Hay que saber por lo menos un poquito de historia para tratar de entender. La nación mapuche había sabido resistir y detener la expansión inca. Cuando los españoles llegaron a lo que hoy es Chile en 1535, ya encontraron la resistencia de otros pueblos indígenas. En 1546, intentan someter a los mapuche e invadir sus territorios y empieza la Guerra de Arauco. Notables victorias mapuche sobre los invasores, también derrotas y “parlamentos”, alternadas con rebeliones prolongan la guerra hasta la independencia de Chile en 1818. Pero entonces se convierte en una guerra de Chile contra la nación mapuche.
La nueva república y sus clases dominantes prolongan la visión de los mapuche como gente inferior, gente a someter y usurpar sus tierras. Para el diario El Mercurio en 1859, los “araucanos” (como llamaban al pueblo mapuche, que había conservado hasta entonces la autonomía de sus territorios) no eran “más que una horda de fieras, que es urgente encadenar o destruir en el interés de la humanidad y en el bien de la civilización”. En 1861 comienza la ocupación de la Araucanía. Las tierras conquistadas serían traspasadas a colonos chilenos y europeos sin ningún costo. La guerra se prolongó hasta 1883, imponiéndose el Estado chileno.
Más de trescientos años de resistencia. La nación mapuche defiende su derecho a existir, es decir, a su idioma, su cultura, su organización social, su territorio, su autonomía. La nueva Constitución puede constituir un avance en ese sentido.
Pero para la Cámara de Diputados del Congreso chileno no existe esa historia. El 31 de mayo aprueban por mayoría un acuerdo que declara “terroristas” a varias organizaciones mapuche. Invocan la llamada “ley antiterrorista”, dictada por Augusto Pinochet en 1984. Impelen al Gobierno a aplicarla.
Para que no quede duda de la actitud colonialista instalada en buena parte del Estado chileno. Los diputados también aprobaron solicitar al presidente que se dirija a la Oficina de Contraterrorismo del Departamento de Estado de Estados Unidos y al Consejo de la Unión Europea para que declaren a las organizaciones mapuche como organizaciones terroristas. Parecen los voceros de un Chile en guerra contra los pueblos originarios de aquellas tierras, que buscan padrinos a otros Estados colonialistas. Un Chile terrorista.