Malfred Gerig
Por: Fred Fuentes | Jueves, 21/11/2024
Malfred Gerig es un sociólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela quien dirige la línea de investigación «Economía política de Venezuela» del Centro de Estudios para la Democracia Socialista en Caracas, Venezuela. También es autor de La Larga Depresión venezolana: Economía política del auge y caída del siglo petrolero. En esta extensa entrevista con Federico Fuentes para LINKS International Journal of Socialist Renewal, Gerig sitúa el impacto de las sanciones impuestas por los Estados Unidos y las políticas económicas del gobierno del presidente Nicolas Maduro dentro de lo que él denomina la «Larga Depresión» venezolana.
Algunos culpan a las sanciones por la crisis económica en Venezuela. Otros apuntalan a una mala gestión económica del gobierno de Maduro. Pero tú pones 2013 como fecha de inicio de lo que tu denominas una «Larga Depresión», fecha que precede las sanciones y cualquier giro en políticas del gobierno. ¿Por qué?
Lo primero que tenemos que entender de la economía de Venezuela es que esta crisis es una crisis inherente al patrón de acumulación de capital y a la forma en que Venezuela se insertó en la economía mundial capitalista a lo largo del siglo petrolero venezolano y el ciclo sistémico de acumulación estadounidense.
Venezuela se inserta en la economía mundial como proveedor de petróleo y se vuelve un país rentista porque el Estado venezolano reclama la soberanía sobre este recurso natural y cobra una renta internacional o pago por cargo a su propiedad. Esto construye un patrón de acumulación nacional que se conoce como capitalismo rentístico, una economía capitalista nacional sui generis porque su metabolización del capital está determinado por el excedente que capta el Estado desde la economía mundial capitalista.
Yo he dividido este periodo de inserción de Venezuela en la economía mundial en dos grandes etapas. La primera fue una etapa de auge, que va desde el comienzo de esta inserción en 1914-17 hasta la década de 70. Venezuela fue la primera exportadora mundial de petróleo durante casi toda esta etapa de expansión acelerada de su economía, pasando de ser la economía más atrasada de Sudamérica a ser la primera en términos de Producto Interno Bruto (PIB) per cápita.
Pero en los 70 se genera un período de crisis. Esa crisis comienza precisamente con una abundancia porque las crisis del capitalismo rentístico se adaptan perfectamente a la máxima del médico y economista francés Clément Juglar: «La única causa de la depresión es la prosperidad.» En Venezuela, la prosperidad que vino con la crisis de petróleo en 1973 y el aumento de los precios del petróleo, se combinó con la nacionalización del petróleo y un proyecto de «Big Push» de industrialización a realazos, como decimos en Venezuela.
Luego de una crisis a finales de los 70, la década del 80 empieza con otra crisis. Hay una fecha taxativa —el viernes negro de 18 de Febrero de 1983— donde se rompe la estabilidad del tipo de cambio que Venezuela había tenido desde la década del 30. Esa fecha se toma como una fecha de ruptura, donde empieza una crisis económica que hasta hoy nunca terminó. El periodo de profunda crisis y marginalización de los 80 y 90 hicieron que, al cambio de siglo, Venezuela terminará con unas condiciones sociales bastante alarmantes.
Estas son las condiciones sociales en las cuales surge la Revolucion Bolivariana al finales de los 90s como un movimiento de los pobres liderado por el ex-presidente Hugo Chávez …
Si. La Revolucion Bolivariana se monta sobre todo eso con la idea de hacer una inversión consultiva de la renta petrolera; es decir, de paliar las necesidades humanas que había en el pueblo venezolano para después echar adelante un proceso de transformación de la matriz productiva y de la inserción de Venezuela en el capitalismo mundial.
Vale decir que todos los gobiernos venezolanos, desde la década del 30 en adelante, han tenido su proyecto de «Siembra del Petróleo». Es decir, de trasladar ese ingreso de origen externo al desarrollo nacional. Algunos han creído que la mejor forma de hacerlo es mediante la satisfacción de necesidades humanas; otros han creído que es mediante un proceso de industrialización forzada; pero todos, más o menos, han tenido esa idea. La Revolución Bolivariana no fue la excepción.
