En pocos días, Siria se ha convertido de nuevo en un teatro de guerra de movimientos, en lo que parece una reanudación del último gran desplazamiento de los frentes de batalla que tuvo lugar en 2016, cuando el régimen de Assad recuperó el control de Alepo con el apoyo iraní y ruso y la complicidad turca.
En el espacio de unos días, tras permanecer relativamente estática durante varios años, Siria ha vuelto a transformarse en un escenario de guerra en movimiento, en lo que parece una repetición del último gran cambio en los frentes de batalla que tuvo lugar en 2016, cuando el régimen de Assad recuperó el control de Alepo con el apoyo iraní y ruso y la complicidad turca.
Ahora nos encontramos ante un ataque sorpresa acompañado de una repentina expansión de las fuerzas de Hayat Tahrir al-Sham (Organización para la Liberación de al-Sham, también conocida como Siria, comúnmente conocida por su acrónimo árabe HTS), el grupo yihadista salafista que controla la región de Idlib, en el noroeste de Siria, desde 2017.
Como es bien sabido, el grupo remonta sus orígenes a Jabhat al-Nusra, que se fundó en 2012 como rama de Al-Qaeda en Siria, luego anunció su deserción de la organización como Jabhat Fath al-Sham en 2016, antes de absorber a otros grupos y convertirse en Hay’at Tahrir al-Sham al año siguiente. La invasión de Alepo por HTS en los últimos días se llevó a cabo a expensas del ejército del régimen sirio, apoyado por fuerzas iraníes y rusas. En cuanto al papel de Turquía, ha sido una vez más de complicidad, pero esta vez en sentido contrario, ya que HTS ha pasado a depender de Turquía, su única salida.
Analicemos más de cerca este caos, empezando por el papel de Turquía. Al comienzo del levantamiento popular en Siria en 2011, Ankara aspiraba a imponer su tutela sobre la oposición siria y a través de ella, en caso de victoria, sobre todo el país. Turquía cooperó entonces rápidamente con varios Estados árabes del Golfo para apoyar a grupos armados que enarbolaban banderas islámicas, mientras la situación se militarizaba y pasaba de ser un levantamiento popular contra un régimen familiar sectario y despótico a convertirse en un enfrentamiento entre dos bandos reaccionarios, explotados por un tercer bando formado por el movimiento kurdo. Estos acontecimientos allanaron el camino para que los territorios sirios se vieran sometidos a cuatro ocupaciones, además de la ocupación sionista de los Altos del Golán que comenzó en 1967: la ocupación iraní (acompañada de fuerzas regionales afiliadas a Teherán, especialmente el Hezbolá libanés) y la ocupación rusa, ambas en apoyo del régimen de Assad; la ocupación turca en dos zonas de la frontera norte de Siria; y el despliegue estadounidense en el noreste, en apoyo de las fuerzas kurdas que luchan contra Daech o Estado Islámico, o lo que queda de él.
¿Qué ha ocurrido en los últimos días? Lo primero que me llamó la atención fue la rapidez con la que las fuerzas del régimen de Assad se derrumbaron ante el ataque, lo que recuerda al colapso de las fuerzas regulares iraquíes ante Daech cuando la organización cruzó la frontera hacia Siria en el verano de 2014. La razón de estos dos colapsos radica principalmente en el factor sectario, siendo su característica común que la mayoría alauita de las fuerzas sirias y la mayoría chií de las fuerzas iraquíes no tenían ningún incentivo para arriesgar sus vidas defendiendo del ataque a las zonas de mayoría suní bajo su control. A esto hay que añadir el resentimiento creado por la incapacidad del régimen actual para crear unas condiciones de vida motivadoras, sobre todo en Siria, que lleva varios años experimentando un colapso económico y un importante aumento de la pobreza. El sábado pasado, el Financial Times citaba las palabras de un alauita: «Estamos dispuestos a proteger nuestros pueblos y ciudades, pero no estoy seguro de que los alauitas vayan a luchar por la ciudad de Alepo… El régimen ha dejado de darnos razones para seguir apoyándolo».
