«Segundo día» formaba parte del vocabulario propio de las redacciones de prensa
21/10/22.- Eso de “segundo día” suena a décadas pasadas del periodismo venezolano que muchos extrañamos; de aquellas salas de redacción bulliciosas, alegres, animadas por el rítmico sonido de los teletipos y de las voluminosas máquinas Olivetti, Remington o Royal, donde reporteras y reporteros tipiaban cuartillas de 25 líneas, listas para pasar a manos del corrector, el montador y el linotipista, antes de transformarse en plomo, camino a la escandalosa rotativa.
Decimos todo esto, a propósito de la ola nostálgica desatada a raíz de las elecciones de los representantes de egresados al cogobierno de la Universidad Central de Venezuela (UCV), que mutó en un hermoso reencuentro de quienes ocupamos pupitres en la Escuela de Comunicación Social, que en los años del punto fijismo fuera la residencia estudiantil femenina ucevista, ubicada entre Stalingrado (Estudios Internacionales) y Vietnam (Sociología), como las llamó despectivamente Rómulo Betancourt.
Numerosas crónicas hemos leído recientemente en el grupo WhatsApp Vanguardia periodística, creado por la colega Marisol Rodríguez, fotos medio tono incluidas, en las cuales aún no se notan canas al aire
“Segundo día”, formaba parte del vocabulario propio de las redacciones de prensa para referirse al seguimiento de una noticia importante, al día siguiente, que hoy se podría llamar “de segundo segundo”, debido a la velocidad inusitada como vuelan hoy las informaciones por las autopistas de internet. Por ejemplo, en la fuente deportiva, después de un combate titular de boxeo (nocturno), había que esperar el día siguiente para conocer los comentarios puntuales de analistas, como Carlitos González, Roberto Riveiro, Ali “Chivo” Ramos, Agustín “Tin” Rodríguez o Diógenes Carrillo. También una final, sobre todo Caracas- Magallanes (nocturno) era obligante un segundo día… y dígame usted en sucesos.
Tal vez la palabra más popular era “el tubazo”, o noticia exclusiva de algún redactor, así como “caliche” para referirse a una información caduca. “Montar una olla” era el fake news de la época, sobre todo en sucesos.
Título esta columna “segundo día”, para recordar viejas andanzas en el periodismo, aunque en realidad el contenido en cuestión está referido a un acontecimiento de hace 59 años: el secuestro de los cuadros de la exposición 100 Años de la Pintura Francesa, escenificada en el Museo de Bellas Artes de Caracas, el 27 de enero de 1963.
Ese hecho, protagonizado por las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) tuvo su primer “segundo día” en el año 2010, cuando fue reivindicado y tomado por el artista mexicano Mario García Torres, como su temática de cara a la 29ᵃ Bienal de Sao Paulo.
“Yo estuve ahí”
Este “segundo día” lo forjó por las redes Rogelio López Revette, quien nos envió una grabación por WhatsApp para decirnos: “Yo estuve ahí”.
Resulta que López Revette, hoy un veterano de canas al aire, había leído la columna “Insólita propuesta en una bienal”, publicada el pasado viernes 14 de este mes de octubre, y quiso comentarnos que ese miércoles 27 de enero de 1963 formó parte de una visita guiada al Museo de Bellas Artes para estudiantes del liceo Agustín Aveledo de La Pastora. Relató que cuando entraron a la galería fueron llevados a una sala donde estaban algunos de los cuadros de la exposición por una persona que fungió “de guía del museo”, pero que en realidad se trataba de una joven guerrillera del grupo que ya había tomado posición en varias salas. “La guía” les dio un ligero mitin sobre las FALN y el objetivo de la operación, al unísono los liceístas aplaudieron a la interlocutora, pero lamentablemente a un guerrillero se le escapó un tiro, que hirió al liceísta Enrique Silano, quien de inmediato fue llevado por sus compañeros a la Cruz Roja, de la esquina de Paradero, muy cerca de la galería. De tal manera que la euforia se había convertido en tragedia. Sin embargo, al siguiente día, en el salón de clase los y las estudiantes conversaron sobre la experiencia vivida y ratificaron su admiración por sus improvisados anfitriones.
Para entonces, López Revette, de apenas 13 años de edad, ya estaba fichado por el director del liceo Agustín Aveledo, de apellido Montaner, como “agente de Fidel Castro”, por lo cual fue expulsado ese mismo año de la institución, pero a duras penas pudo conseguir cupo en el Carlos Soublette de San Bernardino.
Así comenzaba la azarosa militancia revolucionaria del bisoño Rogelio, vecino de La Trilla, un barrio ubicado detrás de lo que fuera la Torre de la Prensa y el diario La Esfera, cerca del Panteón Nacional, donde operaba una “célula subversiva” a la cual se integró, pero meses más tarde, el dos de noviembre, una trágica noticia conmovió a su familia, debido al asesinato del hermano mayor, Edgar López Revette (17), quien fue acribillado de 24 disparos, en una calle de El Tigre, estado Anzoátegui, por los agentes de la Digepol, Ramón Celestino Trías y Antonio José Cabrera. Edgar hacía filas en la guerrilla mirista.
El pequeño barrio La Trilla, golpeado fuertemente por la represión puntofijista, perdió cuatro jóvenes en la lucha revolucionaria de los años 60: Jesús María Hernández y Leonardo Gómez, en el cerro de El Bachiller, estado Miranda; William Gómez, en La Trilla, y Edgar López Revette, en El Tigre.
Fuentes:
– Zurita Daza, Raúl . (2006). Víctimas de la Democracia Representativa en Venezuela. Ediciones Haciendo Justicia.
– Beaumont Rodríguez, Octavio. (2008). Tiempos de vivir. Editorial Blue digital Service, Valencia.
Ángel Miguel Bastidas G.