1 AGOSTO, 2023
En general nuestros pueblos sudamericanos conocen hoy el papel de las Juntas criollas en el proceso que nos llevó a independizarnos de España, aunque conocen los de sus respectivos países, y no los de países hermanos sudamericanos. Pero en cuanto a Centroamérica solo hay subestimación o injusto desconocimiento, porque ese proceso generó también dura lucha, liderada por Francisco Morazán, y tuvo un relativo fracaso similar al nuestro. En este artículo utilizo algunas frases y fragmentos de un estudio anterior que dediqué a Morazán y que en mi opinión siguen vigentes.
Al inicio del siglo XIX, Centroamérica dependía de la Capitanía general y Audiencia de Guatemala, que a su vez dependía del Virreinato de Nueva España que era México. La capital centroamericana era Ciudad de Guatemala, por ser Guatemala el país más grande de la Capitanía, integrada además por El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, pues Panamá quedaba fuera por pertenecer al Virreinato de Nueva Granada. En Centroamérica la lucha por la independencia sólo se inicia en 1820. En ella domina la oligarquía, y la conservadora Iglesia ejerce un peso aplastante. Las ideas de la Ilustración apenas cuentan. A la Revolución francesa, con su decapitación de reyes y su guillotina se le teme con el mismo miedo que se le tiene entonces en toda esta América. En cambio, se mira con simpatía la independencia de Estados Unidos, porque se parece al modelo conservador y sin grandes cambios sociales que esa élite criolla querría adoptar en caso de revolución. En esa temerosa visión dominan el papel de la Universidad guatemalteca de San Carlos y el carácter de la élite centroamericana, liberal en lo económico, pero conservadora en todo lo demás, dada su condición de clase terrateniente y explotadora de indígenas.
La coyuntura que facilita el inicio de la lucha es la española rebelión de Riego en 1820, mediante la cual vuelven los liberales españoles al poder forzando a Fernando VII a aceptar la Constitución liberal de Cádiz; y en forma directa incide en ello la crisis mexicana de ese año. En México Iturbide pacta con Guerrero y el 24 de febrero de 1821 se firma el Plan de Iguala, que propone las tres garantías: independencia, unión igualitaria y religión católica, plan con el que Iturbide quiere el poder proponiendo monarquía. Ofrece la corona a Fernando VII y convoca a Cortes. El virrey mexicano Apodaca, que se opone, es derrotado y depuesto. El nuevo virrey, Juan de O’Donojú, se acuerda con Iturbide, pero España lo desconoce, y pueblo y ejército de México se alzan. Iturbide toma al fin el poder y en mayo de 1822 se hace proclamar emperador de México.
La Declaración de independencia la precipita la rebelión de Chiapas, entonces parte de Guatemala, que declara su independencia para unirse a México. Los rebeldes envían el acuerdo a Gavino Gainza, capitán general de Guatemala, para que se sume a ésta. La noticia llega a Guatemala el 13 de septiembre de 1821 y genera una fuerte agitación de calle. Gainza convoca a reunión de Ayuntamiento el 15 de septiembre al clero y a las corporaciones y funcionarios militares. Pero el pueblo, excluido, se echa a la calle y se concentra ante el palacio de gobierno para entrar a la reunión. Los asustados oligarcas (que son los Padres de la Patria), aprueban la Declaración de Independencia. Es una declaración ambigua que redacta José Cecilio Del valle, hombre muy moderado; y como declaración ni siquiera es tal, pues deja la decisión definitiva a un Congreso ulterior y además dice haber hecho esa declaración solo por temor a que el pueblo la proclamase.
y surge un problema serio, pues hay que definir si es independencia plena de España o de España para unirse a México, ya que ese México es el México conservador y pronto monárquico de Iturbide, además de que empiezan a aparecer tanto el rechazo a Guatemala como las rivalidades entre ciudades provincianas.