Lo que sí es verdad es que Revolucion Bolivariana se beneficia de un periodo que yo denominó la «edad dorada», que va desde el 2003-04 hasta el 2012. Durante estos años ocurrieron dos grandes eventos a escala sistémica que ayudaron a que los precios del petróleo aumentase: la Guerra contra el terror y la cruzada que emprendió los Estados Unidos para tratar de reconfigurar la geografía política de Medio Oriente; y el ascenso de Asia Oriental, sobre todo el boom de demanda de petróleo que produjo el crecimiento de China. Esos dos fenómenos se acompasan para que la crisis de la cual te hablé se subsanara momentáneamente con un incremento de los precios del petróleo.
Pero con la crisis financiera global del 2008 se empezaron a generar problemas en el modelo macroeconómico de la Revolución Bolivariana. Y luego hay un gran acontecimiento que parte en dos esta historia: la muerte de Hugo Chávez en el 2013. Esto genera un cambio de liderazgo en la Revolución Bolivariana en medio de una crisis económica que ya se venía fraguando a pasos agigantados y que los especialistas ya sabían que había que hacer correcciones drásticas.
Antes de entrar al gobierno de Maduro, quisiera saber tu opinión de si hubo errores en la política económica del gobierno de Chávez.
Sobre la política económica del gobierno de Chávez, te diría tres cosas. La primera es que fue una política económica que no puso especial énfasis en los bemoles del petróleo. A medida que el precio del petróleo empezó a aumentar, se fue obnubilado en creer que no había nada pernicioso en que el país se reprodujese a partir de la renta internacional. Se cometieron los errores que habían cometido otros gobiernos, como el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez en los 70. El petróleo tiene esto: cuando no está, tú ves su lado malo; pero cuando el precio del petróleo está alto y tú puedes pagar todo o solucionar todos los problemas a realazo, es más difícil ver sus problemas.
A esto agregaría dos cosas que a mí me parece fue muy mala idea mantenerlas en el tiempo: el régimen del tipo de cambio y el modelo de endeudamiento externo. A partir de los años 2002-03, se adoptó un régimen de tipo de cambio fijo con administración de divisas, mucho menos maleable en términos reales que inclusive la dolarización. Esto generó un proceso de sobrevaluación cambiaria porque Venezuela tenía inflaciones año a año de alrededor del 30% mientras que el tipo de cambio quedó a la paridad de $4.30. Con esto vino una pulsión hacia las importaciones y hacia una mayor reclamo de renta internacional para paliar esas importaciones. Esto hizo que las iniciativas que se tenían en los sectores productivos e industriales tuviesen esa presión de importar en vez de diversificar sus exportaciones.
Claro, el país tuvo beneficios del régimen de tipo de cambio fijo: importaciones baratas, mayores niveles de consumo, cifras inflacionarias controladas. Pero el régimen cambiario fue construyendo una trayectoria de dependencia que generó intereses en sectores del gobierno y en sectores empresariales, particularmente la burguesía comercial importadora que terminó beneficiándose, aunque en teoría era la principal enemiga del proyecto de Chávez. El resultado fue que Venezuela siguió siendo mucho más dependiente de las exportaciones petroleras.
Unida a la cuestión cambiaria, fue el modelo de endeudamiento externo. Venezuela tenía unos flujos de ingreso de divisas que no necesitaba ningún tipo de endeudamiento externo. Pero hubo un endeudamiento mal hecho y en grandes dimensiones, que terminó explotando posterior a la muerte de Chávez. Esto se relaciona con el régimen de tipo de cambio fijo por que lo que hizo es abaratar la deuda privada externa. Eso construyó todo un entramado de empresas zombies que se endeudaban externamente y pagaban esa deuda con dólares basados en el régimen de tipo de cambio fijo. Las repercusiones de esto para el tejido productivo nacional fueron dramáticas.
Sin embargo, la política económica de Chávez es una política económica que pudo tener sus problemas, pero con que el PIB creció desde el 2004 hasta el 2008, cuando hubo una recesión de dos años, y después volvió a crecer hasta el 2013. La crisis del 2008 no era fácil de solventar, pero se solventó. Hubo problemas y dificultades; el tema eléctrico fue una gran dificultad. Pero era una política económica que no te llevó a una mega depresión, que era coherente, que nunca se exculpó en nada para dar respuesta sobre cuestiones técnicas, donde tú conocías la cifra y donde no había opacidad sobre las cosas.
