Mundo multipolar
Sin embargo, hay quienes sostienen que, puesto que nos oponemos al imperialismo occidental, deberíamos apoyar a sus competidores.
La llamada teoría del mundo multipolar, que tiene muchas formas y tamaños, sugiere que deberíamos luchar por un mundo dominado por múltiples potencias imperialistas que se equilibren entre sí, en posición contra al actual, dominado por una única superpotencia.
En el prefacio de su libro de 2006, «¿Más allá de la hegemonía estadounidense? Evaluando las perspectivas de un mundo multipolar», Samir Amín escribió:
«[Yo] quiero ver la construcción de un mundo multipolar, y eso significa obviamente la derrota del proyecto hegemonista de Washington por el control militar del planeta. A mis ojos, se trata de un proyecto arrogante, criminal por su propia naturaleza, que está arrastrando al mundo a guerras sin fin y ahogando toda esperanza de avance social y democrático, no sólo en los países del Sur sino también, en un grado aparentemente menor, en los del Norte».
Hoy en día, esta idea está ganando fuerza entre algunos sectores de la izquierda internacional, que creen que deberíamos apoyar el ascenso de China y la reentrada de Rusia como potencia en la escena mundial.
En un mundo multipolar, el imperialismo chino y ruso, y tal vez el de otros países como India y Brasil, mantendrían a raya al imperio estadounidense, lo que conduciría a un mundo más pacífico y justo. Aunque nunca se explica por qué estas potencias estarían más interesados en la paz y la «justicia» que Estados Unidos.
Aquí tenemos la esencia concentrada de la vieja teoría del frente popular (¡aunque a escala internacional!), largamente defendida por los estalinistas en su apogeo.
En lugar de aclarar las contradicciones de clase entre los trabajadores y los capitalistas, esta posición difumina las líneas de clase e intenta empujar a la clase obrera detrás de un bloque imperialista –aunque más débil– contra otro.
En lugar de hacer avanzar la lucha contra el capitalismo, esto siembra ilusiones en la posibilidad de una solución dentro de los límites del sistema actual.
Rusia y China pueden ser potencias menores que Estados Unidos. Pero esto no hace que Putin y Xi sean ni un ápice más progresistas. Son regímenes capitalistas basados en la explotación de la clase obrera. Son los enemigos de los trabajadores y los pobres.
Y si bien no es tarea del proletariado occidental derrocarlos, sin duda sí lo es de los trabajadores rusos y chinos. Para ellos, no hay salida dentro de los estrechos límites del capitalismo.
Sin embargo, para cortar la lucha de clases y unir a la nación detrás de sus sistemas, tanto Xi como Putin se basan demagógicamente en la amenaza del imperialismo estadounidense y en los sentimientos antiimperialistas de los trabajadores rusos y chinos. En otras palabras, la amenaza del imperialismo estadounidense se utiliza para someter a los trabajadores rusos y chinos.
En lugar de sembrar ilusiones en estos mecanismos, el deber de los comunistas es desenmascarar esta demagogia y mostrar cómo los intereses de estos mecanismos se oponen directamente a los de los trabajadores y los pobres.
Por suerte para nuestros amigos «multipolares» de la izquierda, su noción fue respaldada por Vladimir Putin y Xi Jinping en su reciente reunión en Moscú. Allí esbozaron su intención de «promover un orden mundial multipolar, la globalización económica y la democratización de las relaciones internacionales», y de «promover el desarrollo de la gobernanza mundial de una manera más justa y racional».
Su conflicto con el imperialismo occidental tiene una naturaleza de clase totalmente diferente a la del antiimperialismo de las masas.
Cuando Xi y Putin hablan de «globalización económica y democratización de las relaciones internacionales» y de un «desarrollo de la gobernanza mundial» más justo, lo que quieren decir no es el fin del imperialismo y de la opresión nacional, sino una nueva configuración de las relaciones mundiales, en la que sus respectivas clases dominantes reciben un trozo mayor del pastel, que creen que está siendo engullido por Occidente.
Lo que China busca son campos de inversión, fuentes de materias primas y energía y el control de las rutas comerciales, todo ello en interés de los capitalistas chinos. No se trata de una verdadera lucha contra el imperialismo. Es simplemente una oferta para sustituir un imperialismo por otro.
Para que las masas de Rusia y China luchen realmente contra el imperialismo, primero deben tomar el poder en sus propias manos y vincular su lucha a la de los trabajadores de Occidente. Sólo en estas condiciones puede comenzar una auténtica lucha internacional antiimperialista.
¡Trabajadores del mundo, ¡uníos!
Por Hamid Alizadeh y Ben Curry
Lea el artículo completo aquí: https://luchadeclases.org.ve/?p=11420