Maneiro y Chávez, por primera vez

Un 19 de mayo, hace cuarenta y cinco años, se vieron por primera vez este par de gigantes. Alfredo venía de bajar de la montaña con una clara conciencia de las causas de la derrota política y militar de la guerrilla y de lidiar con la vieja política (dogmática, oportunista, mediatizada, vendida al mejor postor, extemporánea, bizarra, sin brújula ideológica) de la izquierda de entonces.

Maneiro pensaba, soñaba, y por eso mismo intentó construirla, una vía que diera con una organización de encuentro con los liderazgos naturales de aquella Venezuela subterránea.

Una vez, tras una prolongada travesía por los países árabes, Europa y parte de América Latina, regresó y nos dijo: «Estamos jodidos, muy jodidos: los únicos que estamos pensando en serio en la toma del poder en el mundo somos nosotros».

Buscaba, negaba. Acertaba, se equivocaba. Conspiraba. Se retiraba a reflexionar. A veces preguntábamos, inocentemente algunos, los más jóvenes: «Y el gordito, ¿dónde está? ¿Dónde carajo está Maneiro?». La respuesta siempre fue tan misteriosa como cierta. Nos respondían los más cercanos a él: «Está pensando». Y uno creía que era en jodedera hasta que, dos o tres meses después, convocaba a un pleno, a una reunión a la orilla de un río, en una casa en La Victoria, en Guayana o en Catia, y nos fulminaba con su lucidez, sus bromas, sus análisis sorprendentes, sus propuestas.

Cuando se reunió con Hugo Chávez por primera vez, Maneiro andaba agitado, como no parecía estarlo el país, a pesar de la crisis profunda que vivía. Hugo Chávez también vivía un proceso acelerado de toma de conciencia de la degradación nacional, de la crisis que golpeaba, y también tenía claro su propósito insurreccional.

Ese día, ambos se dijeron sus diferencias, pero más pudo el discreto encanto de sus afinidades sostenidas por el fervor con el que ambos vivieron para la revolución.

Ambos nos dejaron —aunque en tiempos distintos— inesperadamente. Se llevaron muchos secretos, muchas claves, muchos acertijos. Pero también nos dejaron muchas enseñanzas.

Esta fecha deberíamos incorporarla a las más emblemáticas de la revolución venezolana por muchas causas y razones, pero sobre todo por las lecturas que hizo el comandante Chávez de la visión que, desde el año 1974, expresó Maneiro de la Venezuela petrolera, los desaciertos de la izquierda de entonces y los aspectos organizacionales de una vanguardia con eficiencia política y calidad revolucionaria.

Federico Ruiz Tirado