Así que cuando Maduro asumió el poder en 2013, no solo había terminado la época dorada que había subsanado momentáneamente la crisis económica, pero a eso se sumó una crisis política generada por un cambio de liderazgo en la Revolución Bolivariana….
Como te decía, este modelo ya venía, como se dice en términos coloquiales, «pasando aceite» desde 2010-11. En el 2013 la economía venezolana crece, pero hay un shock sobre la inversión, un indicador clave de recesión. Luego, en el 2014, la economía venezolana empieza un proceso de recesión que termina siendo la peor depresión que ha tenido un país occidental que no ha estado en un conflicto bélico. La economía venezolana se llevó a reducir a cerca del 80% de su PIB, el resultado del cual en términos sociales se ve en la gran migración de venezolanos que han tenido que salir del país, en los niveles de consumo infrahumano en que se encuentra la gran mayoría de la población venezolana hoy, en la desnutrición, la pérdida escolaridad y un sinfín de cuestiones.
Entonces, la crisis arranca antes de las sanciones impuestas por los Estados Unidos?
Retomando tu pregunta inicial, hay que aclarar, primero, que no se trata de una cuestión de mala política económica; es una cuestión de contradicciones estructurales profundamente graves. Aquí no fue que llegó un mal gobierno; llegó un mal gobierno a manejar una crisis muy grave en términos estructurales y de muy larga data. Y, segundo, que las sanciones se sumaron a ambas cosas —una muy mala gestión de la política económica y una crisis muy grave— creando una tormenta perfecta. En esta tormenta perfecta se fue acompasando una cosa con la otra y terminó en una bomba nuclear de desposesión, marginalización social, deterioro de las condiciones para la producción, etcétera.
La realidad es que pasaron muchas cosas antes de que las sanciones aparecieran, muchas cosas políticas y económicas. Pero esta idea de que todo es culpa de las sanciones — que ha tratado de impulsar el gobierno, sobre todo externamente porque internamente se sabe que pasa más por una cuestión publicitaria y exculpatoria del gobierno de Maduro— tiene una calada internacionalmente porque se mezcla con la cuestión del imperialismo estadounidense.
Con esto no quiero decir que las sanciones sean una cuestión baladí; es una cuestión absolutamente grave. Lo que pasa es que cuando se utilizan como un arma arrojadiza para exculparse de las responsabilidades de su política económica y su manejo de la crisis que ha sido, en gran medida, el causante de esta hecatombe social, económica y política, me parece que le hace un flaco favor a la verdad y la realidad. Una cosa es tomarse en serio las sanciones y el grave daño social que hacen, y otra cosa es lo que hace el gobierno, que es banalizar y utilizar las sanciones como excusa, mientras que fácticamente no le importa el impacto social que esas sanciones tienen en los cuerpos humanos sufrientes.
En tu opinión, ¿qué busco el gobierno estadounidense con su política de sanciones?
Debemos recordar que las primeras sanciones empezaron en el 2015, pero que estas sanciones no son ni remotamente comparables a las sanciones que se implementan luego en el 2019. Por eso hay que distinguir entre dos regímenes de sanciones distintos: por un lado, un régimen integral de sanciones que empieza en el 2019; y las sanciones que hubo antes de esto, el régimen selectivo de sanciones. El régimen selectivo de sanciones (2015-2018) buscaba una estrategia de desgaste y el régimen integral de sanciones (2019-presente) buscaba el derrumbamiento.
Antes del 2019, había muchas sanciones dirigidas a personas del alto gobierno por acusaciones de corrupción, de ilícitos económicos, etcétera. La estrategia no era verdaderamente determinar si estos personajes públicos estaban inmersos en algún delito; era fragmentar a la élite gobernante. Los EE.UU. pensó: «Aquí hay unos intereses económicos de unos actores que tienen inversiones en los EE.UU., que tienen profundas conexiones con el sistema monetario internacional, que necesitan hacer transacciones, etcétera. Cuando nosotros los sancionamos, eso va a generar una fragmentación en el gobierno.» Pero lo que pasó fue absolutamente lo contrario.
