La época de mayor auge de la canción protesta para Latinoamérica fueron las décadas del 60,70 y 80.
El Primer Encuentro de la Canción Protesta marcó pauta en el compromiso político desde la creación artística.
Justo a fines de julio e inicios de agosto de 1967, la Casa de las Américas realizó en La Habana, Cuba, los conciertos “La rosa y la espina”. Se trató del Primer Encuentro de la Canción Protesta, que unió a trovadores aislados y censurados de diversos parajes del mundo; quienes hicieron escuchar sus voces de rebeldía y de esperanza, desde la isla en Revolución.
El evento fue el resultado de una necesidad, un proceso que se gestaba en varias latitudes, donde el trovador es el cantor del amor y de las luchas de sus pueblos.
Particularmente en la mayor de las Antillas, resultó en la conformación del emblemático Movimiento de la Nueva Trova Cubana. En otros países, ya se libraba como “nueva canción”. Hablamos de Chile, Brasil, Argentina y España.
La época de mayor auge de la canción protesta para Latinoamérica fueron las décadas del 60,70 y 80 y ya en ese evento participaron 50 cantores de 18 países, intérpretes de
La lírica de la justicia social
De esta cita se produce un álbum doble, con 27 canciones, que incluye obras de trovadores de Chile, Uruguay, Haití, Vietnam, España, Italia y México.
Voces de intérpretes que devinieron en reconocidos artistas como Daniel Viglietti, Ángel Parra, Peter «Pete» Seeger, Marta Jean Claude, Oscar Chávez y Alfredo Zitarrosa.
También Bárbara Dane, Oscar Matus, Ramón “Raimon” Pelegero Sanchis, Armando Tejada y Giovanna Marini, Los Olimareños, dúo formado por Pepe Guerra y Braulio López; Elena Morandi e Ivan Della Mea, quienes popularizaron su versión de “Bella ciao”.
La vigencia del contenido de sus canciones no permite pasar por alto el antiimperialismo que en los años 60 del siglo XX tuvo importantes componentes culturales.
El Primer Encuentro de la Canción Protesta marcó pauta en el compromiso político desde la creación artística, en el ámbito de la Guerra Fría y fue un parteaguas para conformar la solidaridad entre los jóvenes músicos presentes o no en La Habana.
Daniel Viglietti, quien vivió la experiencia y se convirtió en uno de los más importantes exponentes del canto popular uruguayo, dijo que “vivíamos aislados. Nosotros éramos desconocidos, aunque nuestras voces, desde hace tiempo moldeaban un mismo rostro de lucha y rebeldía”.
En el encuentro cantó una de sus composiciones más populares, “Canción para mi América”, que dio título a su próximo disco:
América está esperando
Y el siglo se vuelve azul
Pampas, ríos y montañas
Liberan su propia luz
La copla no tiene dueños
Patrones no más mandar
La guitarra americana
Peleando aprendió a cantar
En rememoración, se reconoce que en aquel momento querían hacer algo para celebrar la fundación de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y surge este homenaje de la canción protesta, como alternativa para ‘hacer embates’ frente a la Guerra Fría y la despiadada beligerancia de Estados Unidos contra el noble pueblo vietnamita.
También quedó aquel afiche de Alfredo Rostgaard -dibujante publicitario, pintor, diseñador gráfico y profesor- que proyectó para siempre el buen nombre de la cartelística cubana.
El poster del Encuentro “La rosa y la espina” manifestaba poéticamente esta corriente musical, así como su aspecto doliente y de confrontación.
A propósito, New Cork. Mc Graw-Hill Books editó en 1970 el primer libro sobre el cartel cubano en español, inglés y alemán. Salió con el título The Art Revolución, del autor Dugald Stermer y la introducción de Susan Sontag. En su portada estuvo la configuración del cartel de Rostgaard para el Festival de la Canción Protesta.