En El Salvador dominan las posiciones republicanas. San Salvador quiere independencia plena. Santa Ana quiere unión a México. y el líder salvadoreño Manuel José Arce plantea anexión a Estados Unidos. en Honduras, se oponen Comayagua, que quiere unión a México y Tegucigalpa, que quiere independencia plena. esta última es la posición del joven funcionario hondureño Francisco Morazán, que propone independencia plena y unidad centroamericana. en Nicaragua, León, que acepta unión a México, se opone a Granada, que pide independencia plena. en Costa Rica Cartago se opone a San José, pero al cabo se impone la posición de este, que es independencia plena. y, por cierto, en Panamá, que no es parte de Centroamérica, la oligarquía panameña decide en 1822 unirse a la Colombia bolivariana.
Pero en Centroamérica se impone la unión a México. Es lo que lo más le conviene a la oligarquía guatemalteca, conservadora o moderada, y sobre todo al reaccionario clero. Además, la presión mexicana se hace sentir en forma militar. En medio de las diferencias señaladas, se impone la unión a México el 5 de enero de 1822. Ante amenazas de protestas y guerra civil, México envía un ejército encabezado por Vicente Filisola que invade Guatemala y acude luego a someter a El Salvador, la provincia más rebelde y republicana, que ha suprimido impuestos coloniales y abolido la esclavitud. Se combate en El Salvador y Manuel José Arce es el líder de los salvadoreños. Filisola vuelve a Guatemala sin vencer a los salvadoreños. Allí se entera de la rebelión contra Iturbide y luego de la abdicación de este en marzo de 1823. El fracasado Filisola regresa entonces a México, pero antes deja convocado el Congreso Centroamericano ya planteado en la tímida Declaración de independencia de José Cecilio del Valle.
El congreso constituyente se reúne en Ciudad de Guatemala en junio de 1823. Ya sin imperio mexicano, el Congreso, ahora sí, proclama la independencia plena de las provincias de Centroamérica el 1 de junio de 1823. Su otra tarea es decidir la forma de gobierno y designar los integrantes de ese gobierno. Y aquí se enfrentan y entrecruzan tres problemas claves de cuyo choque y solución va a depender el destino centroamericano: 1. Conservatismo o liberalismo; 2. Centralismo o federalismo; y 3. Unidad o separación. Las dos décadas que siguen están marcadas por esa lucha y por sus resultados. Al final se impone la integración.
Conviene decir que se enfrentan y entrecruzan porque, aunque los liberales tienden en principio al liberalismo económico y a la federación y los conservadores al conservatismo político y al centralismo, no todas las veces es así. A menudo las cosas se confunden o mezclan y en muchas de ellas se ve que liberales y conservadores, todos terratenientes, son conservadores, dada su condición de ser suerte de propietarios feudales temerosos de las masas. Además, en cuanto a unidad o separación de las provincias la cosa es aún más confusa, contradictoria y hasta oportunista. Las ambiciones personales o de grupo cuentan mucho. El peso de la Iglesia, siempre reaccionaria, como señalé antes, es brutal y su capacidad de manipulación de las masas pobres e indígenas es enorme.
Además, a aquí entran en juego otros intereses de clase, regionales o locales entre grupos sociales, entre ciudades rivales como San Salvador y Santa Ana, Comayagua y Tegucigalpa, León y Granada, Cartago y San José, y hasta en la propia Guatemala, donde se enfrentan Ciudad de Guatemala y Quetzaltenango, la cual intenta promover la separación de los Altos guatemaltecos. Todo este conflictivo y confuso enredo sin olvidar el temor de las provincias al predominio de Guatemala, y también la presencia de crecientes intereses extranjeros, en particular ingleses, que tienen proyectos decididos de dominación sobre Centroamérica, que piensan en el canal interoceánico, y que controlan ya algunos territorios como Belize y la Mosquitia hondureña y nicaraguense. Seguiremos.
Vladimir Acosta
Julio de 2023