ENTREVISTA A RUBÉN ZARDOYA LOUREDA
Revolucionario cubano, Doctor en Filosofía y profesor titular de La Universidad de La Habana.
Hablábamos de la idea de Lenin sobre la primacía de la política sobre la economía en época de transición socialista. Esta es una idea que cuando se mira superficialmente, despierta rechazo en un tipo de marxismo, lo que Marx no hubiera vacilado en llamar un marxismo vulgar, ya nosotros sabemos cómo él toma distancia de los tipos de “marxismos” que comenzaban a proliferar en su época y es célebre su idea de que él no es marxista.
Este tipo de marxismo vulgarpuede existir de las más diversas formas, una de las formas fundamentales es la que se conoce como el economicismo o un determinismo ciego de la actividad social de los seres humanos. Ni qué decir tiene que la actividad de los seres humanos está determinada objetivamente, en cualquiera de sus formas históricas, hay una determinación social de la actividad humana.
Ahora una cosa, y sería una aventura de escasas posibilidades de triunfo, lanzarse a la lucha revolucionaria ignorando ese condicionamiento objetivo de la actividad humana, es como decía Marx y Engels en la Ideología Alemana: cada generación al llegar a la vida–aproximadamente decían así- se encuentran con una suma de fuerzas productivas y con una suma de instituciones sociales que incluso existen a través de una fuerza colosal que es la fuerza de la tradición, y ellos realizan esa actividad en el marco de esa herencia, por supuesto la transforman, la modifican, crean nuevas realidades, etc. Entonces, una cosa es la determinación y otra es hablar de un determinismo –todo ismo es siempre una subutilización del elemento inicial de la palabra que lo precede-, nada más chato que considerar al marxismo como ese tipo de determinismo.
Nosotros partimos de la idea, y en particular de la lucha revolucionaria, que el imperialismo no se muere solo, al imperialismo hay que matarlo y sólo es posible matarlo con la actividad organizada de los seres humanos, con la organización de la voluntad revolucionaria, una voluntad con una finalidad precisa que es transformar de raíz las relaciones sociales.
No basta con que la época esté pariendo un corazón, para utilizar las palabras conocidas de Silvio, puede que la época avise si existe una fuerza organizada capaz de recibir esa señal y actuar en correspondencia.
Esto está vinculado también a los procesos, no temeríamos en llamarlo una regularidad del proceso histórico que es una tendencia del incremento del peso específico y el papel de la conciencia de los procesos conscientes y la voluntad de la subjetividad humana en el devenir histórico.
En particular, una revolución socialista en las condiciones de la humanidad contemporánea es una irrupción violenta en el curso llamado “natural” de los acontecimientos. Si tu no irrumpes de manera violenta en el curso natural de esos acontecimientos (violencia no quiere decir solo disparar), si tu no irrumpes de esa manera, el mundo no se organiza de manera socialista.
Un proyecto socialista siempre es un proyecto consciente, es un proyecto que se asume, que se traza, es una idea que se apodera de las masas y se convierte en una vanguardia organizada, y las masas se convierten en una fuerza material.
En la época de transición, decía Lenin, no entender que la política como expresión concentrada y a la economía como expresión concentrada de los intereses de clase, como expresión concentrada de las relaciones de dominación y subordinación, como expresión concentrada de la relación de determinados grupos y fuerzas sociales hacia el poder, en particular el poder del Estado, que es el corazón del sistema político de la sociedad, esa política tiene prioridad sobre la economía, es más, la economía se organiza a partir de determinados lineamientos que son trazados políticamente, y no tener eso en cuenta es no entender nada de lo que es, decía Lenin, un proceso de transición.
No tomar eso en consideración es pensar que la economía socialista va a estructurarse por sí misma, es pensar que nosotros podemos garantizar una economía socialista a partir de resortes meramente económicos, es no entender el papel de los seres humanos que son, en última instancia, las principales fuerzas productivas, fuerzas de trabajo con que se cuenta, no son, como ocurre en el capitalismo personificación de las relaciones económicas, no entender eso es no entender las especificidades sociales.
En el capitalismo, Marx insiste, en que los sujetos en virtud del fetichismo mercantil, ellos mismos, los propios sujetos son las fuerzas económicas, los seres humanos son personificaciones de esas fuerzas económicas. El verdadero sujeto es la economía que anda por sí sola. La personificación del capital sería el capitalista y la personificación del trabajo sería el obrero.
En ese sentido, la revolución socialista consiste en buena medida en lograr una inversión de esta realidad, en hacer que el sujeto sean los propios seres humanos, los propios trabajadores que producen la riqueza material y espiritual de la sociedad y esos sujetos son fuerzas activas, esos sujetos son fuerzas con conciencia, son fuerzas con ideales, con valores. Entonces, desde la política se proyecta la transformación de la realidad, eso es lo que nos permite construir concientemente un proyecto determinado de sociedad.
Nosotros no podemos pensar que vamos a construir el socialismo si los criterios que marcan nuestra actuación son los de eficiencia, si los decisivos, claro que aspiramos a una economía socialista eficiente, pero nosotros creemos que esa eficiencia se puede lograr con seres humanos conscientes del lugar que ocupan en un sistema de producción social, conscientes del lugar que ocupan en su taller de trabajo, conscientes de una idea que se proponen implementar en la vida, no son resortes materiales los que los mueven sino las ideas, las ideas se consumen como actividad práctica, de la misma manera que usted consume un par de zapatos poniéndoselos o consume una tijera cortando, las ideas se consumen actuando, son los resortes ideales de la vida y es conocida aquella vieja idea de que lo que distingue al más torpe de los arquitectos de la más hábil de las abejas, es que la abeja hace directamente el panal, en tanto que el arquitecto antes de hacerlo materialmente lo proyecta idealmente, claro existe la forma material del papel donde hace su trazado, pero ese papel actúa como una representación ideal de la casa que va a construir el arquitecto.
