Migrantes hacia EE.UU:Entre la vida y la muerte

Será imposible obtener resultados
concretos en la gestión de los flujos
migratorios irregulares si no se
concreta el diálogo y la colaboración
genuina entre todos.

T/ Luis Manuel Arce
F/ Cortesía
La tragedia del tráiler en el estado estadounidense de Texas,
el 27 de junio, es una trágica advertencia sobre la necesidad de
terminar con la retórica sobre la crisis
migratoria e iniciar acciones realmente
encaminadas a la eliminación de esos
éxodos. México es la encrucijada americana casi obligatoria del migrante
del sur del río Bravo que enrumba sus
pasos guiado por los reflejos de la opulencia deslumbrante de Estados Unidos
a la cual pretende llegar cueste lo que
cueste, para alcanzar un sueño metafórico que se cultiva y crece en los fértiles
terrenos de la miseria.
Este país de dos millones de kilómetros cuadrados es la bifurcación de
la esperanza y el desengaño, el medio camino entre la vida y la muerte
para miles de sureños porque no llegar al destino final es como ingresar al
panteón, aunque se siga vivo, como atestiguaron ante las cámaras algunos de
los sobrevivientes del tráiler al admitir,
y asumir, los riesgos que corren. Cuna
de las grandes culturas de esta América
tan nuestra, México parangona los caminos de Santiago sin quererlo, y admite ser ruta de peregrinaje y punto de
origen, recepción, tránsito y destino de
pobres y desesperados. Hay más de tres
mil kilómetros de fronteras con Estados Unidos que pasan por los estados
de Baja California, Sonora, Chihuahua,
Coahuila y Nuevo León, cada uno con su
laberinto de túneles y pasos controlados
por traficantes de personas (coyotes), o
puntos oficiales en los que prevalece la
actividad comercial sobre la migratoria
y el ser humano no cuenta mucho.
Surgido por la inmigración como país,
para Estados Unidos la mano de obra
básica en las grandes fábricas y haciendas la surtió el extranjero, muy
buena parte de ella del hemisferio, y
nutrió sus centros científicos y de investigación de un robo de cerebros que no
cesa. La migración no era entonces un
problema para esa nación.
NEOLIBERALISMO Y MIGRACIÓN
Ahora sí lo es y, además, uno de los
más graves, complicados y polémicos
porque a las causas de desarrollo económico y social de los grandes éxodos, se
unió un aumento extraordinario de la
distribución de la riqueza y una concentración de capitales a la que la potencia
norteña no quiere renunciar. La globalización económica, que dio nuevas formas al liberalismo keynesiano, cambió
de tal manera las reglas del juego que el
saqueo a la periferia se incrementó
como nunca antes generando guerras de baja intensidad genocidas y de
conquista como las de Afganistán, Irak,
Siria que llenaron de violencia militar.

terminar con la retórica sobre la crisis
migratoria e iniciar acciones realmente
encaminadas a la eliminación de esos
éxodos. México es la encrucijada americana casi obligatoria del migrante
del sur del río Bravo que enrumba sus
pasos guiado por los reflejos de la opulencia deslumbrante de Estados Unidos
a la cual pretende llegar cueste lo que
cueste, para alcanzar un sueño metafórico que se cultiva y crece en los fértiles
terrenos de la miseria.
Este país de dos millones de kilómetros cuadrados es la bifurcación de
la esperanza y el desengaño, el medio camino entre la vida y la muerte
para miles de sureños porque no llegar al destino final es como ingresar al
panteón, aunque se siga vivo, como atestiguaron ante las cámaras algunos de
los sobrevivientes del tráiler al admitir,
y asumir, los riesgos que corren. Cuna
de las grandes culturas de esta América
tan nuestra, México parangona los caminos de Santiago sin quererlo, y admite ser ruta de peregrinaje y punto de
origen, recepción, tránsito y destino de
pobres y desesperados. Hay más de tres
mil kilómetros de fronteras con Estados Unidos que pasan por los estados
de Baja California, Sonora, Chihuahua,
Coahuila y Nuevo León, cada uno con su
laberinto de túneles y pasos controlados
por traficantes de personas (coyotes), o
puntos oficiales en los que prevalece la
actividad comercial sobre la migratoria
y el ser humano no cuenta mucho.
