Por: María Alejandra Díaz | Viernes, 16/12/2022
Pareciera que algunos voceros económicos del alto gobierno, coinciden con lo expresado por Margaret Thatcher en los 80´s sobre el «no hay alternativa» asumiendo como ella, que no tiene mucho sentido soñar un mundo distinto con un sistema social cultural y económico diferente. Y es que desde 2017 -al menos- venimos escuchando «no tenemos otra elección, no hay alternativa» para resolver nuestra crisis inducida y provocada. Una fatalidad que nos venden sobre la imposibilidad de organizarnos de manera diferente, convirtiendo -eso sí- a cualquiera que decida proponer ideas, asomar alguna crítica o abiertamente contrariarlos en: traidores, salta talanqueras, que no comprenden la dimensión de la tragedia debido a la coartada de las medidas coercitivas unilaterales y sus efectos.
Nadie en su sano juicio, pudiera negar los efectos perversos de dichas sanciones unilaterales e ilegales. Pero desde 2017 un grupo nutrido de venezolanos optamos por proponer después de una larga discusión, todo un plan de recuperación de la economía eso sí, un plan fuera del mantra neoliberal del «no hay alternativa» y fuera de la lógica de los zombis autómatas del dogma; y ¿qué sucedió? Nada pa’ lante con el otro plan.
Revisemos la doctrina al respecto, para tomar posición acerca de nuestra aseveración. Plantea el realismo capitalista (Fischer) que el Estado debe reducir su tamaño y manejarse como una empresa, un negocio, privatizaciones como soluciones, libre competencia y libre mercado, desregulaciones, reducción de la burocracia (despidos masivos en empresa públicas y estatales), congelar contrataciones colectivas, control férreo de la emisión de moneda entre otros principios. No puede el Estado convertirse en «niñera» ni está para subvencionar o subsidiar «vagos», por tanto, lo social no existe, existen los individuos, fundamentalmente consumidores y empresarios, tomando para sí a Jeremías Benthan, padre del utilitarismo: maximización del placer, en términos económicos aumentos de los beneficios y ganancias. ¡Esto es lo que hay rezan los entregados!
Creencias arraigadas, como reflejo de la sumisión ideológica y el blackout epistémico de un gran sector de los decisores en materia económica y política que dirigen el país.
Son productores y reproductores del discurso neoliberal en lo económico y cultural, extraordinarios ejecutores de los planes de quiénes decimos son nuestros enemigos, completando lo que planteó Jeffrey Sachs en su terapia de shock y criticara Naomi Klein. Representantes y defensores de los artefactos ideológicos culturales del neoliberalismo, del realismo capitalista y su discurso de «no hay futuro». Y con esa idea extendida sobre la población cancelan el futuro, la movilidad social, nos condenan a no imaginarnos lo nuevo, recreando a una sociedad que muere viviendo como zombis, consumidores de los fetiches de la cultura neoliberal petrificada.
Una muestra de esta reproducción estúpida, son los cómics, instrumentos de la maquinaria deconstructiva neoliberal. Cambiamos a Bolívar, a Piar, a Zamora, por feas copias de los superhéroes del enemigo, creando e instalando en el inconsciente, en el imaginario de nuestra población, -sobre todo los que se dicen anticolonialistas de cafetín- el peor discurso de alienación cultural y mental.
Este realismo capitalista ha sido asumido por la «izquierda progresista» y su victoria quedó sellada cuando Tony Blair, los laboristas y la llamada social democracia internacional, capitularon frente a esta visión. Una izquierda rendida, que cómo un vulgar vampiro bebe la sangre de los pueblos, unos muertos vivientes, que reviven un capítulo de Resident Evil o The Walking Dead, cadáveres insepultos en impotentes reflexiones, retóricas vacuas e incongruencia entre discurso y acción, vaciamiento ético de toda virtud, reinstalando con sus gestiones al neoliberalismo salvaje, ése mismo que Chávez mandara al carajo.
