
Permanece entre nosotros en la conciencia del mundo, con su palabra arraigada en el Evangelio y su compromiso junto a los pobres, los necesitados y los desposeídos. Lo conocí en su ministerio pastoral, sembrando esperanza en tierra fértil. Su partida nos entristece, pero sabemos que emprendió el encuentro con el Padre y que la muerte no tiene la última palabra. Ayer celebramos la Pascua de Resurrección de nuestro Señor Jesucristo: la Vida vence a la Muerte. El Subud enseña que, cuando llega la muerte, se cierra la puerta de las emociones y sensaciones, y se abre la Puerta del Alma, donde comenzamos un nuevo camino espiritual. Debemos asumir nuestro recorrido durante la vida terrena con responsabilidad. Francisco fue el primer Papa no europeo y el primer jesuita en ocupar el pontificado. Un hombre latinoamericano que compartió con el mundo su espiritualidad, sabiduría y compromiso con la justicia social desde la Iglesia, siempre junto al pueblo de Dios. Abrió los brazos fraternos al ecumenismo, acogiendo a hermanos y hermanas que viven la fe desde sus culturas. Compartió el pan y la libertad, denunció injusticias y viajó a Lampedusa, Italia, para visibilizar la crisis de los refugiados, instando a Europa a ayudar a quienes huyen de guerras, hambre y miseria. También visitó Lesbos, Grecia, conmovido por la situación inhumana de los desplazados por conflictos en Siria, Medio Oriente y otras regiones. Trabajó incansablemente por la paz y el derecho a una vida digna. Recuerdo su llamado en el Vaticano para abolir las armas nucleares y proteger la integridad de la Tierra, reflejado en sus encíclicas Laudato Si’ y Fratelli Tutti, legados que guían no solo a los cristianos, sino a toda la humanidad. Al elegir el nombre de Francisco, Bergoglio abrazó el camino de San Francisco de Asís. En su vida, enfrentó ataques, calumnias y traiciones con serenidad, siempre firme en la defensa de los derechos humanos, la Madre Tierra y la fraternidad como cimientos de la paz. Atesoro los encuentros en Santa Marta, su alegría, su amistad. Hablábamos de Argentina, su patria lejana que ya no pudo ver, y de su preocupación por el hambre, el desempleo y la resistencia de las organizaciones populares. Siempre fue un pastor atento, escuchando a cada oveja de su rebaño. Querido hermano, que el Señor te reciba junto a los discípulos de ayer y hoy, que siembran el Evangelio en un mundo de incertidumbre, pero también de esperanza. Que el amor perdure y se convierta en acción. ¡Que el Tata Dios te acompañe en su paz y bien! Adolfo Pérez Esquivel 21-4- 25 día de tu partida