Siria y el botín de seda, mientras el mazo espera

Sigue la ronda su obsesión. La dualidad se ha hecho poder. El bien y el mal dirigidos, ex profeso, polarizan la polis, metiendo en una ruleta rusa amañada a la verdad y la mentira. El sistema mundo sobresaturado de globalización baja el individualismo, haciéndolo exclusivo al individuo cosificado. Se desmontan así, del andamio, los restos de lo que también fue usada —para fines económicos y de protección imperial— y nombrada pomposamente como «la humanidad».

Por otro lado, en simultáneo, los pueblos quedan encerrados en las marchas, negándose a aceptar que los métodos convencionales de lucha han quedado atrás frente a las nuevas tecnologías. Se conforman con las grandes demostraciones de fuerza, que nadie sabe en qué inciden ante el poder bélico de su majestad, el poder.

El silencio es más peligroso cuando cierra filas y fronteras, no dejando pasar a la palabra, a pesar de que primero era el verbo…

Todo empezó en Siria con manifestaciones pacíficas, cargadas de extranjeros y árabes, envalentonando a la oposición interesada en la guerra, en medio de la paz y la abundancia. El pueblo salió a la calle, desde el miedo, a detener lo que se avecinaba, e iba creciendo la violencia. Por miles salieron a mostrar fuerza y apoyo al presidente sirio, mientras la prensa occidental informaba que el pueblo pedía que se fuera el presidente. Entonces se vino encima nuevamente la guerra de los atroces, exactamente en el momento del descuido, del error aliado. Ocurrió porque nadie alcanzó a saber antes que esto estaba sucediendo, ni que la histórica Alepo, de cinco millones de habitantes, la ciudad económicamente más importante de Siria, también moría antes de hambre y de sed, cercada, sin insumos, por los grupos terroristas promovidos por Occidente. Durante más de un año estuvo sin electricidad, sin combustible, sin gas y nadie ni nada entraba ni salía de Alepo.

Para colmo y como un balde de agua fría a la calidez, ya se estaba dando la retirada de los aliados que defendían el territorio sirio, dejando en bandeja la seda al invasor económico y al pueblo indefenso, ahora masacrado selectivamente.

Otro método más del imperialismo norteamericano, efectivo para derrumbar gobiernos, contrabandear como revolucionarios al postulado hijo de Al Qaeda, escondiendo la ideología real. Así funcionó en Guatemala y Uruguay y ahora en Siria.

El porqué de la retirada seguramente lo desclasificará el oscuro porvenir.

Lo cierto es que no se había desencadenado ninguna guerra civil, sino persecución y violencia contra el pueblo por parte de los mercenarios y fundamentalistas para crear las condiciones de entrada justificada del invasor económico, y deponer al presidente Ásad. Enmascarando la ideología, contrabandeando al revés la verdad y la mentira, entró de nuevo el salvador occidental contra la paz, colocando al frente como ejército anticristiano, y ante poblaciones étnicas minoritarias, al enemigo terrorista «arrepentido» o comprado, Abu al Jawlani, quien desde 2017 era buscado por Estados Unidos que ofrecía diez millones de dólares a su captura. Ahora, al cambiar de idea, es quitado de la lista de terroristas, mientras él se despoja del ropaje militar de Al Qaeda para entrar triunfante al palacio presidencial de Siria, pero ahora rodeado con la incertidumbre de la lealtad a su enemigo histórico, Estados Unidos.

Tal vez haya nuevos sabios de la inteligencia artificial capaces de narrar la historia última a través de otra nueva biblia anticristiana donde primero no sea el verbo, y lograr así el éxito editorial que en otro tiempo fue mandato de ley, escrito en las tablas; y, luego, cuando fue pasado al papel bíblico, develó usurpación. Es la otra gran estafa de la historia de los reinos, que ha dado aún siglos de dividendos.

Toca ahora alertar a Venezuela sobre el método, sobre la estrategia de usar la energía joven confundiéndola, volviendo a esos jóvenes revolucionarios occidentales contra la «dictadura socialista», ofreciéndoles villas y castillas si hacen terrorismo, vulnerando la paz y destruyendo los bienes del pueblo.

Ya han creado comanditos, formados en el odio contra el pueblo pobre, llenándolos de drogas y desviándolos de su energía creativa, para emplearlos como mercenarios a favor de una causa imperial que los ha empobrecido mental y espiritualmente.

La oposición se la juega desde lejos. Desde la mediática palangre, los proyecta como los nuevos mesías, dándoselas de salvadores. Redime la humildad como fuerza de un ejército anónimo que busca tomar por sorpresa a los que vigilan la espera.

Las sanciones debilitan los lazos de hermandad de los pueblos, colisionando la espiritualidad natural de la gente. Crean un terreno con buena tierra para sembrar la violencia, llevando a cabo en la práctica teorías macabras, incendiando con la contradicción la división de una nación. No será difícil cuando el enemigo va fabricando las condiciones subjetivas para transferirlas al bando de lo fatal. Solo basta ordenar desde sus lejanos escritorios que avancen en la colonización de la visual de un mundo que, en pañales, acumula ingenuamente la juventud malversada. Los reviste con nuevo ropaje mental a favor de los invasores, y proyecta sus fotografías al salir del salón de belleza, donde se interviene el cerebro sometiendo al corazón.

Vuelve el cántaro al agua, pero esta vez igual con el mazo dando mientras la comunal vida va abriendo sus surcos de vanguardia, dejando el déficit de convicción atrás y los malos ratos del sufrimiento. De la bella vida y de la revolución por hacer, hasta el rabo es chicharrón.

Carlos Angulo