Surgido por la inmigración como país,
para Estados Unidos la mano de obra
básica en las grandes fábricas y haciendas la surtió el extranjero, muy
buena parte de ella del hemisferio, y
nutrió sus centros científicos y de investigación de un robo de cerebros que no
cesa. La migración no era entonces un
problema para esa nación.
NEOLIBERALISMO Y MIGRACIÓN
Ahora sí lo es y, además, uno de los
más graves, complicados y polémicos
porque a las causas de desarrollo económico y social de los grandes éxodos, se
unió un aumento extraordinario de la
distribución de la riqueza y una concentración de capitales a la que la potencia
norteña no quiere renunciar. La globalización económica, que dio nuevas formas al liberalismo keynesiano, cambió
de tal manera las reglas del juego que el
saqueo a la periferia se incrementó
como nunca antes generando guerras de baja intensidad genocidas y de
conquista como las de Afganistán, Irak,
Siria que llenaron de violencia militar
y social a amplias regiones y desataron
crisis económicas globales como la de
2008, las cuales aumentaron de forma
impresionante los flujos migratorios.
Como explican Douglas Massey y sus
colaboradores en “Mundos en Movimiento. Comprender la migración internacional al final del milenio” (Oxford:
Clarendon Press), se creó así la necesidad de analizar la situación de la
migración desde una perspectiva
multidimensional y en este sentido,
la adopción de la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible en las Naciones
Unidas en 2015 implicó que, por primera
vez, cambiara la óptica sobre ese fenómeno social. América Latina y el Caribe
no escaparon al troglodismo neoliberal
y aquel éxodo en la lejana África y el
Medio Oriente comenzó a multiplicarse
en esta región, mientras Naciones Unidas procuraba sin éxito lograr un nuevo
enfoque en los objetivos del desarrollo
sostenible como facilitar una migración
ordenada, segura y regular mediante
lo que se denominó un Pacto Mundial
Migratorio (PMM), adoptado por la
ONU en 2018.
Precisamente fue México, junto con
Suiza, el país designado por la Asamblea General de la ONU para llevar
adelante las negociaciones mediante las
cuales se arribó al PMM. Con la llegada
de Andrés Manuel López Obrador a
la presidencia en 2018, la participación
mexicana impulsó el nuevo enfoque
que debería darse al fenómeno migratorio en la región para atacar el
flujo desde sus causas. Particularmente
-de acuerdo con ese punto de vista- sería
con una posición de rechazo y denuncia
del neoliberalismo a partir de la propia
experiencia de su emigración hacia Estados Unidos, en especial desde el sursureste, la zona más subdesarrollada y
empobrecida.
MIGRACIÓN, UN PROBLEMA MAYOR
El Gobierno de México, consciente de
que lo que los migrantes hacen desde el
sur del río Bravo no lo pueden emprender desde Canadá, lo cual sería la otra
entrada por tierra a Estados Unidos, ni
tampoco por las aguas atlánticas, cada
vez más difíciles de cruzar, les deja como
única alternativa de ingreso la extensa
franja fronteriza de territorio nacional.
Tal situación geográfica convirtió
a México en el pasadizo ideal para
cruzar a la orilla norte del río donde
les espera otra odisea probablemente
peor, sobre todo a partir de 1980, año que
se toma como referencia de las primeras
entradas masivas de centroamericanos
desde Guatemala, según estudios de
la Universidad Nacional Autónoma de
México (UNAM).
Como apuntan Katya Somohano y Pablo Yankelevich en el libro “El refugio
en México. Entre la historia y los desafíos contemporáneos”, ya en el 2000 habían utilizado a este país en sus intentos
más de 100 mil personas. Esos dígitos se
quintuplicaron en estos primeros 20
años del siglo XXI. En realidad, ninguno de los gobiernos neoliberales de México desde Miguel de la Madrid (1982-88),
hasta Enrique Peña Nieto (2012-2018),
pasando por Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994), Ernesto Zedillo (1994-2000),
Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), tuvo una política migratoria independiente ni de apoyo
a esas personas, a pesar de la presencia
de organizaciones especializadas y oficinas de la Agencia de las Naciones Unidas
de Apoyo a los Refugiados (ACNUR).