A partir de aquí La Peña de los Parra, recreada por los hijos de la artista chilena, Ángel e Isabel, perpetuaron el símbolo de “la espina y la rosa”, con la canción comprometida. Violeta Parra, uno de los grandes iconos de la música popular chilena, se suicidó a principios de 1967.
La composición de Violeta Parra, ‘Que vivan los estudiantes’, fue interpretada por su hijo Ángel en el Encuentro de 1967, en La Habana.
Fueron Violeta Parra, Víctor Jara, Rolando Alarcón y Patricio Manss, entre otros cantautores, quienes marcaron una impronta en la lírica y el uso de instrumentos indígenas latinoamericanos, así como con el contenido político y de justicia social en sus canciones.
“Trabajadores de la Canción de Protesta”
En esta cita hubo discusión artística y política, acerca de la función social de la “canción protesta” y las presentaciones musicales fueron su “plato fuerte”. En temas discursivos, algunos artistas no se sentían totalmente identificados con el término.
Allí quedó definida la revista Canción Protesta, único boletín publicado en 1968, por el Centro de la Canción Protesta de la Casa de las Américas. Su edición facsimilar fue publicada en Boletín Música, No. 45, enero-abril, 2017.
“Trabajadores de la Canción de Protesta”, quizá fue la definición básica para la confrontación con la música mercantilizada desde el rescate de la música popular y fungió como una de las consignas centrales.
En cierta medida fue aglutinante para las expresiones musicales, que adquirían así su carácter antiimperialista, al estar fuera del circuito industrial de la música. Catalogado como cultura de consumo y promovida por el imperialismo cultural, como señala en su artículo, el Máster en Historia, Juan Alberto Salazar Rebolledo, de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La resolución final del Encuentro de la Canción Protesta de 1967, lo refleja. “Los trabajadores de la Canción de Protesta deben tener conciencia de que la canción, por su particular naturaleza, posee un enorme poder de comunicación con las masas en tanto que rompe las barreras que, como el analfabetismo, dificulta el diálogo del artista con el pueblo del cual forman parte”.
“En consecuencia, la canción debe ser un arma al servicio de los pueblos y no un producto de consumo utilizado por el capitalismo para enajenarlos”, precisa.
La Casa de las Américas
“Allí -en Casa de las Américas- tuvimos lo que necesitaba un joven: comprensión y respeto, sentirse atendido y apoyado”. precisó el cantautor Silvio Rodríguez; un escenario de proyección del cual supo darse cuenta Haydeé Santamaría y un hogar de acogida para los jóvenes creadores, muchos de los cuales, consecutivamente integrarían el Grupo de Experimentación Sonora del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfica.
El GESI, creado en 1969, reunió a algunos de los rebeldes de la época. Según Silvio Rodríguez, «Haydée sabía que Casa de las Américas no tenía la estructura para sostener un grupo musical. Junto a esto estaba su percepción sobre el movimiento de la canción y de cuán lejos podría llegar, por eso, preocupada por no poder hacer más, le propuso a Alfredo -Guevara- que acogiera la creación del GESI dentro del ICAIC. Yo era un trovador solitario y ahí por vez primera comencé a compartir la música».
Tres generaciones de trovadores e intérpretes han bebido de esa esencia e igualmente miles de personas de Cuba, Latinoamérica y el mundo, crecieron escuchando sus canciones imperecederas, con influencia en la apreciación estética y el pensamiento.
Por ello puede afirmarse, que definitivamente GESI enriqueció el universo musical cubano y latinoamericano.
No hay creación, donde hay moldes estrechos
Destacamos especialmente la década de 1960-70, y consecutivamente la fundación del GESI, así como la influencia de Alfredo Guevara, su figura cimera. Un hombre que luchó y sobrevivió a la clandestinidad, la persecución y la cárcel, como líder estudiantil y opositor al sanguinario Fulgencio Batista.
Al triunfar la Revolución Cubana, Alfredo eligió a la cultura como arma de combate y se convirtió en un lúcido intelectual. “Una revolución es una conmoción tan grande, es un proceso de destrucción y fundación y transformación de valores tan profundos que no puede, sino salvar -en el marco de una generación, o en el marco de un grupo de generaciones entrelazadas-, no puede sino salvar y destruir vidas, salvar y destruir corrientes y puede que un largo período sea, incluso, difícil fundar”.