Antes del año 2019 el gobierno venezolano también fue impedido de atraer dinero fresco con las sanciones implementadas en 2017. Sin embargo, ya en ese punto, a diferencia de lo que creía el gobierno, el problema de la economía venezolana no era de liquidez sino de fundamentos. Cualquier toma de nueva deuda iba a ser pagada por los consumidores y los contribuyentes, como terminó siendo.
A partir del 2019 se impone el régimen integral de sanciones, sobre todo con las sanciones a [la empresa petrolera estatal] PDVSA y al Banco Central [de Venezuela]. Yo he catalogado a estas sanciones como un «arma de destrucción financiera». Un régimen de sanciones de este tipo de basa, primero, en la desconexión con el sistema de corresponsalías bancarias y del sistema Swift; segundo, la desconexión del Banco Central y por ende la banca privada nacional con el sistema monetario internacional; y, tercero, la detención del intercambio de bienes estratégicos para limitar la entrada de divisas. Es una desconexión fáctica del país con la economía global.
Pero vale preguntarse: ¿por qué las sanciones que se implementaron en el 2019 no generaron más daño? Porque la economía venezolana ya estaba destruida. La Larga Depresión venezolana ya llevaba seis años de depresión antes del régimen integral de sanciones. El régimen integral de sanciones vino en lo que yo llamo la «etapa de desastre» de la Larga Depresión, que es su tercera etapa.
Quiero retornar al tema de la Larga Depresión y sus diferentes etapas, pero antes quisiera terminar con el tema de las sanciones. ¿Qué impacto tuvieron las sanciones en términos políticos ya que no lograron fractura el gobierno ni derribarlo?
Las sanciones tuvieron el impacto político de cambiar al régimen por debajo. El impacto del régimen integral de sanciones llevó al capitalismo rentístico venezolano a un neoliberalismo con características patrimonialista y una forma sui generis venezolana y petrolera de capitalismo de compinches. A través de una política económica de características ortodoxo-monetaristas y un espíritu neoliberal —las dos cosas son distintas— se dio un cambio de régimen por debajo.
Se fue construyendo, de manera progresiva, esta cuestión del patrimonialismo, que no es más que la privatización del Estado por parte de los funcionarios o cuadros administrativos, en donde el Estado se convierte en una coto privado y los bienes y medios de administración del Estado se convierten en una forma que tienen los funcionarios de captar ingresos. Eso ya estaba ahí, pero cuando con la política económica ortodoxa-monetarista que se carga drásticamente sobre los niveles de ingreso de los trabajadores de la administración pública, incrementa radicalmente porque los trabajadores buscaron formas de utilizar las herramientas que te daba el sistema para generar ingresos que el mismo sistema te estaba quitando.
Incluso se cambió hasta el leitmotif del gobierno. Este gobierno ya no gobierna para las mismas personas que gobernaban el ejecutivo de Chávez. Se puede decir que el gobierno de Maduro implementó malas políticas económicas en el año 2014-16, inclusive quizá queriendo gobernar para los mismos que gobernó Chávez. Pero a partir del 2016 y sobre todo desde 2018-19, este es un gobierno que ya no gobierna para el pueblo; más bien, carga sobre ese sector el costo de su política económica y de su neoliberalismo con características patrimonialistas.
Lo que imperó, sobre todo a partir del año 2016, fue un realismo capitalista. La idea entre la élite gobernante era que acá no había más nada que hacer sino abrazar una suerte de capitalismo criollo que les permitiese mantenerse a ellos en el poder y otorgase el apoyo de ciertos sectores de la sociedad con que estaban históricamente peleados, como los empresarios, por ejemplo. Hoy en día, el gobierno de Maduro es un gobierno que tiene, en gran medida, el apoyo de los empresarios. Ganó el apoyo de los empresarios, mientras que perdió el apoyo del pueblo.
Podemos decir entonces que no fue tanto una cuestión de que las sanciones le quitaron apoyo a Maduro, sino que las sanciones se implementan porque Maduro ya había perdido apoyo…
Coincido: la pérdida de popularidad fue un aliciente para implementar sanciones, porque no es lo mismo implementar sanciones a un gobierno que cuenta con fuerte respaldo popular, que implementarlas a un gobierno que tiene cuatro años de la peor crisis económica, que está en un momento de crisis alimentaria muy grave donde los venezolanos no teníamos qué comer y hacíamos cola para todo, etcétera.
