¿Continuarán las apuestas fallidas de Iván Simonovis?

Según sus anuncios por redes sociales, el excomisario Simonovis tendría el apoyo del ala republicana para una incursión armada en Venezuela, pero no se sabe si es otra apuesta fallida (Foto: Archivo)

Perfil de un operador experto en fracasos y estafas

Las apuestas fallidas de Iván Simonovis llegaron a su etapa cumbre —hasta ahora— luego de anunciar por todo lo alto su apoyo al senador republicano de Florida, Rick Scott, y que este no llegara ni a la votación final por el liderazgo del partido en la Cámara Alta estadounidense.

Tras la victoria electoral de Donald Trump y del Partido Republicano el pasado 5 de noviembre, amenazó al gobierno venezolano desde la red social X: «Es oficial, Rick Scott reelegido como senador de Estados Unidos y líder de la mayoría del Senado. Los 100 millones van, y vamos por ustedes», dijo refiriéndose a la propuesta de ley para elevar de 15 a 100 millones de dólares la recompensa por el presidente Nicolás Maduro.

Dicha ley sería promovida por Scott, junto a un grupo de senadores y representantes, a partir de la oferta emitida por la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos en 2020, bajo el gobierno del recién electo presidente Donald Trump.

Atrás quedaron las leyendas urbanas que endilgaban un «aura pavosa» a Lilian Tintori. Lo de Simonovis es el desbloqueo de un nuevo nivel de malas rachas y, aunque la estatura lo sugiera, ser amuleto no es su fuerte.

Un prontuario criminal de malas apuestas

El excomisario del CICPC, prófugo de la justicia venezolana y protegido por Estados Unidos, posee un prontuario de violencia que incluye la responsabilidad por, al menos, 19 asesinados durante los hechos del 11 de abril de 2002, cuando se desempeñaba como jefe de seguridad de la extinta Alcaldía Mayor controlada en ese momento por Alfredo Peña.

Simonovis fue condenado por crímenes de lesa humanidad y violaciones a los derechos humanos. También se le imputó por dirigir una masacre armada contra una manifestación pacífica, por lo que fue sentenciado a cumplir la pena máxima en Venezuela: 30 años de prisión.

Estuvo encarcelado nueve años y diez meses luego de haber sido capturado en 2004 huyendo hacia Estados Unidos. Aunque en la actualidad aparece como un valiente justiciero que promete erradicar el chavismo desde la raíz, fingir el papel de víctima de 19 patologías ha sido su actuación más rentable, lo que desató una campaña de acusaciones al gobierno en la que hasta Amnistía Internacional se «preocupó».

Le fue dada casa por cárcel pero huyó de Venezuela aprovechando la llamada «Operación Libertad» durante la cual se evadió también Leopoldo López, ambos «indultados» por el entonces diputado Juan Guaidó, desde su presidencia ficticia. Este fue el rostro visible del intento de golpe de Estado, ejecutado en abril de 2019, junto a López y María Corina Machado.

Durante el intento de gobierno paralelo patrocinado por Trump, Simonovis fue nombrado Comisionado Especial de Seguridad e Inteligencia debido a su sempiterna relación con la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la DEA.

El final de aquella apuesta fallida es conocido: la administración Biden reconoció la supuesta presidencia de Guaidó pero no hubo apoyo contundente, lo mismo que aquellos gobiernos que hicieron comparsa a Trump durante la época de «máxima presión» contra el gobierno constitucional venezolano.

En mayo de 2021, viendo hundirse el «interinato», renunció sin aclarar los motivos de su decisión. Para esa fecha, la colección de fracasos opositores gozaba de un notable volumen, el más destacado de los cuales fue la Operación Gedeón, una incursión paramilitar frustrada en mayo de 2020 cuya autoría intelectual de Juan Guaidó, entre otros, fue demostrada.

El aparente motivo de la renuncia de Simonovis fue la confesión hecha por el excapitán de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB), Antonio Sequea, capturado un año antes en Chuao, en la que involucra a Simonovis como el jefe de la operación. Según el exmilitar y otros participantes, el excomisario fraguó un golpe dentro del intento de golpe y conspiró contra el exgeneral Clíver Alcalá Cordones.

Sin que presentara cuentas de avances o fallas de sus acciones, las redes sociales fueron testigos de sus críticas ante la actuación de las bandas criminales en distintas ciudades venezolanas, también por las muertes que dejaron, algo que no le impidió hacer propaganda.