Aun así, y pese a la indiferencia de
esos gobiernos ante el trato denigrante
que se les daba a los braceros y obreros
mexicanos radicados en Estados Unidos,
bajo el gobierno del demócrata William
Clinton (1993-2001) comenzó a aplicarse la idea del muro fronterizo. Desde
entonces cada presidente levantó su
parte, aunque el momento de mayor
auge publicitario fue con Donald
Trump (2017-2021). La frontera norte
fue la papa caliente de López Obrador
por las presiones a grados máximos de
la administración republicana para que
acorralara en el sur las caravanas procedentes del triángulo norte centroamericano y no las dejara llegar al norte, y amenazó con una guerra comercial
arancelaria que hubiese sido devastadora para la economía mexicana.
Tapachula, en la frontera con Guatemala, se convirtió en el epicentro de
la migración en lugar de Tijuana, en
el linde californiano. Trump, además,
aprovechó la circunstancia de la pandeSuplemento del 3 Nº 570 s,UNESDEJULIODE Parte SOBRE-ÏXICOYEL0ACTO-UNDIAL-IGRATORIO0– 2 Suplemento del Parte SOBRE-ÏXICOYEL0ACTO-UNDIAL-IGRATORIO0– Nº 570 s,UNESDEJULIODE
Migrantes hacia EE.UU:
entre la vida y la muerte
Será imposible obtener resultados
concretos en la gestión de los flujos
migratorios irregulares si no se
concreta el diálogo y la colaboración
genuina entre todos los gobiernos
implicados
mia de Covid-19, muy mal manejada por
su gobierno, para declarar emergencia
sanitaria en el territorio sur con un decreto que denominó Título 42, el cual le
sirvió de bastón para apoyar su política
de obligar al migrante esperar en territorio mexicano los resultados de su gestión
de ingreso legal al país. La política de
Quédate en México fue un bochorno
para un país de inmigrantes como Estados Unidos y en irrespeto a la soberanía
mexicana.
LAS CARAVANAS DE MIGRANTES
Todas esas trabas facilitaron la creación de condiciones para que se organizaran desde lo más profundo de
Centroamérica las cada vez más multitudinarias caravanas de migrantes
y el éxodo rompiera cualquier barrera
conocida.
El denominado Triángulo Norte
(Guatemala, Honduras y El Salvador) se hizo tristemente famoso como
expresión de la diáspora provocada
por el hambre, la miseria y la violencia. Las caravanas se convirtieron en
un mecanismo de defensa de decenas de
miles de personas para protegerse de las
adversidades y fortalecerse ante las amenazas y crímenes de las bandas delincuenciales que prosperaron en las rutas
escogidas por los migrantes para llegar
al río Bravo, como explicara uno de sus
organizadores, Luis García Villagrán.
Sin embargo, las presiones de esos contingentes recayeron sobre el Gobierno de
México y no del de Estados Unidos. Pero
lamentablemente no les va bien la idea de
las caravanas, pues cuando concluyen ya
diezmados y adoloridos, el largo recorrido, muy pocos logran pasar a las oficinas
migratorias estadounidenses para intentar regularizar su situación. Otros mueren en las aguas del río Bravo tratando
de atravesarlo a nado, los senderos de los
coyotes, o asfixiados como en el tráiler de
Texas, como admitió el Instituto Nacional de Migración de México (INM).
DISCREPANCIAS
MÉXICO-ESTADOS UNIDOS
Para México, las causas más profundas del éxodo están claras y el presidente
López Obrador no se cansa de repetirlas,
primero a Trump, y después a Joe Biden,
pero ninguno de los dos hizo para combatirlas y todas las respuestas, de uno
y otro, son pura retórica. En varias de
sus conferencias matutinas, López Obrador insiste en que, si no se les da trabajo
permanente, protección frente a la violencia criminal, seguridad alimentaria,
médicos y medicinas, educación y esparcimiento, garantías de integridad física
del individuo y la familia, no discriminación de ningún tipo, respeto y dignidad,
la migración nunca será una opción voluntaria, sino un acto de desesperación.
