Simón Trinidad y la infinita dignidad

Por Alberto Miguel Sánchez*

Simón Trinidad, encerrado en las jaulas del Imperio, permanece como un símbolo de la dignidad representando a los pueblos que luchan por un continente libre.

Simón Trinidad es el nombre clandestino de Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda. El mismo fue asumido al momento de integrarse a las estructuras militantes que enfrentaban el terror del estado colombiano que a mediados de la década del 80 lanzó una verdadera cacería de dirigentes sociales y políticos que se habían aglutinado en una fuerza legal y con objetivos de participación electoral, que fue la Unión Patriótica. En dicho espacio, se agruparon distintas organizaciones de la izquierda colombiana, movimientos sociales y también las estructuras guerrilleras que conformaban las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La Unión Patriótica vino a significar una síntesis de diferentes experiencias de lucha que, tras la firma de los acuerdos de paz en el municipio de La Uribe de marzo de 1984 entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC, generó amplias expectativas en los sectores populares, hasta ese momento carentes de opciones verdaderamente representativas de sus intereses.

Sin embargo, y a pesar del compromiso que las partes en conflicto asumieron públicamente, la acción de grupos paraestatales comenzó a ejercer acciones directas contra militantes de manera creciente. A pesar de ello, la Unión Patriótica participa en el proceso electoral de 1986 obteniendo importantes resultados y posicionándose como una fuerza con capacidad de disputar espacios legislativos, abriendo al mismo tiempo una brecha en el sistema político bipartidista.

La sorpresa generada por el éxito electoral, que permitió la llegada al congreso de un número importante de diputados y de centenares de concejales en las diferentes localidades del país, acrecentó la alarma de la reacción que agudizó los métodos de acoso y la violencia comenzó a cobrarse la vida de dirigentes a lo largo del país. La elección presidencial que se sucedería, le daría a la Unión Patriótica un porcentaje de 10% de aprobación tras la candidatura de Jaime Pardo Leal, lo cual significaba un claro crecimiento en escaso tiempo y sin contar con las estructuras ni los recursos de los partidos tradicionales.

La UP se constituyó como un mecanismo representativo, desde su concepción como instrumento de transformación del sistema político, la participación política electoral fue uno de sus objetivos principales. Fue la forma de buscar tanto la ruptura del monopolio bipartidista liberal-conservador, como de facilitar el acceso a la gestión pública y de este modo avanzar en la realización de su plataforma política.

La amplitud de su programa complementaba la intención de crear un partido con sectores sin voz propia o marginados en el régimen político. La estrategia de participación electoral incluyó la búsqueda de convergencias y alianzas con sectores que fueran afines o con los que se pudiera llegar a compartir objetivos comunes.

La violencia creciente fue creando condiciones para que los sectores que formaban parte de las FARC consideraran que los acuerdos firmados estaban claramente siendo violados por el propio Estado, asesinando a miembros de la nueva fuerza política que se iba transformando en una esperanza de transformaciones para los sectores populares. En ese marco, las FARC deciden volver a la clandestinidad para proteger a sus militantes, refugiándose en las regiones que les permitiera desarrollar sus fuerzas y evitar el exterminio al cual intentaba someterlos la oligarquía colombiana en sintonía con los dictados del Departamento de Estado y a través de la acción de grupos clandestinos.

Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, más conocido como Simón Trinidad.

El propio Pardo Leal sería asesinado en 1987 y las matanzas no se detendrán ni medirán consecuencias de ningún tipo. El genocidio que se desatará abracará el período 1984-2002 y será de una brutalidad inusitada. A pesar de que las FARC anunciaron su retiro de la Unión Patriótica, ello de ningún modo detuvo la acción terrorista sobre la militancia de la UP que fue siendo diezmada.

El 22 de marzo de 1990 sería asesinado el candidato presidencial de la UP Bernardo Jaramillo, lo que marcaría el declive definitivo de la UP en el escenario político y electoral de la escala nacional. Pero además, significó la frustración del proyecto de unidad de la izquierda en la construcción de una alternativa de masas.