Llegó a hacerse Doctor en Filosofía y Letras, y además se desempeñó como embajador de Cuba en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Fundador del ICAIC- y presidente del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. “No hay creación donde hay moldes estrechos”, advirtió Guevara.
Fue él quien sentó las bases para la concepción de la cultura y el arte, al tiempo de redactar la Ley 169 que fundamentó la creación del ICAIC. Aun así, sentenció que “no existe ni instituto de cine, ni de artes plásticas ni de música, ni de nada, no existe ninguna institución estatal que pueda sustituir la presencia y la actividad de los artistas”.
Alfredo Guevara lo definió al ser entrevistado por José Padrón para el Noticiero ICAIC, no. 1428. “La creación del Grupo de Experimentación Sonora fue un trabajo para convertir reveses en victorias, porque evitamos confrontaciones y era dar un ejemplo de cómo se podía actualizar con pocos recursos –y desde luego, si llegaban los muchos también–, cómo se podía hacer una búsqueda, que permitiera que el sonido musical en Cuba, alcanzara el nivel que internacionalmente tenía”.
“Por supuesto, esto no era en ningún momento, rechazo de lo que pudiera ser un conjunto musical tradicional -precisó Guevara- no se trataba de olvidar, ni se trataba tampoco de superar, sino de enriquecer. Y esto no lo podía hacer el que habla, eso lo pudimos hacer porque contábamos con alguien del talento, de la cultura integral y musical de Leo Brouwer”.
Al respecto, refiere el reconocido cantautor cubano Silvio Rodríguez que «yo pienso que entre 1971 y 1972 el Grupo fue, sin lugar a dudas, la vanguardia de la música popular cubana desde todo punto de vista. Por sus arreglos, por su concepto de concebir el trabajo como un problema sonoro, para alcanzar el sello propio. Antes que ningún otro, fue el primero en trabajar la línea de la música cubana con la tímbrica moderna, con un sonido diferente comprometido con Cuba y Latinoamérica».
“Un montón de kilos dentro de un pañuelo para sonarse en las grabaciones y el bajo que Eduardo usaba, tenía las cuerdas de alambre de teléfono. Esos éxitos nacionales: Cuba va, Canción de la columna juvenil del centenario, todo eso se grabó con ese bajo (…) aquello representó una verdadera escuela. Ciertamente Leo nos enseñó mucho”, contó Silvio hace más de una década.
“Fui afortunado, me tocó estar dentro de un grupo de músicos excepcionales, con maestros excepcionales como Leo, Alfredo Guevara, Haydée Santamaría, entre otros. Y me siento tributario de esas excepcionalidades, beneficiario absoluto de ese compendio de maravillas”, destacó Silvio en el homenaje al GESI, realizado por el Festival Jazz Plaza del 2020.
El alma que hace posible
El proyecto fue concebido por Alfredo Guevara y Haydée Santamaría, el presidente del ICAIC y la directora de la Casa de las Américas, respectivamente.
Sobre ella, el maestro Brouwer recordó que “quizás muchos, muchísimos, no sepan que el alma que hace posible esta reunión de talentos, fue Haydée Santamaría”.
“El otro lugar que había en La Habana en aquel momento, salvo la Casa de las Américas y el ICAIC, por supuesto, era Teatro Estudio. Si hubo una tercera persona que de verdad se preocupó por la trova, fue Raquel Revuelta y no sólo por los trovadores, sino por toda una serie de gentes con inquietudes”, afirmó Pablo Milanés.
Para conocer su génesis, el “supercorchea” como le decían los muchachos a Leo Brouwer, bajo cuya conducción musical estuvo el Proyecto, relató que el GESI reunió a músicos, autores e intérpretes de composiciones, que acompañaron con éxito la proyección audiovisual de la industria cubana de cine.
