Palacios: En abril de 2002 el pueblo doblegó el brazo de una maquinaria mediática brutal

En la antesala de la conmemoración de los veinte años del contragolpe popular de 2002, recibimos en Cita con la Actualidad al destacado documentalista y cineasta venezolano, Ángel Palacios, autor del largometraje Puente Llaguno: Claves de una Masacre

06/04/2022.- La última vez que este escriba había visto a Ángel Palacios fue en los intrincados caminos del legendario Campo de Carabobo. En el mes de mayo del año Bicentenario, el hombre armado de cámara lideró una caminata por los veinte kilómetros de monte y sabana que recorriera el Ejército Libertador cuando fue al choque definitivo con los realistas. Un equipo reporteril de Ciudad CCS tuvo el privilegio de ser parte de esa experiencia, que también nutrió su más reciente trabajo documental Tiempo de Carabobo, por los Caminos de Bolívar.

Es que Ángel Palacios siempre anda en una. Su inquietud político social, canalizada a través de la militancia y el trabajo audiovisual, lo ha llevado a estar allí donde la historia de los pueblos merece un registro agudo. Sus lentes de cámara inmortalizaron en El Espejo Haitiano (2005) los rostros de aquellas y aquellos que resistían el golpe imperialista en Haití; así como las historias del pueblo libanés que enfrentaba la inclemente agresión sionista en Líbano, Huellas del Imperio (2006).

Esta semana lo invitamos a departir sobre los sucesos de abril de 2002, donde el imperialismo estadounidense también metió sus manos, pero el 11 tuvo su 13 y la rebelión popular escribió una página de gloria en la historia de Venezuela.

Nuestro ciclo conversatorio de entrevista en cayapa se transformó este martes en entrevista en cambote, pues contó con la participación de las y los colegas Mercedes Chacín, Roberto Malaver, Jesús Arteaga, Gustavo Mérida, Niedlinger Briceño, Teresa Ovalles, José Antonio Ramírez, Enrique Hernández, Héctor Aponte y Andreína Pérez. También trabajaron en este reportaje las compañeras y los compañeros de la Coordinación Audiovisual, en el marco de la reingeniería y rediseño de los productos comunicacionales que encara el semanario.

-El documental sobre los sucesos de Puente Llaguno cumplirá dieciocho años este 2022, y sin duda ha marcado el imaginario colectivo del pueblo en torno a este hecho histórico. ¿Qué balance hace a casi dos décadas de su estreno?

Primero siempre aclaro que ese documental no lo hice yo sino un gran colectivo de gente, desde las grabaciones hasta la edición. De hecho, yo terminé haciendo la locución de forma accidental pues la persona indicada se acobardó a último momento. En los créditos del documental se utilizaron seudónimos para resguardar a las compañeras y los compañeros. Era un momento duro y se debían tomar precauciones. Respecto del balance, creo que ese trabajo sigue vigente por la fuerza de la historia que se construyó en esos días. Se trató de algo inédito y gigante, es decir, un pueblo que va y rescata a su compañero en el gobierno, doblegando el brazo de una maquinaria mediática brutal. Pienso que el aporte y el valor que pudiera tener el documental también pasa por mostrar las imágenes del pueblo movilizándose en cada uno de los sitios, y no a un político o periodista hablando de lo que pasó. Recalco que fue un trabajo realmente colectivo donde muchas de las imágenes provinieron de gente de a pie que grabó con sus handycams, vecinos de la zona, medios comunitarios, incluso de los canales privados de televisión sumados al golpe cuyos trabajadores nos acercaron material bajo cuerda.

-Fue un testigo de primera línea aquel 11 de abril ¿En qué plan salió ese día a la calle?

Estábamos reunidos un grupo de compañeros que trabajábamos con cámara dando un taller para unos chamos en Petare. Teníamos ya días viendo que el golpe se aproximaba y temprano ese 11 de abril entendimos que venía el zarpazo. Descartamos llevarnos a los chamitos y nos fuimos para el Palacio de Miraflores a apoyar. Se apareció la gente de Catia TVRadio Perola, otros y otras camaradas que después constituyeron lo que hoy es Radio Libre Negro Primero y Al Son del 23. Para ese momento éramos todos comunicadores populares, independientes, que no teníamos ni ley que nos amparara. Montamos un tarantín con una tela para proyectar la consigna “No al Golpismo” y toda la gente que pasaba se grababa, daba un testimonio, se lanzaba su arenga.

La atmósfera recuerdo que, hasta ese momento, era de música, alegría, Darío Vivas daba un discurso en la tarima. Estábamos pegados a unas tremendas cornetas y por eso no escuchamos las primeras ráfagas de disparos. Sin embargo, frente al tarantín empezaron a pasar los primeros heridos, vimos sangre, y la radio bemba ya transmitía que la policía de Alfredo Peña le estaba disparando a nuestra gente. Nos vamos hacia Puente Llaguno con unas tres cámaras y allí realizamos entonces las primeras tomas. Más tarde nos dirigimos a Venezolana de Televisión (VTV) con la idea ilusa de rescatar el canal, y el día 12 nos desplegamos en la Carretera Panamericana. Éramos comunicadores militantes, claro, y también teníamos responsabilidades de agitación.

-A veinte años de la masacre, ¿qué conclusión hace sobre el dispositivo represivo desplegado aquella jornada?

