Xin chào | Blanco y negro

Todos los hombres son creados iguales: ellos son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; entre estos, están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.

Preámbulo de la Constitución de EE. UU.

30/06/2023.- La verdad sobre los grandes desmanes cometidos por los superhéroes de verde oliva en el sureste asiático o en el Medio Oriente no necesita la policromía para mostrar la realidad de las injusticias imperialistas que conmueven el mundo.

Hoy, los agresores —aquellos que no se cansaron de bombardear Irak, Afganistán, Siria, Palestina, Jordania, Somalia, Sudan u otras naciones que se resisten a ser sometidas y asaltadas por los marines que buscan apoderarse del petróleo, el oro y otras riquezas del subsuelo— han transformado su presencia para no aparecer, ni en blanco y negro, infraganti con las armas en las manos.

Para cubrirse las espaldas, recurren a los mercenarios, para decir «yo no fui» y echarle la culpa a Putin de las agresiones contra el gobierno «nacionalista» de Zelenski. Niegan que este sea nazi, como aquellos que pasaron por Ucrania durante la Segunda Guerra Mundial, con las pretensiones de apoderarse de las riquezas petroleras de la Unión Soviética, y pare de contar.

Pero allí están los acetatos en blanco y negro, los antecedentes de las masacres cometidas, entre 1950 y 1953, en la península de Corea, de donde volaron hacia Indochina, con los planes de someter a Vietnam, Camboya y Lao, con batallones colmados de estrellas y condecoraciones, tras fracturar la península coreana.

La nueva tecnología comunicacional permite ver a todo color algunas verdades de los desmanes cometidos por las tropas nazi del comediante Zelenski, pero no las imágenes del pasado imperialista en blanco y negro. Hoy estas ocupan espacios en museos indochinos, donde los turistas se agolpan para reproducir con sus celulares aquellos horripilantes escenarios sobre la obra macabra de los marines enviados inicialmente por Lyndon B. Johnson en 1963.

Corre el telón

Las atrocidades cometidas por las administraciones estadounidenses, desde Harry Truman hasta Gerald Ford, pasando por Dwight Eisenhower, John F. Kennedy y Richard Nixon, no resultan fáciles de cuantificar, en medio de aquel desfile de los seis millones de soldados invasores que sembraron muertes en Vietnam, Camboya y Lao, después de la derrota de los franceses en 1954.

El escenario, en blanco y negro, no se visualiza claramente con Eisenhower, porque los gringos estaban detrás del telón, manejando la puesta en escena de los franceses, a los cuales EE. UU. respaldaron con muchos dólares y todo tipo de armamento. Solo se veían las manos que movían los hilos, pero cuando el fracaso de los europeos era evidente, el secretario de Estado John Foster Dulles le ofreció al canciller francés dos bombas atómicas para barrer la explanada Diễn Biến, pero los franceses prefirieron tirar la toalla, para evitar un escándalo mayor.

Numerosas imágenes, a medio tono, congelaron situaciones sobre eventos que desnudaron la locura gringa en los predios indochinos, sobre todo entre los años 1962 y 1973, cuando el fantasma de la derrota golpeaba ya la puerta de la Casa Blanca.

El 11 de junio de 1963, la gráfica de un monje budista inmolándose en una calle de la vieja Saigón ocupó espacio en la mayoría de los medios estadounidenses, también de Francia y Gran Bretaña. No era necesario una gráfica a color para descifrar aquella tragedia.

El bonzo Thích Quảng Ðức adoptó la posición de loto ante muchos curiosos, y tras dejarse derramar gasolina por otro budista, acto seguido encendió el fósforo que produjo las llamas acusadoras contra el maltrato yanqui en el sur de Vietnam. Dos años más tarde, Norman Morrison, un joven estadounidense, imitaba al bonzo Quảng frente al Pentágono para decirle no a la guerra.

Si la inmolación de Quảng y Morrison constituyeron poca cosa, otro registro en blanco y negro fue congelado por la cámara del corresponsal de la AP Eddie Adams, en una calle del barrio chino Chợ lớn de Saigón, el 1.° de febrero de 1968. Esta vez, el drama no fue tan lento, no hubo llamas, solo se vio el fogonazo del disparo de Nguyễn Ngọc Luân, el jefe de la policía de Saigón, que impactó la cabeza, a pocos centímetros, del supuesto guerrillero Nguyễn Văn Lém. Días después, el reportero gráfico mostraba a sus colegas otro Pulitzer sobre la «guerra contra el comunismo».

Más dramática no puede haber sido la masacre de Mỹ Lai o Son Mỹ, al sur de Vietnam (16 de marzo de 1963), donde fueron asesinadas 504 personas, sobre todo niños y ancianos, según relatos y fotografías mostradas por varios militares estadounidenses, afectados emocionalmente por el grado de sadismo escenificado por sus colegas de verde oliva.

Entre los militares avergonzados del espectáculo estaba el piloto de helicóptero Hugh Thompson, quien estuvo a punto de ordenar fuego contra miembros de la tristemente compañía Charlie, que comandó el oficial Ernest Medina, a la postre condenado a tan solo tres años de prisión, que no cumplió.

Presenciar el absoluto silencio de los visitantes del quinto piso del museo, que funciona en lo que fuera el Palacio de la Independencia de Saigón, puede dar una idea de las horribles fotografías —en blanco y negro— que fueron captadas por soldados gringos impactados por el increíble panorama de Mỹ Lại.

A 55 años de aquello, algunos de los soldados, ya entrados en edad, visitan el lugar todos los 16 de marzo para reiterar sus disculpas a los lugareños y colocar una rosa roja en el monumento de Sơn Mỹ que rinde honor a los caídos en 1963.

La niña del napalm

A pesar de que en los Acuerdos de París, firmados el 23 de enero de 1973, Estados Unidos había aceptado la retirada de sus tropas, el 8 de junio de 1973 un avión militar estadounidense bombardeó una carretera de la aldea Trảng Bàng, al sur de Vietnam, cerca de la frontera con Camboya.

Varios niños, que regresaban de la escuela, resultaron afectados por el napalm (fósforo vivo) de las bombas gringas. Entre esos escolares se encontraba Phan Thị Kim Phúc, una niña de siete años de edad, que aparece en primer plano de la imagen en blanco y negro captada por la cámara del vietnamita-gringo Nick Ut, quien pretendió convertirse en el salvador de la malograda escolar, cuando afirmó que él la trasladó hacia un hospital de la localidad. Sin embargo, la verdad de la tragedia de la pequeña estudiante se disipó en Cuba, donde la niña fue tratada y recuperada. En la isla del Caribe, rehizo su vida, terminó los estudios primarios, la secundaria y se inició como estudiante de Medicina.

Ya adulta, de regreso de Moscú, tras disfrutar sus vacaciones escolares, «fue rescatada del comunismo» por Nick Ut, quien la llevó a Canadá, donde fue convertida en «embajadora de la paz de la Unesco». Total que los medios presentaron a Kim Phúc como víctima de sus connacionales por enfrentar a los estadounidenses que protegían a los vietnamitas del comunismo. Hoy, la señora Kim Phúc, a los 57 años, vive en Canadá.

Todos los pueblos de la tierra son iguales desde su nacimiento, todos los pueblos tienen derecho a vivir y ser libres y felices.

Revolución francesa, 1791.

Ángel Miguel Bastidas G.

Fuentes de consulta


Ninh, B. (2007). El dolor de la guerra. Barcelona, España: Ediciones B, S. A.

Hải Vân, H. y Từ, T. (2004). Pham Xuan An, un general del servicio secreto. Vietnam: Editorial The Gioi.