Al encaminar al GESI, Brouwer contaba con 30 años, en plenitud de oficio y aptitud creativa. «La obra que realizamos en ese período fue trascendental, se hizo poesía musical de la más alta calidad y eso se reflejó en la gran aceptación que tuvimos hasta mucho antes de comenzar a promocionar nuestra música en los medios».
La iniciativa incluyó a Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Eduardo Ramos, Emiliano Salvador, Sara González, Sergio Vitier, Pablo Menéndez, Leonardo Acosta, Norberto Carillo, Genaro García Caturla, Leoginaldo Pimentel, Pablo Menéndez, Carlos Averoff y Norberto Carillo, entre otros talentos.
En diferentes grabaciones participaron los oboístas Ana Besa y Amado del Rosario, el baterista Ignacio Berroa; los tecladistas Alfredo Pérez, Raúl Ondina y Jorge Aragón. Igualmente Manuel Valera, saxofonista, los trombonistas Lázaro Cruz y Jorge Varona.
Asimismo, unos 20 músicos estuvieron por breve tiempo en sustitución de quienes salían, como Manuel Valera que este estuvo por poco tiempo.
Amaury Pérez, quien trabajaba en el ICAIC, asistía a las clases como oyente, como también lo hizo Lucas de la Guardia. Los maestros Federico Smith y Juan Elósegui, junto a Leo Brouwer, contribuyeron a la formación de los músicos.
Fue en ese momento, que se reunieron jóvenes de “extraordinario talento, que se encontraban aislados”, insistió Leo Brouwer, hoy reconocido como una de las personalidades cubanas más influyentes de la música en el siglo XX. Compositor en el ámbito de la música académica, director orquestal, célebre guitarrista y pedagogo.
Cumpleaños feliz
Por estos días, muchas instituciones culturales emblemáticas para Cuba y el mundo están de cumpleaños. Por ello La Egrem, la más antigua casa disquera de la isla, escogió la Casa de las Américas –sitio donde tuvo lugar el Primer Festival de la Canción Protesta– para celebrar su aniversario 58 y el cumpleaños 50 del Movimiento de la Nueva Trova.
Allí se presentó en formato de pendrive, la colección ‘La Nueva Trova’ y más. 50 Años’, compilación a cargo de Fidel Díaz Castro y Enrique Carballea.
Ahí están las voces de Sara González, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Vicente y Santiago Feliú, Amaury Pérez, Augusto Blanca, Buena Fe y Raúl Torres, entre otros intérpretes de la Nueva Trova, que devenida en la banda sonora de la Revolución Cubana, nos transmite el mensaje de que la trova sigue y seguirá viviendo.
Como mensaje vital de la trova, el homenaje cerró con un concierto de Erick Méndez y Diego Gutiérrez, denominado Casa Trovada.
También el Simposio Internacional Cubadisco 2022 abarcó el tema desde plataformas digitales, a través de una conferencia dedicada al devenir histórico del bolero y al Movimiento de la Nueva Trova.
Asimismo, se dejó constancia a través de una estampilla de Correos de Cuba, que reproduce el famoso cartel ‘La rosa y la espina’, de Alfredo Rostgaard, devenido símbolo de ese movimiento musical.
Para beneplácito de los filatélicos, se puso en circulación una estampilla conmemorativa del aniversario 50, del Encuentro de la Canción Protesta.
Canción revolucionaria y de protesta
En febrero del 68, por primera vez son invitados los que derivarían en figuras icónicas de la Nueva Trova cubana: Noel Nicola, de 21 años, Silvio Rodríguez de 22 años, Pablo Milanés, con 25 años.
El más joven, lo definió tempranamente. “A través de una profunda revalorización de nuestras tradiciones, de nuestro acercamiento desprejuiciado y crítico a los valores más genuinos de nuestro acervo cultural, es como podremos desarrollar un arte verdaderamente revolucionario”.
