Como Fidel, defenderemos siempre la unidad y la solidaridad

EMBACUBA ARGENTINA

Como aprendimos de Fidel, cada día de resistencia creativa es una victoria. Y cada día de lucha es una confirmación de que no estamos solos …

PALABRAS DEL EMBAJADOR DE CUBA PEDRO P. PRADA EN EL ACTO PARA CONMEMORAR EL XX ANIVERSARIO DEL DISCURSO DEL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRO RUZ EN LA ESCALINATA DE LA FACULTAD DE DERECHO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

Con profunda emoción acudimos a este lugar donde los argentinos hicieron historia junto con Fidel.

En unos minutos podremos revivir en imágenes aquella noche helada de mayo en que se abrían horizontes de sueños por cumplir para todos los argentinos, y Cuba estaba aquí, junto con ustedes, acompañándolos, como siempre lo hemos estado en otros momentos decisivos de la historia, como siempre lo han estado ustedes junto a nosotros.

Las palabras de Anro y de Lucía me relevan de detalles a contar o expresar. Además, como Fidel, debemos ser respetuosos de la hospitalidad y consideración generosa del país, las autoridades y el pueblo que nos acoge, y ante el cual debemos representar con dignidad y prudencia al Estado y al pueblo cubanos.

Sin embargo, como bien expresaba Lu, quiso la historia que veinte años después, este acto transcurra en medio de muy desafiantes circunstancias para argentinos y cubanos.

Ustedes conocen las suyas, y con voluntad y sabiduría encontrarán el modo de transformarlas.

De las de Cuba sí quiero hablarles, como hizo Fidel en aquella oportunidad, pues atravesamos uno de los momentos más complejos de nuestra historia por la agresividad de las acciones combinadas de bloqueo económico, comercial y financiero y de guerra híbrida –política, diplomática, comunicacional- por parte de Estados Unidos y poderosas fuerzas fuera de la isla.

No olvidaremos jamás que cuando la humanidad se batía contra una pandemia devastadora, los Estados Unidos nos negaron medios de protección y salvación, impidieron la llegada de respiradores y oxígeno, y trataron de interferir en la iniciativa, nacida en Argentina, de proveer solidariamente a la isla de jeringas para aplicar las vacunas que habíamos desarrollado y que convirtieron a Cuba en uno de los países que primero salvó a su pueblo (aplausos).

Sabemos cómo persiguen a empresas petroleras, a navieras, a aseguradoras e incluso a tripulaciones de buques, para impedir que los combustibles lleguen a Cuba y sus voceros se regodeen luego contando que en la isla hay apagones.

Ofende que nos etiqueten de patrocinadores del terrorismo por haber querido ayudar a la paz en Colombia y que, por ese motivo, nos cierren cuentas, los bancos se nieguen a transacciones, y las compras y fletes de Cuba se penalicen con sobreprecios injustos, que nos transfieren el riesgo y amenazas que sufren los proveedores.

Dicen que el socialismo fracasó en Cuba y que el bloqueo no existe, que es un embargo o un invento del gobierno cubano. Pregúntense si un nadador o un corredor pueden nadar o correr con los brazos y pies amarrados. Si de verdad somos un fracaso, que nos pongan a prueba, que nos dejen vivir sin bloqueo a ver qué pasa. Ellos sí lo saben, y no se atreven, porque demostraremos la inmensa superioridad y posibilidades de nuestro país (aplausos).

Pero si aún les quedan dudas, les recuerdo lo que decía aquel memorando que definió la política de bloqueo a Cuba desde 1960: El único medio posible para aniquilar el apoyo interno al gobierno cubano es provocar el desencanto y el desaliento por la insatisfacción económica y la penuria […]. Hay que poner en práctica rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica […] una línea de acción que siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en la privación a Cuba de dinero y suministros con el fin de reducir los salarios nominales y reales, y provocar hambre, sufrimiento, desesperación y el derrocamiento del gobierno.

Sesenta y tres años después de haber escrito esas palabras, la política estadounidense sigue siendo la misma. Nuestras ciudades parecen devastadas por bombas silenciosas. Llevamos abiertas las heridas de esta larga guerra. Nos han arrancado hijos, devorados por la confusión y la ingratitud. Nos han enemistado, promoviendo sentimientos de odio ajenos al espíritu cubano. Hemos sobrevivido. Hemos resistido. Nos hemos defendido.

Como aprendimos de Fidel, cada día de resistencia creativa es una victoria. Y cada día de lucha es una confirmación de que no estamos solos, que nos acompañan millones de personas en todo el mundo, incluidos los argentinos.

Si lo logramos, es porque todos los días trabajamos por hacer carne y mente en nuestras ideas y actos las lecciones que aprendimos de Fidel:

Todos los días nos esforzamos por informarnos y educarnos para enfrentar la colosal batalla cultural y de ideas que nos imponen y ganarla a pensamiento y convicciones cultivadas, como él insistió siempre.

Todos los días trabajamos por cumplir el programa político, económico y social de la Revolución que diseñamos y votamos de modo libre y mayoritario los cubanos.

Todos los días nos empeñamos en fortalecer el liderazgo, autoridad y prestigio de nuestras organizaciones políticas y de masas.

Todos los días los dirigentes y cuadros de la revolución salen a sus lugares de trabajo, de estudio, de creación, a dar el ejemplo, a construir poder popular, a unir esfuerzos por el desarrollo del país y el bienestar de nuestra gente, a darle la cara a los problemas, a explicar y a asumir los mayores riesgos, porque eso fue lo que Fidel nos enseñó, y el pueblo cubano no reconoce líderes que no sepan estar a la altura de su historia, heroísmo y sacrificios.

Y por sobre todas las cosas, todos los días nos levantamos y salimos enamorados y felices a construir un nuevo peldaño de la unidad nacional revolucionaria que sostiene los pronto ya 65 años de poder popular. Para los cubanos, esa unidad conquistada y defendida, en toda su diversidad y riqueza, es como la estrella solitaria de nuestra bandera: indivisible e indestructible (aplausos).

Y con esa vocación de unidad, de familia, miramos hacia nuestra Madre América, hacia Nuestra América, epítetos sublimes con los que la nombró José Martí.

Sabemos que Cuba, al salvarse, salva; que la solidaridad entre nosotros nos hace más solidarios con los demás. Aprendimos muy bien que quien no es capaz de sacrificarse por sí mismo, nunca será capaz de sacrificarse por los demás.

Como Fidel desde esta escalinata, les aseguramos que defenderemos siempre la unidad y solidaridad entre nuestras patrias y pueblos (aplausos).

Como él, creemos que otro mundo es posible; otro mundo mejor, de unidad, paz y justicia, es posible (aplausos).

Como Fidel, abrazamos en toda su extensión a la tierra de San Martín y el Che, y con él y con el presidente Diaz-Canel, repetimos hoy que “No hay fuerza en el mundo que pueda separar a Cuba y Argentina” (aplausos)

¡Viva la unidad y la integración de Nuestra América! (voces de “viva” y aplausos)

¡Hasta la victoria siempre! (aplausos)