El gobernante mexicano propuso a Estados Unidos en la época de Trump y la
reiteró y amplió ahora con Biden, invertir en los países del Triángulo Norte
y el sur mexicano en obras de desarrollo económico y social, crear empleo y satisfacer las necesidades más perentorias
del ser humano para que la gente no se
vaya de su lugar de origen y la migración sea una opción, no una obligación.
Más aún, propuso un plan de acción de
grandes proporciones consistente en
organizar y controlar la migración
en función de las potencialidades productivas de Estados Unidos para proveer
de mano de obra sus industrias manufactureras, construcción y producción
agropecuaria, con el otorgamiento de visas temporales que podrían convertirse
posteriormente en permanentes, según
las necesidades laborales del país. Paralelamente, invertir poco más de cinco
mil millones de dólares en el desarrollo
de programas ya probados como el de
reforestación conocido como Sembrando Vida y Jóvenes construyendo el
futuro que dieron excelentes resultados
en México.
¿HACIA DÓNDE VA ESTADOS UNIDOS?
En el plano estratégico, López Obrador plantea una integración económica sólida de Norteamérica como región
extensible a todo el
hemisferio frente a la
conformación de bloques económicos a los
que marcha el mundo. El gran problema
está en responder a
la pregunta de hacia
dónde va Estados Unidos pues los últimos
acontecimientos apuntan hacia las mismas
grandes preocupaciones generadas por la apetencia unilateralista que laceran las relaciones internacionales.
Se alinean en esas inquietudes el
poco ánimo de buscar una salida diplomática a la guerra en Ucrania, las
sanciones económicas que relanzaron
a peligrosas alturas la inflación global,
pero muy en particular la ruptura de
los sistemas de negociación como factores para la recomposición de un equilibrio estratégico a nivel global que no
puede dejar al margen el fenómeno migratorio como problema mundial. Las
académicas de la Universidad Autónoma de México, Silvia Núñez García
y María del Consuelo Dávila Pérez, en
su profunda investigación “El nuevo
nudo gordiano de la migración: México y las caravanas del Triángulo Norte de Centroamérica”, proponen una
reflexión crítica de los gobiernos de
todos los países que convergen en ese
maremágnum.
En el caso específico de México consideran necesario establecer las líneas
de contraste entre los países emisores
y los receptores, y las grandes diferencias económicas y sociales que inclinan la avalancha de candidatos a
establecerse en Estados Unidos. Pero
eso solo se logra mediante una colaboración económica que tenga
como centro la inversión productiva y
la creación de oportunidades que desestimulen al candidato a emigrar y lo
retenga en la tierra natal, de la cual no
quisiera irse.
Ambas catedráticas proponen una reflexión crítica sobre las políticas migratorias nacionales: la regional, que implica
el Plan de Desarrollo Integral del norte
de Centroamérica y México, la cual refleja varios de los Objetivos de Desarrollo
Sostenible de la Agenda 2030 de la ONU,
y la política con Estados Unidos. Hacia
esos propósitos se dirige el encuentro de
este 12 de julio en la capital estadounidense entre López Obrador y Biden, en el
cual examinarán un “compromiso”, hasta ahora puramente retórico, surgido de
la IX Cumbre de las Américas, celebrada
del 6 al 10 de junio en Los Ángeles, California, de crear las condiciones para
una migración segura, ordenada,
humana y regular. Cuba, uno de los
países excluidos por Washington de esa
reunión hemisférica, junto a Nicaragua
y Venezuela, advirtió que la declaración
sobre Migración y Protección de Migrantes impuesta por Estados Unidos en la
cumbre, no atiende las causas reales de
este fenómeno.
Según denunció en su momento el canciller cubano, Bruno Rodríguez, será
imposible obtener resultados concretos en la gestión de los flujos migratorios irregulares si no se materializan
el diálogo y la colaboración genuina
entre todos los gobiernos implicados,
para dar respuesta a un problema de naturaleza global. Existen dudas sobre la
aplicación práctica del documento, toda
vez que gran parte de los países centroamericanos que forman parte de la vía
por donde transitan los migrantes, no
asistieron a la cita. La migración es uno
de los temas principales en la gestión
de Biden, cuya administración tiene que
lidiar con oleadas récords de migrantes
y la fuerte oposición de los republicanos
a iniciativas legales para manejar estos
flujos.
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