión.
―Fue una acción heroica ―insistió Orlando Bosch, sacudiendo su índice derecho con ansiedad, rodeado de periodistas en un pasillo que conducía al tribunal―. Como usted sabe, la guerra es una competencia de crueldades.[2]
Más tarde, Bosch se negará cada vez que sea interrogado sobre el incidente, “porque eso es ilegal en Estados Unidos” y lo justificará siempre, por tratarse de “una acción contra combatientes, porque todos son combatientes”.
―Guillermo e Ignacio Novo lo hicieron― dirá Bosch en la entrevista con el periodista Blake Fleetwood en la cárcel de Caracas― Todo fue planeado por la DINA de Chile.
Luego de un tiempo, la CIA comenzó a sentirse incómoda por la cantidad de atentados fuera de control de sus agentes cubanos.
Fleetwood llamó desde Caracas al fiscal Eugene Propper, a cargo de la investigación del FBI. Propper no era muy optimista. Rara vez un atentado con bomba se resolvía. Luego de unas horas, Propper llamó al periodista de nuevo:
―La CIA ya le había informado de todo a la policía secreta de Venezuela… Creo que están detrás de ti. Estás en peligro.
―Entonces, ¿qué hago? ―preguntó Fleetwood, con seis horas de grabaciones con Bosch y Posada Carriles en la mano―. ¿Debo ir a la embajada de Estados Unidos…?
―No, al contrario ―dijo el agente del FBI―. Me temo que tendrás que resolverte solo y ver una forma de salir de ahí.[3]
A la policía venezolana no le costó mucho localizar a Orlando Bosch y a Posada Carriles. Hasta no hacía mucho, lo difícil era arrestarlos, pero desde su entrega del camarada Orlando Bosch en febrero, Posada Carriles no había recuperado su puesto en la CIA. Lo había intentado una vez más el mes pasado, informando a la misma agencia de un inminente atentado contra un vuelo de Cubana por parte de un grupo de exiliados cubanos, pero tampoco lo había logrado. A diferencia del supuesto plan para matar a Kissinger en Costa Rica, esta vez la CIA no actuó con la celeridad necesaria, sino con calculada torpeza, como suele hacer.
Sin la invaluable protección de la CIA, Bosch y Posada Carriles debieron recurrir a la red de servicios secretos de otros países, como Chile y Venezuela, pero esta complicidad tenía grietas. El jueves 14, la policía de Venezuela arrestó a Posada Carriles y Orlando Bosch.
El viernes, los detectives interrogaron a Posada Carriles:
―Yo no tuve nada que ver con eso, chico ―dijo.
―¿Usted condena el atentado?
―Yo nunca haría algo así, pero no condeno nada.
―¿Aunque mueran inocentes?
―A veces pagan gente inocente por estar en el lugar equivocado.
Orlando Bosch repitió casi las mismas palabras.
―Soy inocente, pero no condeno nada que conduzca a la caída del régimen de Cuba. Los terroristas son ellos.
―Entonces, usted no se considera un terrorista…
―De ninguna manera, chico.
―¿Cómo se define?
―Soy un combatiente.
―Los combatientes se enfrentan a otros combatientes…
―En una guerra total, no hay civiles.
―¿Considera a los pasajeros del vuelo 455 combatientes?
―Todos son combatientes.
Cuando el presidente Andrés Pérez se enteró de la temeraria entrevista de Fleetwood en la cárcel de Caracas, ordenó su detención, pero la DISIP no alcanzó a impedir que tomase el próximo vuelo a Estados Unidos. Lo estaba esperando el fiscal Propper, quien le pidió una copia de sus grabaciones para usarlas en su interrogatorio de Guillermo Novo. Al mismo tiempo, el presidente Pérez acusó a Fleetwood de ser un agente de la CIA.[4]
En Miami, la iglesia católica organizó vigilias y oraciones por la liberación de Orlando Bosch. El gobierno venezolano le ofreció dos veces a la embajada de Estados Unidos la extradición de Orlando Bosch, pero Washington rechazó la oferta. Bosch admitió ante los investigadores venezolanos que él había participado en el atentado contra el avión cubano, pero el gobierno trasladó su juicio a un tribunal militar y Bosch fue declarado inocente, excepto de falsificar documentos de identidad.
El vuelo de Cubana 455 fue el primero de la historia de la aviación civil derribado por un atentado terrorista y el que más vidas costó en el hemisferio, hasta el 11 de septiembre de 2001.
En Miami, el propietario del semanario Réplica, el cubano Max Lesnik, fue uno de los pocos que se atrevió a denunciar el acto terrorista contra el vuelo Cubana 455.
―Luis Posada Carriles y Orlando Bosch lo planearon todo ―dijo Lesnik, años después―. Denuncié este acto terrorista mientras la extrema derecha de Miami lo aplaudía.[5]
El semanario Réplica sufrió siete atentados con bomba hasta que fue obligado a cerrar definitivamente en 2005. Nadie fue nunca detenido por estos actos a pesar de que, según la investigadora Ann Louise Bardach, un agente del FBI reportó que, sin que él lo supiera, había rescatado a Lesnik muchas veces de ser asesinado.[6]
Todo en nombre de la libertad de prensa que «no existe en Cuba».
Del libro 1976. La capital del terrorismo (2024)
[1] Alan McPherson. Ghosts of Sheridan Circle. How a Washington Assassination Brought Pinochet‘s Terror State to Justice. University of North Carolina Press, 2018, p. 110. (Omang, “Terrorist Plot,” A17.)
[2] ‘By All Means at Our Disposal’ Orlando Bosch.” YouTube, 28 de abril de 2011, www.youtube.com/watch?v=E-om6WubPhk.
[3] Alan McPherson. Ghosts of Sheridan Circle. How a Washington Assassination Brought Pinochet‘s Terror State to Justice. University of North Carolina Press, 2018, p. 110.
[4] Branch, Taylor & Eugen Propper. Labyrinth. Penguin, 1983, p. 217.
[5] Salim Lamrani, “Conversations with Max Lesnik “, Études caribéennes, 7 de julio de 2021.
[6] Bardach, Ann Louise. Cuba Confidential: Love and Vengeance in Miami and Havana. United Kingdom, Knopf Doubleday Publishing Group, 2007, p. 111.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.