Lo que está claro es que HTS, junto con otras facciones bajo tutela turca, decidió aprovechar la oportunidad creada por el debilitamiento del apoyo iraní al régimen de Assad como consecuencia de las graves pérdidas sufridas por el Hezbolá libanés, principal brazo armado de Irán en Siria, a raíz de la ofensiva de Israel contra el Líbano. Este debilitamiento, combinado con el debilitamiento del apoyo de Moscú debido a la participación de las fuerzas armadas rusas en la invasión de Ucrania, creó una oportunidad excepcional que HTS aprovechó. También está claro que Turquía bendijo este ataque. Desde 2015, el giro de Recep Tayyip Erdogan hacia la explotación del nacionalismo turco, de la mano de su alianza con la extrema derecha nacionalista de Turquía, han hecho de la lucha contra el movimiento kurdo su principal preocupación. En 2016, Ankara apuñaló por la espalda a las fuerzas de la oposición siria al permitir que el régimen sirio retomara Alepo con el apoyo de Irán y Rusia, a cambio de que Rusia le diera luz verde para lanzar la operación Escudo del Éufrates y arrebatar la región de Jarablous y sus alrededores, en el norte de la gobernación de Alepo, a las fuerzas kurdas que dominaban la zona.
Una vez más, Ankara aprovechó el ataque del HTS en Alepo para desatar a sus fuerzas auxiliares sirias contra las fuerzas kurdas. Erdogan había intentado anteriormente reconciliarse con Bashar al-Assad, ofreciéndole su apoyo para extender el control de su régimen sobre la vasta zona donde domina el movimiento kurdo en el noreste. Sin embargo, la insistencia de este último en que Turquía le entregara las zonas que controla en la frontera norte frustró este intento. Erdogan volvió entonces a ponerse en contra de Assad y dio luz verde al ataque del HTS, enfureciendo a los partidarios del régimen sirio. La «divergencia de puntos de vista» a la que aludió el ministro de Exteriores iraní durante su visita a Ankara tras el inicio del ataque es que Teherán ve en HTS la principal amenaza, mientras que Ankara la ve en las fuerzas kurdas. A pesar de la hostilidad compartida hacia el movimiento kurdo, Teherán, Moscú y Damasco habían acordado una tregua a largo plazo con él, hasta que las circunstancias cambiaron para permitirles reanudar la ofensiva por el control de todo el territorio sirio, mientras que la relación de Ankara con este movimiento ha seguido siendo extremadamente hostil, en contraste con su cooperación con HTS, que controla la región de Idlib.
En cuanto a Israel y Estados Unidos, se mantienen cautelosos ante lo que ocurre sobre el terreno, ya que ambas partes —el régimen de Assad y HTS— son casi igual de malas a sus ojos (a pesar de los esfuerzos de Emiratos Árabes Unidos por blanquear al régimen y de los esfuerzos de Ankara por blanquear a HTS). La principal preocupación del Estado sionista es impedir que Irán aproveche la oportunidad de esta nueva batalla para reforzar su presencia militar en territorio sirio y encontrar nuevas formas de suministrar armas a Hezbolá a través de él.
Por último, al avivar las llamas de las animosidades sectarias, estos acontecimientos están haciendo retroceder la única perspectiva esperanzadora abierta en Siria en los últimos años, a saber, las masivas protestas populares contra el deterioro de las condiciones de vida en el país desde 2020. Estas protestas comenzaron en la región de Soueïda (habitada por una mayoría drusa), en los territorios controlados por el régimen, y rápidamente se convirtieron en reivindicaciones para la salida de Bashar el-Assad y la caída del régimen, reviviendo el espíritu del levantamiento popular, democrático y aconfesional que vivió Siria en plena Primavera Árabe hace trece años. Esperemos que la unidad de los intereses populares en torno a las cuestiones de subsistencia y emancipación conduzca, en un futuro no muy lejano, a la renovación de la revolución siria original y a la reunificación del país sobre las bases democráticas soñadas por los pioneros del levantamiento de 2011.
Gilbert Achcar
Traducido por César Ayala de la versión en francés suministrada por el autor. El original en árabe apareció en la revista Al-Quds al-Arabi el 3 de diciembre de 2024. Siéntase en libertad de reproducir o publicar en otros idiomas, siempre mencionando la fuente.