Crimen y castigo: reflexión filosófica de Henrik Hernandez

cortesia del autor

por Henrik Hernandezpublicado en febrero 2, 2025

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Entre la Justicia, la Venganza y la Responsabilidad Social.

El crimen, para Henrik, no es simplemente una violación de la ley, sino una ruptura en el orden moral de la sociedad. No es solo un daño individual, sino una herida en la confianza colectiva, una grieta en el pacto social que mantiene la convivencia. Pero si el crimen es una transgresión de lo establecido, el castigo, como su contraparte, plantea una pregunta fundamental: ¿cuál es su verdadero propósito? ¿Es la justicia un mecanismo de equilibrio o una venganza legitimada por el Estado?

La pena de muerte, para él, es el ejemplo más extremo de la incapacidad de la sociedad para trascender la violencia.

La idea de que el asesinato se corrige con más muerte le resulta paradójica: el Estado, al proclamarse garante del orden, se arroga el derecho de privar de la vida a quien ya ha cometido la misma acción que se le reprocha. ¿Qué mensaje deja esto? ¿Que la violencia es condenable solo cuando no la ejerce el poder?

Desde una perspectiva kantiana, la justicia no puede basarse en la utilidad ni en la conveniencia, sino en un imperativo moral absoluto: el crimen debe ser castigado porque es lo correcto, no porque sea útil. En este sentido, la pena de muerte podría interpretarse como la aplicación radical del principio de reciprocidad: «quien mata, debe ser matado», una lógica de justicia retributiva que encuentra sus raíces en la Ley del Talión. Sin embargo, ¿acaso esto no convierte al Estado en un verdugo, en un ente que responde a la violencia con más violencia?

Henrik observa una contradicción fundamental en la pena de muerte: el acto de matar a un asesino no solo es irreversible, sino que contradice el principio de que la vida es un valor supremo. Si el asesinato es moralmente inaceptable, ¿qué justificación tiene cuando lo ejecuta el Estado? Michel Foucault, en Vigilar y castigar, expone cómo el poder ha transformado el castigo a lo largo de la historia, pasando de la violencia física visible a formas más sutiles de control. En este sentido, Henrik se pregunta si la pena capital no es más que una forma arcaica de castigo, una reliquia de tiempos en los que la justicia era más un espectáculo que un proceso racional.

Henrik no ignora el argumento de que la pena capital puede actuar como un mecanismo disuasorio, pero duda de su efectividad real. ¿El miedo es suficiente para contener la naturaleza humana? Si la única barrera entre un individuo y el crimen es la amenaza de la muerte, ¿acaso no es la sociedad la que ha fracasado en su deber de formar seres humanos moralmente sólidos? La verdadera prevención no radica en el terror al castigo, sino en la creación de una estructura social donde el crimen no sea la salida, sino la excepción.

No obstante, Henrik tampoco defiende la impunidad. Un crimen, especialmente un asesinato, no solo deja víctimas directas, sino también una carga emocional y material sobre los familiares, quienes quedan atrapados en una doble condena: la pérdida de sus seres queridos y el abandono institucional. Aquí surge la pregunta clave: ¿de qué sirve la pena de muerte si las víctimas indirectas del crimen no reciben reparación alguna? Pero esa responsabilidad no debería reducirse a la simple reclusión ni al olvido de la pena capital, sino a una deuda moral ineludible.

A diferencia de la perspectiva kantiana, que ve la justicia como un fin en sí mismo, el utilitarismo de John Stuart Mill y Jeremy Bentham sostiene que el castigo debe buscar el bienestar general, minimizando el sufrimiento y maximizando la seguridad. Desde esta óptica, la pena de muerte solo sería justificable si previniera significativamente futuros crímenes. Sin embargo, múltiples estudios han demostrado que no existe una correlación clara entre la aplicación de la pena capital y la disminución de homicidios. Si el miedo no es suficiente para disuadir el crimen, ¿no sería más útil una justicia que, en lugar de destruir, repare el daño causado?

Para Henrik, el castigo ideal no es ni la eliminación del criminal ni su aislamiento en prisión sin propósito. En cambio, propone una justicia reparadora, donde el delincuente no solo cumpla una condena, sino que asuma una deuda moral y material con las víctimas. Esta idea se acerca a la justicia restaurativa de John Rawls y Jürgen Habermas, quienes defienden que el castigo debe enfocarse en la reintegración del individuo a la sociedad y en la compensación real a los afectados.

En esta visión, el criminal no es simplemente aniquilado o encerrado, sino obligado a sostener con su trabajo y esfuerzo a aquellos que dejó en el desamparo.

No se trata de una explotación brutal que lo reduzca a la miseria, sino de una responsabilidad ineludible que lo obligue a enfrentar su crimen día tras día.

Henrik concluye que la sociedad tiene una obsesión con el castigo, pero una indiferencia alarmante hacia la reparación.

La pena de muerte, lejos de ser una solución, es una respuesta primitiva que no educa, no repara y no transforma. Para él, la verdadera justicia no es la que responde con más muerte, sino la que construye un equilibrio a partir de lo que ha sido roto.

Pero la gran pregunta sigue sin respuesta: ¿es la humanidad capaz de aceptar una justicia que no se base en la venganza? Para Henrik, ese sigue siendo el dilema no resuelto de toda civilización.

Notas:

Jeremy Bentham fue un filósofo, jurista y reformador social británico, considerado el fundador del utilitarismo. Su pensamiento influyó en la teoría del derecho, la ética y la política, promoviendo una justicia basada en la máxima felicidad para el mayor número de personas.

John Rawls fue un filósofo estadounidense considerado uno de los pensadores más influyentes del siglo XX en ética, política y teoría de la justicia. Su obra principal, Teoría de la justicia (1971), revolucionó la filosofía política al proponer una visión de la justicia basada en la igualdad, la equidad y la imparcialidad.

John Stuart Mill fue un filósofo, economista y político británico, considerado una de las figuras más importantes del liberalismo clásico y el utilitarismo. Su obra abarca temas como la libertad individual, la democracia, la ética y la justicia.

Jürgen Habermas (1929-) es un filósofo y sociólogo alemán, considerado uno de los pensadores más influyentes de la teoría crítica y la filosofía política del siglo XX y XXI. Su obra se centra en:
✔️ La democracia y el espacio público → Cómo el debate racional puede mejorar la sociedad.
✔️ La ética del discurso → Cómo deben tomarse decisiones justas en una sociedad democrática.
✔️ El poder y la comunicación → Analiza cómo los medios y el lenguaje influyen en la política y la opinión pública.

Michel Foucault (1926-1984) fue un filósofo, historiador y teórico social francés, considerado una de las figuras más influyentes del siglo XX. Sus estudios se centraron en cómo el poder, el conocimiento y las instituciones moldean la sociedad y controlan a los individuos.

Perspectiva kantiana se basa en la filosofía del pensador alemán Immanuel Kant (1724-1804), quien estableció un sistema ético basado en la razón, la autonomía y el deber moral. Su enfoque sobre el crimen y el castigo se fundamenta en dos principios clave:

✔️ El Imperativo Categórica →la moralidad debe basarse en reglas universales.

✔️ La Justicia Retributiva → el castigo es un deber moral, no un medio para otro fin.

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Copyright © Henrik Hernandez 2025

La redacción e investigación de este artículo han contado con la asistencia de inteligencia artificial, utilizada desde julio de 2024.

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Este artículo fue actualizado en febrero 2, 2025

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