Xin chào | Quijotes en Acarigua

O inventamos o erramos.

Simón Rodríguez

01/11/2024.- Dos personajes de voz contestataria tomaron el camino de uno de los pocos cerros que adornan a la calurosa Acarigua, la ciudad de mayor empuje económico del estado Portuguesa, como fuente de inspiración para reflexionar sobre la vida, en busca de nuevos derroteros, como protagonistas de cotidianas actividades que alimentan el espíritu y estimulan la creatividad. No importó el lodazal dejado por el refrescante chaparrón que bajó la temperatura de aquella tarde llanera por unos minutos, porque el poeta Luis León Castillo y el periodista Octavio Beaumont Rodríguez tenían una agenda engavetada desde hacía días, cual par de quijotes, dispuestos a poner en marcha nuevas acciones.

Aunque no se trataba de los caminos de La Mancha, sí se refería esa agenda a tareas pendientes para alegrar la vida y darles a las y los acarigüeños nuevas ideas, vinculadas al conocimiento, a la lectura y al arte. Así definen ellos el proyecto de dar vida a cientos de libros artesanales, porque para ellos escribir cuentos, narraciones, crónicas e historia no es suficiente. «Por eso nos vestimos de magos, pero no de circo, sino de pintores y dibujantes de palabras, para diagramar, diseñar, corregir y editar hechuras artesanales, y, además, para retar a las editoriales privadas».

Es decir, que no puede haber quijotes sin espíritu combativo, porque sería imposible derribar molinos, sobre todo en aquel terreno que echa candela, casi igual que Guanare, la capital portugueseña. El poeta León Castillo, con su verbo encendido, proclamó a los cuatro vientos lo que iba a construir. «Es como esconder piedras que rimen del fondo de un río y, ¿por qué no?, del mar o del océano», proclamó Octavio Isabel, el vecino de Los Naranjos, donde alguna vez vivió el cumpleañero Alí Primera.

Algo cansado y sediento del agua divina, Beaumont Rodríguez peló por un sombrero para poder soportar aquella pepa de sol. Esa pepa de sol que no lo dejaba reflexionar ante aquel vaporón que le bloqueaba las ideas y la creatividad cuando la conversa tomaba cuerpo acerca de la creación literaria y la idea de darle vida al soñado proyecto del libro artesanal. Un proyecto inspirado en aquella expresión del gran Aquiles Nazoa, cuando expresó su admiración o su amor por los poderes creadores del pueblo.

Cuando los rayos del sol parecían haber bloqueado el discurso del exguerrillero de los años sesenta, Octavio Beaumont, de repente y con ánimo de enfrentar al enemigo, expresó a viva voz que la lectura es una actividad en la cual se recibe lo que otro produce. Se consume para luego producir, asumiendo una postura de cazador furtivo, dando conocimientos y saberes populares.

La agenda comenzaba a tomar cuerpo tras una hora de caminata llanera, y llegó la primera conclusión: la de un gran proyecto cultural. Los poetas caminantes tomaron una gran roca como aposento para profundizar en el asunto: «Basta ya de teoría y vayamos a la práctica», apuntó Castillo.

Se inició el descenso hacia la casa-museo del periodista, escritor e historiador de apellido oriental (Beaumont), para retomar la agenda frente a la espumosa y helada birra. La discusión sería sobre la conformación del personal que echará a rodar el soñado proyecto del taller artesanal que daría vida a la producción de libros fabricados por gente vinculada a la actividad intelectual y artística. Castillo anunció tener al profesor para arrancar la idea y Beaumont ubicó en el papel el lugar donde se adquiriría la madera para construir las prensas.

A los pocos días, en el patio de la Casa Leris de Los Naranjos, arrancó la primera clase, que durante tres días puso a volar al colectivo de soñadores, quienes se habían fijado como meta derribar molinos. Fueron solo tres días de clase porque era urgente darle rienda suelta al proyecto de elaborar físicamente el poemario escrito durante varios meses o construir tu propia historia, a tu estilo, con tus colores y diseño: «¡Basta de ser clientes de los editores comerciales!», gritaron al unísono.

Valió la pena que, con gran sacrificio económico, el grupo de soñadores acarigüeños, amantes de la poesía y el canto, lograran comprar cuatro prensas de madera. Del mismo modo hicieron con todos los materiales para encuadernar y empastar los primeros libros artesanales, como lo habían planificado Beaumont y Castillo, y para compaginar la teoría con la práctica, como lo aconsejó Simón Narciso de Jesús Carreño Rodríguez.

El momento fue propicio para arrancar con la magia de la faena, mientras el periodista Beaumont tarareaba La era está pariendo un corazón, la hermosa melodía de Silvio Rodríguez que trasladó por unos instantes al periodista al Paseo del Malecón, en La Habana, donde estuvo hace unos cuantos años.

El compromiso y el juramento estaban rubricados sobre el papel: la meta de producción quedó establecida en 30 libros artesanales mensuales, para acumular un gran total de 360 anuales. Así se desplegó el sueño.

Tesoro de la sabiduría

La norma principal de la editorial El Tesoro de la Sabiduría era instruir a hombres y mujeres en la confección de sus libros artesanales. En ningún momento pensaron en cobrar dinero por ese servicio a las comunidades del estado Portuguesa. Sin embargo, Castillo refutó que se debía cobrar una módica suma por ese servicio. Al final triunfó la posición de cero cobros.

El «tiraje» dio luz al poemario El metro, hechura del médico internista Luis Barroso, un regalo artesanal de 48 poemas, prensados en 55 páginas, tras montar y bajar de muchas estaciones. El índice abre con Los amputados y seguidamente aparecen ConfesiónEl miedoSincericidioCatarata de amor, MadreSoneto a CienfuegosCanción de cuna y Lo fácil y lo difícil, entre otras inspiraciones poéticas. La última estación muestra un nombre muy especial, El loco.

Trabajar, construir y analizar se convirtió en una particular jornada de trabajo para los novicios impresores, frente al primer poemario que el médico Luis Barroso manejó como si se tratara de un fino bisturí para seccionar y curar una herida hechas palabras, en un fino racimo de poesía.

Al final de la jornada inaugural, salpicada del espumoso líquido amarillo, alguien proclamó que el libro artesanal debe constituirse en una forma de luchar contra el imperialismo cultural y el imperialismo editorial. «Podemos decir que esta herramienta de trabajo colectivo tiene un trasfondo cultural, educativo, político e ideológico, porque cuenta con la ayuda del conocimiento, saberes populares e inventivas del ser humano», subrayó Castillo.

El colectivo agregó que se debe tener presente las enseñanzas de Simón Rodríguez, José Gregorio Hernández, Fruto Vivas, Luis Zambrano, José Félix Sánchez, José Francisco Torrealba, Jacinto Convit, Humberto Fernández Moran y otros científicos y tecnólogos.

Apuntaron los quijotes portugueseños:

Nuestra gran meta es entrenar a diez personas por cada uno de los catorce municipios del estado Portuguesa, que vendrían siendo ciento cuarenta instructores, para dar apoyo a la producción de libros artesanales. En el grupo cultural El Morral de los Sueños, hacemos por encargo poesía, relatos, cuentos, novelas, ensayos, artículos, libros y tratados sobre teatro y cine.

Ángel Miguel Bastidas G.