Camaradas y amigos (as):
Dicen que repartía unos caramelos, cuando la muerte se atravesó en su camino. En un campamento de guerra de guerrillas, rastros no quedan porque los guerrilleros rastros no dejan. No dejan huellas para seguir teniendo la sorpresa de su lado, ya que es el medio poderoso mediante el cual el débil puede derrotar al fuerte, si se toman en cuenta todas las normas, experiencias y mañas que aprendemos en la vida.
Por eso los papeles que envolvieron la dulzura, también fueron guardados y hasta el mismo dolor de aquella mala hora también se guardó en el centro del mismo corazón. Dicen que repartía unos caramelos entre su gente en reunión de la tardé allí en el mismo campamento «La Yerbabuena» y yo lo creo porque los grandes hombres y si son revolucionarios con más derecho, deben ser un pequeño ensayo o una pequeña maqueta del mundo que sueñan llenó de esperanza, llenó de dulzura como los caramelos que repartía Algimiro GABALDON aquella tarde dominguera de diciembre.
La canción del «Del Taparo Linares» no lo dice pero la desgracia se presentó el Domingo 13 de Diciembre del año 1964 en horas de la tarde por la comunidad de “El Hato”; con un sol alumbrado desde arriba, con unos árboles grandes de troncos anchos y macizos entre -complices de los guerrilleros-, dándole protección contra los informes del teniente «Veneno» que desde el teatro de operaciones número 3 (Teo 3) dirigía con asiento en la parte alta del Tocuyo, dirigía la represión contra los revolucionarios . Allí asesinaron después a Felipe Malaver y Andrés Pasquier. Estaba entrando de llenó la tardé cuando se escuchó el disparó que había salido de un arma en descuidó y cayeron algunos caramelos en el suelo…
Seguramente, hubo mucha confusión, hasta desorden y miedo porqué él era el comandante del Frente Simón Bolívar y a parte de eso era Algimiro GABALDON, el que parecía que tenía las contras para enfrentar todos los peligros, el caminante y dominador de serranías. El que aún encontraba en la lealtad del silencio campesino heredado por la fidelidad a su padre el viejo General José Rafael GABALDON y el que a lo largo de las picas y bebederos de agua encontraba de Sandalio Linares y hasta los mismos comederos del tigre de Guaitó «Rafael Montilla», tan desconfiado siempre a la hora de abrirle su corazón a otro cristiano.
Aun herido, dicen qué pudo coordinar la situación con sus oficiales, hizo un plan, enfrentar lo más terrible, siempre hay un plan alterno para estás cosas que nadie las quiere pero que sin embargó pasan. No se escuchaban las palabras que se negaban a salir. El dolor es un silencio prolongado, el dolor era lo difícil del momento, era lo duro del camino que él mismo definió y predicó qué era duro, muy duro pero que seguía siendo el camino, referido siempre a ese momento mágico en que los pobres logran el poder político después de haber logrado con la victoria lo que soñaba el viejo Carlos Marx con la frase de «tomar él mismo cielo por asaltó».
Camaradas y amigos, dicen que además de repartidor de caramelos Algimiro GABALDON fue un gran poeta que conducía la alegría y la vida misma en los constantes combates contra la amargura y la muerte. Dicen que era un buen pintor, que buscaba los nuevos colores de la misma esperanza y de los mismos tiempos en lucha. Dicen que era un sabio maestro que enseñaba siempre al que lo necesitaba, dicen que era un extraordinario deportista de 40 años y que no lo paraba ningún cerro empinado. Su paso era de hombre joven decidido y entrenado. Su escenario preferido era las pistas montañosas de Lara, Portuguesa, Barinas y Trujillo. Pero Algimiro GABALDON era ante todo un jefe revolucionario, un jefe guerrillero, convencido del momento continental vivido por los pueblos de América desde México hasta Argentina. La lucha era armada por ser la única manera de correr un imperio, y era continental como en el pasado lo había planteado el General Bolívar y como en el presente lo afirmaba el comandante Ernesto Guevara al no olvidar que los pueblos en lucha son seguidores del internacionalismo proletario porque todos somos y en todas partes los pobres de la tierra. Y debe ser socialista porque lo único y distinto es el socialismo que rompe con la pesadilla de la desigualdad y de la injusticia.
Algimiro GABALDON, camaradas y amigos, era un gran conductor de pueblos, de los que aún se necesitan para marcar la lucha revolucionaria en su grandeza y dignidad. Dicen que en la reunión del 13 de Diciembre en el campamento La Yerbabuena cuando repartía unos caramelos entre combatientes presente, un tiro que se escapó y se atrevió a quitarle la vida y yo lo creo porque Algimiro GABALDON era de esos hombres que se endurecía pero jamás perdía la ternura y que hoy después de 58 años su mensaje se abre a la lucha y nos lleva a recoger las cosechas de su siembra con las sonrisas, el recuerdo y la acción.
Andamos con el empeño de volver a Algimiro, no para rendirle tributo sino como una urgente necesidad de despejar y profundizar el momento que se vive y el camino que se recorre. Volver a Algimiro es una urgente tarea para la Venezuela de hoy en dónde sus protagonistas vayan armados de confianza a buscar lo distinto y bajar las mismas utopías de las ramas. Nos convoca Algimiro en esta hora con mucha pasión. Abrimos un colectivo: «Los Hijos De Algimiro» en dónde estamos sin las creencias que somos los elegidos, tampoco somos la encarnación de los dioses Somos sencillos seres humanos que creemos en el poder popular que avanza decidido a conquistar las victorias de los sueños, y qué te está invitando para él próximo 10 de Diciembre a las 9:00am en el Parque del Este de Barquisimeto a conmemorar los 58 años de la ausencia física de Algimiro GABALDON, con sus sueños y esperanzas.
Dicen camaradas y amigos que aquel Domingo de Diciembre Algimiro GABALDON repartía unos caramelos en el campamento Yerbabuena porque aún en los momentos más difíciles los revolucionarios tienen tiempo para repartir dulzura. Nosotros también te vamos a esperar el 10 de diciembre a las 8:00 am en la Plaza Bolívar de San Felipe para abordar el transporte que nos conduzca al Parque del Este de Barquisimeto, en dónde entonaremos juntos con amigos y camaradas el gritó de combate de esperanza y acción qué nos dejó Fabricio Ojeda: LA LÍNEA JUSTA ES, LUCHAR HASTA VENCER…
DIMAS PETIT.