En el disco dedicado a la obra de estos jóvenes cantautores cubanos, publicado por el Centro de la Canción Protesta-Casa de las Américas, aún se le nombraba “canción revolucionaria y de protesta antiimperialista en Cuba”.
Cuentan que ese día, el repertorio preparado fue insuficiente, porque el concierto se extendió durante horas. El público asistente continuaba pidiendo canciones, entonces Silvio Rodríguez invitó a tres jóvenes trovadores desconocidos para la mayoría: Eduardo Ramos, Martín Rojas y Vicente Feliú.
“No recuerdo exactamente cómo llegué a Casa de las Américas ese día. Supuestamente se trataba de un concierto de canciones políticas porque meses antes se había realizado en ese mismo lugar el Primer Encuentro Internacional de la Canción Protesta, en donde participaron cantadores de todas partes del mundo y el único cubano invitado había sido Carlos Puebla”, recordó Vicente en su momento.
“El concierto -de Silvio, Pablo y Noel, dijo Vicente- sería el primero de lo que después se convirtió en el núcleo de la nueva trova, si bien no fue hasta cuatro años después, que el movimiento se asentó como organización”.
El abrazo cultural y humano
Después del Primer Encuentro de Jóvenes Trovadores, se trazaron las pautas del movimiento que llega a sus 50 años.
Los lazos culturales, creativos y humanos que se tejieron desde entonces, entre trovadores cubanos y cantores internacionales, fueron para siempre.
Dejamos dicho la magia que los envolvió en la Casa de Las Américas, para el evento de la Canción Protesta; a partir de aquí, la actividad creativa no cesó.
En diciembre de 1972, se reunieron en la ciudad de Manzanillo al oriente de Cuba, quienes plantean una estética diferente dentro de la canción cubana, así nace el Movimiento de la Nueva Trova.
Sucede como un proceso, una de las facetas más interesantes de la música cubana, la creación de un movimiento artístico musical con nueva estética, donde convergen muchos de estos talentosos creadores.
Acerca de su desaparición como organización, refirió Vicente Feliú a Cubadebate. “Desde que la conformamos Noel -Nicola- decía que tendría la finalidad de desaparecer como organización. Fue importante para encontrarnos, para definir ideas y hacer una canción mejor que sirviera como punta de lanza, contra mucha ‘baratería’ musical que había en la radio y la televisión”.
“De alguna manera colaboramos, con que se hiciera incluso una música popular más culta. Y una de las cosas fundamentales que nos planteamos, fue la de rescatar toda la obra de los viejos trovadores y tratar de grabarlos. Debo decir asimismo que muchas veces fuimos incomprendidos, había cierto paternalismo por lo que los “choques” fueron constantes”.
“Ya hacia los años 80, sentimos aún más el peso de la burocracia por lo que decidimos detonar todo lo que nos trababa. Y así, desapareció espontáneamente, pero aún hay exponentes que la mantienen viva», declaró Vicente.
El trovador cienfueguero Lázaro García fue uno de aquellos jóvenes fundadores y el más recientemente desaparecido. “La Nueva Trova marcó un hito en la historia de la canción cubana. Ese movimiento estuvo muy vinculado a los profundos cambios de la sociedad, a partir del triunfo de la Revolución en 1959”.
“La generación que aparece como fundadora de esa forma de hacer canciones -precisó Lázaro García- todavía eran niños o adolescentes en ese luminoso enero; de modo que esa nueva realidad –sin estar muy conscientes de ella–, nos fue llevando hacia otras maneras de asumir el nuevo derrotero de nuestra juventud”.
“Por eso Silvio y muchos compañeros trovadores afirman que ese movimiento fue más bien generacional. Pienso que en la historia de la canción cubana, la Nueva Trova como heredera de las tradiciones más ricas de nuestra música, tiene un puesto inobjetable y sigue y seguirá existiendo, en cada contexto histórico que vivan nuestros jóvenes trovadores, porque en fin –sentencia Lázaro García –, la trova no es un género; sino una asunción de valores estéticos y humanos ante la canción”.