Entonces, así es el modelo de acción de un revolucionario, nosotros proyectamos idealmente un tipo de sociedad, no como un ideal que queramos imponerle al mundo, sino como un ideal que ha madurado incluso en el proceso interno que ya se impone como una necesidad él mismo abriéndose paso objetivamente como una necesidad madura, para la cual en estos momentos la civilización sólo tiene como alternativa la barbarie o menos que la barbarie.
Esa era, a mi juicio, la idea de Lenin, la idea de una vanguardia revolucionaria en permanente interacción con las masas, trazando y proyectando la sociedad, actuando en correspondencia, adecuando, no siendo esclavo de las relaciones materiales ni de los dictados de las categorías económicas sino imponiendo esa voluntad sobre la propia realidad económica, dada la realidad económica del capitalismo a la cual ha llegado la humanidad espontáneamente después de milenios de desarrollo.
La visión de Lenin, la visión del marxismo es la superación de esa espontaneidad. Conocemos las batallas de Lenin desde el ¿Qué hacer? luchando contra todo género de espontaneísmo. Él decía que si dejamos a la espontaneidad el desarrollo político, las masas van a ir a parar al sindicalismo, porque esas masas llevan siglos doblegadas e influenciadas por una ideología capitalista que les hace ver el contenido político, pero que les impide ver el contenido político de su lucha. Sin ese elemento político, si ese elemento de lucha no está consciente, no está presente en esa masa, por lo que luchan es por reivindicaciones materiales, reducción de la jornada de trabajo, eliminación del trabajo infantil, mejoras en las condiciones de vida, etc. Es importante esa lucha, pero esa lucha tiene que canalizarse a través de una finalidad política y Lenin insistía tanto en la necesidad de impregnar de ideología revolucionaria a las masas. Esto supone, no como a veces se le ha querido criticar, que él creía que las masas no piensan por sí mismas, no entienden, él tiene una fe infinita en las masas, él sabe perfectamente que esas masas necesitan de una vanguardia que en un momento determinado no sólo las guíe, sino que las arme ideológicamente.
Es conocida la visión de Mao, que tenía sus matices, pero que en esencia es la misma, Mao recuerdo que hablaba de la idea de masas y su principio era de las masas a las masas, es decir, los cuadros viviendo entre las masas, su consigna era vivir con las masas, trabajar con las masas y luchar con las masas, así lo decía en un lenguaje muy asiático pero muy claro para que lo entendiera el último obrero, el último campesino, y decía que a partir de eso se recogían los deseos maduros de las masas, sus necesidades sentidas le llama. Recogen las necesidades sentidas y con eso elaboras conceptualmente, y esa elaboración conceptual la vuelves a llevar a las masas ya en forma de una ideología con objetivos políticos trazados muy claramente.
Estamos hablando del Mao que conquistó el poder, el Mao de la estrategia revolucionaria, no estoy hablando de los desarrollos post revolucionarios de su pensamiento, no me refiero a eso, me refiero a esa estrategia realmente impresionante que él trazó para conquistar el poder en un país semi feudal o feudal casi, con un insipiente desarrollo del capitalismo, la idea era que tú no podías intentar llevar a la práctica una acción o un conjunto de acciones revolucionarias si ellas no expresaban de una u otra manera necesidades sentidas de las masas, ese era el fracaso.
Cuando el proceso histórico ha madurado lo suficiente se expresa para que se impongan nuevos ideales sociales, objetivos de esos ideales, -no sacados de la cabeza de aprendiz de brujo- entonces, la masa los siente y la vanguardia revolucionaria le da forma, contribuye en constante interacción con ella a expresar de la manera más definida y más clara ese deseo, y sobre esa base trazar una política de transformación radical, revolucionaria del status quo que los oprime.
Yo pienso que, porque a veces entre revolucionarios se quería contraponer que esa es una forma paternalista de llevarle a la clase obrera desde afuera la ideología, no se trata de darla desde afuera porque eso se aprende desde adentro, pero eso requiere un estudio y requiere la fusión en este caso de la ideología revolucionaria con el movimiento revolucionario. Ahí es donde Lenin formula su célebre idea de que no hay movimiento revolucionario sin teoría revolucionaria, la fórmula de práctica revolucionaria creo que la utiliza posteriormente en un congreso del partido pero en el ¿Qué hacer? dice: No hay movimiento revolucionario sin ideología revolucionaria.
El papel de la ideología está directamente ligado a la política, no entender eso es no entender nada, y no entender que en las etapas iniciales de la construcción socialista, lo decisivo es consolidar el poder político revolucionario, que toda medida de carácter económico, social, cultural, que se tome tiene que hacerse mirando a través del cristal del cómo eso va a influir en la conciencia de la gente, de cómo eso va a fortalecer o a debilitar determinadas relaciones de poder, qué impacto va a tener en los valores de la gente. Esa es la clave de cada medida que se tome, porque ante todo estamos construyendo un proyecto que es de naturaleza política que nace del estudio de una realidad y se traduce en formas políticas que guían la acción de los revolucionarios.