El Observatorio de Memoria y Conflicto ha documentado entre mayo de 1984 y diciembre de 2002, 4.153 víctimas de la Unión Patriótica que fueron asesinadas o desaparecidas o secuestradas. Entre éstas, 3.122 fueron víctimas de asesinato selectivo, 544 lo fueron de desaparición forzada, 478 fueron víctimas de asesinatos en masacres, 4 secuestradas y 3 más en otras modalidades de violencia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) logró documentar 2.049 víctimas sobrevivientes de hechos de violencia como amenaza, tentativa de homicidio, tortura, violencia sexual y violación de garantías judiciales como la detención arbitraria o las judicializaciones infundadas, desplazamiento forzado y exilio. Entre éstas, 1.098 son víctimas de desplazamiento forzado y exilio, 353 lo son de amenaza, 249 de tentativa de homicidio, 151 de detención arbitraria, 116 de tortura, 80 de judicializaciones infundadas y 2 de violencia sexual.

Este universo de víctimas revela la dimensión desproporcionada de la violencia contra la UP y muestra dos características relevantes sobre cómo se perpetró. La primera se refiere a la prevalencia de una violencia de exterminio físico de los militantes del movimiento político, pues los militantes asesinados y desaparecidos doblan a las víctimas de la violencia no letal. Todo esto implica que en promedio hubo una víctima cada 22 horas en el periodo de existencia del movimiento político (1984-2002). Para hacerse una idea de la dimensión trágica de los hechos, se podría decir que todos los días se ejerció violencia en contra de sus militantes. Si se considera como referencia el universo de los asesinados y los desaparecidos, entonces tenemos un promedio de una víctima de la UP cada 33 horas, es decir, que cada día y medio hubo un muerto o un desaparecido.

El nacimiento de Simón Trinidad

Ricardo Palmera nació en un hogar de familia acomodada, sin privaciones de carácter material. Estudia la carrera de economía en la universidad y posteriormente realiza una especialización en los Estados Unidos. Luego inicia su vida profesional en su Colombia natal donde forma una familia, comienza a trabajar como profesor universitario y también ejerce la gerencia de una institución bancaria. Su formación humanista y la sensibilidad ante las injusticias lo lleva a involucrarse en la actividad política, buscando de ese modo generar espacios de participación que abran un cause hacia cambios más profundos.

Participa en un movimiento llamado Causa Común que será parte de todo el entramado que constituirá la Unión Patriótica, pero cuando la violencia comienza a asediar a dirigentes y militantes y la FARC deciden retirarse y volver a la actividad armada, Ricardo Palmera toma el camino de pasar a la clandestinidad, en gran medida como forma de preservar su vida y al mismo tiempo  una reafirmación de su compromiso de vida, de sus ideales y su disposición a continuar la lucha en otros escenarios y bajos diferentes condiciones: allí mismo nace Simón Trinidad.

Ya como parte de las FARC se destaca por su capacidad de liderazgo y arrojo. Junto a ello, su enorme capacidad intelectual lo lleva a ser permanente consulta de la comandancia en relación a variados temas de la coyuntura. Posteriormente es nombrado miembro de la comisión que participará en las conversaciones de paz en el Caguándurante el gobierno de Pastrana y que fracasarán debido a que el gobierno colombiano utilizó el alto al fuego para avanzar en planes de exterminio de la insurgencia, mediante lo que se llamó Plan Patriota bajo claro asesoramiento de los Estados Unidos.

Con el conflicto desatado en su máxima dimensión, las FARC retienen a tres supuestos contratistas norteamericanos que en realidad se encontraban realizando tareas de inteligencia en la zona rural. A partir de estas detenciones la guerrilla comienza a intentar ejercer presión que permita negociar la libertad de estos agentes y otros detenidos canjeándolos por presos pertenecientes a las FARC y que se encontraban en diferentes centros carcelarios del país.

Simón Trinidad empieza a jugar un papel para buscar un intercambio, contactos de alto nivel con Naciones Unidas y otras personalidades para tratar de hacer un cambio humanitario y en ese momento en especial para buscar la libertad de Ingrid Betancourt. En esas gestiones se encontraba cuando el 31 de diciembre de 2004 es detenido por comandos colombianos, en Quito, Ecuador, ya durante la presidencia de Álvaro Uribe.

