Un desfile con sabor agridulce

Inauguración del Encuentro de Técnicas Comerciales.

Por Kenneth Fowler.

Probablemente una de las luchas más cruentas de la Cuba revolucionaria sea aquella que libramos por descolonizar nuestra cultura. Nunca serán demasiados los esfuerzos para romper de una vez esos grilletes que continúan atándonos, y que no hemos podido dejar atrás. Es entendible, pues son varios siglos de coloniaje, enfrentados a una aún joven Revolución.

Esta necesidad se hace cada vez más presente en el ambiente de guerra cultural al que el sistema capitalista nos lleva con su constante violencia imperial. Operar con una concepción del mundo signada por los estándares que se fijan desde los circuitos de legitimación noratlánticos, constituye la derrota primigenia.

Por eso me entristece y enfada todo lo que ha transpirado a partir del “desfile de modas” escogido para inaugurar en La Habana el Encuentro de Técnicas Comerciales 2022. Las imágenes del evento hablan por sí solas y nos dejan con una pregunta. ¿Era “vestir” a hombres y mujeres con alegorías de bienes comercializables – unas veces “traídas por los pelos”, otras veces sexualizando productos que primordialmente consumen infantes – la mejor manera de comenzar el cónclave? Para mí es un rotundo no. Para mi es una manera grotesca e innecesaria de promover nuestros productos.

Inauguración del Encuentro de Técnicas Comerciales.

Pero analizar la industria del modelaje a la luz de nuestra cultura no es tarea sencilla. El diseño de vestuario, práctica cultural y creativa que generalmente se le asocia, cuenta con ascendencia en nuestro país. Contamos con diseñadores y diseñadoras que por años han deleitado a nacionales y foráneos con sus creaciones. Algunas son irreverentes, otras funcionales, algunas rescatan maneras de hacer tradicionales, otras las resignifican. Con beneplácito observaba hace unos días un programa televisivo donde un diseñador defendía con su más reciente línea, la dignificación de la tercera edad.

Claro, que no todo es “color de rosa” en esta industria a nivel global. Por años se ha apelado una imagen cosificada e hipersexualizada de los cuerpos humanos. Dicha imagen remite a estándares de belleza que, en primer lugar, son por lo general irrealizables; en segundo lugar, no suelen ir de la mano con una adecuada salud nutricional y están fijados, como casi todo, desde las sociedades del Norte global.

En su ordenamiento, esta industria suele ser muy alienante, en tanto se ejerce demasiada presión por la “excelencia”, suelen potenciarse los antivalores en un clima de feroz competencia, son escasos los espacios colaborativos, por lo general se reproducen todas las desigualdades del mundo moderno, entre otras tantas razones.

Inauguración del Encuentro de Técnicas Comerciales.

Operar bajo estos estándares de calidad y realización se vuelve una trampa, porque al aceptarlos estamos aceptando una inferioridad sistémica y sistemática. Nunca en Cuba haremos un desfile como los de París, porque estos últimos son posibles solo bajo un sistema que se erige precisamente sobre el tipo de violencia que hace que no tengamos las condiciones de posibilidad de emular las pasarelas parisinas.

Se puede apelar a toda una batería de calificativos para denotar lo nefasto del desfile. No obstante, me ha dejado un sabor agridulce, pienso que sería mucho peor si todo eso estuviera ya naturalizado. En otros países, donde prácticas similares son “el pan suyo de cada día”, nadie se extrañaría de ver modelos con vasos de Starbucks en la cabeza, hombreras hechas con porciones agrandadas de Donkin Donuts o zapatos con pantallas táctiles confeccionadas por Apple.

Este extrañamiento, que ha llegado a burla, evidencia que dicha banalización todavía “genera anticuerpos” en nuestra sociedad. Ojalá y esto sirva para convocarnos una vez más a pasar toda práctica cultural por el filtro de la crítica antes de pretender apropiárnosla. Nuestra cultura debe ser siempre la cultura de la liberación.Categorías: CulturaEspecialesEtiquetas: Consumo CulturalCubaCulturaDesfileEconomíaFotografíaGobiernoLa HabanaMinisterio de Comercio Interior (MINCIN)