Imponen una ontología empresarial de los negocios –nihiliberalismo- dónde la única realidad real son los negocios y por tanto, toda la sociedad debe ser gestionada como una empresa, esto es: costo/ beneficio/ productividad marginal (economicismo puro y duro), fetichización de la mercancía, cosificación de la realidad y alienación del trabajo dixit. Justifican las consecuencias y el sufrimiento de miles de millones, diciéndonos que la situación es objetivamente peor (naturalizando la catástrofe) pero «no hay alternativas» pues éste es el mejor mundo posible.
Contrarios a estos dogmas coincidimos con Fisher cuando nos advierte que «sólo puede intentarse un ataque serio al realismo capitalista si se lo exhibe como incoherente e indefendible; en otras palabras si el ostensible realismo del capitalismo muestra ser todo lo contrario a lo que dice ser» conduciéndonos a un estado real de impotencia y convirtiéndose en profecía autocumplida: jóvenes y menos jóvenes que tienen la certeza y saben que no pueden hacer nada para cambiar las cosas y por eso no hacen nada para cambiarlas, por tanto, todo permanece igual, pues los sueños se cancelan, existiendo un estado de impotencia social colectivizada.
Nosotros nos negamos a permanecer quietos y sin esperanzas. Pues todo éste discurso instalado se cae a pedazos, cuando revisamos los efectos por ejemplo de los daños sociales, culturales, espirituales, y ambientales, de efectos corrosivos y demoledores sobre la salud mental de la población, manteniéndonos enfermos para producir ganancias atiborrándonos de medicamentos, muchas veces inútiles, imbuidos en un individualismo obligatorio y la privatización de la enfermedad, jóvenes viviendo impotentes, frustrados perpetuos, evadiéndose de la realidad, con drogas y una hedonismo permanente e insoslayable; decepcionados y aturdidos porque no tienen manera de alcanzar sus sueños.
Otro síntoma inequívoco de ese fracaso es la supuesta reducción de la burocracia y con ello del tamaño del Estado y de sus fines: lo real que vemos son profesores que venden verduras para sobrevivir afectando la calidad de la educación como pilar del desarrollo y verdadero crecimiento, trabajadores que realizan las funciones de otros tres que renunciaron para irse al «emprendimiento», médicos que trabajan en tres sitios para poder «sobrevivir», migraciones masivas por falta de empleo y oportunidades, flexibilización laboral, en fin, una desfinanciación de la salud, la educación y de todo cuando espacio antes ocupara un Estado responsable, fuerte y soberano.
Todo ello no es más que una sarta de mentiras pues cuando los empresarios privados -banksters- cayeron en quiebra en 2008, fueron los Estados –norteamericano y europeos- quienes terminaron subsidiando esa quiebra poniendo dinero de todos los contribuyentes, con el lema inmoral «son demasiado grandes para caer».
Como indica Giulio Palermo en su libro el Mito del Mercado el «desarrollo sin inflación» en coincidencia con salarios estancados es tan solo el triunfo del capital. La recuperación de la ocupación al costo de condiciones de trabajo más duras, mayor precarización y menor protección (con la productividad siempre en crecimiento) expresa sólo un incremento de la tasa de explotación: si en una familia antes trabajaba sólo el hombre, ahora trabajan dos o tres de sus miembros y el tenor de vida es siempre el mismo porque, además de disminuir los salarios reales, con la reducción de las inversiones públicas, los servicios que antiguamente estaban a cargo del Estado, ahora los debemos pagar en moneda contante y sonante»
Desafortunadamente son hoy un fiel reflejo de la aplicación de los principios establecidos de manera rígida de la teoría monetarista neoliberal que desarrolla el realismo capitalista. Sin embargo, algo sí hay que decir en favor de ellos que hoy desgobiernan: ellos no se mandan. Pues más allá de la retórica antimperialista esta dirigencia Shakira «ciega sorda y muda» optó por convertir al capital en el centro de los beneficios económicos, pactando con factores internacionales y no pueden salirse del plan -receta neoliberal- dictados por bancos internacionales, transnacionales, fondos de inversión y tenedores de bonos del anglosionismo holandés, suizo y UK. Además no se comportan como revolucionarios, incluso ni siquiera como venezolanos, son zombis al servicio de la máquina de guerra anglosajona que nos invade inmisericordemente.