Si las sanciones se empiezan a implementar en 2015 es porque a partir de allí hay un empate catastrófico en términos de poder, dado que la oposición gana de manera abrumadora la Asamblea Nacional y el gobierno de Maduro se queda sin respaldo popular evidente. Por eso el gobierno tiene que aplicar aquello que Norbert Lechner llamó «la estrategia de la minoría consistente» e ir inclinando la cancha de juego para poder seguir manteniéndose en el poder. Esto empieza un derrotero de autoritarismo que ha tenido distintas facetas hasta llegar a las elecciones más recientes del 28 de julio, donde se pasó a otro nivel.
Mucha gente de la izquierda tienen la idea de que las sanciones estaban montadas para darle una suerte de escarmiento moral a la Revolución Bolivariana. No soy quien para saber si eso es así, pero si eso es así, el mejor antídoto que tuvo Chávez contra esa arma de escarmiento moral fue mantener la democracia formal y real. No le dio excusa a nadie para implementar sanciones y a este tipo de estrategias de derrumbamiento y cerco geopolítico.
¿Por qué crees que los Estados Unidos ha empezado a suavizar las sanciones si el gobierno se ha hecho aún más autoritario y cuenta con menos apoyo?
La respuesta tiene que ver con los efectos geopolíticos de la invasión rusa a Ucrania. Y qué el gobierno de Estados Unidos ya puede reclamar una parte de la recompensa porque logró armar un esquema de intercambio — no es compra— por el petróleo venezolano según la cual la OFAC [Office of Foreign Assets Control] básicamente domina la soberanía petrolera venezolana por control remoto. Por eso le otorga una licencia a Chevron, que le paga a PDVSA con deuda. En teoría, no hay dinero fresco para PDVSA; lo que recibe PDVSA es un descuento de la deuda que tiene con Chevron.
Puede que haya algún beneficio; por ejemplo, que el tema del anclaje cambiario se beneficia por el hecho que Chevron venda divisas en el mercado cambiario para pagar alguna de sus operaciones en el país. Pero fácticamente, ha quedado absolutamente suspendida la soberanía petrolera del Estado venezolano. En los últimos 100 años, los Estados Unidos nunca ha controlado el petróleo venezolano como lo está controlando en este momento.
Ahora retornando a la cuestión de la política económica del gobierno de Maduro. Dijiste que a partir del 2018-19 el gobierno de Maduro ya es claramente un gobierno que no gobierna para el pueblo y mencionastes que hubo tres períodos en la Larga Depresión. ¿Podrías elaborar sobre esto?
La Larga Depresión que empieza en 2013 tiene tres grandes períodos. Hay un primer periodo entre 2013-15, que llamo el periodo de crisis. Lo que caracteriza la política económica en este periodo es la inacción: la idea dominante en el gobierno era que no había una crisis que afrontar, que se podía seguir haciendo lo mismo y teniendo los mismos resultados.
Incluso empezó negando la crisis, hasta el punto de que en Venezuela en ese momento, hablar de cuestiones de economía técnica, cuestiones macroeconómicas, inversión, consumo, etcétera era ser «neoliberal» porque todo era la «guerra económica» —una teoría de la conspiración en la cual estaba involucrado desde el imperialismo hasta cualquier bodeguero nacional. Hubo una desatención absoluta de las cuestiones racionales de la economía.
En ese periodo, hubo un colapso del mercado cambiario que generó un shock de oferta muy importante en la economía venezolana por ser esta profundamente dependiente de las importaciones de insumos. Los sectores industriales que estaban activos para ese momento eran intensivos en insumos importados. Al haber un shock cambiario, esos sectores se resienten. Las características principales de esta fase de la crisis fue el shock de oferta, el colapso cambiario y lo que llamo, siguiendo a Marx, la imposible retroconversión del dinero en capital, esto es, que por shocks monetarios y de oferta de insumos la producción no puede comenzar a la misma escala.
Luego, en 2015, vino el shock de los precios del petróleo. El gobierno otra vez inventó una teoría conspiratoria de que era una estrategia imperial. Pero resultaba que el que promovió ese shock fueron nuestros socios: la OPEP y Arabia Saudita contra el esquisto. Ese shock de los precios del petróleo generó internamente lo que todo el mundo ya estaba esperando, que fue una muy grave crisis de deuda y fiscal.
