“Poner la ciencia en lengua diaria: he aquí un bien que pocos hacen…”. Este anhelo de Martí cobra cada día mayor vigencia. Jamás, como hoy, ha estado el hombre tan comprometido en su destino con la ciencia.
Ignacio de la Cruz
El Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar 2023 exaltó la constancia de un periodista íntegro, amante de la historia, llamado Antonio Manrique, ampliamente conocido como “el Chino” en el mundo de los tabloides impresos, siempre comprometido con las causas justas, bajo la égida de lumbreras del medio como Eleazar Díaz Rangel, Federico Álvarez, Olga Álvarez, Jesús Sanoja Hernández, Domingo Maza Zavala, Orlando Araujo y Remigio Loreto, entre otros maestros de la pluma.
El Chino Manrique es la mejor referencia de quien hace del periodismo la principal forma de vida a pesar de las limitaciones económicas, tanto así que desde 1976, hace ya 47 años, se mantiene como director y único redactor del tabloide Actualidad Educativa, donde descarga su amor por la historia. Además, es el pregonero de ese mensuario, el cual distribuye religiosamente con el apoyo de organizaciones comunitarias. De manera semanal, lo podemos leer en Últimas Noticias y oírlo a través del programa Cimarrón radio, que transmite todos los lunes (10 a. m. a 11 a. m.), la emisora Soy Asamblea Radio.
Su aventura como hombre de prensa comenzó en 1963, de Abanico a Socorro, parroquia Altagracia, donde estuvo ubicada la editorial Cubagua, que dirigía Remigio Loreto, quien lo contrató como corrector de prueba, pero no tuvo mucho tiempo en ese debut debido a que los talleres fueron allanados y cerrados por la Digepol, la policía política del gobierno de Raúl Leoni.
Fue en El Venezolano (1964) donde nuestro personaje hizo el grado bajo la guía de Domingo Maza Zavala y Eleazar Díaz Rangel, con quienes se fogueó frente al teclado, pero nuevamente se encontró con el fantasma de la represión puntofijista que de nuevo colocó la pegatina «clausurado por subversivo».
El Chino debió acostumbrarse a las visitas domiciliarias del comisario de la Digepol, el tristemente célebre capitán Vegas, quien visitó en varias oportunidades los sótanos del edificio Vanguardia, de la esquina El Truco (parroquia Altagracia), donde también se llegó a imprimir Clarín y Extra, medios donde nuestro entrevistado se fogueó como reportero. En 1965, le tocó teclear en El Siglo, cuyo dueño era Luis Miquilena, bajo la dirección de Díaz Rangel.
Con ese largo bautizo en periódicos rodeados por los cuerpos policiales adeco-copeyanos, llegaron los años del chavismo, durante los cuales nuestro colega reporteó para El Diario de Caracas y dirigió por tres años el Diario Vea, tras el fallecimiento de Guillermo García Ponce.
El Negro de Lola
Aunque es conocido entre los periodistas como el sanjuanero Chino Manrique, en realidad cuando niño era llamado «el Negro’e Lola», por ser el más oscurito entre los retoños de doña Dolores (Lola), pero luego del fallecimiento del hermano Félix «el Chino» Ramos, Antonio heredó el apelativo de «Chino», para convertirse en el Chino Manrique, con quien compartimos actualmente el programa Cimarrón Radio.
El Chino tampoco nació en la caraqueñísima parroquia San Juan, en realidad vio luz en Maracay, el 1.° de junio de 1937, pero la familia debió trasladarse a Caracas cuando Antonio era un niño de tres años de edad, para convertirse en vecino de una barriada que existió entre las esquinas de Puerto Escondido y Puente Nuevo, precisamente frente a lo que sería el diario El Nacional, en 1951, donde el maracayero-caraqueño escribiera numerosos reportajes.
La familia Manrique habitó en la casa de vecindad número 5-1, al lado de otra casa del mismo formato, marcada con el número 7, donde nació quien sería años después «el León de la Salsa», con la Dimensión Latina. Recuerda el Chino que en esa zona, muy cercana a El Silencio, vivía Magdalena Sánchez y la niña Yolanda Moreno. Además, entre Puente Nuevo y Puente Junín, a las orillas de la quebrada Caroata, se daban cita diariamente muchos boxeadores famosos como Oscar Calles y «el Pollo de La Palmita», como era llamado Simón Chávez Regalado, quienes entrenaban a diario en el gimnasio de José Magdaleno. Este popular parroquiano trabajaba la carpintería en el día y a partir de las seis de la tarde transformaba su lugar de trabajo en gimnasio de boxeo y sala de masajes. Por lo tanto, la muchachada asistía al lugar para ver el entrenamiento de los pugilistas bajo las instrucciones de «Estebita», como también era llamado Magdaleno, quien también les daba masajes a los peloteros del Magallanes y los domingos ejecutaba el redoblante de la Banda Municipal de El Hatillo.
Esa cuadra, contigua a la vecindad donde correteaba el Negro de Lola, fue demolida para dar paso a lo que sería la avenida H, que conectaría a El Silencio con El Paraíso, durante los últimos años del mandato del general Marcos Pérez Jiménez, de tal manera que los Otero se aprovecharon de la caída del general para invadir los terrenos ubicados entre Puente Nuevo y Puente Junín, para construir allí la sede de Así es la Noticia y un gran estacionamiento-depósito.
En una grata tertulia entre el Chino Manrique y su amigo Miguel Otero Silva se habló sobre la historia de la cuadra entre Puente Nuevo y Puente Junín. De inmediato, el escritor y poeta le propuso a su colega periodista lo importante que sería una crónica sobre esas historias, pero el tema fue borrado de la pauta cuando el joven reportero le ripostó al autor de Casas muertas que entonces habría que relatar la historia de cómo la familia Otero se posesionó ilegalmente de unos terrenos municipales, ubicados a pocos metros de El Nacional. Hasta allí la alegría.
El periodismo es la profesión que más se parece al boxeo, con la ventaja de que siempre gana la máquina y la desventaja de que no se permite tirar la toalla.
Gabriel García Márquez
Ángel Miguel Bastidas G.