Velozmente el gobierno genocida de Uribe comienza a diseñar una causa que permita extraditar a Simón Trinidad a los Estados Unidos para que allí sea juzgado. Para ello se recurre a sumarle cargos por narcotráfico que eran los únicos que permitirían habilitar la posibilidad de extradición.

Extraditado a los Estados Unidos, es juzgado por narcotráfico y dicha causa no prospera, debido a la inexistencia de carga probatoria y a la defensa que ejerce el propio Trinidad, logrando que dichas acusaciones sean archivadas. Sin embargo, se le realiza un nuevo juicio por los cargos de conspiración al considerarlo responsable del secuestro de los “contratistas norteamericanos”. Dicha causa lo condena a una pena de 60 años de prisión en suelo norteamericano.

Simón Trinidad, lleva 17 años de confinamiento en la prisión de Florence (Colorado), diseñada y construida en pleno desierto, con un concepto tan deshumanizado que se la califica como “la Alcatraz de las rocosas”. De hecho, según exfuncionarios de ese penal, es “una cárcel que no fue diseñada para seres humanos, peor que la muerte”. En una celda subterránea, sin sol, ni compañía alguna, sin libros, revistas, menos televisión, sin juegos de ninguna clase, sin visitas, sin debida atención médico-odontológica, en un espacio de 2.60 x 3 metros transcurre la vida de Simón Trinidad. Otro que no fuera él, se habría vuelto loco en menos de dos años según criterios médicos. “Es el hombre de hierro”, como lo califica el escritor Jorge E. Botero, mental y espiritualmente indoblegable que merece toda la solidaridad y lucha por la libertad que se merece.

El Imperio es inflexible con aquellos que se atreven a construir sueños de emancipación. Si sus “gerentes” locales no tienen la capacidad para controlar su hegemonía, pueden ejercer la acción directa para sofocar cualquier atisbo de resistencia y utilizando cualquier método, por más que los mismos sean cuestionados y hasta condenados por amplios sectores.

Los cinco héroes cubanos detenidos por más de 15 años en los Estados Unidos son un claro ejemplo del poder imperial desplegado en su máxima ferocidad. Los miles de presos políticos que purgan condenas a lo largo y ancho de nuestra américa, son expresión cabal del mismo poder que utiliza todas sus herramientas para el sostenimiento de un sistema de explotación y de sometimiento de los pueblos.

Allí están Milagro Sala, como estuvieron Luis D’Elia o Fernando Esteche. Los cientos de detenidos en Chile luego del estallido social contra el neoliberalismo. Allí estuvo Luis Ignacio Lula da Silva. Rafael Correa debió exiliarse paras evitar su segura detención y condena. Es el mismo poder que persigue y busca condicionar las posibilidades de independencia y justicia social.

Este poder de un Imperio en decadencia se torna más violento y criminal al compás de su propia descomposición. Solo los pueblos organizados pueden dar una respuesta que sea obstáculo para recuperar la iniciativa transformadora. La libertad de los compañeros que dedicaron y dedican su existencia a la lucha revolucionaria debe ser un componente central de la ética militante.

En 2020, luego de haberse realizado un intenso proceso de conversaciones y haberse logrado el histórico Acuerdo de Paz entre las FARC y el gobierno de Juan Manuel Santos Calderón, en 2016, el ahora presidente Iván Duque ha incumplido su compromiso de respetar dicho logro. Apoyado en Álvaro Uribe, la derecha extrema, los grupos de la élite financiera que continúa robando a los colombianos, el gobierno en Bogotá sostiene por la fuerza al mismo sistema corrupto y opresor que ha asesinado a miles de líderes sociales en los recientes dos años, entre ellos a varios ex combatientes farianos que ahora integran el partido político denominado Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, con representación parlamentaria.

Simón Trinidad sigue encerrado en las jaulas más atroces del Imperio. Allí permanece como un símbolo de la dignidad representando a los pueblos que luchan por un continente libre. Deber de todos es no olvidar y al mismo generar acciones concretas que permitan ampliar las formas de solidaridad para obtener su libertad inmediata como un acto de justicia.

*Alberto Miguel Sánchez es historiador y colaborador habitual de PIA Noticias.ColombiaEEUUFARCSIMON TRINIDAD