Eso es cuando llegó una primera gran decisión nefasta de política económica, que fue seguir con una estrategia de buen pagador de la deuda externa. El gobierno decide seguir pagando la deuda externa y parar las importaciones, bajo el discurso que las importaciones eran darle dólares a la burguesía para que se enriqueciera. Sí, en gran parte es eso; pero darle dólares a la burguesía también es importar alimentos, insumos industriales, etcétera.
Como parte de esta estrategia, el gobierno llegó a pagar $100.000 millones de deuda externa. Para poner esa cifra en contexto, en un momento la economía venezolana llegó a ser de $40.000 millones; Es decir, se pagó el doble del tamaño de lo que llegó a ser la economía venezolana en deuda externa. El shock sobre las importaciones generó una segunda gran perturbación de oferta lanzando la depresión económica a un nuevo nivel.
El resultado de esta política fue que se generó otro nuevo profundo shock sobre la producción que llevó a Venezuela a una profunda crisis humanitaria y alimentaria en 2016-17 porque los sectores industriales agroindustriales y de importaciones para el consumo se vieron absolutamente colapsados. Esta es la segunda fase de la Larga Depresión: el periodo de colapso de 2016-18.
En esta fase el gobierno intenta aplicar un primer modelo caótico de estabilización macroeconómica, basado precisamente en la idea de seguir pagando la deuda externa y recortando las importaciones para crear mejores condiciones. Pero fue un acto de ingenuidad absoluto pensar que maquillarse bien para las altas finanzas internacionales iba a traer dinero fresco al país y con eso se podría solventar los graves problemas estructurales que tenía la economía venezolana. Ya que, insisto, el problema de la economía venezolana no era de liquidez sino de fundamentos.
La gran consecuencia de ese modelo de buen pagador y recorte de importaciones fue que a eso le acompasó una estrategia de manejo del déficit que generaba el pago de deuda externa, monetizando el déficit mediante la colocación de notas de deuda de PDVSA en el Banco Central. Una expansión cuantitativa (EC) con esteroides en medio de una economía que colapsaba. Eso deparó en uno de los peores procesos de hiperinflación que ha tenido América Latina en su historia y una nueva fase de la crisis, donde el PIB pasó a caer en términos de dos dígitos. La causa de la hiperinflación fue, al igual que otros episodios históricos, la crisis de deuda y el colapso político-institucional. Con la estrategia de recortar importaciones para pagar deuda, se cargó el pagó de deuda en los hogares venezolanos quienes vieron colapsado su patrimonio con la hiperinflación.
Esta es la tercera etapa: la etapa donde la hiperinflación se convierte en un fenómeno social de unas dimensiones tan desgarradoras que ya prácticamente la gente se olvida que hubo otros problemas económicos antes. La hiperinflación cambia absolutamente a la sociedad. Este periodo de hiperinflación es también el periodo del programa ortodoxo-monetarista, que se implementó a mediados del año 2018 y sigue hasta hoy.
Es un programa que ni siquiera podemos llamar de ajuste; es un programa de estabilización que estaba hecho para reducir la inflación sin reparar en los graves impactos que la forma iba a tener en la actividad económica y en la sociedad. El pilar de este programa fue un ajuste draconiano sobre el gasto público, que en 2018 rondaba el 48,4% del PIB con ingresos del 17,4% del PIB, lo que arrojaba un déficit fiscal de 31% del PIB. El gasto se redujo 27 puntos porcentuales del PIB de 2018 a 2019, llegando a cerca de 10% del PIB en 2020.
Pero está política ortodoxa incluyó otras cosas también, la principal fue una constricción financiera: a la sociedad venezolana se le mandó a la edad de piedra financiera, implementando un encaje legal bancario que llegó en un momento a ser de 93% de las reservas que tienen los bancos. Lo que se buscaba era cortar con la creación secundaria de dinero. Esto hizo que, por ejemplo, el crédito en 2019 llegase al 2.2% del PIB. En medio de la hiperinflación, los hogares no tenían una tarjeta de crédito para inclusive echar mano de tasas de interés reales negativas para hacer un mercado. Las empresas que querían invertir o que querían seguir produciendo tenían que hacerlo con sus fondos de capital; no podían ir a un banco a pedir un crédito.
