LA MUERTE DE ARGIMIRO GABALDÓN

En honor a Pavel Rondón, a René y Olga Peralta.

Estos tres camaradas que aún viven y están en delicado estado de salud, forman parte de las últimas personas que vieron con vida al Comandante Carache quien, prácticamente, murió en sus brazos. A ellos por su actitud valiente y comprometida con el proceso revolucionario del momento, dedico éste escrito y pido al gobierno nacional o regional, colabore con ellos para conseguirles sus medicinas.

Entrevisté a Pavel Rondón en Caracas, para un trabajo de investigación para mi grado de licenciado en Historia Insurgente de la UBV Núcleo Lara, y me contó lo siguiente: -«Estábamos reunidos, el comando del frente con la brigada 21 que operaba en la zona. La reunión se realizaba en el sitio La Yerbabuena, del caserío El Hato, cerca de Humocaro. Estaban presentes, aparte de mi persona, Chucho Betancourt, Carmelo Mendoza y Jesús María Rodríguez, todos sentados en el suelo y Argimiro sentado en su hamaca que siempre le acompañaba, por los problemas de hemorroides que venía presentando. De pronto se le escapa un disparo al fusil de Chucho Betancourt que inadvertidamente tenía una bala en la recámara. El disparo le penetra a Carache por el costado derecho y le sale por la espalda. De inmediato empieza a sangrar copiosamente, ése disparo no solamente acabó con la vida de Argimiro sino que hirió mortalmente a la organización guerrillera de la cual él era su indiscutible jefe y líder. De inmediato, en medio del pánico y la zozobra que cundió en el sitio, lo acuestan en el suelo y como sigue sangrando mucho, preparamos una parihuela y se decide llevarlo a casa de la camarada Benigna Rodríguez y como no se logra controlar la hemorragia, Carmelo salen del sitio y consigue una camioneta Jeep que quita prestada al productor agrícola Rafael García y decidimos trasladarlo a El Tocuyo. Primeramente lo llevamos a casa de Ranulfo Peralta, quien era su compadre, amigo y camarada de toda la vida. Nos recibe su hijo René quien nos dice que el Dr. Peralta, médico de la guerrilla, no se encuentra en El Tocuyo y optan por llevarlo a la casa del Dr. Valenzuela, donde sus hermanas, Olga y Aura Peralta, ambas enfermeras, deciden atenderlo. Prenden un pick-up a todo volumen para que los vecinos no sospechen lo que allí estaba sucediendo. A pesar de todo el esfuerzo que hacían los presentes por salvar la vida de Argimiro, la situación se agrava, y en vista que no se tenían los equipos y condiciones apropiadas, deciden trasladarlo al Hospital. Los camaradas Pavel Rondón, Carmelo Mendoza y Benigna Rodríguez, en un gesto heroico y venciendo todas las dificultades para tratar de salvar la vida del Comandante Carache, lo llevan al hospital a riesgo de ser capturados y lo dejan en la entrada, gritando a todo pulmón: «hay un herido grave, es un isleño» pero ya Carache no tenía signos vitales, había perdido mucha sangre»- y aquel 13 de diciembre de 1964, se nos fue Argimiro, el hombre que era la esperanza de redención de todos los campesinos que lo idolatraban y era el líder indiscutible de los jóvenes revolucionarios de la época, que ansiábamos acompañarlo en sus luchas. Recuerdo que todos los jóvenes comunistas de la época que militábamos en la J. C. de la UCV, aprovechábamos los entierros de los camaradas revolucionarios que eran velados en ése recinto y en el trayecto hacia el cementerio, gritábamos nuestras consignas a pleno pulmón, cantábamos el A Bella Ciao y otros himnos revolucionarios, repartimos propaganda, en fin, el entierro se transformaba en un combate de calle. Pero el entierro de Argimiro fue muy triste, nos pegó mucho en el alma, sobre todo cuando su padre, el General Gabaldón, con más de 90 años a cuestas, pronunció las siguientes palabras en el Cementerio General del Sur, que nos conmovieron a todos los presentes: «Argimiro, no te lloro, te bendigo. Yo estoy y satisfecho de ti. Te dejo al lado de tu madre, pozo de virtudes que acompañó a sembrar en el alma de mis hijos, un profundo respeto por la palabra empeñada. Yo te felicito y me felicito. En tu última carta, fresca todavía la tinta, me dijiste: estoy orgulloso de ser tu hijo y estoy orgulloso de ser revolucionario «