Guaidó falló en todo durante su vergonzoso paso por la presidencia de la saliente Asamblea Nacional. Este exdiputado es un fracaso ambulante, que no pudo cumplir con ninguno de sus fantasiosos mantras. Mucho menos logró liderar un frente político que permitiera agrupar bajo su mando a la variopinta derecha venezolana, que ahora queda huérfana y pulverizada en mil pedazos por su negligente gestión. Guaidó agotó su tiempo maquinando fallidos golpes de Estado, bloqueos económicos y gestionando personalísimamente la injerencia extranjera en contra del país.
Lo que hizo Guaidó en estos dos años es más que espeluznante, trágico y se revelará completamente con el paso del tiempo. En la punta del iceberg los medios de comunicación han publicado un sinfín de reseñas con pruebas sobre sus actividades delictivas, colocándolo como el capo de la mayor estructura criminal transnacional que haya azotado a nuestra patria.
Nada de acciones políticas loables y de altura en defensa de nuestra soberanía. Nada de solidaridad con los más necesitados, víctimas del bloqueo impuesto patrocinado por su propia mano. Que va. Lo de Guaidó y su equipo corporativo de más de 40 ladrones es el saqueo rapiñero despiadado y a gran escala. La acumulación de delitos penales incluye la persistente usurpación de funciones, la corrupción agravada, la apropiación indebida de activos pertenecientes a la República, la traición a la patria, la legitimación de capitales y otros misceláneos que abultan el copioso expediente criminal de este nefasto personaje.
Es inocultable el saqueo de varios millardos de dólares que la voracidad de este grupo ejecutó a nivel planetario. Solo la investigación reseñada por el The Washington Post evidencia que los pillines emisarios plenipotenciarios del exdiputado Guaidó se especializaron en crímenes transnacionales y se confabularon para “apoderarse de los activos de Venezuela” con el único objetivo de enriquecerse ilícitamente mediante distintos modus operandi, pero principalmente se destaca “el cobro de sobornos” en la firma de distintos contratos relacionados con la ilegal reestructuración de deudas de terceros países con PDVSA. Esta confabulación representa un vil desfalco a la República, que se suma al público y notorio asalto criminal sobre las cuentas bancarias y demás activos internacionales pertenecientes al BCV, FONDEN y PDVSA, ejecutado sin ningún tipo de decoro por estos maliciosos saqueadores del erario público.
Pero alerta. Guaidó no actúa solo ni tiene libre albedrio. Su impudicia está amparada en los vetustos y fracasados métodos aplicados por el imperio norteamericano para interferir en los asuntos internos de los países que no se doblegan frente a sus propósitos hegemónicos. Rusia, China, Siria, Irán, Cuba o Nicaragua han enfrentado con gallardía los múltiples mecanismos de acoso del histérico y decadente Tío Sam, el cual persigue imponer por la fuerza de las sanciones financieras y comerciales la subordinación total de terceros países. Hay una vergonzosa fila de políticos arrodillados a los ponzoñosos y purulentos pies del imperio, aspirando a recibir la gracia divina y las dadivas del inquilino de turno de la Casa Blanca. El exdiputado Guaidó es el más arrastrado y ruin de toda la historia moderna. Es el peón sumiso que ha vendido por 30 monedas las riquezas naturales, la soberanía, la integridad territorial y la paz de su propio país.
Un ejemplo del alto nivel de criminalidad de esta banda neofascista transnacional, es que el propio Departamento de Estado Norteamericano ha confesado públicamente que desde el año 2017 les ha soltado la colosal fortuna de “$1,2 mil millones en ayuda a venezolanos vulnerables”. Este ingente caudal de recursos financieros (sin auditoria alguna) ha sido manejado a la exclusiva discreción del capo Guaidó y de su banda de rateros. Resultando finalmente en el enriquecimiento súbito de sus socios, allegados y más cercanos comisionistas que ahora viven “sufridamente” (exiliados dicen ellos) como opulentos sibaritas en Madrid, Bogotá o New York.
A pesar de los recurrentes fiascos del pillín Guaidó, el imperio norteamericano pretende seguir protegiendo a su fracasado agente. Por eso no sorprende que en un nuevo escalamiento de la política injerencista de sanciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC), esta torpísima institución emita de manera descarada, unilateral y pendenciera la “Licencia General 31A” donde el gobierno de Estados Unidos señala que apoya tajantemente “al actual presidente interino de Venezuela Juan Gerardo Guaidó Márquez” (ungido magnánimamente por el imperio) y le “autoriza las transacciones y actividades que involucran al actual Presidente Interino”, es decir, el Tío Sam le da permiso a su triste marioneta para seguir indefinidamente en sus lucrativas tareas de saqueo de los recursos financieros y en la conspiración permanente en contra de las autoridades legítimamente elegidas por el pueblo venezolano. Esto es un fiasco perpetuo. Nunca van a aprender.
Richard Canan
Sociólogo
@richardcanan