Desde el punto de vista militar hoy sabemos que la estrategia fue una represión selectiva e invisible contra las dos marchas. El primer herido con impacto de bala en la cabeza fue un efectivo de la entonces DISIP que estaba trabajando para el gobierno. Lo hieren en la esquina de Pedrera y estoy convencido que lo eligen como blanco porque tenía aspecto de periodista, vistiendo un chaleco negro típico de los trabajadores de prensa. Estas primeras víctimas, estaba planeado de antemano evidentemente, debían ser periodistas, jóvenes, buscando desatar el caos. El tema de los francotiradores fue evidente. Ahora conocemos que al menos uno de los que operó desde el Hotel Ausonia fue sacado por la Policía Metropolitana como herido en una camilla; y los que fueron detenidos junto al Palacio Blanco fueron soltados durante el breve gobierno de facto. El patrón de disparo descendente y en la cabeza no deja lugar a duda de la actuación de estos elementos.

-Cuando venía la columna opositora desde Chuao hacia Miraflores, hay una fase inicial donde intentan llevar la manifestación por la avenida Sucre y esta es repelida. ¿Esto fue algo deliberado para encausar la marcha hacia la avenida Baralt?

Quien estaba moviendo eso ahí era la gente de Carlos Molina Tamayo, Guaicaipuro Lameda, Fedecámaras y la CTV, el núcleo duro del golpe de Estado. Yo personalmente creo que su plan nunca fue entrar a Miraflores, sino que la marcha pusiera los muertos. Y las víctimas iban a ser más visibles, más televisivo, en el pleno de la Baralt que además tiene edificios por todos lados y múltiples posiciones de tiro.

-El documental rescata al periodismo de investigación como género y se apoya en esa línea para ir construyendo el relato. El recurso del horario tomado de los relojes para dar sustento a la cronología, los mapas del recorrido de las marchas, por ejemplo. ¿Ese rumbo audiovisual se decidió durante el proceso de edición?

No se contaba con recursos y empezamos trabajando con una pequeña laptop. El material era tanto que la computadora no aguantó la pela y se dañó, perdiéndose todo lo editado hasta ese momento. En un comienzo buscamos reconstruir la cronología mediante la partitura de los disparos. Un compañero músico se dio el reto de escribir la partitura de percusión de cómo sonaron las detonaciones durante determinada franja horaria en la avenida Baralt. Era un trabajito bien de hormiga que lamentablemente se borró y ahí es que nos vamos por el recurso de los relojes. Permanentemente nos iban acercando material y el proceso de edición se alargaba. Para mayor arrechera de Federico Ravell, mucha de su gente más cercana trabajaba con nosotros y nos hacía llegar imágenes. El tipo mandó a esconder todo el material que tenía Globovisión del 11, 12 y 13 de abril, y eso llegó a nuestras manos.

-La semana pasada estrenó su último documental Tiempo de Carabobopor los caminos de Bolívar. Háblenos un poco de ese trabajo…

Trata no tanto de la batalla en sí, sino de cómo la memoria vive en la gente que habita ese sitio histórico. La historia contada por el propio pueblo, lo que constituye una especie de llamado contra los académicos y los compañeros historiadores; contra la invisibilidad de esta gente. Entonces nos dimos la tarea de exponer el camino que atravesó el Ejército Libertador para llegar a la batalla. Se trata de una ruta que no es fácil, llena de monte, quebraditas, pendientes, donde cualquiera se pierde. Simón Bolívar no solo no se perdió sino que se tiró un laberinto estratégico para caerle a los españoles.

Allí siempre habitó gente tranquila en caseríos, dedicada a su ganado. Durante ocho semanas estuvimos para arriba y para abajo en bicicleta por esos montes, reconociendo el terreno, compartiendo con los vecinos y vecinas de El Barniz, El Naipe, Gualembe, El Chaparral, las comunidades que allí hacen vida.

Olvidar la historia es un gran crimen y por eso nos fuimos a buscar a los habitantes más antiguos para rescatar ese acervo. Muchos de ellos conservan estribos, bayonetas, utensilios, espuelas, distintos elementos que se consiguieron en lo que fue el teatro de operaciones. Estar allí es estar en contacto directo con la historia viva, usted se para ahí y está viendo lo mismo que vio Bolívar. Por eso sostengo que este lugar es hasta más importante que el Panteón Nacional, donde lo que hay son restos físicos de nuestros próceres. Pero en estas comunidades está el legado conservado, concentrado y envuelto en el alma de la gente. Esto no es un invento nuestro, se llama geohistoria y de paso tiene una importante potencialidad turística. Fíjense el Camino de Santiago de Compostela en España que no lo caminó ningún libertador, ni sirvió para liberar un continente, genera muchos recursos para esa economía local a través del turismo.

A veces lo que tenemos no lo valoramos. Es inadmisible comprar ese discurso de la derecha de que la historia ya pasó, que no sirve. Como comunicadores, y este es un lineamiento del presidente Nicolás Maduro, nos debemos a un trabajo que no es de tarima sino que tiene que ver con transformar desde adentro la Revolución.

-¿Cómo evalúa la política comunicacional del Gobierno Bolivariano?

Creo que es excelente pero pudiera ser mucho mejor. Algo que me preocupa es la brecha tecnológica y esto es a nivel latinoamericano. Aquí juega la capacidad de los procesadores, la velocidad de la conexión a internet. En Caracas puede que no se note tanto pero sí hay una desigualdad respecto del resto del país. Venezuela sí ha tenido el salvavidas de las Canaimitas, programas de alfabetización tecnológica, dotación de equipos a los distintos medios institucionales y comunitarios, que nos ha permitido un despliegue. El desafío pasa por consolidar, con lo que tenemos, una fuerza comunicacional que nos permita neutralizar el discurso del adversario. Necesario también es delinear teorías de la comunicación, analizar lo que decimos, cómo lo hacemos, lo que dejamos de decir por alguna razón, tiene mucha vinculación con las cosas que pasan.

MATÍAS ABERG COBO / CIUDAD CCS

FOTOS JAVIER CAMPOS / JESÚS ARTEAGA