Un monstruo fantástico nombrado Vladimir Acosta

Ha escrito unos 25 libros sobre muy diversos temas (desde un sustancioso análisis de Estados Unidos hasta el desmontaje del mito de los reyes magos), pero sigue sintiendo que le faltó tiempo para ser escritor. Dice que la política le echó la partida para atrás.
Lo mismo le pasó con la Medicina: llegó hasta cuarto año, pero se hartó de las interrupciones. “A cada rato me metían preso y así no se puede estudiar Medicina”, explica.

Sin una vida juvenil tan azorada, podría haber sido un gran creador de ficción, con énfasis en literatura fantástica de inspiración medieval. O quizá un excelente doctor, pero nos habríamos perdido de todo lo demás que ha producido la mente incansable de Vladimir Acosta, un menudo señor nacido en 1938 en las llanuras portugueseñas.

A pesar de los avatares, egresó en Filosofía y se doctoró en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela, a la que ha dedicado más de 35 años de docencia.

Estudioso de las grandes religiones, se declara ateo salvo cuando está en el cielo, pero no en el sentido figurado de esa expresión, sino en el más estricto, es decir cuando viaja en avión y hay una turbulencia. En ese excepcional trance se le puede oír diciendo: “¡Dios mío, no permitas que se caiga!”. Luego, al poner pie en tierra, ateo de nuevo.

“Prodigiosa su trayectoria humana y cultural. En lo humano, una accidentada vida en lo más duro de la clandestinidad de la izquierda radical, un exilio áspero y desamparado, estudios de Medicina y de Filosofía, irreductible defensa de la causa revolucionaria donde tantos abandonaron, claudicaron o se desentendieron”, expresa Luis Britto García, otro titán de la intelectualidad venezolana de entre siglos.

“En lo cultural, manejo de la pintura, la narrativa y el ensayo en campos tan arduos y eruditos como la filología clásica, la indagación sobre los viajes y los bestiarios fantasiosos de la Edad Media, del imaginario europeo sobre América y sobre la filosofía del humor –prosigue–. Pero también la crítica actual, documentada, veraz, sobre la economía de la Gran Colombia, los desmanes del Imperio y la necesidad de salir de la colonia”.

Britto García se esfuerza por resumir todos los haberes humanos de Acosta: “Añadamos que Vladimir ha llevado empeñosamente sus contiendas a los campos del periodismo impreso, la difusión radial, el serial cultural televisivo y la conferencia vivaz y emocionante. Es ejemplo de la conjunción fecunda de la crítica de las armas con las armas de la crítica. Qué gran fortuna tener un compatriota así”.

Con apenas 14 años, Acosta militó en Acción Democrática (la de los años 50, cuyos activistas leían y debatían a Marx). Luego de la caída de Pérez Jiménez, al ver el proceder de Rómulo Betancourt y otros líderes se preguntó, igual que muchos, ¿qué hago yo en un partido como este?

Se integró al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y respaldó la lucha armada, sin participar como combatiente. “Nunca he querido dármelas de guerrillero, yo solo estuve en la montaña en reuniones políticas”, dice a menudo.

Al gobierno de entonces le importaba poco si se tenía un fusil terciado o si era un cuadro de apoyo. La norma era plomo, cárcel y tortura para cualquier sospechoso, así que Acosta, luego de varias “cordiales visitas” de la temible Digepol, optó por el exilio y fue a parar a Francia, donde pagó sus estudios en La Sorbona con el apoyo de familiares y trabajando como recepcionista nocturno de hotel, un oficio en el que, según parece, se forjó su carácter de querrequerre.

José Bernardo Gómez ha coincidido con Acosta en la docencia en la UCV, en el interés por la historia y en el programa “Temas sobre el Tapete” (Radio Nacional de Venezuela, 2003-2013). Él lo define así: “Destaca su verbo claro, profuso y mordaz, su mente disciplinada, aguda y penetrante, su hacer persistente, coherente y sin dobleces, su andar por la vida desvelando lo obvio, transmitiéndolo sin adornos ni sutilezas, llamando al pan pan y al vino vino. Él ha encarnado un observador minucioso, un investigador acucioso, un crítico implacable, que domina el arte de convertir lo misterioso o inexplicable en una traslúcida verdad, capaz de arrebatar el velo a lo oculto. Pugnaz con la palabra, franco en el discurso, valiente en la exposición, directo en el mensaje y honesto en su acción. Es un profesor consagrado a su oficio, fusionando el ejercicio del intelecto, con la magia de la palabra y el ejemplo de una vida en congruencia”.

Gómez, que es un destacado astrólogo, no habló del signo de Acosta, pero sí la profesora Cristina González, experta comunicadora: “Vladimir es Leo, es capaz de usar su verbo apasionadamente y con fiereza digna de un león y pasar a ser un curioso niño que cuida con ternura y profundo afecto sus tesoros, que pueden ser hermosas piezas de ajedrez, un libro o una escultura”, comenta.

“Es amigo respetuoso de sus amigos y un furioso defensor de sus argumentos. Puede crear una descripción tan potente y minuciosa de un monstruo medieval como puede contarte leyendas lúdicas y alucinantes. También puede dibujar con exquisitez y cocinar cual chef, aunque hace años nos ofreció una pasta que todavía esperamos”, reclama González.

Y para hablar por sus estudiantes, el exministro de Cultura y de Comunas Reinaldo Iturriza expone: “De todos mis profesores en la Escuela de Sociología de la UCV, Vladimir probablemente haya sido el más culto. Siempre me asombró la cantidad de información que manejaba, la riquísima bibliografía con la que trabajaba y su amplitud de miras. Años más tarde, disfruté verlo en televisión y escucharlo en radio, haciendo gala de una actitud crítica, lúcida, inteligente, informada. Es un honor conocerlo”.
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Salir de la colonia

La Feria Internacional del Libro de Venezuela 2021 tiene entre sus escritores homenajeados a Vladimir Acosta y él ha respondido a tal distinción como le corresponde a alguien de su talla intelectual: presentando otra obra, Salir de la colonia, un libro en el que analiza cómo es que la idea de coloniaje ha mutado a lo largo de la historia, pero jamás ha sido realmente derrotada.

Tal como lo señalan sus admiradores, este nuevo aporte de Acosta tiene una gran agudeza y profundidad, fuentes de primer nivel, reflexión histórica bien sustentada, y todo ello apoyado en el talento del autor para escribirlo de una manera amigable con el lector. Un verdadero prodigio en este tipo de temas.

Ya lo había hecho en años recientes con otro de sus libros, El monstruo y sus entrañas, en el que disecciona la sociedad estadounidense, su religión, su sistema político, su cultura, su Constitución, pero no con los recursos tradicionales del panfleto antigringo, sino con una investigación en la que estuvo metido, de manera intermitente por casi veinte años.

En la Filven también apareció de nuevo el Vladimir Acosta de la radio y la TV, capaz de hilvanar una clase de filosofía, de sociología, de teología o de mitología apta para todo público.

Por fortuna, esta vez quedó todo registrado en internet y redes sociales para quien quiera darse un regalo intelectual de altos quilates.

Clodovaldo Hernández