O quítate tú pa ponerme yo (I)
31/10/2024.- Mediante la seguridad colectiva y el desarme militar y naval, se previó evitar en ese momento la Segunda Guerra Mundial, creando en 1920 la Sociedad de Naciones en la Conferencia de Paz, en París. No obstante, las violaciones secretas —y no tan secretas— de los principios para preservar la paz, el colonialismo y canibalismo entre países fueron creando la desconfianza entre los miembros.
Ello desencadenaría —hasta la actualidad— el conflicto más torpe y fatal de la historia: la Segunda Guerra Mundial. Entre 70 y 85 millones de muertos y dolores colaterales, fue el costo de querer, arbitrariamente, por las armas, adueñarse fascistamente del mundo. Más de la mitad fueron civiles que seguramente nada tenían que ver con esa ambición. Sin embargo, la historia demuestra que la firmas no han sido límites para detener la desconfianza y manipulación de necesitar ser hegemonía mundial. Todo el pensamiento occidental, casi de cualquier índole política y económica, está asociado a su origen, ese de que todos los caminos conducen a la Roma imperial. El viejo truco del escapulario ajeno, la mentira como verdad y las acciones de bandera falsa han posibilitado tomas del poder, teniendo como trasfondo la egocéntrica envidia, las contradicciones políticas del modelo y la hipocresía como sentimiento espía.
Estados Unidos tardó bastante tiempo en incorporarse a la Segunda Guerra Mundial, mientras al margen hacían sus negocios de siempre con el mejor postor. A conciencia, retardaron el momento para entrar por la orilla de los acontecimientos a la guerra, buscando minimizar los daños irreparables a su imagen y garantizar los mejores beneficios económicos. Esto hasta que fueron obligados, en la mañana del 7 de diciembre de 1941, debido al ataque japonés a Pearl Harbor. A la vez, la Unión Soviética se echaba al hombro el enfrentamiento mayor contra el fascismo hitleriano.
El ejército que liberó París, desde el desembarco en Normandía, siguió la ambición de las cartas bajo la manga. Fue el proyecto imperial secreto que dio lugar a la ruta conocida luego como La Voie de la Liberté (Liberty Road). Esta ruta conmemora el avance de las fuerzas aliadas occidentales desde el Día D, junio de 1944, en su mayoría con personal militar de EE. UU., Inglaterra y Canadá.
Durante la operación Overlord, las fuerzas aliadas occidentales llevaron a cabo el mayor asalto anfibio de la historia en cinco playas a lo largo de la costa de Normandía. Simultáneamente, fueron esperadas las tropas aliadas occidentales por cuarenta mil soldados alemanes, protegidos en fortalezas de hormigón, búnkeres, nidos de ametralladoras, estacas de madera, erizos checos, minas y enormes obstáculos antitanques.
Aspirando el plenilunio antes del amanecer, entre la bajamar y la pleamar, el tiempo no fue el esperado. La lluvia arreció, la nubosidad causaba dificultad a los bombarderos y visibilidad a los búnkeres, ralentizando el éxito de la operación. El asalto aéreo transportado por 1.200 aeronaves anticipó el desembarco anfibio de unos 5 mil barcos. A Francia cruzaron 16 mil soldados por el canal de la Mancha. A finales de agosto, más de tres millones de soldados aliados de Occidente pisaban suelo francés. Ante la emboscada alemana, se narra que los soldados aliados caminaban sobre sus mismos muertos. Las cifras, unos 4 mil 440 soldados aliados murieron y 5 mil 800 soldados fueron heridos o desaparecidos. En el período completo de la batalla de Normandía, del 6 de junio hasta agosto de 1944, murieron 53 mil 700 soldados aliados y 18 mil fueron capturados o desaparecidos. Aun así, los aliados occidentales lograron pasar hasta Alemania. Mientras, la Unión Soviética en el frente oriental hacía lo mismo, pero con la diferencia abismal de un enemigo masivo y pertrechado en los diversos campos de batalla, infligiéndoles a los soviéticos 8 millones 668 mil 400 bajas, y 4 millones 459 mil desaparecidos.
El desembarco en Normandía, siguiendo lo estimado, se extendió hacia París, marcando la liberación de la región y el plan a futuro del destino en el mundo de los Estados Unidos. Esta ruta de la muerte, reculando alemanes, al poco tiempo de terminada la guerra, se sumó al gran mercado turístico, que junto a la propagandística de la invicta guerra occidental del nuevo superhombre blanco «americano», que obviaba el esfuerzo soviético, masificaba comercialmente las canciones tristes sobre el holocausto para lograr adeptos. Se documentaron en películas los cuerpos maltratados por el fascismo que impactaron en el amor por los nuevos mesías, cementerios especiales para los soldados muertos, museos de lo impresionante de la guerra, símbolos monumentales alusivos a la victoria por la libertad del mercado y eventos conmemorativos, que siguen generando al año suntuosas ganancias al Estado liberado y a la heroicidad del sistema capital.
El invierno europeo fue especialmente duro en 1944-1945, fatigando la movilidad y desgastando la salud de la tropa, que atravesaba Francia hacia la Línea Sigfrido. La obra fue construida entre 1938 y 1940 por medio millón de personas, y desplegada unos 630 kilómetros desde la ciudad de Cléveris, en la frontera con los Países Bajos, hasta Weil am Rhein, frontera con Suiza. Se componía de 18 mil búnkeres, trampas antitanques y túneles que hacían impenetrable para los aliados el lado oeste de Alemania. La campaña se desarrolló hasta el 15 de diciembre de 1944.
Los aliados tardaron en vencer debido a lo inexpugnable de la Línea Sigfrido, pero vencieron, cruzaron la línea y continuaron hacia el río Rin. El saldo de esta batalla por el botín de la hegemonía mundial fue de 800 mil soldados, entre alemanes y aliados.
Carlos Angulo