“La guerra manifiesta de María Corina Machado” 

 por Federico Ruiz Tirado

“La guerra manifiesta de María Corina Machado”… En aquella oportunidad que le brindó la vida, no le dio tantas vueltas al féretro de la MUD, ni desplegó tediosos actos de magia sacando viejas y viejos del sarcófago de fin del siglo XIX, ni se hizo apariciones fugaces en moto: bastó un sutil refinamiento de su look mantuano.

María Corina Machado se lanzó de una y con las rodillas ventiladas, pulidas con aceite de Rosa Mosqueta, subió el telón. Época de Súmate (año 2005, cuando EEUU intentó golpear a Chávez a través de un Referéndum Revocatorio con un puñado de dólares en manos de esa señora); Súmate fue una colosal estatua de la burguesía que devino en «Comanditos» criminales en el 2024, y afilió sin coartadas de ningún tipo a personajes ya de tercera y cuarta categoría como a Vladimir Villegas, Enrique Márquez, Ochoa Antich, Juan Barreto, Delsa Solorzano, Andrés Velásquez, curas y cantantes, y a uno que otro mamarracho y afines.

 La foto recorrió el mundo, fue publicitada en los medios mundiales de negocios y políticos, pero no como lo que era sino como lo que parecía o quería ser, como un replay de la otrora revista española Interviú: una hija de papá con las piernas depiladas buscando lo suyo en el Palacio oval de la Casa Blanca, donde residía para entonces el gran jefe de los perros de la guerra George W. Bush.

Hasta ese momento, era imposible imaginarse a Bush en otros asuntos que no fueran el negocio de la guerra, las invasiones a Irak, a Pakistán, el desplome de las Torres Gemelas ante sus ojos o echándose palos en alguna oficina de la Casa Blanca.

Rambo

Aquellas imágenes lo mostraban con los ojos turbios de emoción y vestido como un  Rambo maníaco compulsivo, camuflado de un sofisticado aparataje comunicacional bélico preguntando a sus subalternos en el Medio Oriente «¿cómo va esa mierda por allá?», refiriéndose a la surrealista cacería montada a Bin Ladem en los desiertos árabes con un despliegue de armas de destrucción masiva o a Bagdad, o tartamudeando los nombres de los ríos Tigris o Éufrates, difíciles de escuchar en inglés por los walkie talkie de entonces.

María Corina Machado

Hasta que apareció ella con sus apellidos y sus rodillas y su cabello alisado sobre los hombros.

Ciertamente, la imagen no muestra lo que aquí llamamos «matraqueo», como lo hizo Juan José Caldera con el benefactor de Capriles con los reales que se embolsilló. Lo que si mostró fue un compendio de símbolos: intervención, capitalismo popular, erotismo encubierto por otros signos (éste, el instante del Eros que quiere pero no puede saltar sobre la presa es, generalmente, una ráfaga, un gesto soslayado); proyectó financiamientos insospechados, planes desestabilizadores, movilización de tropas, cohetes y etcéteras infinitas.

Lo que no se dice

Porque la verdad es que hay fotos que hablan de otras cosas distintas a las que se propone la imagen. O dicen todo lo que se le antoje. En la de María Corina Machado con Bush hay un mercado libre (o un libre mercado de productos materiales o idílicos).

¿Es la estampa de un romance encubierto? ¿Es lo que más se parece a una seducción impúdica? ¿A un jujú que tuvo su final?¿Son sus rodillas un par de elementos literarios robados de un Trópico de Henry Miller?

Sin duda, la foto pareció estremecer de júbilo a la derecha de entonces, a la Fedecámaras de Carmona y a la Globovisión del Matacuras, y, seguro, sensibilizar más de la cuenta la libido de Baltazar Porras o la de «Burro con Sueño». Y no hay por qué dudarlo: las rodillas de María hablaban por entre sus piernas.

Que hoy día se constate esta libidinosa presunción, ni le quita ni le pone más diretes al cuento del gallo pelón. Quizás le ponga. Ya lo veremos.

El dinero no se exhibe porque es dinero. En la foto, ese detalle ostentoso, se manifiesta como en las estadísticas, que muestran lo que «convenientemente» debe permanecer oculto, o levemente tendencioso, pero nunca tan claro como el sol. Y no es que las rodillas no luzcan, no: están allí, no sabemos si todavía gozosas de ser rodillas mantuanas, pero el tuétano de la imagen vino a aparecer después, solo que algo calloso, como la punta de una penca de sábila.

El 28 de julio pasado

No se trataba, además, de una operación de baja ralea, esa de la foto, pero la estampa requería de un sutil y erótico encantamiento que despistara el propósito de la visita, y llegó a alcanzar entre muchos un viso de amnesia súbita: por un momento la politología mundial y sus disciplinas anexas se olvidaron de Chávez, del Destino Manifiesto y del petróleo venezolano para centrarse en la imagen de dos rodillas desnudas y dos ojos sin conciencia de lugar en un rostro tan icónico como el de Bush.

Tras el encuentro, Machado dijo que Bush compartía las preocupaciones de Súmate sobre las libertades democráticas en Venezuela bajo el régimen de Hugo Chávez.

María Corina Machado

LEE TAMBIÉM: “Fascismo no se olvida”

María Corina Machado

Los fondos del National Endowment for Democracy (NED) de Estados Unidos, alcanzaron para que la Jefa de los Comanditos organizara una fiesta a puerta cerrada y dejara con la guayabera por fuera a Próspero Prosperi, a parte de la familia de la perpetua CEV, a libretistas de telenovelas y locutores de un cierto tipo de derecha política residenciados en EEUU.

Con el repele al descubierto y en pleno duelo por la baja de uno de sus súbditos, el Wilexis, María Corina ahora llama a boicotear las venideras elecciones en Venezuela a la espera de nada, ni siquiera de un pendón que le permita guindarse en sus delanteras para disimular el paso del tiempo.

***

Federico Ruiz Tirado (Barinas, 1955): Escritor, poeta, diplomático. Miembro Fundador de la Red de Escritores Socialistas de Venezuela. Autor de Un puñado de pájaros contra la gran costumbre (antología sobre el 4F), Un día para siempre, La Patria está en otra parte (MPPCULTURA, PDVSA).