Hubo también una constricción salarial muy grave porque como todo programa de ajustes de esta índole, es necesario aplicar un shock sobre el consumo y la demanda. Eso se hizo en gran medida con una constricción salarial, sobre todo en el sector público que incluye a los cuadros administrativos y los funcionarios del sector público, pero también a los pensionados porque el sistema de pensiones en Venezuela es público. Hoy en día los pensionados cobran el salario mínimo legal, que quedó por el suelo: alrededor de $2.30 al mes. La destrucción del salario fue una forma de resolver la cuestión fiscal por el lado del gasto y no del ingreso, y al mismo tiempo, una forma de destruir demanda para que se adaptara a una oferta colapsada.
También hubo unas modificaciones del mercado cambiario que generaron una unificación de las tasas de los tipos de cambio. El gobierno de Maduro mantuvo tasas de cambio diferenciales durante alrededor de seis años, al punto que si tú considerabas el sueldo mínimo a la tasa oficial era alrededor de $11,000 —una tasa absolutamente irreal. Nadie sabe si había gente que compraba dólares a ese precio, pero si eso es así (que es lo más seguro) queda claro la condiciones de posibilidad para un saqueo de dimensiones estrafalarias.
A partir del 2018 se libera el mercado cambiario y se construye un régimen de mesas interbancarias y de micro devaluaciones sucesivas que ayudaron un poco a que la sociedad se dolarice. En la medida que la sociedad se dolarice, cuenta con una moneda que funciona como medio de cambio, reserva de valor y unidad de cuenta. El bolívar nada más funciona como medio de cambio, las otras dos funciones de todo dinero no las tiene. Todos los precios están marcados en dólares porque la moneda que funciona como unidad de cuenta es el dólar para todas las actividades económicas: para la familia que calcula su semana o su mes, para una empresa de grandes dimensiones, etcétera.
Existen cosas en este programa que permitieron cierto aire, pero esas cosas tienen unas condiciones de posibilidad que es que la economía se volvió absolutamente pequeña. Ya para cuando se aplica este programa de estabilización macroeconómica, era una economía más manejable para hacer una estabilización. Hasta el punto que el gobierno pudo hacer una estabilización sin necesitar un gran programa de financiamiento externo, ello porque era una economía extremadamente pequeña.
¿Hubo políticas alternativas que se podría haber implementado?
Siempre hay alternativas, especialmente a una política tan catastrófica en términos de su impacto en el tejido productivo y en la sociedad. Lo que fácticamente hizo el gobierno fue activar lo que Karl Polanyi llamó «el Molino Satánico», tratando de crear algún tipo de estabilización económica a partir de la destrucción social.
De hecho, cuando nosotros comparamos a qué se parece el programa de estabilización macroeconómica que implementa Maduro, nos damos cuenta de que se parece a los primeros programas de estabilización que se implementaron en América Latina, en Chile, Uruguay, Argentina, y no a los programas menos ortodoxo, como los que se implementaron en Bolivia o el Plan Real brasileño. Es decir, es un programa mucho más ortodoxo que la ortodoxia de este tiempo e inclusive de la ortodoxia de los 90.
Entonces, efectivamente se pudieron haber hecho otras cosas. Lo más importante es que ya el nivel de destrucción al que había llegado la economía venezolana era tal que la solución era políticas económicas por el lado de la oferta; es decir, políticas económicas que incrementarán drásticamente la inversión, políticas económicas que generarán empleo, políticas económicas que generarán un incremento de los niveles de ingreso, etcétera.
También había muchas alternativas para proteger a la sociedad de lo que tú ibas a hacer. La sociedad se la dejo a la buena de Dios porque ya en ese momento todos los programas de asistencia social que se habían implementado durante el período de Chávez y los primeros años del gobierno de Maduro habían sido totalmente desmantelados. Entonces, cuando llegó la avalancha de dislocación social, la sociedad no tenía tejidos con los que protegerse. Es importante recalcar esto.
En tu libro, tú sostienes que esta crisis económica ha ido acompañada de una crisis de legitimación del gobierno. ¿Cómo ha respondido el gobierno a esta crisis?
Yo caracterizó esa crisis de legitimación, que empieza sobre todo en el año 2016, como un empate catastrófico, como ya mencione. Ese año el país entra en un empate catastrófico muy importante porque la Asamblea Nacional tiene mucha pertinencia en términos de gobernabilidad económica del Ejecutivo. La estrategia de la Asamblea Nacional entrante en 2016, dicho por ellos mismos, es sacar al Presidente en seis meses.