Obvian, que el capital es un parásito abstracto, un gigantesco vampiro, un hacedor de zombis y la carne fresca donde hincan sus colmillos, son los millones de trabajadores depauperados y precarizados. Y todo esto lo hacen en momentos de innegable crisis del neoliberalismo, cuando éste se arrastra. Mientras eso sucede los decisores económicos y políticos le brindan oxígeno y muchos de quienes se decían opositores al sistema perverso, terminaron adaptándose a las propias coordenadas que éste impone, entregando nuestra soberanía monetaria y económica y provocando una violenta acumulación originaria de capital, una confiscación de la riqueza social y una transferencia masiva de recursos al capital fiduciario. Ponerse del lado el capital fiduciario implica inclinar la balanza en el conflicto distributivo en favor de los empresarios y no del trabajador (S. Amin, M. Hudson)
Claro que es una guerra, una guerra del capital contra el trabajador. Si nos decimos revolucionarios antimperialistas ¿por quién vamos a inclinarnos? Debería ser por el trabajador. ¿Lo estamos haciendo? Yo creo que no.
¿Cómo es qué sabiendo la situación precaria que generarían las sanciones y la merma del ingreso petrolero, tal y como se lo pregunta Miguel Ángel Contreras en la conferencia dictada a propósito del bautizo del libro de Malfred Gerig «La Larga Depresión Venezolana» se insistió en el pago sin chistar de la deuda externa por el exorbitante monto de más de 71.700 Millones de dólares? ¿Cómo es qué sabiendo esto, le pagas a quiénes te están sancionando y haciéndote la guerra financiera? Tal parece una decisión política y económica inaudita.
¿Y esta decisión política incomprensible que perjudicó al país y nos dejó en esta situación acaso no tiene que ver con esas determinantes del largo plazo que hoy nos agobian? Porque si son ciertos los ciclos de Kondratief, tú cómo buen padre de familia y buen gobierno debiste hacer como José «guardar para las vacas flacas» es simple. ¿Por qué no lo hicieron? ¿Y generaron entonces las condiciones para poder -con cierta justificación- aplicar medidas inconstitucionales y medidas económicas neoliberales vendiéndonos de paso el dogma del «no hay alternativas?»
En medio de este drama nacional y comprendiendo el tamaño de la crisis, pero también pensando en las oportunidades, creemos que, sí hay alternativas y un destino común puede lograrse siempre que sea con el esfuerzo colectivo y sabiendo que no hay milagros, ni hay Mesías que valgan.
Debemos asumir en colectivo, un nuevo propósito que nos permita trascender. Y ésa es una labor de todo un pueblo que se eleva, cómo héroes colectivos de una generación futura. Sobre todo en las vísperas de un nuevo mundo multipolar que se está dibujando ante nosotros, con las definiciones geopolíticas que determinarán nuestro papel: peones, siervos o actores.
A todos nos toca luchar, sí queremos:
Soberanía y sostenibilidad propia, un sistema económico moderno fundamentado en una autarquia que nos permita construir prosperidad común, un pueblo sano, desarrollo industrial y científico – tecnológico de vanguardia mundial, educación para todos y en todos los ámbitos, enfocada en un desarrollo productivo de cobertura nacional, industrialización, desarrollo urbano, desarrollo comunicacional e informático y desarrollo rural integral de alto desempeño, sistemas de gobierno sistemáticos de alta participación social y compromiso común, transparencia contable, soberanía cultural, el disfrute común de una vida feliz y hermosa, mayor ingreso per cápita, basado en el desarrollo creador y productivo de cobertura nacional, servicios públicos de calidad para todo el pueblo, en fin, Patria para nuestras futuras generaciones.