Aun cuando la decisión de la actual administración demócrata empuja a Trump a repetir la estrategia de poder dual, no está claro cómo abordará la situación de manera concreta en esta oportunidad
Joe Biden ha autorizado a Ucrania el uso de misiles balísticos de largo alcance contra objetivos en territorio ruso, lo que ha creado una situación de hecho antes de que Donald Trump asuma nuevamente la presidencia. Trump ha expresado abiertamente su desacuerdo con la continuación de la ayuda militar a Ucrania y la participación de Estados Unidos en el conflicto.
En este marco, la medida de Biden podría considerarse como un intento de deliberado de bloquear un posible cambio en la política exterior estadounidense. Una jugada de los demócratas que evidencia hasta qué punto las pugnas internas de Washington influyen en las decisiones estratégicas y paralizan posibles acuerdos de paz.
EL GIRO DE BIDEN
La decisión de la administración Biden de reconocer a Edmundo González como presidente electo no solo muestra un cambio de la política de Washington, sino que también condiciona las posibilidades de Trump para reconfigurar su propia política sobre Venezuela en este segundo mandato. Esta maniobra se asemeja a la adoptada contra Rusia, ya que busca marcarle la pauta a Trump y crear un hecho consumado antes de que Trump tome posesión de la presidencia.
Como destacó Reuters: “La administración del presidente estadounidense Joe Biden no se había referido hasta ahora a González como presidente electo”.
“DEBILIDADES”
Biden ha dejado a Trump con un margen de maniobra limitado en su política hacia Venezuela al establecer por adelantado un statu quo de reconocimiento que sería difícil de revertir debido a sus altos costos políticos.
Este movimiento de Biden puede interpretarse también como un intento estratégico de los demócratas para evitar futuras acusaciones de ‘debilidades’ que podrían afectar su competitividad electoral en las próximas elecciones de medio término, particularmente en ciertos sectores y estados.
Después de todo, esta jugada de Biden tiene más que ver con lo que ocurre en Estados Unidos que con Venezuela. Los demócratas buscan reforzar su narrativa de defensa de la democracia y bloquear una negociación petrolera y migratoria que pudiera favorecer un logro de la administración de Trump.
INCOGNITA
Aun cuando la decisión de la actual administración demócrata empuja a Trump a repetir la estrategia de poder dual, no está claro cómo abordará la situación de manera concreta en esta oportunidad. Ninguna opción puede ser completamente descartada de antemano, a pesar de que sea altamente probable que Trump retome la estrategia de máxima presión e incluso vaya más allá, en lugar de asumir una política pragmática.
MARCO RUBIO
Tomando en consideración la designación de Marco Rubio como cabeza de la política exterior estadounidense, es probable que aumenten las acciones de intervención hacia Venezuela. Este escenario está respaldado por los antecedentes de la administración Trump, que en su primer mandato adoptó una estrategia de máxima presión.
La presencia de Rubio en el Departamento de Estado, junto con un equipo leal a Trump procedente de Florida, muestra una clara inclinación hacia posiciones radicales en los temas de Cuba, Venezuela y América Latina en general. Esto sugiere que las políticas agresivas hacia la región continuarán. Además, algunos analistas consideran que existe una posibilidad de una intervención militar, ya sea directa o encubierta, en Cuba o Venezuela, lo que podría tener consecuencias impredecibles para los países involucrados.
PRAGMATISMO
No obstante, factores como los intereses del sector petrolero y la agenda migratoria podrían limitar acciones extremas y favorecer una estrategia dual que combine presión con posibles acuerdos estratégicos. La personalidad de Trump, intransigente pero también pragmática, podría llevar a un enfoque mixto: negociar acuerdos que beneficien sus intereses mientras mantiene medidas de presión simbólicas para reforzar su imagen interna frente a los demócratas.
Aunque Rubio adopte una posición dura, estos intereses económicos y migratorios podrían limitar su capacidad para implementar una intervención directa más agresiva en Venezuela. En este contexto, no se debe descartar una negociación pragmática que involucre alivio de sanciones, suministro petrolero, acuerdos de deportación y medidas para garantizar que la oposición venezolana se mantenga activa en el ámbito institucional y electoral durante los próximos años.