Están de moda frases como “se tenía que decir y se dijo” y “el que entendió, entendió”. Bueno, pues en esa onda he de mencionar que una de las primeras acciones tomadas por el gobierno revolucionario cubano para responder a los hechos de Bahía de Cochinos –aparte de reaccionar militarmente en el teatro de operaciones– fue lanzar una gigantesca redada en La Habana y otras ciudades y detener a todo aquel que hubiese mostrado simpatía por la invasión.
En esa misma onda (la de las frases de moda), estoy seguro de que ustedes habrán entendido.
La doble respuesta fue muy pertinente, pues el plan que había sido diseñado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos contemplaba tomar control de alguna ciudad cercana al lugar del desembarco (Playa Girón) y montar allí un gobierno paralelo, que sería respaldado desde La Habana y otras ciudades importantes por los disidentes internos.
Los cubanos que intentaron invadir fueron recibidos como lo que eran: invasores avalados por una potencia extranjera; los que aguardaban para actuar desde adentro fueron tratados como lo que eran: aliados de esa operación, vale decir, enemigos. La lección está clara. Está dicho.
Han pasado 60 años, pero seguimos más o menos en las mismas. Estados Unidos no ha parado de maquinar golpes de Estado, invasiones, derrocamientos parlamentarios o judiciales, hostigamientos, medidas coercitivas unilaterales y bloqueos contra Cuba y contra todo aquel país que haya osado desafiar su poder omnímodo.
Y, por si acaso alguien todavía no ha captado los paralelismos, veamos este: el plan de invadir Cuba, montar un gobierno títere que pidiera ayuda y así intervenir directamente para derrocar a Fidel Castro. Otro: el proyecto fue concebido durante la administración de Dwigth Eisenhower, que era un viejo general republicano, y se ejecutó durante la de John F. Kennedy, que era un joven civil demócrata, y que, por cierto, tenía menos de tres meses en la Casa Blanca cuando se produjo el acontecimiento.
Claro que como las derrotas son siempre huérfanas, Kennedy se las arregló para que ese temprano descalabro no le despeinara su portentoso copete. Cuando se dio cuenta de que a sus “enviados especiales” les estaban dando una pela, recogió velas y desoyó el clamor de los funcionarios de la CIA, que le pedían lanzar una invasión propiamente dicha.
Kennedy ni siquiera quiso ordenar el rescate de los “luchadores por la libertad”, aunque meses más tarde accedió a cambiarlos, a guisa de prisioneros de guerra, por alimentos y maquinaria. Un gesto muy simbólico.
Dirigente del Partido Demócrata al fin y al cabo, el carismático presidente tenía su obsesión por lo políticamente correcto y por eso trató siempre de ocultar que aquella infame operación militar había sido diseñada en Washington y financiada por el gobierno y las corporaciones estadounidenses.
Un gesto de clásica hipocresía, como aquel de taparse los genitales con una hoja de parra, pues el protagonismo yanqui fue obvio, tanto en la organización como en el armamento y los pertrechos utilizados.
Luego de la desclasificación de documentos (la verdad tardía típica de EEUU) se sabe que la CIA dotó a los invasores de 8 barcos y 7 lanchas para desembarco; 8 aviones de transporte Curtiss C-46; 6 aviones de transporte Douglas C-54; 16 bombarderos Martin B-26; 5 tanques M41; jeeps, cañones, morteros y camiones; pistolas Colt M1911A1, fusiles Garand, carabinas M1 y M2, subfusiles M3, subfusiles Thompson, fusiles automáticos Browning BAR, ametralladoras M1919, ametralladoras M2 y granadas Mk2; armamento pesado como morteros de 60 mm, 81 mm y 4,2 pulgadas; cañones sin retroceso de 57 mm y 75 mm; explosivos C-3 y C-4 para demoliciones; y equipos de radio PR-6 y PR-10. Como se ve no era una dotación para ir a Cuba en son de paz.
¿Más detalles que pueden sonar familiares seis décadas después? “Se los tengo” (hoy es el día de las frases de moda): EEUU se apoyó en gobiernos de ultraderecha de la región para fingir que las acciones no eran cosa suya, sino de “la comunidad internacional”. De hecho, los barcos con los equipos y unos 1 mil 500 hombres partieron de Puerto Zapata, en la Nicaragua que manejaba Luis Somoza Debayle (el segundo de los tres Somoza que gobernaron dictatorialmente entre 1937 y 1979). También desde ese país centroamericano despegaron varios de los aviones que iban a bombardear los aeropuertos y destruir las aeronaves militares cubanas.
También contaba Washington con su Organización de Estados Americanos, que iba a reconocer el gobierno provisional tan pronto lograra instalarse en algún lugar de la isla. ¿Les suena?
En fin, parece que todo estaba previsto, excepto que el montaje fracasara horriblemente, como ocurrió. Las fuerzas revolucionarias, dirigidas personalmente por Castro, aplastaron la tentativa, repelieron los ataques aéreos con escasos daños, dieron de baja a más de cien invasores y detuvieron a casi 1 mil 200, a quienes se sometió a juicio y, en su mayoría, condenados a largas penas de prisión, salvo algunos expolicías del dictador Fulgencio Batista a los que se les sentenció a muerte.
La victoria impulsó a Castro hacia uno de los momentos más incandescentes de su larga trayectoria política. Con ese aval pudo profundizar el cariz socialista de la Revolución y controlar más eficazmente a los conspiradores internos. El Che Guevara llegó a comentar que el fracaso estadounidense había “fortalecido como nunca antes” el apoyo de las masas. Fue un revés en toda la línea para EEUU, lo que no resultó suficiente para abandonar sus planes de derrocar a Fidel y a sus sucesores y a cualquier gobierno que no les guste. En eso andan. Ya se dijo.
Nadie se va morir, menos ahora
La victoria de Bahía de Cochinos dio origen a importantes manifestaciones artísticas, entre ellas dos piezas de la Nueva Trova Cubana que han adquirido nivel de himnos conmemorativos de esos acontecimientos.
Uno de ellos es Preludio de Girón, de Silvio Rodríguez. En una de sus estrofas, dice: “Con la muerte todas las cosas ciertas / grabaron una puerta / en el centro de abril. / Con la Patria se ha dibujado / el nombre del alma de los hombres / que no van a morir”.
El estribillo expresa: “Nadie se va a morir, menos ahora /Que esta mujer sagrada inclina el ceño / Nadie se va a morir, la vida toda / Es un breve segundo de su sueño. / Nadie se va a morir, la vida toda / Es nuestro talismán, es nuestro manto. / Nadie se va a morir, menos ahora / Que el canto de la Patria es nuestro canto”.
Por su lado, Sara González, la gran voz femenina de la Trova, cantó Girón, la victoria, otra obra emblemática. Esta dice: “Cuando no se olvida que no hay / Libertad regalada, sino tallada / Sobre el mármol y la piedra / De monumentos llenos de flores y de tierra, / Y de los héroes muertos en las guerras / Se tiene que luchar y ganar, / Se tiene que vivir y amar, / Se tiene que reír y bailar, / Se tiene que morir y crear. / Canto y llanto de la tierra, / Canto y llanto de la gloria, / Y entre canto y llanto de la guerra, / Nuestra primera victoria”.