No hubo canales de televisión con reportes o pases. Había reporteros gráficos, y hubo pueblo, mucho pueblo. Hubo músicos, muchos músicos, y precisamente la música marcó el compás para despedir los restos mortales de Rogelia Medina este 5 de julio de 2023, día de Independencia en la que también muchas personas se independizaron del dolor para elevar plegarias de reconocimiento y alegrías para quien tanta alegría prodigó.
Víspera
Nelly Ramos, psicóloga y músico, encendió las alarmas: “Hermana, falleció Canelita”. Eso, cuando se escucha o lee colando el café de la madrugada se convierte en un latigazo que a los 10 minutos ya es latigazo nacional. No lo creía nadie porque siempre suponemos a nuestros ídolos, inmortales. Si así pasaba en Grecia, ¿por qué no habría de suceder en una Venezuela que tiene su altar particular para la música?
Pero ciertamente Rogelia, Canelita Medina había decidido partir a los 84 años luego de un periplo musical que pasó por la gloria, el silencio, el retorno, la temperancia, y sobre todo la inmensa sabrosura de su voz y de su original manera de decir y hacer.
Todo melómano y músico venezolano se sintió en el deber de avisar a otros, o de lanzar el legendario “… elamadre “ que escribió el periodista y músico José Gregorio Yépez en las Redes Sociales.
Casi inmediatamente desde España, Colombia, Cuba, República Dominicana, Perú y Puerto Rico comenzaron a llegar mensajes: “Confirmar lo de Canelita, por favor”, y entonces tener que colocar dolor sobre dolor, y hacer de las lágrimas otro guarapo mañanero para informar que, ciertamente había fallecido la Sonera Mayor de Venezuela. No fue fácil.
Luego el pulsar de teclas para buscar la información reciente en torno al ¿Cómo, cuándo, dónde? acercó la frontera entre el deber y la tristeza.
Había fallecido Canelita Medina y ahora quedaba el estupor como estandarte de las horas.
Para decir adiós
Si bien el martes había llovido mucho sobre la capital venezolana y otras ciudades (parecía llanto fuerte) el miércoles el cielo parecía consolarse, porque amainó. Comenzaron entonces muchas personas a peregrinar hacia la funeraria Vallés en La Florida. Necesario era apurar el paso porque la despedida a Canelita sería entre 8 y 10 de la mañana, en día de Fiesta Nacional.
Marcial Istúriz era un anfitrión especial. Con su inmensa humanidad iba abrazando a quienes llegaban, porque todos acudían con la misma finalidad. Y eso genera hermandad. Luego vendría el paso firme, el abrazo solidario y las lágrimas al llegar hasta donde Trina de los Ángeles Medina, parada ante la entrada de la Capilla Provenzal recibía el afecto de quienes iban a despedir a su mamá, Rogelia, Canelita.
Si había una multitud en las afueras de la Capilla, dentro del recinto pasaba igual. Se pudo ver a la Sonera Mayor como dormida, tranquila, serena y elegante como siempre fue. Momentos duros que fueron mitigados con la llegada de la Parranda comandada por el cuatro de Rafael González, la siempre maravillosa trompeta de José Ramoncini, y la percusión en la que se encontraba el músico y actor Ruper Vásquez. Trina Medina se alegró mucho porque a Canelita le encantaba la parranda, (en el litoral central nació, recordemos) Y de la parranda se pasó al son en concierto especial para ella, la que con su inconfundible e inimitable voz llenó la alegría con sones, guajiras, guarachas, parrandas, salsa, boleros, y paremos de contar. No faltaron “Lágrimas negras” y “Rosa Roja”, temas clásicos en su repertorio de lujo.
El canto era de todos; parecía que existió un ensayo previo. La afinación corría pareja con la emoción, transformada muchas veces en llanto.
Canto responsorial
El sacerdote encargado de oficiar la misa de difuntos escogió muy bien los salmos y evangelio, sabiendo que iban dirigidos al alma de Rogelia. Rescatamos la frase bíblica que él repitió varias veces como sentencia: “El Amor es más fuerte que la Muerte”. Y en una oportunidad la dijo dirigiéndose a Trina, ofreciéndole consuelo.
José Natividad Martínez “Naty”, Andy Durán, Freddy Coco Ortega, Juan José el Indio, Franklin Rojas, Ramón Pecheche Mijares, Trina Medina, Nelly Ramos, Rafael González, Ruper Vásquez, José Ramoncini, Marcial Istúriz, José Antonio Cedeño, Taylor Pérez, Agapito Hernández, todos, muchos y muchas más estaban presentes cuando el Sonero Clásico del Caribe comenzó a montar el sonido exactamente frente a donde aguardaba Canelita Medina, quien hiciera parte de esa agrupación. Los dirigidos por Pablo Landaeta vienen de perder a otro sonero: Ramoncito Méndez, el pequeño gigante de la música venezolana y caribeña.
Por eso, cuando Pablo dirigió sus palabras directamente a Rogelia para dedicarle el concierto dijo, con dolor: » El son está golpeado, el son está de luto» y pidió aplausos para conjurar la tristeza. Al Sonero se incorporaron los músicos presentes con la clave, el soneo, la palabra, la trompeta, el tres, la guitarra, la percusión, y el bajo de Tadeo Guédez, que lloraba como él cuando se dirigió a su mentora, Canelita Medina.
El gran aplauso
Cuando apareció el gerente de la casa funeraria supimos que llegaba el final. Todos querían mirarla por última vez, todos agolpados para ratificarle el afecto y la gratitud. Ya era inminente su salida. Trina pidió aplausos recurrentes y los hubo hasta que partió el blanco coche que la transportó a su crematorio. Quienes pensábamos en una caravana e incluso en llevarla en hombros un trecho del camino quedamos con la tradición vuelta añicos. El mismo gerente funerario dejó que los músicos siguieran tocando mientras el coche salía y en voz alta dijo:
“ Que cada quien tome las flores que quiera. Rogelia marcha al crematorio y allí no valen ni caravanas ni flores”.
Canelita Medina no tendrá sustitución en el corazón de su pueblo.
Aunque el Fuego haya sustituido a La Tierra.