María Corina Machado online

05/07/2023.- Uno de los conceptos de la globalización que identifica claramente la expansión rapaz del capitalismo, del neoliberalismo y sus múltiples mecanismos de guerras no convencionales, como la que actualmente se le aplica a Venezuela, lo establece Vicente Romano en su obra La intoxicación lingüística. El uso perverso de la lengua. En ella caracteriza el fenómeno del lenguaje y la homogeneidad del libre mercado, que no es más que la generalización que, sobre la vida humana, aplica la lógica del capital, «que lleva implícita la mundialización de la conciencia, la uniformidad del pensamiento» y de la comunicación o la lengua como sistema. Ello nos hace concurrentes a todos en ámbitos cultural y políticamente distintos entre sí y hasta estructuralmente antagónicos; o nos induce a creer que, al menos, somos similares, casi iguales, consensuados entre propios y extraños y que, por arte de magia, amigos y enemigos, todos pensamos como lo sentencia la biblia capitalista. Pero si somos disidentes es porque nadie nos comprende o somos gente rara, de otro planeta, perdidos en el espacio.

Este es un signo más, sin duda, que a muchos nos hace palidecer tanto por su aplastante violencia simbólica (que es ya suficiente desde el punto de vista psíquico y emocional) como por la velocidad de su desplazamiento terrorista contra la conciencia humana y el debilitamiento de los discursos contrahegemónicos, antiimperiales y descolonizadores.

Más forajido serás tú

Si María Corina Machado ha sido injustamente inhabilitada por sus ideas y formas de pensar, como clama algo molesto Enrique Capriles Radonski, entonces nosotros, que no cultivamos y rechazamos su estilo letal y su turbación fascista, neonazi, seríamos una suerte de forajidos excluyentes. Estaríamos frente a salvajes situados al margen del formato «civilizatorio» que profesan los propagandistas del progreso que crecieron bajo los lemas del Opus Dei, Tradición, Familia y Propiedad o el lifestyle que proyectan Lorenzo Mendoza y otros rancios ricachones venezolanos. Ellos nos quieren gobernar desde una especie de monarquía sifrinoide hasta borrar nuestros rasgos, torciendo rudamente el rumbo de la historia venezolana desde la llegada de Hugo Chávez al poder.

Si, por mayoría abrumadora y atendiendo al vigoroso liderazgo y legado de Hugo Chávez en la política venezolana desde 1992, los venezolanos escogimos el modelo, constituyente mediante, de una democracia participativa y protagónica que molió la representatividad casi abstracta de un sistema sin musculatura deliberativa y popular. Entonces, pasamos a ser objeto de intrincados laboratorios mediáticos para estigmatizarnos como Estado fallido o sumergirnos en un ciclón de guerra no convencional, híbrida, mediática y tóxica. Esto resucitó instrumentos normativos para juzgar nuestra autodeterminación, representada en un nuevo discurso político y otra forma de comportamiento sociocultural, tal como subyace en el amenazante y obsceno «decreto Obama» o en la increíble y fantasmagórica personalidad del secretario general de la OEA, Luis Almagro. Este último sí constituye —aunque en forma caricaturesca— una degradación estrepitosa de la institucionalidad clásica de algunos foros internacionales dirigidos desde Washington y sostenida por las corporaciones mediáticas mundiales.

Ese monopolio mediático y financiero hay que romperlo al derecho y al revés, para cortar el modo online en que se imponen las matrices imperiales que pintan una Venezuela gobernada por un tirano, tal como lo pregona María Corina Machado, cuyo eco envilecido retumba en los conciliábulos donde ejercen Mario Vargas Llosa, Macri, Duque y otras momias del neoliberalismo fascistoide.

Democracia participativa y unidad

Cualquier intento de unificar o coordinar las fuerzas populares latinoamericanas y las organizaciones de izquierda en torno a un discurso global, centralizador y pugnaz frente a ese estado de cosas está condenado al fracaso o tendrá una eficacia limitada, como lo atestiguan los casos de Rusia, Cuba o China. De lo que se trata es de armar un discurso y una alternativa política que a la vez amplíe la base de apoyo continental del proceso bolivariano y contribuya a lo que ya hemos señalado: al desbloqueo ideológico y político de las fuerzas populares en muchos países del mundo.

Es necesario consolidar una contraargumentación del asentamiento del neoliberalismo en los terrenos económicos y sociales en el mundo, desmitificar, desnudar sus ornamentos, desacralizarlos. El planteamiento de alternativas políticas inmediatas y efectivas a la «gesta» capitalista, a su progresiva decadencia y torcidas e inhumanas gestiones, no ha sido de nuestra parte efectivo y contundente.

Basta decir que el concepto de democracia participativa y la consonancia de las misiones y los principios que esgrimió Chávez sobre el Estado comunal no son datos conocidos en el mundo, ni forman parte de las agendas diplomáticas. Una estrategia de integración continental basada en la promoción de estos aspectos, como los fue en su momento la creación del Fondo Humanitario Internacional en contraposición al FMI o ahora el ALBA o Petrocaribe, no ha sido realzada más allá de nuestras fronteras como asuntos medulares del modelo chavista.

Cuando hablo de unidad, me refiero a aportar un discurso que implique una agenda inmediata y una serie de recursos técnico-políticos que permita avanzar, en este momento, en la recuperación del tiempo y el terreno perdidos: ganar espacios y acceder a recursos e instrumentos.

La hegemonía norteamericana

Después de reducir por la fuerza a la izquierda insurgente, la hegemonía norteamericana y neoconservadora en el hemisferio se ha fundamentado en una maraña de instituciones políticas y económicas basadas en coerciones no necesariamente violentas. Argentina es un claro ejemplo de una sociedad que, después de ser desarmada por una guerra interna, se vio sometida al poder financiero crudo. Los tramos de esa red son la OEA, el BID, el FMI, las ONG y los medios de comunicación, articulados en un mecanismo destinado a conjurar la emergencia de alternativas políticas.

La pauta para deshacer esta red o para continuar con ese propósito está no solo en la coordinación de una contrahegemonía política e ideológica hemisférica, semejante a la neoconservadora, sino en la ruptura del monopolio mediático y financiero.

Es necesario exponer en el mundo, por ejemplo, que la inhabilitación a María Corina Machado es una medida de salud republicana, no una trapisonda electoral. En ningún lugar del planeta, alguien que pide una invasión a su país puede ser candidato presidencial después.

El 19 de agosto de 2020, MCM declaró que la única estrategia viable en Venezuela era una intervención militar internacional.

Debemos estimular el apoyo internacional a esta medida de salud pública para la patria, así la zamurada pitiyanqui chille la paja democrática que les provoque.

Nuestro país está viviendo una guerra híbrida mutante que ha causado graves daños al buen vivir y el bien común que alcanzamos en los tres primeros lustros del presente siglo.

Empobrecimiento, migración, destrucción del capital social, todo ello ha contado con la explícita complicidad de traidores al país, a quienes no hay que dejar impunes.

El ataque a la industria petrolera, que bajó la producción del crudo y deterioró los ingresos de la nación a extremos casi catastróficos, es otro crimen de lesa humanidad. Es evidente que la mosca de MCM está del lado de estos atentados y de las acciones criminales del capitalismo mundial de extremo fascismo, que han logrado la caída de nuestro ingreso principal y el caos en Venezuela. No es casual que sea en este punto cuando MCM llega a su momento más agresivo, proponiéndose para gobernar.

Machado, Guaidó, López y Capriles están en primera fila del elenco de los traidores a la patria.

Federico Ruiz Tirado