Lo que sí despertó sospechas fueron sus declaraciones sobre una guerra híbrida «cuyo objetivo final es lograr la disfuncionalidad del país hasta lograr que todo colapse. Nada es casual, todo obedece a un plan bien estructurado hace ya varios años».

Todo apuntaba a una repetición fracasada del manido guión en el que dichas bandas forman parte de las operaciones de cambio de régimen comandadas desde las agencias estadounidenses.

En la estafa de «Ya casi Venezuela» y el tráfico de armas

El envalentonamiento del excomisario se debe a su relación cercana con los lobbies del sur de la Florida, un sector de los republicanos que propugna acciones violentas contra los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y que protege los actos de corrupción de la oposición venezolana.

Su implicación en una agenda violenta contra Venezuela ha sido ampliamente difundida por él mismo y ha sido acusado de dirigir una red de tráfico de armas por el vicepresidente sectorial de Política, Seguridad Ciudadana y Paz, Diosdado Cabello.

Simonovis apareció involucrado en la operación «Ya Casi Venezuela», otro dispositivo desestabilizador mediante el cual ofreció una salida «de forma expedita» hacia «la libertad de nuestro país» junto al magnate de las compañías de seguridad privadas, Erik Prince. Tras una campaña de intriga se develó que se trataba de una recaudación de fondos que buscaba recoger 600 millones de dólares para fines armados.

Cuando se hicieron evidentes los conflictos y la estafa incubada en la iniciativa, anunció su desvinculación del supuesto plan señalando a Prince como responsable.

Desde el pasado 28 de julio, fecha de la elección presidencial, la agenda política opositora entró en declive debido a la merma de su convocatoria a movilizaciones, el «paso a la clandestinidad» de María Corina Machado y la huida del excandidato Edmundo González Urrutia. La debacle se ha acelerado mientras aumentan las evidencias de un plan violento.

Este se ha develado mediante, al menos públicamente, dos grandes incautaciones de armas y detenciones de mercenarios venezolanos y extranjeros, todo bajo la supervisión del Buró Federal de Investigaciones (FBI) en suelo estadounidense y de la participación del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) de España en suelo venezolano, en lo que parecen tareas delegadas por la CIA.

También se presentaron pruebas de nexos con bandas criminales como el Tren de Aragua, por los cuales el alto funcionario venezolano acusó a Juan Pablo Guanipa, Carlos Vecchio, Julio Borges y a Machado de estar al tanto de la conspiración.

Más allá del plan desestabilizador, como siempre, están los negocios que involucran fondos a partir de donaciones que traen recuerdos de la «estafa humanitaria» durante el Plan Guaidó.

En este caso, además de las donaciones están las armas, cuyas ventas alcanzan récords en Estados Unidos de un año a otro. Es posible que sea la única apuesta que no falle Simonovis debido a la rentabilidad de ese negocio. Sin embargo, los resultados hablan por sí solos: nadie sabe si está efectivamente a la cabeza de un plan armado o solo es un intermediario en una cadena de contrabando de armas.

Por otra parte, a Simonovis le pudiera esperar una factura pendiente al haber acusado a Prince, simpatizante y aliado de Trump, como responsable único de «Ya Casi Venezuela» e intentar desmarcarse del plan.

Por su parte, Trump fue cauto al hablar sobre Venezuela durante su campaña, además calificó de «idiota» a su exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton, debido a la facilidad con la que buscaba llevar su gobierno a la guerra y por cómo manejó el tema de Venezuela. Para el presidente electo no sería conveniente atender personajes con el nivel de inconsistencia de Simonovis.

Aunque no hay mayores perspectivas respecto a la política de la nueva administración hacia Venezuela, postulaciones como la de Marco Rubio a la Secretaría de Estado hacen pensar que la relación será, cuando menos, hostil.

Sin embargo, lo cierto es que Trump no pareciera estar dispuesto a repetir errores del pasado, como el de confiar enteramente en guerreristas como Bolton o Simonovis para definir su relación con Venezuela.

La agenda de violencia armada que encarna Simonovis, hasta ahora, ha sido una apuesta fallida e irracional, no solo por los hechos recientes sino por lo demostrado desde abril de 2002. Queda abierto el compás, y tanto las decisiones como los actos del nuevo gobierno estadounidense definirán qué nuevo fracaso cosechará el extremismo opositor en su cuenta general, y Simonovis en la personal.

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