Esto llevó a que el gobierno se protegiera e intentase gobernar sin la Asamblea Nacional. Con esto empezó un derrotero de autoritarismo que ha tenido distintas facetas hasta estas elecciones del 28 de Julio, donde se pasó a otro nivel. Desde el 2016, el gobierno de Maduro fue progresivamente adoptando aquello que Max Weber llamó una política del poder por el poder mismo; es decir, un abandono del proyecto histórico y de la base social de apoyo, del para qué parte de la sociedad se gobierna. Se fue convirtiendo en un gobierno de camarillas, en un gobierno que estaba ahí para mantenerse en el poder.
La cuestión acá es que hay que rechazar la lectura moralizante según la cual hay buenos o malos. A partir del 2016, el esquema formal de la democracia venezolana quedó roto de facto, y ambos bandos —el gobierno y la oposición— atentaron consecutivamente, en un proceso donde cada cosa que hace el otro bando es más grave aún, contra las reglas del juego de la democracia representativa, pero sobre todo protagónica. Por eso el vaciamiento de la soberanía popular, en términos formales, que ha habido en la última elección presidencial viene desde muchos años antes porque la clase política, en sus dos vertientes principales, se volcaron contra esa soberanía y contra otorgar soluciones al pueblo en medio de esa crisis.
¿Cómo podemos caracterizar el gobierno en términos políticos luego de las elecciones del 28 de julio?
Yo caracterizó a este gobierno hoy como un gobierno absolutamente patrimonialista que está sostenido no por la legitimidad popular ni racional-legal, y tampoco está sostenido sobre la tradición. Uno de los peores errores políticos que ha cometido este gobierno fue dinamitar el capital político de la tradición, que era el capital político que le otorgó Chávez precisamente por gobernar para otro sector de la sociedad: principalmente ellos.
Es un gobierno absolutamente autoritario que de izquierda no tiene absolutamente nada. Es un gobierno que le encantaría poder encontrar un acomodo como el que logró Henry Kissenger con Anwar al Sadat , por ejemplo. Es más, tiene años buscando eso, pero no ha podido hacerlo porque se mete él mismo el palo en la rueda de la bicicleta constantemente.
Desde afuera está la idea de que ese es un gobierno inmerso en la vieja frase de la «fortaleza asediada». Y eso lo legitima para violar derechos humanos, sociales y económicos. Siempre y cuando se mantenga bajo la fortaleza asediada esto está bien, porque estaría luchando en la contradicción soberanía nacional-imperio, por lo menos en apariencia. Es una idea ridícula. El pueblo venezolano no es un objeto cuya razón de ser es escenificar un antiimperialismo ficticio. El pueblo venezolano es un sujeto que debe encontrar expresión de sus intereses y soberanía. Y esta es, en mi criterio, la línea que debe defender la izquierda global. Ponerse, antes que nada, del lado de las clases desposeídas venezolanas.
Los venezolanos, sobre todo de la izquierda, estamos muy decepcionados con esta visión que tiene cierta izquierda a nivel global. Parece que los cuerpos humanos sufrientes de los venezolanos, las familias que se han tenido que separar, los presos políticos, la gente que ha perdido su proyecto de vida, etcétera, no fuese considerado en medio de una cuestión absolutamente abstracta. Simplificar la situación de una forma tal de creer que hay un gobierno de izquierda que lucha contra el imperio es pasar por debajo de la mesa el sufrimiento humano que hay de por medio. Y eso no me parece éticamente correcto.
En resumen, tenemos un gobierno patrimonialista que construyó un capitalismo de compinches que favorece a una minoría social a partir del despojo. Es un gobierno que practica una política económica ultra ortodoxa. Es un gobierno que está invadido por un realismo capitalista según el cual no hay alternativa al capitalismo de compinches y al autoritarismo. La revolución bolivariana ha devenido en la fase madurista en un desenlace catastrófico. El pueblo venezolanó, fiel a su tradición republicana y nacional-popular, será el que decida este embrolló. Pero hoy este gobierno está en las antípodas de lo afirmativo venezolano, de nuestra traducción republicana y sobre todo de los intereses nacional-populares.